Casa patrimonial en Quito, al pie del Banco Internacional

Me tropecé con una casa patrimonial

En Quito, mientras se camina, uno se tropiece con un cuadrito de otra época.

El ojo en Quito es un equilibrista: entre los buses verdes enfermos de tos ferina que bajan raudos por la 12 de Octubre y las fachadas espejadas que reflejan el cielo como si fueran acuarios, de pronto aparece un balcón de hierro forjado, un arco neoclásico, una cúpula blanca que se planta como un gesto de permanencia. No es un accidente: la ciudad lleva décadas conviviendo con esas consonantes disonancias: las casas patrimoniales de Quito se esconden entre edificios que le rascan la pancita al cielo más lindo del planeta, bodoques de concreto burócrata brutalista, patios de autos y vitrinas bancarias. 

Detalle de una de las casas patrimoniales de Quito
Una casa patrimonial destruida, en la 12 de Octubre

En esa mezcla hay algo más que resistencia: hay un nuevo lenguaje urbano que Quito está escribiendo casi sin querer, uno que hace que de, pronto, mientras se camina, uno se tropiece con un cuadrito de otra época, una suspensión del espacio-tiempo, por lo general de finales del siglo XIX, aunque a veces mucho más antiguas.

Cientos de casas de la era republicana en La Mariscal conviven con edificios de modernidad

El Instituto Metropolitano de Patrimonio calcula que en Quito hay más de 4.200 inmuebles inventariados como patrimoniales, de los cuales 64 son monumentales. Aunque el Centro Histórico concentra la mayoría, barrios como La Mariscal y La Floresta guardan decenas de estas casas  —mansiones— afrancesadas o italianizantes, hechas de cal y ladrillo, pensadas para la élite que huía del centro colonial. Tenían jardines delanteros, balaustradas, ventanales arqueados y que hoy están marcadas como patrimoniales. 

Detalles de otra de las casas patrimoniales de Quito

Hoy, en lugar de museificación, se transforman preservando la belleza de sus fachadas: notarías, bares, restaurantes, librerías, oficinas. Esa hibridez —un despacho jurídico funcionando en un salón que antes fue sala de baile— es lo que les da hoy otro carácter. Es un equilibrio delicado: tocarlas sin dañarlas, sin quitarles su valor, sin dejarlas perderse. A veces, ese malabarismo de intenciones se descuajeringa y alguien comete el crimen de demoler una casa patrimonial.

Una fachada en La Mariscal, Quito
Otra de las casas patrimoniales de Quito, en la av. 6 de Diciembre

Aún así, el resultado no es una derrota de lo viejo, sino un contraste que multiplica la mirada. Un arco de madera y vidrio curvo adquiere otra fuerza cuando detrás se levanta una torre de cristales que refleja el paso de las nubes.

El Instituto Metropolitano de Patrimonio cuenta más de 6400 bienes patrimoniales en Quito

La modernidad, a veces, no arrasa sino que enmarca. Una casa blanca con terraza circular resplandece más porque está rodeada de cristales azules. La ruina de una casona revela su belleza cuando, al fondo, una torre de líneas minimalistas le hace contrapunto. Los balcones barrocos dialogan con los grafitis de la vereda, y juntos cuentan una ciudad que no escoge entre pasado y presente, sino que los superpone como capas de acetato.

Convertidas en notarías, librerías, oficinas, las casas patrimoniales de Quito persisten.
Convertidas en notarías, librerías, oficinas, las casas patrimoniales de Quito persisten.
Casa patrimonial y peluquería

También se vuelven advertencia: hay que cuidar el patrimonio arquitectónico de la ciudad porque ya ha pasado que muchas veces estas casas son desguazadas para dar paso a edificios enormes que podrían estar implantados en cualquier parte del mundo, y estas casas son las marcas de identidad quiteña. 

Lo interesante de Quito no es conservar esas casas como piezas de museo intocables, sino entenderlas como nodos de fusión: lugares donde se intersectan la memoria y la velocidad contemporánea. La cúpula de cal junto al vidrio reflectivo. El grafiti adolescente sobre la balaustrada republicana. El árbol centenario que asoma junto a un letrero de “Notaría 30”.

El detalle de un edificio moderno frente a una casa patrimonial en la av. 12 de Octubre

La ciudad no está obligada a elegir entre nostalgia y modernidad. Quito parece estar apostando, más bien, por una estética de la convivencia: lo patrimonial como acento dentro de un párrafo de vidrio y concreto. Y en esa fusión inesperada, a veces caótica, aparece un Quito más verdadero: múltiple, contradictorio, pero vibrante.

Quito escribe un nuevo lenguaje urbano, casi sin querer
Nicole Moscoso Vergara Jose Maria Leon Cabrera
Nicole Moscoso Vergara y José María León Cabrera
Nicole es la directora audiovisual de GK, y José María, el CEO y director creativo de GK. Juntos desarrollan el proyecto de ensayos fotográficos de GK.