Buenas, soy Verónica Potes, la persona que comentaba en su entrevista el martes pasado con María Rosa Pólit en Radio Atalaya respecto a temas concretos como el aborto y diversidad sexual y genérica. Usted me invitó a conversar. Aquí estoy.
Si uno quiere comprar un servicio o un producto, la sensatez manda formarse un juicio previo sobre la calidad de ese servicio o producto para poder anticipar posibles inconvenientes y no llevarse un chasco luego. En todo caso, el problema no es formarse un juicio anticipado con respecto a los candidatos, eso lo deberíamos hacer todos. Lo sujeto a discusión son los fundamentos de esos juicios anticipados y aquí le comento los míos.
Usted posiblemente lo ignore, pero la homosexualidad masculina era delito hasta hace poco. Sí, crimen, de esos sin víctima, como tomar cerveza los domingos. Figura aborrecible para quien sea que se interese seriamente en las libertades personales. Aunque el delito específicamente tipificaba la penetración sexual entre hombres y en estricto derecho solo esa acción muy concreta y específica constituía delito perseguible, los policías se dedicaban a la perseguidera “preventiva” en las calles. En 1997, tras una acción legal interpuesta por activistas, este delito fue declarado inconstitucional.
Se despenalizó la homosexualidad en el Ecuador. ¿Terminó ahí el problema? Ojalá funcionara así de fácil la vida en sociedad. El abuso, el acoso, la perseguidera, las detenciones arbitrarias y hasta los golpes han seguido sin que la sociedad se mosquee siquiera. Yo quisiera saber si uno de los temas que usted está considerando en su programa presidencial es el de la seguridad ciudadana. Y si es así, ¿ha considerado las situaciones de violencia e inseguridad específicas a distintos grupos de la población, mujeres y GLBTIs, por ejemplo?
El tema GLBTI es usualmente marginado ante “los grandes problemas nacionales”. ¿Qué tal si en vez de tener esa visión obtusa de la realidad nacional, la cambian por un reconocimiento de todos los problemas y su atención transversal? Obviamente, no todo se puede arreglar, menos en uno o dos períodos presidenciales; pero es ofensivo decirle a unos cuantos, unos bastantes, por cierto “Hey, aguanten que lo suyo no es gran problema nacional”. Apuesto que a usted no le gustaría que lo trataran así, ¿verdad?
En todo caso, lo que mandan las buenas prácticas en derechos humanos es a la atención progresiva de los problemas. Entonces, si la inseguridad es un tema acuciante en el Ecuador, incorpore como factor a atender el muy concreto de la inseguridad de los marginales. Distinguir entre formas de inseguridad es indispensable para prever acciones concretas para cada una de esas formas. Así, por ejemplo, la violencia contra las mujeres no se puede atender eficazmente sin reconocer que un alto porcentaje no ocurre a cargo de un extraño sino de algún familiar o conocido de la mujer violentada.
En el caso de las diversidades sexuales, esa inseguridad es exacerbada por el trabajo en las calles que muchas personas ejercen por falta de mejores oportunidades laborales porque nadie quiere tener empleados GLBTIs, peor aún si son visibles. Lea aquí a Diane Rodríguez (@dianerodriguezz) señalando que mientras gays y lesbianas pueden ocultar su condición, las personas trans no. Mandar más policías a las calles o equiparlos con mayor tecnología no sólo no acaba con la violencia contra trabajador@s sexuales, independientemente de su identidad sexual y de género, ¡puede hasta ser peor! No sé si ha escuchado del PT, el Proyecto Transgénero (@transfeministas), que ya lleva 10 años trabajando, primero en Quito y ahora en varios lugares del país. Entre sus iniciativas están la patrulla legal, la campaña Tacones Blancos (para recordar a personas trans asesinadas en las calles de Quito) y un programa de capacitación a policías en temas de derechos y diversidad sexo genérica. Búsquel@s, hable con ell@s, conozca a Elizabeth Vásquez, abogada, pensadora y activista transfeminista, salga una noche cualquiera a patrullar las calles con ell@s, para que conozca de primera mano problemas concretos a grupos concretos sobre seguridad e integridad física. Dígame Ud. si esto califica o no como atención a un “gran problema nacional”.
