A veces (muchas veces) no tengo energías para cocinar. La vida puede ser working 9 to 5, como dice la canción de Dolly Parton, y cuando es así, lo único que me provoca cuando salgo del trabajo es llegar a mi casa y ser un zombie frente a cualquier serie de Netflix que no me haga pensar ni mover un solo dedo y olvidarme de que tenía que pasear al perro, sacar la basura, recoger la ropa limpia y ponerla a secar, entregar unos deadlines a punto de explotar, ver la película que ganó todos los Oscar pero que no he logrado pasar de la intro porque en realidad lo único que quiero es dormir, dormir, dormir. ¡Uuuf!

La cocina es maravillosa pero también una tarea diaria, como lavar la ropa, pasear al perro, ir al trabajo. Y a veces el cansancio supera las ganas de comer delicias.

¡Qué pereza cocinar un miércoles después de tanto trabajo! ¿Qué tal si mañana pido a domicilio? ¿Y si voy al restaurante de al lado de la oficina? ¡Ya sé! Le pediré comida a mi mamá.

—Tu papá se terminó todo lo que quedaba.

¡Oh no! Hoy tendré que cocinar. Abro la alacena y me encuentro una latita de atún que, en ese momento de desesperación, se ve redonda como un salvavidas. Decidido. Haré mi versión fancy y rápida del clásico de todos los tiempos: arroz con atún ¡Voilá!

Mi “versión gourmet” es un secreto a voces y una broma recurrente entre mis compañeros de oficina. Saben que mi cous cous con atún es lo que suelo preparar cuando no tengo tiempo. Recibo puntos extra si llevo aguacate.

La verdad es que todos tenemos una versión sofisticada del arroz con atún. O al menos eso descubrí cuando la confesé a una amiga sibarita de paladar refinado.

—¡Qué bien suena!, me dijo emocionada e hizo su propia admisión: Yo a veces hago algo parecido; de hecho, hoy vamos a comer eso.

La cocina es un espacio maravilloso de creación. Sabores por aquí, olores y colores por allá e infinidad de oportunidades para sorprender a nuestros sentidos y darle alegría a nuestras vidas. Pero también de lecciones: no hay que tener nunca vergüenza de lo que nos gusta comer. Al rato ya tenía frente a mí un bowl perfectamente armado, repleto de vegetales salteados, trocitos de aguacate, tiritas de una omelette impecable y por supuesto, arroz con atún. Un platillo que, en cada bocado, iba poniendo en orden mis ideas y conceptos sobre el buen comer.

Comer ese bowl me abrió la mente. Cocinar es como hacer magia: puede convertir rutinas en platos fantásticos que se vuelven nuestra especialidad.

¡Salud por todas las versiones elegantes de arroz con atún que existen en el mundo!

Aquí les dejo la receta de mi amiga sibarita para cuando estén cansados o no tengan mucho tiempo para cocinar. Es una delicia que saca de apuros hasta a los más exquisitos paladares. Y también les dejo una canción para que la escuchen mientras cocinan y se acuerden de la latita de atún salvavidas.

¡Buen provecho!

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Bowl asiático de arroz con atún

Bowl asiático de arroz con atún

Ingrendientes:

1 taza de arroz
1 lata de atún / 1 filete de atún
1 huevo
¼ de ajo picado
½ pimiento rojo
½ pimiento amarillo
⅓ de cebolla blanca
1 taza de salsa de soya
1 cucharada de ajonjolí
Perejil
Aceite o aceite de ajonjolí
Sal

1  PORCIÓN / 30 MINUTOS

Cocina la taza de arroz en una olla arrocera. Cuando esté listo, cámbialo a una sartén y vierte la mitad de la taza de salsa de soya sobre él. Deja que el arroz absorba toda la salsa. Transfiérelo nuevamente a la olla para mantenerlo caliente.

En el mismo sartén, calienta un poco de aceite y echa el ajo picado hasta que suelte su sabor. Vierte la lata de atún y mézclala con lo que resta de salsa de soya. Deja que se cocine.

Corta las verduras en tiras, saltéalas en un sartén con un poco de aceite o aceite de ajonjolí y sal.

Bate el huevo con el ajonjolí y un poco de sal. Haz una omelette bien cocida y córtala en tiras largas.

En un bowl, sirve el arroz como base, luego el atún, los vegetales y las tiras de omelette. Decora con un poco de perejil picado.

Puedes acompañar este plato con sriracha o salsa de maní.