Tania Hermida está en Guayaquil y su tercera película, La invención de las especies, acaba de ser estrenada. Esta tarde, de abril de 2024, tendrá una función con los estudiantes de la Universidad de las Artes. El filme es de ella, fue escrito y dirigido por ella, pero en la práctica, cuando una película llega a las salas, ya no le pertenece a su creadora. Es el turno de los espectadores.

Los espectadores, en La invención de las especies, vemos particularidades que hacen de la película una experiencia que difícilmente hemos experimentado en la filmografía nacional.

Con las mismas herramientas que algunos de sus colegas —cámaras digitales, magnífica fotografía y sonido, y un estilo más contemplativo—, Hermida consigue tocar un punto especial y quizás necesario en este momento de la historia de la humanidad: el detenernos un poco y vivir el momento. La invención de las especies es una película que, sin caer en epifanías ni moralismos, nos viene a contar sobre el valor de la imaginación y de la ficción, como parte necesaria de la vida.

Ella lo dice más claro: “[La invención de las especies] gira en torno a la ficción no como un camino más para entender la realidad, sino como el único camino para adquirir herramientas para estar en lo que llamamos realidad, para estar en el mundo”. Porque a través de la ficción, de personajes, de historias creadas encontramos otras experiencias que ayudan a entender las nuestras.

La invención de las especies es una película que nos viene a contar cómo el amor por las historias puede salvarnos la vida.

Cuenta la vida de Carla —que decidirá llamarse Isla—, una niña que visita las islas Galápagos por siete días, acompañando a su padre, biólogo marino, a un encuentro de expertos en esta ciencia. Ella carga una tragedia a sus espaldas —la muerte de su hermano— y la incapacidad de nombrar lo que la entristece, justo cuando ha empezado a menstruar. Pero ante el trauma, su cuerpo ha dejado de sangrar. Como si algo le estuviera diciendo que es mejor no crecer.

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Carla conoce a Wiki —el hijo de otra bióloga que acompañó a su madre al encuentro— y a Darwin —un chico de las islas. Juntos conocerán a Harriet, una mujer trans que es considerada la bruja de las islas, y le pedirán que cure la tristeza de Carla (Isla). 

Pero la cura de Isla no está en la medicina. Sucede en otro plano. Lo mágico de La invención de las especies es que la mirada científica no lo resuelve todo. “El papá de Carla es un experto en conservación de tortugas, lo suyo es el discurso científico, esta capacidad humana de manipular la vida hasta el punto de poder perpetuarla más allá de su posible extinción” dice Tania Hermida. Y continúa con contundencia: “y sin embargo, ese discurso, esa forma de entender el mundo no es ni de lejos suficiente para un adolescente que está buscando su lugar en el mundo y su sentido de la vida”.

Lo que plantea Hermida es la ficción como mecanismo para entender y actuar en el mundo. Algo que la acerca a su experiencia: “Mi propia forma de entrar en el mundo fue a través de la ficción y creo que es la única forma de aproximarse al mundo, la que nos puede dar alguna herramienta vital más allá de la sobrevivencia biológica”, dice.

Ana María Carrión

Ana María Carrión interpreta a Carla / Isla en La invención de las especies, de Tania Hermida. Fotograma tomada de cuenta de Instagram de La invención de las especies.

Para la directora y para Carla/Isla el arte, la poesía, los libros llegan a cambiar su existencia.

Eso explica el título de la película, que agarra la gran obra de Charles Darwin, El origen de las especies, que tuvo en Galápagos el punto de partida de lo que sería considerada la teoría de la evolución, y le cambia una palabra. Y, con ese cambio, llega otro sentido.

Los libros y Galápagos

La invención de las especies se rodó durante noviembre y diciembre de 2020. Fue un proyecto que, durante su desarrollo, mutó las formas que había mantenido Tania Hermida con sus dos películas anteriores —Qué tan lejos, de 2006, y En el nombre de la hija, de 2011. Mutó, especialmente, por la pandemia. Esto obligó a que muchos procesos se hicieran a distancia, como el casting —uno de los aciertos indiscutibles de la película.

Hermida ya había demostrado que es capaz de dirigir a niños en su anterior trabajo, así que no tenía que probarlo. La directora sabía lo que necesitaba y lo encontró. Tanto Ana María Carrión como Carla/Isla; Gabriel Saltos como Wiki; Jean Carlo Cabrera como Darwin, y Pancho Aguirre como Harriet dan en el clavo. 

No se trata de ser actores profesionales. Se trata de cargar sobre sí mismos los destellos de esos personajes. Algo que se revela cuando Hermida cuenta cómo descubrió a Ana María Carrión; fue por su mirada. “Quería que la actriz ya tuviera el alma del personaje en ella. Y el alma está sobre todo en la mirada, en el gesto de la cara cuando no está intentando expresar nada y en la forma de caminar. Esas cosas la cámara las registra de manera muy transparente”.

Con Jean Carlo Cabrera y Gabriel Saltos fue parecido el proceso. Cabrera es de Galápagos y la película necesitaba que quien interpretara a Darwin fuera de Galápagos. Su inclusión es precisa. Como una especie de Virgilio —quien guía a Dante por el infierno y el purgatorio en La Divina Comedia—, Darwin direcciona a Carla/Isla y le permite conocer ciertos lugares y personajes importantes en su viaje.

