Cuando el Ecuador declaró la emergencia sanitaria, varias organizaciones sociales y fundaciones advirtieron las consecuencias sociales del aislamiento social obligatorio. Una de las advertencias fue el aumento de la violencia dentro de casa que afecta a las mujeres, niños, niñas y adolescentes. Rossana Viteri, directora de Plan Internacional en Ecuador —oenegé que promueve la igualdad para las niñas en 75 países— dice que de esa violencia, las niñas se llevan la peor parte por ser un grupo doblemente vulnerable: son mujeres y son menores de edad, en un país machista y adultocentrista. En esta entrevista, Viteri habla sobre la desprotección en la que se encuentran las niñas y adolescentes en época de pandemia y también fuera de ella.

¿Cómo ha afectado la pandemia a las niñas y adolescentes en Ecuador? 

Siempre que hay una crisis o una emergencia las niñas y las adolescentes llevan la peor parte: por su nivel de vulnerabilidad, por la poca valoración de ellas como sujetos de derechos, como personas. 

En el caso de la crisis del covid-19, la situación es parecida a otras emergencias en términos de la vulnerabilidad y en términos de las afectaciones. 

La vida de las niñas ha cambiado sustancialmente. Lo más evidente es que cerraron las escuelas, y las chicas y chicos están estudiando desde casa. Los que tienen mayor acceso internet lo hacen desde ahí y los que no, se tienen que arreglar de cualquier manera. 

En el caso de las niñas con las que trabajamos, Unicef da un dato interesante: en el Ecuador solo el 37% de los hogares tienen acceso a Internet. Pero en área rural eso cae a un 16%. 

Hemos tenido de oportunidad de conversar con algunas de las líderes del movimiento Por Ser Niña y nos dicen que están en su casa tratando de usar sus conexiones: si tienen un teléfono, se bajan las tareas en Whatsapp. Otras lo poco que se pueden hacer es través de la teleducación o de los horarios y las franjas que tienen en la radio. 

Pero en el lado educativo no es que están aprovechando al máximo como lo hacen las niñas en la ciudad donde tienen muchas más herramientas.

Más allá de las dificultades para acceder a estudiar, ¿qué otras vulnerabilidades enfrentan las niñas y adolescentes?

Tengo una enorme preocupación por los niveles de violencia contra las niñas: su casa no es un sitio seguro. 

En Ecuador entre el 70% y 80% de los casos de abuso sexual tiene que ver con personas que están en el entorno directo de niñas y adolescentes —ahora están encerradas con estas personas. 

Tienen muy poca oportunidad de pedir ayuda, de hacer una llamada, de hacer un denuncia. He visto varias noticias diciendo que las denuncias han bajado porque no hay los medios para presentarlas. 

Si es que antes había desconfianza de hacer una llamada para pedir ayuda, ahora es mucho peor porque todo el sistema está volcado a tratar de salvar las vidas de las personas con covid-19. 

Entonces, estos temas quedan rezagados, postergados, queda como suspendido. 

Una de las recomendaciones de Plan a nivel global es, precisamente, no suspenderlos, no dejar de atender a las niñas y adolescentes. 

¿Cómo podemos abordar esta situación? Cómo, por ejemplo debería actuar el Estado. 

Lo primero es no cortar los presupuestos para la atención en derechos sexuales y reproductivos por ejemplo, que tiene el Ministerio de Salud, porque generalmente es lo primero que se corta. 

Lo segundo es que, cuando se hagan planes de emergencia, estos temas estén considerados como prioritarios: los derechos sexuales de las niñas son muy importantes, la prevención de la violencia es súper importante. Es decir, son prioridad.

Es un buen momento para hablarlo porque hay una preocupación generalizada en muchísimos sectores de que la violencia en las familias metidas en cuatro paredes está aumentando a niveles alarmantes. 

El otro día tuve una reunión con alguien del sector privado y justamente lanzamos ideas para buscar fondos. Me dijo “me quedo con esa tema de la violencia doméstica”. No le  llamó violencia de género, no le llamó derechos sexuales y reproductivos —le llamó violencia doméstica. Esa puede ser una plataforma de entrar en otro sectores que son muy resistentes a hablar de este tema.

Esa es una entrada: preservar los presupuestos e incluir estos temas cuando se hacen los planes de respuestas. En Plan Internacional  lo hemos incluido como un eje principal del plan de respuesta al covid-19 en Ecuador. 

El plan tiene tres ejes: ayuda humanitaria centrada —principalmente pero no exclusivamente— en la entrega de ayuda alimenticia, la prevención de la violencia de género y de todo tipo de violencia, y la recuperación temprana.

¿Cómo están trabajando, concretamente, en la prevención de la violencia de género en este tiempo de pandemia?

En el tema de prevención de violencia, una de las iniciativas es fortalecer el movimiento Por ser Niñas para que sean ellas quienes levanten la voz, las que tomen la iniciativa. 

