Del cuento de los hermanos Grimm me llevé sólo una cosa: yo quería vivir en la casa de la bruja. Cuando era niña y apenas había aprendido a leer, tenía un libro gordo de cuentos infantiles ilustrados y en él, la casa de la bruja de Hansel y Gretel parecía tan apetitosa como las chocotortas que hacía mi mamá.
Siempre me imaginé viviendo en la casita de galletas de jengibre, chocolate, caramelos, pastel y mazapán. Mi memoria es frágil, amigos, pero sé con exactitud que olvidé casi todo el cuento y me quedé (por el resto de mi vida) con la escena en la que los niños comían de las paredes y de los techos de dulce. — ¡Qué suerte tienen estos! — decía envidiosa, viendo el dibujo de ensueño de la casita en la que quería vivir para siempre.
Al contrario de un niño normal, que sentía tristeza de los niños abandonados por sus padres, miedo de la bruja secuestradora y hasta angustia por el niño enjaulado que sacaba un hueso (de otro niño) en vez de su dedo para que la bruja no lo comiera, yo hacía preguntas que dejaban boquiabiertos y —seguramente— muy preocupados a mis papás: ¿Cómo construyeron una casa tan rica y por qué yo no tengo una? ¿Por qué no volvieron todos a la casa para comérsela toda? ¿Dejaron que una casa de galletas y chocolate se pudra en medio de un bosque? ¡Qué infamia! No me gusta cómo termina este cuento.
Ahora que he vuelto a leerlo, veo que es en verdad espeluznante y solo una niña glotona pudo haberse quedado con las ganas de una casita de chocolate en vez de aprender la lección: no uses migajas para recordar un camino porque desaparecerán, no aceptes comida de extraños porque te podrían secuestrar y, sobre todo, no abandones a tus hijos en medio de un bosque porque eso nunca está bien. (No recomiendo volver a leer el cuento ya siendo adultos).
Pero volviendo al recuerdo feliz de la casita comestible, esta receta es lo que yo, me imagino, sabían sus paredes.
¡Buen provecho!
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Salami de chocolate
Ingredientes:
250 gramos de chocolate negro (preferible 70% cacao)
250 gramos de galletas María
100 gramos de mantequilla sin sal
150 gramos de azúcar en polvo
3 huevos grandes
2 cucharadas de cacao en polvo sin azúcar
75 gramos de almendras picadas en trozos grandes
2 SALAMIS (20 PORCIONES) / 50 MINUTOS
Derrite el chocolate a baño maría (sobre un recipiente resistente al calor dentro de una olla con agua hirviendo) hasta que esté quede suave. Cuando el chocolate se derrita, retíralo del fuego y déjalo enfriar.
Coloca las galletas en una bolsa grande cerrada y golpéalas con un rodillo hasta que se rompan en pedacitos pequeños. Trata de que no se hagan polvo.
En un tazón bate la mantequilla y el azúcar hasta que la mezcla sea suave y súper ligera. Uno a uno, agrega los huevos. No te preocupes si la mezcla se ve cuajada en esta etapa: esto se corregirá más adelante, cuando agregues el chocolate. Echa en la mezcla el licor de amaretto.
Agrega el chocolate derretido y el cacao en polvo con la ayuda de un colador para evitar grumos y revuelve hasta que la mezcla esté combinada.
Cuando tengas una mezcla suave de chocolate, agrega las almendras picadas y las galletas trituradas. Mezcla con firmeza y asegúrate de que todo esté cubierto de chocolate. Pon la mezcla en el refrigerador durante 20 a 30 minutos para que se endurezca un poco. No lo dejes por mucho más tiempo o será difícil sacarla del tazón para darle forma.
Corta dos pedazos grandes de papel encerado para extender el salame de chocolate. Echa la mitad de la mezcla de chocolate en el papel y moldéala en forma de tronco, parecido a un salami de aproximadamente de 30 centímetros de largo.
Cubre el tronco de chocolate completamente con papel encerado y luego enróllalo firmemente, como si fuera un rodillo, para crear un cilindro. Gira las puntas agarrando ambos extremos del papel y haciendo rodar el salami hacia adentro varias veces. Haz lo mismo con la otra mitad de la mezcla.
Colócalos en el refrigerador durante al menos 6 horas o preferiblemente durante la noche, para que la textura se vuelva firme y dura. Para servir retira el papel encerado y corta el salami en rebanadas redondas.
Guarda los salamis en el refrigerador y consúmelos dentro de los 4 días posteriores a su preparación También puedes congelarlos el día de la elaboración, envueltos en una doble capa papel encerado y una capa de papel de aluminio, hasta por un mes.