Las islas encantadas que muestra Hermida no parten de la postal, ni del terreno de lo científico. Pero eso no significa que lo que se ve esté peleado con una expectativa de belleza. Galápagos es un espacio maravilloso de Ecuador, sí. Pero no solo es la flora y la fauna. En la película, Galápagos es la gente que vive y la que visita el lugar.

El territorio se convierte en un personaje más.

Por eso aparecen espacios que no son los tradicionales cuando se habla de estas islas.

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Pancho Aguirre como Harriet en una escena de La invención de las especies, de Tania Hermida. Fotograma tomada de cuenta de Instagram de La invención de las especies.

“El muro de las lágrimas [pared de la colonia penal que existió en la isla Isabela entre 1946 y 1959] está ahí porque significa algo en esta historia. Todo en Galápagos está vivo y por lo tanto es sujeto y por lo tanto tiene mucho significado. Este no se agota en la imagen de la postal que, lamentablemente, suele tener un significado y no se sale de ahí”. dice Tania Hermida.

En La Invención de las especies hay lava volcánica convertida en roca, un mirador, un bar en el que reúne la población, un puerto, pasajes para recorrer, comida silvestre, un animal cazado que es faenado —cortado. 

Galápagos es un espacio en el que se cruzan las posibilidades para transformar una vida como la de Carla. Y no, no es por la belleza del lugar.

Aquí entra de plano el conocimiento.

No es cualquier tipo de conocimiento. Es ese tipo de conocimiento en el que los libros y la literatura, la capacidad de contar historias permiten el paréntesis para que todo vaya mejorando.

No existe en La invención de las especies un divorcio entre la literatura y lo cinematográfico. Porque así como hay una voz que narra muchas cosas que vamos viendo en la película —a veces hasta “robándose” los diálogos de los actores—, la primera imagen ya nos habla de esta relación.

Hay un fuego, como si la directora nos hablara de Prometeo, ese titán que robó de los dioses griegos la llama para entregársela a los humanos. Ese fuego que siempre significó el conocimiento, el arte. Hay una clave clara al inicio de la película.

Luego, es posible que no exista una película ecuatoriana que use tantas referencias literarias aún cuando su historia no está relacionada de manera directa con la literatura. No es que sus personajes estén escribiendo algo o tengan problemas de inspiración para hacerlo. Lo que hay es un personaje que no puede curar su tristeza y algo va a pasar que le permitirá sentirse mejor.

Quizás encontrará  otras formas de vincularse con el mundo una vez que ha dejado de tener sentido después de la muerte de su hermano.

Hermida ha hecho un filme sobre las consecuencias de encontrar eso que nos hará bien. Pero decide solo dar indicios de todo lo bueno que podrá hacer ese artefacto por nosotros. Y ese artefacto es el libro.

En La invención de las especies hay muchísimos libros dando vueltas. Unos de forma muy clara, como cuando Harriet declama en voz alta —sin que la veamos hablar, solo moviéndose al vaivén de los versos— el poderoso Sollozo por Pedro Jara, de Efraín Jara Idrovo. Y otros solo como referencias: a Herman Melville, a Samuel Beckett, a Gabriel García Márquez, a Tomás de Berlanga y sus crónicas de Indias, a libros sobre la historia de las colonias alemanas que se intentaron construir en Galápagos, del fracaso de las utopías. También textos científicos y otros históricos. 

Es como si La invención de la especies fuera una gran cita, o una gran invitación a conocer otras obras.

Algo que pasaba con el arte, con las canciones, libros y películas antes de que Internet lo ganara todo. Cuando, de una obra, podíamos sacar el dato que nos llevaba a otra.

Pancho Aguirre

Pancho Aguirre interpreta a Harriet en La invención de las especies, de Tania Hermida. Fotograma tomada de cuenta de Instagram de La invención de las especies.

“En el proceso de escritura”, dice Hermida, “me puse a explorar todo lo que significa la literatura de islas, o sea, qué han inspirado las islas en la historia de la literatura y eso es un universo fascinante. Desde la Odisea hasta lo más moderno, como Robinson Crusoe, La isla del tesoro y luego el Señor de las Moscas, que creo que, como libro y como película, nos ha arrasado a muchas y muchos… Todo eso está metido ahí, de alguna manera”.

}La invención de las especies es una película en la que las acciones pasan a un nivel mucho más profundo de lo que se ve. No están escondidas, sino que al momento en que Carla/Isla descubre otras formas, algo va cambiando en ella y no es necesaria una historia explícita. El cambio está ahí, y la dimensión de ese cambio nos queda a nosotros, para descubrirla luego.

Porque hay que pensar, y mucho, después de verla. 

No porque sea difícil —en realidad no hay ni una sola escena mala y hay muchos momentos de humor—, sino porque al verla, algo nos ha tocado, quizás hasta cambiado. Y solo va a ser cuestión de recordar lo que vimos y reflexionar para descubrir qué es lo distinto en nosotros luego de verla.

A veces, el cine puede hacer cosas así.

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Eduardo Varas
Periodista y escritor. Autor de dos libros de cuentos y de dos novelas. Uno de los 25 secretos mejor guardados de América Latina según la FIL de Guadalajara. En 2021 ganó el premio de novela corta Miguel Donoso Pareja, que entrega la FIL de Guayaquil.
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