La Constitución de 2008 hizo importantes avances en el reconocimiento de la diversidad, incluida la diversidad sexo genérica. A partir de entonces ha habido esfuerzos por parte de personas interesadas y activistas (individuos y grupos) que trabajan para que las leyes, los derechos, libertades y garantías no sean simples enunciados en papel. Esos avances no son fáciles. Si Ud. ha vivido en el Ecuador en estos últimos años y ha leído/escuchado/visto las noticias, dudo que no se haya enterado de los debates que se han dado sobre temas como familias alternativas (casos exitosos, como el de la primera mujer que logró obtener beneficios del IESS ante la muerte de su pareja lesbiana; otros, en lucha, como el caso Satya, en el que una pareja de mujeres que quiere inscribir a la hija que planearon como hija común se choca con una burocracia retrógrada que parece que no ha leído o no entiende el alcance de la nueva Constitución), matrimonio entre homosexuales (ya aceptado en algunos lugares de la región, como México y Buenos Aires), denuncias contra clínicas clandestinas de “cura a la homosexualidad” a donde llevan a gente secuestrada y la intentan “reconvertir” a punta de insultos y electro shock; la campaña “Mi Género en la Cédula” (acá) que busca hacer efectivos los derechos constitucionales a la identidad y al nombre, y el principio de interculturalidad; demandas y reclamos por expresiones de odio y homofobia contra animadores de televisión, curas rabiosos y un columnista de medio escrito, etc. En el tema de derechos reproductivos, la discusión de un nuevo Código Penal ha reabierto el debate sobre la descriminalización del aborto. Vaya, estos últimos tiempos han sido muy prolíficos en discusiones sobre estos temas.
Autoridades y fieles de iglesias cristianas, incluida la católica, se han manifestado de forma grosera e irrespetuosa, además de iracunda ante lo que ven como el camino a la normalización social y legal de la diversidad sexo-genérica. ¿El nombre Paulino Toral le dice algo? Y bueno, eso toca tolerar en nombre de la libertad de expresión; lo que ya no es tan tolerable es la pretensión de imponerse al resto vía leyes y políticas.
Estas iglesias, sus autoridades y fieles han olvidado por completo que viven en un Estado LAICO. Y que así como en un Estado laico tienen todo el derecho del mundo a profesar su religión y a exhibirla si desean, no tienen ningún derecho a imponer al resto los valores que su religión les dicta. Eso significa que si su religión les dice que la homosexualidad y abortar son pecados, entonces se abstengan de incurrir en una u otra, pero no pueden pretender que eso se vuelva una ley exigible para todos.
Así la situación concreta, señor Lasso, la defensa del Estado laico requiere mucho más que simple expresión. Requiere tomar partida en concreto. Requiere señalar sin rodeos ni ambages cuando ese acuerdo mínimo de convivencia lo amerita. No se trata solamente de decir que se respeta el derecho a la intimidad y a la privacidad, como Ud. dice. El derecho a la privacidad es importantísimo, sin duda. Es el derecho tantas veces violentado a la familia de la niña Satya. Juzgue Ud. mismo todas las violaciones a la intimidad de esas personas en el proceso. Diga Ud. si no habría considerado una violación escandalosa de su privacidad que mañana el Ecuador entero se sienta en la libertad de opinar y juzgar cómo fueron concebidos sus hijos. ¿Le gustaría eso? Estoy segura que a ellas tampoco.