Para eso ellas, con nuestro apoyo, idearon una campaña con un hashtag que se llama Cuarentena Sin Violencia Challenge. Tienen un mensaje muy bonito en el que que dicen “la violencia también es emergencia”. 

Son ellas desde sus propios territorios, desde sus familias, desde sus comunidades y a través de las redes sociales que han ido ganando para  influir en otras personas para que, por un lado, estén alertas, de cómo es posible prevenir la violencia, y de qué ayudas existen en este territorio. 

En todos los mensajes que les enviamos los teléfonos a los que pueden llamar y lo que pueden hacer.

Por otro lado, estamos trabajando en la difusión de mensaje educativos. En tres líneas: por un lado con el Ministro de Educación, apoyando sus materiales educomunicacionales, haciendo un trabajo extenso en las áreas en las que nosotros podemos fortalecer. 

También estamos diseñando con el Ministerio de Educación —y todos los ministerios del área social— un proyecto de inversión para la prevención del embarazo adolescente, lo que es una muy buena noticia. No sé si recuerdas que todos los presupuestos para la prevención del embarazo adolescente se cortaron para el siguiente año. 

Así como la educación por Internet no llega a todos, especialmente a las zonas rurales, también es un reto que las campañas y demás esfuerzos para la prevención de la violencia lleguen. ¿Cómo se puede llegar a esas niñas y adolescentes?

A través de radio, principalmente. Estamos con mensaje de una campaña que hemos adoptado un poquito a la emergencia que se llama Papás que cuidan

Nos parece que esta emergencia, sin duda es una crisis enorme pero también es una oportunidad excelente para cambiar las normas sociales que rigen el hogar. 

Por ejemplo: la del trabajo doméstico que hacen solo las niñas y las mujeres, o principalmente las niñas y las mujeres. Que además lleva a niveles de violencia porque si no hizo algo bien, porque algo se rompió, porque no hizo las tareas como tenía que hacer, etcétera, son violentadas.

Como a través de Papás que cuidan también podemos ir cambiando ese imaginario para que los hombres también puedan contribuir. Eso hace una familia más armónica, las niñas tienen tiempo para el descanso, los niveles de comunicación aumentan, la democracia interna de la familia para tomar decisiones cambia. Es una cosa muy simple pero que puede impactar.

¿Y cómo llegar a las personas fuera de la familia?

Tenemos otra campaña que se llama Los 6 sentidos contra el abuso que la estamos volviendo a utilizar en esta época. Sabemos que apelar a los seis sentidos puede salvar vidas: lo he visto con algunos niños y niñas, papás y mamás que mediante una reflexión sobre el uso de los sentidos para no tapar el abuso sexual, ayudan. En algunos casos previenen. En otros, al menos, salvarlos.

Otro mecanismo es el fortalecimiento de lo que nosotros llamamos “los mecanismos comunitarios de protección”. 

Siempre los hemos fortalecido en base al trabajo voluntario de principalmente mujeres, pero también hombres —son una especie de veedores, de vigilantes de los derechos de los niños y niñas en sus comunidades.

¿Cómo funcionan estos mecanismos comunitarios de protección concretamente? 

Los mecanismos comunitarios de protección, que también se llaman defensorías funcionan desde hace muchísimos años. 

En algún momento fueron parte del diseño de un sistema de protección integral que estaba en la Ley porque el sistema de protección integral tenía un Consejo Nacional, unos consejos de protección de derechos de los niños en el nivel municipal. Tenía unas juntas de protección que emitían medidas administrativas. En el nivel comunitario, tenían unos consejos consultivos de jóvenes para favorecer la participación de los jóvenes. Tenían, también, estos mecanismos comunitarios de protección.

Cuando se crearon los consejos de igualdad, toda esta base comunitaria se quedó fuera porque los consejos de protección de niños y niñas se transformaron en los famosos consejos de derechos de todos y de todas. 

Los niños y niñas quedaron en una situación de desprotección. Actualmente en la Asamblea se está discutiendo una reforma o un nuevo proyecto de ley para la niñez, justamente porque el Código de la Niñez —que data del 2003— no se actualizó ni siquiera la nueva Constitución. 

El proyecto que ha tenido muchísimas críticas. La Asamblea estableció una comisión especial, le ha seguido dando más tiempo a la comisión especial. Y la verdad que nadie sabe si que esto va a terminar en una ley o va a terminar en un documento archivado.

¿Cuál es la mayor falencia al código actual, y cuáles son las reformas principales que se proponen?

Nosotros estábamos impulsando tres reformas principales. 

Una, el restablecimiento o rediseño del sistema de protección integral. Durante toda la época correísta todo era estatizante entonces cuando las autoridades del gobierno anterior me decían “bueno, eso de los mecanismo comunitarios y de los consejos consultivos, eso no le veo y no sé dónde están”. Estaban en la comunidad y eran una parte tan importante como el soporte estatal porque es necesario trabajar con la corresponsabilidad de las familias.

