Eran los noventas y mi mamá veía emocionada por la televisión un concierto de Luis Miguel mientras gritaba a la pantalla “¡ese hombre está más bueno que el pan nuestro!”. Yo, a un lado, me quedaba quietecita tarareando sus canciones, en total desacuerdo con el comentario.
Digo, el cantante rubiecito sí estaba guapo pero nunca de los nuncas podría estar más bueno que el pan caliente del desayuno o que el croissant que me compraba mi abuela en la tienda de la esquina. La frase, si no lo saben, viene del cristianismo pero para mí era una forma diferente de herejía: nunca nada podrá estar más bueno que el pan. Ni en tus sueños, Luis Miguel.
El pan, para mí, como dios, para muchos, está en todas partes. No lo digo en sentido figurado, ni como una metáfora: siento que está conmigo aún cuando yo no lo sepa, como un ángel de la guarda. Una vez decidí entrenar en un gimnasio de ciclismo y no me di cuenta que el lugar donde pedaleaba con tanto ahínco quedaba al lado de una panadería: a las seis de la mañana, mientras yo empezaba mi rutina de ejercicios, su aroma se metía por todas las ventanas y rendijas del gimnasio. ¡Era un suplicio! pero lo entendí: el pan actúa de formas misteriosas
Otra vez, llegué al cielo. Si no me creen, les digo dónde queda: en una pequeña calle empedrada en el Zócalo de Ciudad de México, la ciudad en la que apenas pongo un pie me atrapa como una mosca en masa. Mientras caminaba por su centro histórico un día de difuntos, descubrí el paraíso: vi que mucha gente entraba y salía de un edificio de vitrinas amplias y tres pisos. Como inspirada por el espíritu santo, avancé hasta la puerta —no estaba San Pedro del otro lado, pero sí era el edén: tres pisos de puro pan y muchos vehementes haciendo filas gigantes para comprar pan de muerto. La gloria en la tierra.
Para celebrar mi profunda conexión espiritual con el pan, les dejo esta receta de uno de mis panes favoritos —el babka.
¡Buen provecho!
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Babka con chocolate
Ingredientes:
Para la masa:
4 tazas de harina
50 gr. de levadura fresca
1/2 taza de agua tibia
1/2 taza de leche
1/4 taza de azúcar
100 gr. de mantequilla sin sal
1 huevo
Para el relleno:
200 gr. de mantequilla
1/2 taza de azúcar
1/3 taza de cacao en polvo
200 gr. de chocolate picado
8 porciones / 45 minutos
En un bowl coloca la harina y haz un hueco en el medio. Echa en ese centro la levadura fresca junto al azúcar, el agua tibia y la leche, y deja reposar unos minutos para que la levadura se active.
Incorpora la mantequilla, el huevo. Amasa la mezcla por 5 minutos y deja levar 20 minutos hasta que duplique su tamaño.
En un bowl mezcla la mantequilla con el azúcar y el cacao en polvo.
Estira la masa en forma rectangular y esparce el relleno de mantequilla y cacao. Espolvorea chocolate picado. Enrolla la masa.
Corta el rollo por la mitad y con las dos partes, arma una trenza. Coloca el pan en un molde y deja leudar por segunda vez 10 minutos.
Hornéalo a 180º por 20 minutos.