Eran las cuatro de la tarde y mi estómago estaba vacío como una olla de menestra después del almuerzo. Crujía como los truenos de una tormenta quiteña: hacía más de tres horas había pedido mi almuerzo por una aplicación de delivery pero mi comida parecía no encontrar su destino.
— El repartidor está a dos minutos de distancia, decía la pantallita del app sin especificar si eran dos minutos en el planeta Tierra o dentro de un aguero negro.
— ¿Dónde se encuentra, señor? ¿Dónde está? ¿Se perdió? ¿Hola? ¿Aló?
— Este es el buzón de voz.
Me quedé sin comer, dije amargamente, perdiendo una batalla y volví enojada a mis labores diarias. Es verdad: cuando tengo mucha hambre tiendo a impacientarme. Así que la tormenta en la panza se iba subiendo a la cabeza. Pero dije “un momento, quizá pasó algo”.
Si bien la maravillosa tecnología ha resuelto gran parte de nuestros problemas cotidianos, hay algo que sigue siendo superior y que hasta ahora ningún aparatito ha podido reemplazar: la empatía.
Desde el confinamiento, las apps de delivery en Ecuador y en el mundo han crecido aceleradamente por su eficacia y rapidez pero, al ser manejadas por personas, siguen teniendo errores humanos: cuando el repartidor llegó, tres horas más tarde de lo planificado, estaba empapado por las lluvias y me pidió disculpas por la demora. Era su primera entrega, estaba perdido y su teléfono se había apagado. Enseguida el huracán en mi estómago perdió intensidad hasta quedar como una ligera llovizna.
Esperar mi almuerzo por largas horas (que se vuelven más pesadas por el hambre) sin caer en el pozo ciego del enojo me hizo sentir bien. Me recordó que todos tenemos días no tan buenos, situaciones complicadas, imprevistos y problemas —tenía hambre pero también me sentí que había sido comprensiva con un repartidor que lo único que estaba haciendo era ganarse la vida y al que el día se le había enredado (como nos pasa todos).
Seamos empáticos y pacientes, pensemos en si lo que escribimos o decimos escudados por una pantalla lo diríamos en persona y, sobre todo, nunca olvidemos que tratamos con seres humanos —aunque el mundo digital haya diluido un poco ese contacto.
¡Buen provecho!
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Quiche Lorraine
Ingredientes:
1 taza de harina
1 pizca de sal
1 huevo
5 cucharadas de mantequilla fría sin sal, cortada en cubos
Agua congelada
1 cucharada de mantequilla, para el molde
Frijoles
Papel pergamino
Para el relleno:
7 onzas de tocino, cortado en palitos
2 tazas de gruyere, o cualquier queso maduro, rallado grueso
2 huevos
4 yemas
2 tazas de crema de leche
Sal, pimienta y nuez moscada al gusto
4 PORCIONES / 3 HORAS
Para hacer la masa, mezcla la harina y la sal con un tenedor en un tazón grande. Haz un hueco en el centro y echa un huevo y la mantequilla. Mezcla todos los ingredientes, usando el tenedor para triturar la mantequilla y batir el huevo con la harina.
Vierte sobre la masa de 1 a 3 cucharadas de agua helada y mezcla, usando el tenedor o una espátula de plástico flexible. Si usas una espátula, presiona la mezcla para que los cubos de mantequilla se le incorporen. Trabaja rápido y fuerte.
Con tus manos, forma la masa rápidamente en un disco plano y refrigérala por una hora. Unta con mantequilla un molde para tartas y, cuando haya pasado ese tiempo, saca la masa del frío y estírala sobre una superficie ligeramente enharinada manteniendo su forma redonda.
Traslada el disco de masa al molde para tartas y presiona suavemente la masa hacia el fondo y los lados, permitiendo que el exceso se extienda hacia los bordes. Retira el exceso de masa. Pincha el piso de la masa con un tenedor varias veces, luego vuelve a refrigerar la masa durante 20 minutos.
Precalienta el horno a 200°C . Saca el molde con la masa del refrigerador y cúbrelo con papel pergamino y encima echa granos secos hasta que hagan peso y el papel toque el fondo de la masa. Esto ayudará a que el fondo de la tarta no se hinche.
Hornea la masa por 20 minutos. Retira el papel y los frijoles, y si el fondo no comienza a dorarse, regrese al horno por unos minutos hasta que comience a hincharse y tostarse. Deja enfriar sobre una rejilla hasta que esté lista para llenar.
Para el relleno, pon un sartén a fuego medio y cuando esté caliente echa las tiras de tocino y deja que se doren, luego escúrrelas sobre toallas de papel. Echa el tocino dorado en el fondo de la base de la masa, luego espolvorea ½ taza del queso rallado.
En un bol, bate los huevos y las yemas, luego echa la crema y el resto del queso y bate todo hasta que quede homogéneo. Condimenta con sal y pimienta y una pizca de nuez moscada. Vierte la mezcla en la masa y vuelve a hornear a 200°C durante 20 minutos.
Baja la temperatura a 150°C, y continúa horneando durante 10 o 15 minutos más hasta que vea que la masa comienza a agrietarse.
Retire el quiche del horno y deja reposar al menos 30 minutos antes de servir.