Estimado César, 

Aunque considero a la perseverancia un atributo importante en una persona también es fundamental entender que, aunque el objetivo se mantenga, hay momentos en los que se debe replantear las formas y el enfoque. Digo esto porque te presentas  nuevamente a una elección ciudadana pero tu ideología, las propuestas y los mecanismos para alcanzarlas no están del todo claros. Eso puede ocasionar que, nuevamente, pierdas las elecciones. 

Sé de tus méritos profesionales como tu PhD en ciencias políticas y las propuestas que has hecho en el ámbito de la política pública, como cuando fuiste candidato a la alcaldía de Quito y planteaste un “estatuto autonómico”. También conozco que, como director ejecutivo de la Corporación Participación Ciudadana que, desde 2002 monitorea y vigila procesos electorales, fuiste sumamente crítico al proceso de elección y posesión de la Corte Suprema de Justicia —organismo que terminaría desestimando los juicios contra Abdalá Bucaram para permitirle regresar de Panamá. Los jueces destituidos de forma irregular, obtendrían después el fallo favorable ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos y el estado ecuatoriano tendría que indemnizarlos. 

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También sé de tus inicios en la política con Nuevo País, liderado por Freddy Ehlers en 1998 —año en el que intentaste, sin éxito, ser asambleísta con su respaldo—. También sé que, a partir del gobierno de Alfredo Palacio, creaste tu propio partido denominado Concertación Nacional y que, años más tarde, actuaste como acusador particular  en el proceso legal contra Jorge Glas. Con este movimiento, participaste en las elecciones presidenciales en 2012 y presentas tu candidatura a la Constituyente en 2007 pero en ambos casos, perdiste, como lo hiciste el año pasado, tras postular para la alcaldía de Quito. Si no me equivoco, de los cinco intentos por lograr un cargo de elección popular, únicamente saliste victorioso de uno; en 2009, cuando lograste una curul en la Asamblea Nacional. ¿No demuestra eso una profunda falta de comprensión del electorado o dificultad de conectarte con él?

He leído tu plan de gobierno y me parece que entiendes el panorama actual del país. También creo, sin embargo, que es importante entender cómo enfrentar las problemáticas que allí describes, con una visión más amplia. 

Cabe resaltar que, en tu plan de gobierno, hay muchos puntos repetitivos. Propuestas como combatir la corrupción institucionalizada, recuperar el estado, ser sustentables, mejorar las prácticas y rendición de cuentas, entre otros, son solo palabras vacías si no hay un cómo por detrás. Por ejemplo, con respecto a la crisis de salud que enfrenta el país, acrecentada por la pandemia, propones, entre otras cosas, “ampliar las unidades de cuidados intensivos y ampliar las camas hospitalarias a nivel nacional”. ¿Con qué presupuesto? ¿En cuánto tiempo? Las mismas preguntas me hago sobre tu propuesta de “empleo digno, estable y productivo”. ¿Cómo contactarás a demandantes y oferentes de empleo? ¿Cómo medirás los resultados? ¿Qué monto destinarás a generar apoyo a autónomos y pequeñas y medianas empresas? ¿Qué recursos —tanto económicos como humanos— destinarás a la transformación del SECAP.

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Me gustaría ver, además de la estrategia para lograr las propuestas, que haya plazos para que los ciudadanos podamos medir su efectividad y que no queden en el olvido cuando llegues a Carondelet —si es que llegas.

Sin objetivos concretos, ni mecanismos para alcanzarlos y plazos medibles, es muy fácil caer en la demagogia reiterativa de ofrecer lo que el ciudadano quiere escuchar —o lo que el candidato cree que el ciudadano quiere escuchar—, de forma general y sin que haya un camino trazado para alcanzarlo. Y, en ese mercadillo de ofertas, quizás la estridencia de quienes proponen, por ejemplo, libre porte de armas o cárcel para los corruptos y sus familiares, pese más que tus propuestas.  

Haces, además, varios ofrecimientos que no están en las competencias del Ejecutivo. Por ejemplo, pasar de la Asamblea Nacional a una Cámara de Diputados— no logro ver la diferencia con los congresos que ya tuvimos y que no fueron mucho mejores que las asambleas electas desde 2008—. Me pregunto entonces, ¿cuál es el propósito de esta oferta? ¿En qué nos beneficiaría una Cámara de Senadores o de Diputados con respecto a la actual Asamblea?