Podrá decir Ud. que las madres eran culpables de utilizar a la niña para avanzar “su causa”, que ellas son responsables de su privacidad expuesta. Piénselo más profundamente. ¿Qué habría hecho Ud. si le hubieran negado la inscripción de un hijo? ¿Habría dicho, ”no quiero enfrentarme al escándalo”? Quizás sí, no lo sé. Eso es lo que terminan haciendo muchas personas que no se ajustan a las normas sociales de sexo y género. Esa decisión se respeta y el mínimo respeto que se le debe a las personas/familias que optan por guardarse en el clóset es no violentar su privacidad con acciones ni expresiones. Ese mínimo respeto que en su tienda política, César Monge, no conoce. Pregúntele si no tuvo una discusión álgida en twitter hace un tiempo cuando le dio por reclamar que cierto integrante del supuesto “círculo rosa” del gobierno no se reconociera públicamente como homosexual, a cuenta, según él, de que “no es malo ser homosexual”. Claro que no es malo, pero hay que ser muy ciego o muy miserable para negar que en esta sociedad sexófoba haya razones suficientes por las que querer mantener la privacidad sobre la sexualidad de uno.
La privacidad es un derecho no una obligación. Una cosa es que alguien quiera mantener su identidad sexo-genérica en privado y otra que le quieran imponer que la mantenga así porque hacerla pública ofende sensibilidades. Por eso, cuando Ud. habló de su respeto a la privacidad de las personas yo le indiqué que eso no basta. Me remito a ejemplos concretos.
Ud. sí puede salir sonriente en portadas de revistas con su familia en pleno; sí puede salir a las calles de la ciudad, al malecón, tomado de la mano con su pareja; sí puede hacer público el nacimiento de un hijo; sin que al día siguiente tenga a mil gentes opinando con descalificativos de distinto calibre sobre Ud. y su familia. Bueno, en el mundo concreto en que vivimos nada de eso es posible para personas GLBTIs.
Podrá decir que cada cual es libre de ser el energúmeno intolerante que desee. Y sí, sin duda. Ésa es una de las libertades más ejercidas en esta sociedad llena de fobias, odios y complejos. Pero, así como hay de esos indeseables, están también los cansados de seguir haciéndoles el juego a quienes ya saben que no pueden mandarlos más a la cárcel pero que sí desearían encerrarlos ahí donde no puedan ser vistos ni “contaminar” al resto. Fíjese, Ud., el closet ya quedó chico.
Pero la cuestión no es sólo de visibilidad, se trata además de ejercer los derechos que le corresponde a cualquier persona. El reclamo de las parejas del mismo sexo a acceder a la institución legal y social del matrimonio -y no resignarse con premios consuelo como las “uniones civiles”- es un reclamo contra la discriminación, contra el trato de segunda. La Constitución vigente -en un artículo en abierta contradicción con las otras disposiciones constitucionales que condenan las diferentes formas de discriminación indebida y estándares internacionales al respecto- limita el matrimonio y la adopción de hijos a parejas de distinto sexo. ¿Cuál es su posición al respecto, candidato? ¿Cuál será su posición si eventualmente se promoviera una reforma constitucional contra esas odiosas discriminaciones?
Con respecto a normas ya vigentes, ¿cuáles son las medidas concretas que Ud. piensa implementar para hacer efectivo el artículo de la Constitución que ya reconoce las uniones de hecho en general a cualquier pareja independientemente del sexo de sus integrantes? Sepa Ud. que no se trata simplemente de que el Registro Civil registre esas uniones. Se trata de que los beneficios en general que alguna persona o entidad ofrezca en consideración al vínculo matrimonial o de unión heterosexual se extiendan en igual forma a personas unidas del mismo sexo.
Aquí, para su información, un artículo de Silvia Buendía, quien se ha dedicado en los últimos tiempos a registrar y hacer públicas distintas situaciones de discrimen por diversidad sexo-genérica. Lea con atención el caso que comenta Silvia para que vea cómo la ley no es suficiente para cambiar toda una cultura de homofobia: cómo el personal hospitalario le niega a una mujer acompañar a su pareja en el alumbramiento de la hija que ambas planificaron tener, cómo esa situación las motivó a buscar la legalización de su unión y cómo, ¡CÓMO! a pesar de una Constitución favorable, tuvieron que desfilar por más de 23 notarías hasta que un notario aceptó cumplir con su deber legal de registrar esa unión.
Lea, analice e identifique todas las acciones que deben emprender las distintas agencias del Estado y del gobierno en particular para que las libertades, derechos y garantías de las personas en situaciones como las que describe ese artículo sean una realidad no sólo un par de artículos en leyes que cada cual cumple si quiere, unos incluso apelando a su conciencia.
