Las matemáticas nunca fueron lo mío. Una vez estuve parada veinte minutos frente al pizarrón, tratando de resolver una división mientras escuchaba risitas a mis espaldas. Veinte minutos de terror al ver cuatros y sietes devorándome viva.

Estar cerca de los números me causaba un sudorcito frío que aún recuerdo. Todo en ese librito de portada azul me espantaba. Bueno, todo menos el dibujo que explicaba las fracciones con gloriosas, redondas y —llenas de queso— pizzas:

— Si parto la pizza en 8 y me como tres pedazos, me he comido ⅜ de pizza.
— Al fin aprendió…

Gracias, desconocido autor de aquel libro que me salvó de perder el quinto año de primaria y me alentó a seguir amando y comiendo pizzas de numeradores y denominadores hasta completar la unidad.

Las pizzas son fracciones de vida que nos alegran a cualquier hora del día. Su forma orgánica se corta en porciones idénticas y es generosa: siempre hay un pedazo extra para el más hambriento. El gesto de comerla es genuino: con las manos, agarrándola toda como si fuera lo más preciado que tenemos. Y lo es.

¿Qué tanta magia tiene una masa horneada con ingredientes encima? Toda la del universo. ¿Por qué tanto escándalo cuando le ponen piña o cuando se la quitan? En lugar de querer juzgar qué es bueno o qué es malo sobre la pizza, deberíamos agradecer por este pan plano que guarda los misticismos de la vida misma: tan simple y versátil, pero al mismo tiempo compleja como un agujero negro.

La pizza es infinita como las matemáticas. La pizza es pizza cuando viene en cajas de cartón, cuando es hecha a mano o cuando la compras congelada en el súper. ¿Quién soy yo para juzgarla?

Chicago style, New York style, Quito Style, la napolitana, la pizza de un dólar afuera de la universidad, la que hace mi mamá, la que hago yo. Pizza en pan de molde, pizza con salsa de tomate. Pizza con cola, pizza con vino, pizza con café: ¿Se han despertado felices, sabiendo que hay pizza de desayuno? 

Yo sí. 

Esta receta me ha caído como la respuesta a la división que nunca pude resolver. Me la regaló una colega que, emocionada, me escribió un día contándome que había hecho tres pizzas desde cero en menos de una hora: una ecuación imposible a primera vista pero que la vi hacerse realidad cuando yo misma la preparé. Ahora no puedo parar de hacerla. 

¿Ustedes tienen recetas que me quieran recomendar?

¡Buen provecho!

|Al periodismo independiente lo financian sus lectores. Aporta a GK, aquí.|

Pizza al Sartén

Receta fácil de pizza casera al sartén

Ingrendientes:
½ taza de agua fría (agua mineral para masa gruesa, agua normal para masa fina)
1 cucharada de aceite de oliva
⅔ taza de harina
½ cucharadita de levadura
½ cucharadita de sal
½ taza de pasta de tomate
1 taza de queso mozzarella rallado
1 tomate cortado en rodajas
½ cebolla blanca cortada en tiras
4 champiñones cortados en rodajas
Albahaca fresca

4 PORCIONES / 20 MINUTOS

En un sartén antiadherente grande, mezcla el agua, el aceite de oliva, la harina, la levadura y la sal. Usa una espátula para revolver los ingredientes, luego alisa la masa hasta los bordes del sartén.

Extiende la pasta de tomate sobre la masa. Echa el mozzarella rallado sobre la salsa y luego los vegetales.

Coloca el sartén con su tapa y respiradero cubierto totalmente y deja cocinar a fuego medio por 10 minutos.

Destapa la ventilación y cocina por 5 minutos más, hasta que los bordes estén crujientes.

Pasa la pizza del sartén a una tabla de cortar y deja enfriar durante 5 minutos.