ciudad a medio crecer

La ciudad a medio crecer

Lo inacabado no es solo una condición física: es un estado de ánimo. Vivimos en un eterno mientras tanto.

Quito es un continuo histórico. Fue quitu, fue cara, fue inca, fue colonial, fue barroca, fue republicana, modernista y contemporánea —quién sabe qué le deparará el futuro. La ciudad es una obra inconclusa, con edificios a medio construir en sus barrios y avenidas. Caminarla es hojear un álbum de páginas incompletas, donde la casa perfecta parece estar siempre a la vuelta de la página. Es una ciudad a medio crecer. Aquí la obra se pausa, se retoma, se modifica y, a veces, se abandona.

Es una zona de promesas, marcada por usos de suelo y regulaciones entreveradas, cuya expresión más clara es lo que urbanistas y arquitectos llaman la “casa crecedera”, hija de la necesidad y de la paciencia. Están en toda la ciudad y son una especie fácilmente reconocible: muestran las puntas de las varillas de acero por encima de sus techos de losa. Para muchos, su apariencia es torpe, una suerte de desidia constructiva, como si alguien se hubiese aburrido y hubiese dejado la obra a medio hacer.

Quito en construcción
edificios a medias en Quito
construcciones en Quito a medias

Lo que no saben es que es, en realidad, todo lo contrario. No es abandono: es una declaración de intenciones, esperanza en bruto de que cuando la vida traiga a los hijos de regreso, cuando haya dinero para un local, cuando la familia crezca, la casa crecerá también.

edificios a medio construir en Quito
construcción a medias en Quito, antes llamada Quitu

Pero junto a esa ciudad a medio crecer está la otra, más callada y melancólica: el Quito de las promesas rotas. Edificios que se quedaron en esqueleto, con pisos de cemento que jamás sentirán una mesa puesta; terrenos baldíos que cada tanto alguien poda, como quien le corta el pelo y las uñas a un pariente en coma; pencos gigantes de ladrillo visto; bloques de cemento sin enlucir; ventanas tapiadas con trozos de madera; medianeras tomadas por la maleza y el moho.

Las razones son conocidas: pleitos legales que duran décadas, inversiones que se evaporan con las crisis que cada tanto golpean a este país, herencias que nadie se atreve a partir. También está la especulación: un lote vacío es una ficha de ajedrez guardada para que algún día valga el doble.

construcciones abandonadas

Los esqueletos de cemento que pueblan Quito no son simples accidentes de la modernidad: son el resultado de cómo el Municipio permite que la ciudad se quede a medias. No se trata de ruinas románticas, sino de permisos otorgados, fiscalizaciones débiles y ordenanzas que, aunque existen, casi nunca se cumplen con rigor.

Para levantar cualquier edificio en Quito hay que pedir una licencia —su nombre técnico, perdonen la grosería, es Licencia Metropolitana Urbanística—, notificar al municipio cuando empieza la obra y, al terminar, entregar un certificado que diga: “aquí se acabó, está listo para usarse”. Sobre el papel, también hay controles aleatorios para que la construcción no se quede colgada en el aire. Pero basta caminar por el sur y por el norte, por el este y el oeste, para entender que algo está fallando: varillas oxidadas apuntan al cielo desde hace más de una década, terrenos baldíos se convierten en estacionamientos improvisados, estructuras inconclusas terminan siendo ocupadas por quienes no tienen dónde dormir o escampar.

edificios con vigas
construcciones sin acabar
ventanas a medio construir

El marco legal para evitarlo existe. El municipio puede multar a los dueños, revocar licencias, incluso exigir la demolición o la reanudación de la obra. Pero no lo hace, o lo hace tarde y mal. Al menos eso parece decirnos la existencia de todos estos edificios inconclusos.

La pregunta entonces no es por qué existen esos edificios a medio hacer —ya sabemos que hay herencias trabadas, pleitos judiciales, crisis económicas—, sino por qué la ciudad no usa las herramientas que tiene para impedir que se vuelvan permanentes. Lo inacabado podría ser solo una pausa. El problema es cuando, por desidia o complicidad, esa pausa se convierte en paisaje —tanto como en paisaje se convierten las promesas de crecimiento de las casas que, como los niños, sueñan con crecer.

edificio sin enlucir

El Quito a medio hacer y medio deshacer cobra entonces una estética particular. Las fachadas sin revocar se llenan de grafitis que dialogan con la herrumbre; las varillas que asoman de una terraza parecen antenas que intentan pescar una señal; los esqueletos de hormigón ofrecen sombra a perros callejeros y refugio a borrachos de madrugada. Nada es definitivo, pero todo tiene uso.

Ladrillo visto
abandono en quito

Lo inacabado no es solo una condición física: es un estado de ánimo. Vivimos en un eterno mientras tanto.

Tal vez por eso Quito nunca parece la misma dos veces. Crece hacia el cielo, se frena, olvida, recuerda. Y en ese ritmo irregular hemos aprendido a vivir con lo inacabado, como si la eternidad se pareciera más a una obra en curso que a un destino final. 

casa abandonada
Vigas Para Construir Luego Quito
Nicole Moscoso Vergara Jose Maria Leon Cabrera
Nicole Moscoso Vergara y José María León Cabrera
Nicole es la directora audiovisual de GK, y José María, el CEO y director creativo de GK. Juntos desarrollan el proyecto de ensayos fotográficos de GK.