La adolescente saudita dijo que soñaba con escaparse siempre que su padre la golpeaba o la amarraba de las muñecas y los tobillos para castigarla cuando, según él, lo desobedecía. Sin embargo, a pesar de su desesperación por salir, había una pregunta que la desanimaba: ¿cómo escapar?

Temía que, si escapaba a cualquier lugar dentro del país, la policía simplemente la regresaría a casa. La ley de Arabia Saudita dicta que una mujer de su edad no puede viajar al extranjero sin el permiso de su padre.

Sin embargo, durante unas vacaciones familiares en Turquía cuando tenía 17 años, Shahad al Muhaimeed vio una oportunidad y la tomó. Mientras su familia dormía, tomó un taxi para atravesar la frontera y solicitó refugio en Georgia. Dejó Arabia Saudita para comenzar una vida nueva. “Ahora vivo como quiero”, dijo por teléfono Muhaimeed, ahora de 19 años, desde su casa en Suecia. “Vivo en un buen lugar donde las mujeres tienen derechos”.

Todo el mundo puso atención al estatus de las mujeres sauditas después de que Rahaf Alqunun, otra adolescente, fuese detenida en Tailandia a principios de enero de 2019. Alqunun trataba de llegar a Australia en búsqueda de refugio. Después de una campaña internacional en redes sociales, las Naciones Unidas la declaró refugiada el 9 de enero. Salió de Tailandia dos días después rumbo a Canadá, que le otorgó asilo.

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El fenómeno de las mujeres que tratan de escapar de Arabia Saudita no es nuevo. El problema atrajo la atención del mundo en la década de los setenta cuando una princesa saudita fue atrapada tratando de escapar del reino con su amante. La pareja fue acusada de adulterio. Fueron ejecutados.

El número de mujeres jóvenes que piensan y toman el enorme riesgo de escapar de Arabia Saudita parece haber aumentado en años recientes. Según organizaciones de derechos humanos, las mujeres —frustradas por las restricciones sociales y legales — recurren a las redes sociales para planear, y a veces documentar, su escape. “Todas estas mujeres de las que no habríamos sabido nada hace quince años ahora pueden encontrar una manera de comunicar su suplicio”, dijo Adam Coogle, quien da seguimiento a Arabia Saudita en Human Rights Watch.

Algunas de las que se atreven a salir del país lo hacen sigilosamente. Viajan a Estados Unidos o a otros países antes de pedir asilo porque nunca es seguro que lo obtengan. Dos hermanas, Ashwaq y Areej Hamoud, de 31 y 29 años, luchan para evitar su deportación. Fueron detenidas en Turquía en 2017. Dicen temer por sus vidas si regresan a Arabia Saudita.

Para otras mujeres, como Rahaf Alqunun, la publicidad de su caso jugó un papel clave en sus escapes exitosos. Pero ni la atención global  garantiza que una mujer no sea repatriada. En 2017, Dina Ali Lasloom, de 24 años, pidió ayuda en un video en línea ampliamente visto después de que la detuvieron mientras transitaba en Filipinas. La retuvieron en el aeropuerto hasta que llegaron los familiares y la llevaron de regreso a Arabia Saudita, donde no está claro qué le sucedió.

mujeres manejan en arabia saudita

Dos mujeres practicando la conducción de automóviles en Arabia Saudita en junio dse 2018. El regente príncipe heredero, Mohammed bin Salman, se ha comprometido a mejorar la vida de las mujeres de su país. Fotografía de Tassem Alsultan para el New York Times

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Las mujeres que logran escapar no solo deben enfrentarse a los esfuerzos de su familia para que regresen a casa. También se enfrentan a las iniciativas exhaustivas —y bien financiadas— del gobierno saudita. A menudo implica que diplomáticos locales ejerzan presión para su repatriación.

Si son repatriadas, estas mujeres podrían enfrentar cargos criminales por desobediencia parental o dañar la reputación del reino. “Como mujeres sauditas, aún nos tratan como objetos que le pertenecen al Estado”, dijo Moudi Aljohani. Aljohani se mudó a Estados Unidos cuando era estudiante, y ha solicitado asilo. “No importa que la mujer tenga o no opiniones políticas; van a ir tras ella y la obligarán a regresar”.

Las maneras en que eligen escapar pueden variar, pero hubo coincidencias en los relatos de cinco mujeres que lograron hacerlo. Muchas hablaron de sus planes en grupos de chat privados con otras que ya habían escapado, o que también lo estaban considerando.

Unos meses antes de que Alqunun huyera de su familia durante un viaje a Kuwait, por ejemplo, una amiga suya había escapado y llegado a Australia como refugiada. Ella le aconsejó a Alqunun sobre cómo hacer lo mismo.

Muchas mujeres escapan desde Turquía —un popular destino vacacional entre los sauditas— hacia Georgia, donde pueden entrar sin visa. Muchas se propusieron llegar a Australia. Australia tiene un sistema de aplicación de visas por internet, la única opción para las mujeres que no podían llegar a una embajada extranjera.