La homosexualidad en el Ecuador está despenalizada, las uniones entre homosexuales reconocidas y equiparadas en todos sus efectos al matrimonio, el aborto no es crimen al menos en dos casos. Y la Iglesia católica, de la que Ud. es parte, especialmente los sectores más reaccionarios tipo el Opus Dei (del que Ud. también es parte), son activistas tenaces en contra de todo esto y a favor de revertir esas normas y/o desconocer sus efectos legales a mínimos ridículos. A pesar de la máxima de “al césar lo del césar y a dios lo de dios”, la iglesia católica específicamente manda a sus miembros y fieles a oponerse a cualquier medida de reconocimiento legal y social en el estado con el cuento de que el mal es mal para todos.
El Ecuador, yo incluida, no tiene certeza absoluta sobre su postura respecto a estos temas en concreto. Porque Ud. no es claro, señor Lasso. Ante la pregunta de si es liberal o conservador Ud. pretendió evadir el tema cuestionando la distinción izquierda/derecha y luego hablando del agua en Sosote (o Zozote, no sé, no conozco). Sus declaraciones mínimas respeto al Estado laico y al derecho a la privacidad, no desvirtúan en nada mis serias sospechas de que llegado el momento de decidir entre acciones alternativas Ud. lo hará por las que mande su iglesia. Su actitud hasta se me hace familiar. Vea a Rajoy en España: liberal de media tinta durante la campaña electoral, conservador de raigambre a la hora de la verdad en estos temas.
Personas como Ud. no la tienen fácil con personas como yo -que hace rato no tengo 20 años y no doy saltitos de entusiasmo ante discursos vacuos de libertad/justicia/derechos humanos/laicismo, sino que demando propuestas concretas. Yo veo realidades, analizo conductas, su cercanía al Opus Dei me dice bastante.
Mientras Ud. pomposamente ofrece cerveza los domingos, el municipio de Nebot a cuyo partido Ud. le ha ofrecido apoyo en las elecciones de asambleístas ha emprendido una campaña de cierre de bares en Guayaquil, en algunos casos, a cuenta de que no son bares sino maricotecas -discotecas de maricones en la jerga popular.
Así que, ya ve, razones para sospechar me sobran. Si quiere llamarlos prejuicios, adelante. Ya expliqué eso arriba. No tiene que molestarse en contestarme, ese tiempo mejor dedíquelo a averiguar sobre estos temas que para nada he podido agotarlos aquí. Busque, invite y reúnase con activistas. Son bien visibles, no se esconden. No tienen miedo y sí muchas ganas de trabajar en lo que creen. Tod@s estarán muy dispuestos a contarle los detalles de sus trabajos, de sus luchas, de todas las distintas formas que tienen los problemas en concreto y que en muchas ocasiones significa trabajar a pesar de la desidia estatal y peor, contra la animadversión estatal y social. Y echándose encima a una institución poderosa como la iglesia. Infórmese y proponga acciones concretas. Y ponga manos a la obra. Para eso no necesita ser Presidente; como figura pública bastante ayudaría haciendo declaraciones públicas contra la homo y la transfobia, contra los intentos de algunos de violentar los principios del Estado laico (respetarlo no puede ser oferta de campaña simplemente porque es una obligación de todos, pues). Sólo procure que sean creíbles. Puede motivar a sus colegas empresarios a reconsiderar sus prácticas de contratación laboral para que incorporen políticas de no discriminación por orientación sexo-genérica. ¿Cuántos GLBTIs recuerda Ud. que trabajan en sus empresas, Ud. que dice que ha dado empleo a miles de personas?
En todo caso, mientras yo no lea, vea, honestas manifestaciones de acciones en concreto por impulsar los derechos que ya están vigentes y por levantar discriminaciones indebidas (esto último no cuesta un centavo), anticipo que un gobierno de alguien vinculado a un ente como el Opus Dei será de retroceso en los temas que aquí comento.