Esta semana ha sido un vaivén de almuerzos desastrosos, con comidas que se acercan más a ser un engrudo blanco e insaboro que un plato digno de una “gourmand”. No lo logro, no. Un ente invisible, del tamaño de un luchador de sumo, pesado, lento y agotado, se apodera de mí cada vez que entro a la cocina: apenas puedo mover las manos para sacar la pasta del agua. 

¡Ay no! Se pegoteó todo de nuevo.

Llego a mi casa después del trabajo y me pongo de mal genio porque la comida no se cocinó sola. ¿Por qué no tengo cena? ¿En dónde están los ratones chefs? ¿En dónde estás, Jamie Oliver? Me estrello con la realidad pero un par de tomates amortiguan mi caída.

No crean que escribir sobre comida me libra de la pereza de cocinar a diario: la maldición de la monotonía mata la magia y la creatividad de cualquiera. Deambular por el pasillo de los precongelados y hacer scroll en los pedidos a domicilio no suenan nada mal un jueves a las siete de la noche. Hoy no quiero cocinar.

Pero no pasa nada. Hay una importancia vital en tener momentos de aburrimiento o total desconexión, incluso en la cocina: muchas veces en esos momentos hay epifanías o revelaciones que nos disparan hacia lugares frescos y deliciosos. La pereza es, también, el alimento de la creatividad. Está bien entregarse a no hacer nada, a comer engrudos o delicias preparadas por otras manos.

Esta receta es para esos días de pereza, para tener qué echarle a la pasta, al pan, a todo, cuando lo único que queremos hacer es echarnos a descansar.

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Salsa pomodoro

pomodoro

Ingredientes:
2 kg de tomates riñón, maduros
Hojas de albahaca, al gusto
3 dientes de ajo medianos, finamente picados
¼  de taza de aceite de oliva extra virgen
½ cucharadita de sal marina

8 PORCIONES / 45 MINUTOS 

Lava bien los tomates. En un bowl con abundante agua, aplasta uno a uno los tomates con tus manos para que suelten el agua y las semillas. Bota el agua con las semillas y guarda los tomates.

Corta las hojas de albahaca en tiras largas.

En una olla, echa el aceite de oliva. Espera unos minutos y echa el ajo. Luego incorpora los tomates con las hojas de albahaca y deja cocinar a fuego medio con una tapa durante 8-15 minutos hasta que la piel de los tomates empiece a despegar. Remueve de vez en cuando.

Aplasta los tomates con un machacador para separar las pieles y triturarlos. Deja cocinar la mezcla a fuego medio-alto durante 25-30 minutos. Pon una tapa encima sin tapar del todo, lo justo para evitar que salpique y para que el líquido excesivo se evapore. Echa sal al gusto.

Puedes envasar la salsa aún caliente en frascos de cristal. Para guardarlos en la refri, déjalos enfriar.