La clara ventaja que tuvo desde el inicio del escrutinio Guillermo Lasso y la rápida admisión de los resultados de su contendor, Andrés Arauz, facilitaron el inicio de la transición. Ya hay algunos hechos, quizá no definitorios pero sí de necesaria mención, sobre la instalación del futuro gobierno.
Queda menos de un mes para el cambio de mando que se hará en condiciones extraordinarias —en medio de una pandemia— y significará el fin de los gobiernos que llegaron al poder con Alianza País, la organización política que gobernó al Ecuador por 14 años.
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La primera reunión entre el presidente electo y el presidente saliente, Lenín Moreno, fue el lunes 19 de enero, en el Palacio de Carondelet. A Lasso lo acompañaron su esposa, María de Lourdes Alcívar, y sus colaboradores más cercanos: cuatro hombres. También estuvo el vicepresidente electo, Alfredo Borrero, y su esposa, Lucía Pazmiño. El encuentro protocolar —aquel al que tuvo acceso la prensa— fue cordial y breve. Allí, el Presidente Moreno le advirtió a Lasso que “la mesa no queda servida” haciendo alusión a la expresión de Rafael Correa, en 2017, cuando anunciaba que todo quedaba en orden para el gobierno que lo sucedía.
El intercambio entre Lasso y Moreno no fue lo que llamó la atención sino la foto de la reunión. En ella, se veía una fila de hombres a cada lado de la mesa, encabezada por Moreno. No había una sola mujer en la mesa. Ya las esposas —Rocío González, esposa de Moreno y María de Lourdes Alcívar, esposa de Lasso— no aparecían porque estaban en una reunión aparte para hablar del plan Toda una Vida. Que era un equipo de confianza, que en el gabinete será distinto, que no hay que “hacer problema” por todo, decían quienes defendían la decisión de Lasso de no incluir a ninguna mujer en su equipo cercano de transición, del que son parte Juan Carlos Holguín e Iván Correa, y al que asistieron también otros dos asesores: Aparicio Caicedo y Heinz Moeller Gilbert.
Sí, deja mucho para pensar que el presidente electo no tenga a una sola mujer en el equipo de transición —o en su círculo cercano— e incluso invita a cuestionarnos si es que cumplirá la oferta de que el gabinete sea paritario. Esas pequeñas demostraciones de cuán consciente —o no— está el presidente electo de la importancia sobre las mujeres en los puestos de liderazgo, son también demostraciones sobre la honestidad de su discurso en segunda vuelta, en el que habló de la necesidad de incluirlas en las decisiones de su gobierno.
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En su primera semana, el presidente electo también tuvo la primera reunión con un mandatario en funciones: Iván Duque, presidente de Colombia. En esa reunión, Lasso justificó la decisión de Colombia, en 2008, de bombardear Angostura, un territorio ecuatoriano fronterizo con Colombia. La decisión tomada por el gobierno de Álvaro Uribe —que perseguía a Raúl Reyes, uno de los cabecillas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC)— provocó la ruptura de relaciones entre ambos países durante más de dos años. Las relaciones se retomaron en noviembre de 2010, después de que los gobiernos de Rafael Correa y Juan Manuel Santos hicieran las paces, Guillermo Lasso dijo sobre el bombardeo, frente a Duque: “son operativos que conforman la figura del estado de necesidad, en ningún caso existió el interés del gobierno colombiano de aquel momento de invadir el Ecuador, simplemente de actuar en defensa de su seguridad”.
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En el encuentro, una periodista le preguntó a Lasso sobre la posibilidad de apoyar una eventual acción militar similar a la de Angostura, y el presidente electo no condenó explícitamente una posible incursión militar colombiana en territorio ecuatoriano ni se refirió a la soberanía. Solo respondió: “En nuestro caso, trabajaremos de cerca con el gobierno colombiano para lograr la seguridad en la región”.
En el encuentro, Duque —heredero político de otro de los caudillos latinoamericanos recientes, Álvaro Uribe— también dijo que Colombia apoyaría el ingreso de Ecuador a la Alianza del Pacífico, el bloque de libre comercio creado en 2011, que reúne a Colombia, Chile, México y Perú. Esa es una señal del cambio absoluto de timón regional pues el expresidente Rafael Correa nunca consideró que era de interés para Ecuador entrar en la alianza. En 2014 dijo que entrar al bloque sería “poco menos que suicida” y que la afinidad ideológica del país iba más alineada con el Mercosur —compuesto por Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay que, por esos años, tenían mandatarios afines al llamado socialismo del siglo XXI.
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El ámbito del poder ejecutivo no será el único en el que Guillermo Lasso va a tener enormes desafíos: sin un manejo político adecuado desde la Asamblea Nacional, la gobernabilidad podría ser cuesta arriba. La fragmentación de la nueva asamblea, en donde CREO apenas tiene 12 legisladores —aunque ha dicho que, conversando con algunos asambleístas independiente que se sumen a su bloque, logrará tener una bancada, para la que necesita al menos 14 asambleístas— y la primera minoría es UNES, obligará al diálogo y a los consensos. Aún queda la duda si estos incluirían posibles indultos a uno o varios de los exfuncionarios de alto rango del gobierno de Rafael Correa, procesados o sentenciados por la justicia.
Los cuestionamientos surgieron tras las declaraciones de Francisco Jiménez, asambleísta electo por CREO, dio al portal La Posta, sobre la posibilidad de que el nuevo gobierno indulte a uno de los políticos presos o con sentencias ejecutoriadas. “Estamos en un proceso de negociaciones que yo no quiero afectar con mis declaraciones; en los próximos días tomaremos definiciones claras”, dijo Jiménez. Cuando el periodista le preguntó si están revisando esa posibilidad, dijo: “lo estamos valorando”.
Las críticas no tardaron en llegar y Jiménez tuvo que desdecirse. Sin embargo —y más allá de las posibilidades legales de un indulto o una amnistía— la discusión está ya sobre la mesa del debate político. ¿Podrían Lasso o CREO quebrar su discurso de anticorreísmo para llegar a acuerdos que les permita al gobierno tener gobernabilidad? Quizás era una posibilidad remota o impensada hasta que Jiménez la mencionó. Sus palabras hacen inferir que no es algo que haya sido descartado, y las declaraciones de Salvador Quishpe, asambleísta electo por Pachakutik, que dijo que el correísmo le ha pedido amnistía para Jorge Glas, abonaron a la discusión sobre los posibles intentos del correísmo de negociar votos en la Asamblea a cambio de una amnistías para el exvicepresidente y otros cercanos al correísmo.
La verdadera discusión de fondo —vista desde el gobierno de Lasso— se centrará en la capacidad que tenga de maniobrar en la Asamblea y las concesiones que esté dispuesto a hacer —y que no podrá evadir— al momento de ejercer su cargo.
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En los días que quedan para la posesión de Guillermo Lasso, se hará cada vez más evidente el tipo de gobierno que llevará a cabo y qué tan concordante está con sus ofertas de campaña. Una de las cosas que ofreció, incluso en su discurso de triunfo, fue eliminar la Secretaría Nacional de Educación Superior, Ciencia y Tecnología(Senescyt). Pero antes de posesionarse ya dio marcha atrás: eliminará el examen de acceso a la universidad, no al Senescyt, dijo.
Estas primeras decisiones que reafirman la oferta de campaña o que, al contrario, toman un rumbo distinto, serán los cimientos de un gobierno que ha hablado del cambio, de la generación de empleo, del fin de la corrupción y de la esperanza. Los próximos meses serán claves para evaluar si, en efecto, las ofertas se convierten en realidad.