Algunas dijeron haber escapado debido al maltrato de sus familiares varones. Además, porque sintieron que el reino no les ofrecía ningún medio de protección o justicia al cual recurrir. Otras querían huir de los estrictos códigos sociales islámicos del reino. Estas normas limitan lo que las mujeres pueden usar, los empleos que pueden tener y con quién pueden socializar. Todas dijeron que querían escapar de las leyes que les dan a los hombres mucho poder sobre sus familiares mujeres.

En Arabia Saudita, es obligatorio que todas las mujeres tengan un guardián varón, quien debe darles autorización para casarse, viajar y someterse a ciertos procedimientos médicos. El guardián a menudo es un padre o un esposo, pero puede ser también un hermano, incluso un hijo.

“La tutela masculina hizo que escapáramos de Arabia Saudita”, dijo Muhaimeed, en Suecia. “Ese es el mayor motivo por el que las chicas escapan”.

El príncipe heredero Mohamed bin Salmán, regente saudí, ha prometido que mejorará las vidas de las mujeres de su país. Le quitó autoridad a la policía religiosa. Alguna vez temida, sus agentes acosaban a las mujeres que consideraban iban vestidas inapropiadamente. En 2018, eliminó la prohibición de conducir a la que estaban sometidas las mujeres. Las sauditas ahora pueden asistir a conciertos mixtos y ejercer profesiones que estaban vetadas para sus madres.

Preguntado sobre las leyes de tutela, el príncipe dijo que Arabia Saudita tenía que “encontrar una manera de resolver esta situación sin dañar a las familias ni a su cultura”.

Estos cambios han aumentado su popularidad entre las mujeres sauditas. Muchas de ellas dicen que la tutela no es una carga porque sus familiares varones las cuidan bien. Otras burlan las reglas buscando trabajos en países vecinos como los Emiratos Árabes Unidos, donde las normas sociales son más laxas.

Sin embargo, los críticos del sistema dicen que las mujeres no tienen a donde recurrir cuando se enfrentan a guardianes controladores o abusivos.

Eso es lo que llevó a Nourah, de 20 años, a huir a Australia. Su padre se había divorciado de su madre antes de que ella naciera. Su crianza estuvo, principalmente, a cargo, según dijo, de sus tíos. Su padre a veces abusaba de ella, pero sus pedidos de ayuda cayeron en oídos sordos.

En 2018, su novio le propuso casarse. Su familia se negó. Lo percibían como proveniente de una clase social más baja, dijo Nourah. La mujer  habló con la condición de que, por seguridad, solo se usara su nombre de pila.

Su padre comenzó a organizar su matrimonio con un hombre que no conocía y que quería impedirle trabajar. En octubre, un día antes de que llegara su posible novio, se escapó.

Los hombres sauditas utilizan un sitio web del gobierno para administrar a las mujeres de las que tienen la tutela. Mediante el sitio, les otorgan (o niegan) el derecho a viajar, por ejemplo. Incluso, pueden configurar notificaciones para que reciban un mensaje de texto cuando su esposa o hija aborda un avión.

Para huir, Nourah usó el teléfono de su padre. Se dio permiso de viajar, deshabilitó sus notificaciones y voló a Turquía. Desde allí viajó a Georgia, luego compró un boleto a Australia a través de los Emiratos Árabes Unidos. Temía que el gobierno de los Emiratos la atrapara en tránsito y la devolviera a Arabia Saudita. «Para mí eso fue como una misión suicida, pero no tenía otra opción», dijo.

Pero hizo su conexión y aterrizó de manera segura en Sydney, donde pidió asilo.

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Una familia reza en Riad, la capital de Arabia Saudita. Las mujeres que son repatriadas podrían enfrentar cargos criminales por desobediencia de los padres o por dañar la reputación del país. Fotografía de Tasneem Alasultan para el New York Times

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Una vez en el extranjero, las mujeres a menudo enfrentan insultos y amenazas de muerte de sus familiares y de otros sauditas que consideran que avergonzaron al país.

Aunque las organizaciones de derechos humanos entienden por qué las mujeres quieren escapar, les preocupa que hacerlo las ponga en peligro. “En comparación con las pocas que tienen éxito, hay muchas otras que no lo logran. Enviarlas de regreso después de que escaparon las pone en una situación muy peligrosa”, dijo Coogle, de Human Rights Watch. Además, dijo que es difícil saber cuántas mujeres han huido del reino porque algunas de las que se van nunca buscan apoyo en los grupos de ayuda. Las que lo hacen, a veces pierden el contacto antes de que quede claro si realmente intentaron irse o, si lo hicieron, dónde terminaron.

Según Coogle, muchas mujeres en Arabia Saudita que querían ayuda para salir lo contactaron. Dijo que su organización no las ayudó a hacerlo, pero que las ayudaría a conseguir asistencia legal si estuvieran fuera de Arabia Saudita.

Desde una habitación de hotel en Bangkok, donde esperaba bajo custodia, que le dijeran si otro país le otorgaría el asilo, Alqunun ya pensaba en su nueva vida. Dijo que quería ir a la universidad para mejorar su inglés y estudiar arquitectura.

Ella dijo que no esperaba que su transición a la vida en un país que jamás había visitado fuera fácil. Sin embargo, no se arrepiente.

“No hay otra opción más que escapar”, dijo. “No hay otra manera”.


©The New York Times 2019