La otra reforma que estamos impulsando fuertemente y con muchísima resistencia es el tema de la prohibición del castigo corporal hacia niños y niñas. Debería estar absolutamente prohibido en toda circunstancia. Ya existe en muchísimos países y han tenido excelentes resultados, y el Ecuador se está quedando rezagado.

Por eso en Plan Internacional le seguimos apostando a los mecanismos comunitarios de protección: es un grupo de personas voluntarias, elegidos por la asamblea de la comunidad,a quienes capacitamos en derechos humanos, derechos de la niñez, y otras herramientas sobre todo de negociación y de mediación para que sean defensoras. Para que el rato que ocurran las vulneraciones de los derechos de la niñez, actúen y las detengan o digan al agresor ‘Si usted sigue de esta manera, nosotros nos vamos a ir al Consejo de Protección de la Niñez’.

¿Y cómo operan concretamente?

Alguna vez en una comunidad le pregunté a una una defensora cómo era su día. “Yo camino”, me dijo. Le insistí un poco y me volvió a decir: “Yo camino. Todas las defensoras caminamos y miramos, y sabemos lo que está pasando en nuestra comunidad. Luego nos reunimos, averiguamos más sobre los casos que nos preocupan, y decidimos dependiendo de la gravedad del caso, en cuáles intervenir”.

No hay justificación para la violencia en contra de las niñas y adolescentes pero el contexto de encierro nos enfrenta a mucho estrés, a problemas económicos. ¿Cómo pueden los padres y madres lidiar con esto y no desahogarse con sus hijos?

Estando tanto tiempo encerrados en casa las tensiones van a subir. Esas personas tienen que ser muy conscientes de cómo manejarlas. 

Si no saben cómo manejarlas, deben pedir ayuda. Ahora hay una serie de mecanismos para decir “bueno, yo necesito saber cómo manejar esto” y llevar estas reacciones para otro lado que no sea una cadena de violencias. 

Uno de los principios con los que Plan Internacional trabaja es que no hay ni una sola violencia justificable y que todas pueden prevenirse. Pero para prevenir hay que tener otras herramientas, y la primera es el convencimiento —y creo que de esto le falta muchísimo al Ecuador—, de que la violencia no es la vía para educar a niños y niñas. 

Si queremos un Ecuador fuerte, de hombres y de mujeres propositivos, creativos e innovadores hay que forjar una autoestima fuerte en la niñez. Pero no a los golpes, porque justamente lo que hacen es destruir toda confianza en uno mismo. 

La casa tendría que ser el espacio para que los niños sean creativos. Lo que sucede es que esa creatividad se va cortando y cortando, formando ciudadanos mediocres, faltos de capacidad propositiva y con una enorme capacidad para quejarse. Deberíamos transformar esa queja en ideas. 

Eso se hace en un lugar seguro, en un ambiente de diálogo, de armonía donde sea posible cometer errores, donde de los errores se aprenda. 

Estamos demasiado fijados todavía en este paradigma de que un buen niño es un niño educadito, calladito, obediente, dócil. No que sea malo, pero no es lo único. 

Cómo esta lógica de red se puede llevar a otros espacios más informales no tan estructurados.

Ese es un esfuerzo que estamos haciendo con el Movimiento por ser niñas: ir creando grupos de niñas en el territorio que estén conectadas con otras a nivel nacional, y en algunos casos internacionalmente. 

En muchas partes del mundo pasan situaciones similares, ¿cómo solidarizarse? ¿cómo escuchar? ¿cómo lograr que las mujeres y sobre todo las jóvenes empiecen a hablar de esos temas y no callarlos?

En la India vi un proyecto de Plan Internacional que me encantó. Su concepto, que nosotros lo aplicamos muchísimo en Ecuador, es el de cohesión social. Es un tema importantísimo, más aún luego de todo lo que ha vivido el Ecuador la última década. 

Se puede hacer a partir de cualquier iniciativa. Puede ser un proyecto de ahorro, de capacitación en prevención de la violencia, en definitiva, cualquier iniciativa que sea un pretexto para juntar a las mujeres para que se vayan haciendo amigas y se ayuden, a diferencia de “ese es el problema de su casa, y yo ahí no me meto”. Esa es la barrera que hay que romper. 

Estamos en ese esfuerzo de romper esas normas sociales que han estado allí por no sé cuantos siglos, y que es muy difícil cambiarlas. Pero que con las chicas, aprovechando la tecnología, puede haber una oportunidad. Juntándolas en estos movimientos que son más cara a cara para que vean que sí se puede vivir de otra manera. No tenemos por qué y no debemos seguir en esta actitud de “bueno, así es la realidad, qué se va a hacer”. Sí podemos cambiar y este es el momento de ruptura. 

Esta pandemia bien podría servirnos para hacer este punto de inflexión para que cada familia diga “ahora empezamos a cambiar”. 


Esta entrevista se hace gracias al apoyo de

Plan Internacional