Hay algo turbio en el aire de Loja. Un reciente estudio de la Universidad Nacional de Loja concluye que la cantidad de polvo que se concentra en el aire lojano sobrepasa en un 500 % el límite permitido por la norma técnica ambiental ecuatoriana de calidad de aire. Entre las causas del polvo estarían los autos, las construcciones y las calles que no están asfaltadas. Las consecuencias de tener una mala calidad del aire son infecciones respiratorias agudas y enfermedades como el asma, bronquitis o neumonía. 

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Los lojanos se están enfermando. Hasta abril de 2019, Loja era la décima provincia con más casos de neumonía en el país: cerca de 1500, según la Gaceta Epidemiológica del Ministerio de Salud Pública. En 2005, Loja ocupaba otro décimo puesto: el de la provincia con mayor número de infecciones respiratorias agudas. Si el 51% de la población de la provincia está concentrado en la ciudad de Loja y sus parroquias, es claro que el problema se concentra en la capital. 

Una ciudad inteligente es una ciudad saludable. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU buscan que, para el 2030, todos los habitantes tengan una calidad de vida digna. Para eso, es fundamental que todos los órganos estatales (incluidos los municipios) garanticen una vida saludable para los ciudadanos.

Si bien el Ministerio de Salud es el principal encargado de las políticas de salud, los municipios también cumplen un rol importante, la Organización Mundial de la Salud, define a los municipios como esenciales a la hora de crear una “planificación urbana saludable”, además, según la OMS, “las ciudades saludables contribuyen a crear países saludables y, en última instancia, un mundo más saludable”. 

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La salud en Loja es una promesa de campaña. Según su plan de gobierno, el ahora alcalde, Jorge Bailón, prevé invertir alrededor de 4,3 millones de dólares en “promover prácticas de vida saludables con enfoque de inclusión social”, lo que significaría que cada año el municipio invertirá más de un millón de dólares en sus programas de salud. 

Ese presupuesto estaría destinado, según lo prometido en la campaña, para la planificación y capacitación de la salud barrial, para el control sanitario, la creación de una agenda que promueva la actividad física, la implementación de un espacio de recreación con una caminata que lleve a los ciudadanos hacia un tobogán y para fortalecer los programas y servicios del Patronato de Amparo Social del Municipio –una dependencia municipal enfocada en la labor social. En 2018, la administración municipal pasada invirtió más de 56 mil dólares en salud.

Aunque el plan de gobierno de Bailón propone la creación de una ordenanza que asegure la calidad del aire en la ciudad, no contempla la creación de un plan de gestión de la calidad del aire como sugiere la Organización Mundial de la Salud. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, en 2008, ya advirtió que en Loja “el aumento acelerado del parque automotor causa problemas de contaminación del aire con material particulado, metales pesados como el plomo y otros contaminantes”. Si en las dos primeras alcaldías de Bailón –entre 2005 y 2014– el problema de la calidad del aire ya existía, cabe preguntarse si ahora podrá abordarlo.

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Juan Carlos Cabrera es lojano y es máster en dirección y gestión sanitaria por la Universidad de Barcelona. Cuando le pregunto qué debe hacer el nuevo Municipio de Loja para tener una ciudad saludable, responde que, primero, debe trabajar en la prevención. 

La promoción en salud tiene tres componentes: la buena gobernanza sanitaria —que los creadores de políticas públicas tengan como eje principal a la salud—, la educación sanitaria —que las personas tengan conocimiento para elegir opciones y servicios saludables—, y las ciudades saludables —donde los municipios se encarguen de la planificación urbana en salud.

Denisse Calle Celi es una lojana experta en salud pública. Fue docente universitaria y ha trabajado en el Instituto de Seguridad Social y el Ministerio de Salud Pública. Ella dice que “es responsabilidad de los Municipios garantizar el bienestar de su población”. Calle coincide en que falta trabajar en la prevención, dice que no se puede tener a los establecimientos de salud llenos por enfermedades que son prevenibles: “debemos mejorar nuestras condiciones fuera [del centro de salud] para no ir a emergencia por temas que son prevenibles”.

