Estimado Yaku, 

Su campaña ha recorrido un accidentado trayecto. Desde la polémica que generó su candidatura dentro del movimiento indígena y el tropiezo con la precoz renuncia de Larissa Marangoni, hasta su percance en moto (¡y sin casco!) en El Oro, parecería que a usted le sigue una nubecita de lluvia como en los dibujos animados. Es inesperado: su candidatura ofrece una alternativa viable a la manida confrontación entre el correísmo y CREO (a los que según su plan de gobierno les une un cordón umbilical), y aún así la campaña luce improvisada, con una agenda que se contradice y sin el apoyo explícito del movimiento indígena, al que no ha logrado movilizar como un frente unido. 

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Usted se quiere proyectar como un candidato de “reconciliación”, pero ¿cómo espera lograr consensos en un país profundamente dividido y en plena crisis? Si no ha logrado que el movimiento indígena cierre filas por usted, con tanto en juego, ¿cómo espera llevar adelante su programa de gobierno? Y, por sobre todo, ¿cómo espera que confiemos en el compromiso de alguien que promete recuperar el subsidio a contaminantes como la gasolina y a la vez se proclama ambientalista? Usted fue abogado patrocinador de concesiones de minería no-metálica. ¿Es esa minería aceptable para usted? ¿Por qué? Sin más explicaciones suyas, podría parecer que sus promesas ambientalistas —aunque loables— son solo palabras vacías para ganar votantes; demagogia para esconder los cabos sueltos. 

Los tropiezos de su campaña han delatado improvisaciones que ponen en duda su capacidad de convocatoria y de hacer política. Ese es el riesgo de programas tan aferrados al lirismo, lo políticamente correcto y las buenas intenciones: la política en los hechos los devora. Lo vimos, en cierta manera, en este gobierno que perdió hace rato la iniciativa y que ha tenido que operar reactivamente sin proyecto propio. Por eso, desamparado, y a pesar de que en sus inicios se promovió como un gobierno de izquierda, tuvo que guarecerse en las condiciones de la derecha sin voz ni siquiera en temas como los del Código Orgánico de Salud que, tras ocho años de discusiones y debates, finalmente fue totalmente vetado por el Presidente Moreno

Su propuesta de campaña luce a la deriva, como dejándose llevar por la marea. Lo que pasó con la elección de Larissa Marangoni —anunciada como su candidata a la vicepresidencia para que, pocos días después, renunciara a la candidatura— es muy mala señal. No para ella, sino para el partido, que aparentemente no hizo la investigación del caso como para conocer algo tan elemental en una compañera de fórmula como cuál era su postura sobre el paro de octubre de 2019 y la participación del movimiento indígena en las protestas. ¿Cuál fue el criterio al elegirla? ¿Buscar una mujer de perfil artístico que apele a la clase media de la Costa? ¿Nada más? ¿Realmente hubo participación de las bases del movimiento en esa elección? 

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Las reacciones, una vez hecho el anuncio, eran de esperarse, así como la escapada de Marangoni. La improvisación en este caso reveló que no hicieron el deber en una de la decisiones más importantes de cualquier campaña que, además, se debe tomar en democracia interna. La forma les importó más que el fondo, y resultó en un esfuerzo torpe por llenar una cuota identitaria sin más razones que esa. 

Esas torpezas formales ponen en duda el rigor del proyecto entero. El término “minga” que se usa en la campaña casi con el mismo entusiasmo proselitista de “Sumak Kawsay” en el gobierno de Rafael Correa, hace que me pregunte si es que no es más bien otro intento de ser correctos y parecer conscientes para ganar votos. Los ofrecimientos suenan bien, sin duda, pero carecen de políticas específicas que marquen un rumbo, un plan de ruta: “En minga vamos a crear y fortalecer las condiciones para reorganizar la economía en orden a las necesidades básicas de todas y todos, partiendo del fundamento de la salud y la educación”. Redundante y vacío. Además, hay un par de direcciones regadas como “no pagar la deuda externa ilegítima”, pero que dejan en blanco cómo compensar la ausencia de fondos de afuera para —al igual que en el caso de Lenín Moreno— pagar cosas tan básicas como sueldos del sector público. Tampoco nos dice qué harían para manejar las consecuencias de no pagar estas deudas “ilegítimas” o, en tal caso, las consideraciones para llamarlas así. 

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Pachakutik cambia de rumbo


Yaku, el populismo le hace ojitos. Usted ha dicho que volverá a subsidiar la gasolina y a la vez convivir con la Madre-Tierra y la vida. ¿Ve la contradicción? ¿Ve los riesgos? Rafael Correa tenía un plan para preservar el Yasuní ITT y aún así sucumbió ante la plata que generaría la explotación petrolera, culpando al mundo de habernos “fallado” y sin asumir ninguna responsabilidad por su decisión de explotar una reserva de la biósfera única en el mundo. ¿No será que a usted le ocurre lo mismo, planteando ahora propuestas contradictorias, sabiendo que lo son, pero seguro de poder culpar a alguien más cuando su fracaso sea estrepitoso? Me parece que usted apunta el horizonte sin mostrar un camino para llegar e ignorando los callejones sin salida. Su plan es como su campaña: alhaja pero improvisado. Esas ambigüedades cobran factura. 

Usted tampoco se ha posicionado o pronunciado sobre la decisión de muchos dirigentes de la Conaie de darle la espalda, ni ha dicho palabra sobre los impulsos más extremistas —como los de intervenir pozos petroleros, derribar estatuas y destruir oficinas del gobierno— y abiertamente “en favor del comunismo indoamericano” de dirigentes como Leonidas Iza quien además habla de una “destrucción del tipo de sociedad imperante”. En aras de mantenerse como el reconciliador, por el momento no logra ser ni chicha ni limonada. Y eso puede darle réditos a muy corto plazo. Después su silencio solo le restará relevancia a su voz. La reconciliación no es atributo de la ambigüedad sino del consenso y el consenso requiere de liderazgo y posturas claras. 

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Yaku, usted ahora encarna una oportunidad única para Pachakutik y para el país. A pocos meses de las elecciones generales sigue peleando los primeros lugares en las encuestas y se ha ganado la experiencia y apoyo de tanto su tiempo en la Ecuarunari como en la prefectura de Azuay. Usted fue protagonista en la lucha contra los abusos de Rafael Correa y desde entonces ha sido una voz relevante en la conversación nacional sobre ambientalismo y derechos. También supo hacer política internamente para ganarse la confianza del consejo del partido y, posiblemente, sacudir el halo identitario que rodea a Pachakutik. Su campaña es atractiva y su perfil carismático. Ya no hay lugar para la improvisación y la ambigüedad. Si se va a subir a la moto, hágalo bien (y póngase casco).