Hoy replicas tu estrategia de recorrer el país —ya lo has hecho antes, pero ahora es en bicicleta— y entiendo que pretendes ofrecer un enfoque fresco, que se distinga de los otros candidatos. Me preocupa, sin embargo, que sea un nuevo fracaso. En una entrevista en 2018, tú decías que un político tiene la responsabilidad de ganar elecciones, sin embargo tu historial ahí no tiene mucho éxito. Y eso, lo reconocías en esa entrevista: “a veces tiendo a moverme más en el espacio del deber ser, de la filosofía política que de la praxis política”, decías. Reconociendo esa como una debilidad personal y política, ¿no sería mejor que tú seas el asesor y otro sea el candidato? ¿No has pensado que, quizás, como planificador, como estratega, cumplas un rol mejor? ¿Si tienes pocas posibilidades, tu participación no implica un desperdicio de recursos públicos de los fondos que recibirás por parte del CNE?


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No me parece un tema menor que uno de los candidatos a la Asamblea Nacional por tu organización política, Universi Mejía, haya hecho las declaraciones deplorables en las que no solamente demuestra su profundo desconocimiento sobre el género, la orientación sexual, los derechos humanos y la realidad de las poblaciones más vulnerables, si no que también contrasta profundamente con tu discurso de defensa y respeto a los derechos de las minorías.  Que tú pongas un tuit para decir que “repudias” cualquier tipo de discriminación, mientras en tus filas hay personajes como este, solamente te hace ver como un demagogo. En la política —como en la vida— de poco sirven las palabras si los hechos no las respaldan. 

Y enseguida pienso en otra cosa que me preocupa de tu candidatura: las alianzas. En 2017, hubo este fallido de unión en el que participaste con la Concertación y se juntaron con el Partido Social Cristiano, Podemos y SUMA. Intentaban promover un solo candidato presidencial que hiciera contrapeso al candidato correista que era en ese entonces Lenín Moreno. La alianza fracasó —quizás también por esa obsesión de irse contra el correísmo únicamente y sin un plan programático o una ideología compartida entre los miembros de la alianza—.

Antes, en 2013, ya habías apoyado la candidatura de Guillermo Lasso, de CREO, cuando incluso Juan Carlos Solines, quien formó junto a ti Concertación, acompañó a Lasso como binomio. Hoy, sin embargo, te postulas con el respaldo del Partido Socialista Ecuatoriano, en el espectro ideológico totalmente opuesto de CREO o PSC. ¿No es eso oportunismo político? ¿Cómo te alías, en unas elecciones con la derecha y en las siguientes, con la izquierda? Eso, sin olvidar el rol que el PSE jugó durante el gobierno correista al que tanto te enfrentaste. ¿O te olvidas de Silvia Salgado, la presidenta socialista de la Comisión de Fiscalización de la Asamblea Nacional —que terminó apodada como Comisión de Archivo— por su fama de no dar paso a los proceso de juicio político en contra de funcionarios correistas? Entre los que recuerdo, está Ricardo Patiño, quien entonces era canciller y la comisión pretendía llamarlo a dar explicaciones sobre la droga encontrada en la valija diplomática ecuatoriana en Italia. Salgado lo salvó del juicio político.

Hoy, su partido te respalda. A ti, que actuaste como denunciante particular en el juicio a Jorge Glas. ¿No te parece incoherente, por lo menos? A mí sí. Y me preocupa. Me preocupa los pocos reparos que los candidatos puedan tener sobre los movimientos que los respaldan, sus alianzas y recorridos. ¿O tú también consideras que el partido es solamente un vehículo para llegar y poco te interesa su pasado, como en el caso de otros candidatos como el del movimiento AMIGO o el de Unión Ecuatoriana?

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Espero que no sea así. Espero también que haya respuestas a estas preguntas que, me atrevo a decir, no soy el único que se las hace. Me habría gustado que esta sea la oportunidad para demostrar que después de todos estos años intentando ser la figura protagonista, finalmente entendiste que quizás tu rol no es allí; que quizás eres un buen pensador de la política pero no un hacedor. Y no lo digo de forma despectiva; al contrario. Creo que es fundamental que haya más pensadores de la política precisamente para que no abunden figuras que proponen cualquier sinsentido inaplicable en la realidad; para que construyan un proyecto político a largo plazo, que se sostenga en el tiempo y que construya liderazgos duraderos, más allá de los personalismos y caudillismos. Y allí podrías tener un rol fundamental que no te pondrá en la palestra pública con la misma fuerza que una candidatura presidencial lo hace pero cuyos resultados serán mucho más beneficiosos para la política y para el país.