Mercedes León, máster en gerencia de salud y excoordinadora de la Zona 7 de Salud, a la que Loja pertenece, dice que es importante pensar a la promoción de salud como un trabajo articulado: Ministerio de Salud, Municipio, universidades, medios de comunicación, ciudadanos, entre otros. Explica que un funcionario que trabaja en atención al cliente y da un buen servicio “también hace promoción en salud”. Cada acción, desde la sonrisa “que aumenta la capacidad inmunológica frente a algunas enfermedades”, hasta “pensar en cómo caminamos, cómo usamos los autos” sumarían, según León. 

Calle dice que es necesario recordar que las ciudades fueron creadas “para los ciudadanos de a pie”. Las políticas públicas en salud deberían estar dirigidas a ellos. “Que los espacios públicos estén tan bien utilizados que no sean necesarios los vehículos”, dice Calle. Eso ayudaría a que la calidad del aire y la movilidad mejoren.  

El primer paso es conocer el estilo de vida que llevan los ciudadanos. Cuando se conoce cómo viven los ciudadanos, también se sabe qué problemas enfrentan. El municipio anterior impulsó campañas para el uso de la bicicleta, para la actividad física a través de la bailoterapia e hizo jornadas médicas y terapias de rehabilitación, pero no informó a los ciudadanos sobre el peligro en el aire. Cabrera dice que el municipio es el encargado de advertir sobre los cuidados que deben tener si viven en una zona poco saludable: “si tú estás viviendo en ciertos lugares donde la contaminación es muy alta, debes utilizar mascarilla, en algunos casos, incluso guantes u otro sistema de protección”. 

Pedí una entrevista al jefe de Salud del Municipio de Loja, Edgar Novillo. Se negó diciendo que solo está encargado. “Dentro de poco ya nombrarán al titular”, dijo.“Con él podría realizar la entrevista”, dijo.

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Además de respirar mal, los lojanos podrían escuchar menos. En 2013, un estudio por la Universidad Nacional de Loja y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, determinó que en Loja existen “niveles de ruido perturbador”. Es decir, que sobrepasan los límites permitido en zonas residenciales (60 decibeles) y comerciales (70 decibeles). Según el estudio, en las horas con más tráfico vehicular, el ruido puede variar entre 82 a 125 decibeles en el centro de la ciudad.

Para Jeamil Burneo, urbanista lojano, la calidad de vida en la ciudad está ligada a los niveles ambientales de ruido porque “la ciudad no es solamente lo que ves, sino también lo que escuchas”. La OMS reporta que más de 300 millones de personas en todo el mundo sufren pérdida de moderada a grave de la audición por diversas causas, entre ellas, el ruido urbano. Entre 2019 y 2050, la OMS estima que más de 900 millones de personas (una de cada diez en todo el planeta) sufrirá pérdidas de audición.

El ruido no solo podría dejarnos sordos, sino que causa problemas psicológicos —desde el estrés hasta síntomas depresivos. Además el ruido puede provocar falta de concentración y menor rendimiento en el trabajo, según lo explicaron, para la prensa local, los técnicos de la Unidad de Calidad Ambiental de la Zona 7 del Ministerio del Ambiente. Con eso concuerdan estudios del Instituto de Salud Carlos III de España.

La prevención aquí también es clave. La OMS dice que los gobiernos deben crear campañas de información pública para que los ciudadanos estén sensibilizados sobre los riesgos de la pérdida de audición. En Loja, esas campañas no existen ni están previstas en el plan de gobierno del nuevo alcalde.

Los retos en salud no son pocos. Aunque el alcalde Bailón prevé realizar capacitaciones barriales para fomentar hábitos de vida saludables, los problemas requieren un trabajo articulado entre las dependencias municipales: salud, ambiente, gestión de la calidad del aire. Además, se necesitará cooperación con el Ministerio de Salud y otras instituciones como las universidades para encontrar soluciones eficaces que protejan la salud de los ciudadanos.