Todas las mañanas una barrita dorada me esperaba para desayunar. Junto a una bolsa de pan caliente y un bowl con leche chocolatada, la mantequilla acompañó mis desayunos de invierno por casi dos años. Ese maravilloso festín de calorías me ayudó a no morir congelada en la nieve.

La mantequilla es pura alegría. Si la palabra gloria pudiera tener otra definición sería mantequilla. Bendita es entre todos los lácteos, es la belleza de lo simple y la fórmula perfecta para la vida: firmeza por fuera y suavidad con un poquito de calor.

La mantequilla también es memoria. Con ella regreso a los desayunos de infancia con pan calientito comprado en la esquina, vuelvo a los almuerzos de domingo de la abuela con muchos choclos embadurnados de ese brillo dorado y feliz. Revivo una y otra vez las tardes en ese pueblo húmedo de Bretaña con una crêpe caliente en la mano tratando de conjurar el frío del invierno.

Cuando hay mantequilla en nuestras casas, aseguramos un concierto de cuchillos, raspando y untando panes de todo tipo. La mantequilla es abierta, democrática, inclusiva: acepta todo con buena cara y buen sabor. La mantequilla me enseñó que compartir siempre es mejor. Que dos son más que uno.

Si pudiera volver a elegir una profesión sería catadora de mantequillas: viajaría por el mundo nada más que con un cuchillo para untar, probando mantequillas de todo tipo. El trabajo soñado. Los únicos que se opondrían a esa decisión serían mis pantalones, pero ¿quién necesita tallas definidas?

Bloquecito dorado de empaque brillante que parece un lingote de oro, gracias por hacer todo más rico, gracias por todo lo crujiente con lo que nos deleitas, por el olor de nuestros labios después de comerte. Gracias por existir.

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Mantequilla de cilantro y limón

Mantequilla, Quiero Comer

Ingredientes:
100 gramos de mantequilla sin sal
1/4 taza de cilantro fresco picado
1 cucharada de jugo de limón amarillo
1 ½ cucharaditas de ralladura de limón amarillo

10 PORCIONES / 15 MINUTOS

Saca la mantequilla del frío una hora antes para ablandar. Bátela con una cuchara de madera hasta que esté suave y cremosa.

En un tazón pequeño, mezcla la mantequilla, el cilantro, el jugo de limón y la ralladura de limón.

Enrolla la mezcla en un papel encerado dándole la forma de una salchicha, luego gira los extremos para sellar. Refrigera por 30 minutos o hasta que esté firme.

Para comerla puedes untarla en choclos asados, pan, carnes o vegetales asados que más te gusten.

Puedes guardarla en la refrigeradora hasta por tres días o congelarla por un mes.