Fallecieron a la misma edad, a los 86 años. Hay algo de poético y preciso en esa coincidencia entre Borges y María Kodama. Él falleció el 14 de junio de 1986, en Ginebra, Suiza. Ella lo hizo el sábado 25 de marzo de 2023, por la mañana. Ella vivió 38 años como heredera de la obra de su esposo, y se convirtió en la gran guardiana de Borges, de su marca. Una defensora que no dejaba pasar nada.

Esa, quizás, va a ser la herencia y el recuerdo que dejará la también escritora, docente y traductora. Ser una especie de sombra.

De figura radioactiva, de albacea extrema, guardiana casi kafkiana.

Porque más allá de las miradas que se concentran en la historia de amor entre ambos —separados por casi 40 años de diferencia de edad—  y en la “labor de amor” que ella hacía al cuidar la obra de su esposo, hay más que contar. Para muchas voces, Kodama es la síntesis de una posición extrema como albacea de la obra del escritor, que en este caso resulta ser alguien tan contundente como Jorge Luis Borges. 

A tal punto que, más allá de los procesos judiciales, Kodama fue capaz de quitar libros de estanterías —a veces cuando ya estaban a la venta—  y de levantar y bajar el pulgar cuantas veces quería, para controlar un discurso y una imagen sobre su esposo. Todo lo que conocemos y consideramos de Borges ha sido labrado por María Kodama, para bien y para mal.

Es verdad, no hay María Kodama sin Borges. Pero, más importante, no hay Borges sin María Kodama.

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Algunos ejemplos

En vida, María Kodama se ganó varios “enemigos”. Gente descontenta con sus acciones. Especialmente, las legales. Era un ejercicio de poder mediante el que ella definía qué servía y qué no para hablar de Borges. De cierta forma, Borges no era de sus lectores, sino de su viuda.

No son pocas las ocasiones en las que, ante una serie de proyectos que utilizaban la figura y la obra de Jorge Luis Borges —algo que el escritor argentino hizo también en sus textos, pero usando el trabajo de otros como punto de partida— Kodama recurrió a la justicia, que le terminaba dando la razón.

Aunque no siempre.

En algún momento, Kodama demandó a la inmensa ensayista argentina Beatriz Sarlo, luego de que Sarlo, en una entrevista, dijera al diario chileno El Mercurio, que era imposible hacer un estudio serio sobre la obra de Borges mientras Kodama viviera. La justicia argentina no permitió que la causa avanzara porque todo había pasado en otro país. 

Apenas fue nombrada heredera universal de la obra de Borges —con quien se casó en abril de 1986, en Asunción, Paraguay—, Kodama demandó para quedarse con los derechos de las conversaciones entre el periodista Osvaldo Ferrari y Borges, en 1984 y 1985, que se publicaron en tres libros. Obviamente, la justicia no lo aceptó. 

Quizás la derrota más contundente fue la que tanto ella y su abogado Fernando Soto tuvieron en un litigio en contra del escritor, también argentino, Pablo Katchadjian. Un tipo de batalla que duró 10 años, a través de varias instancias judiciales e idas y vueltas. Katchadjian publicó en 2009 el libro El Aleph engordado, con un total de 150 ejemplares impresos —si se hace una búsqueda por Internet se lo puede encontrar—  y a Kodama y a Soto no les gustó esto.

En El Aleph engordado, Katchadjian juega con el texto del cuento original de Borges, establece relaciones, indaga en varias ideas y hace crecer el cuento, de 4000 palabras, a 9600. Una apuesta intertextual digna de entramados borgeanos. En 2011, la viuda y su abogado lo acusaron de defraudación intelectual.

Solo en 2021 se dio el sobreseimiento final para Katchadjian, con la justicia obligando a Kodama a pagarle 880 mil pesos al escritor —al cambio de hoy, un poco más de 4000 dólares. En muchos momentos del juicio, escritores y académicos ofrecieron públicamente su respaldo a Katchadjian, ya sea a través de declaraciones en medios o en marchas.

Por ejemplo, en julio de 2015 hubo una manifestación contra el juicio en los exteriores de la Biblioteca Nacional, espacio del que Borges fue director entre 1955 y 1973. Entre los asistentes estuvo Beatriz Sarlo, que habló con la precisión de una francotiradora. “Kodama es la rústica exageración de la figura del heredero”, dijo la ensayista. “Cree que sus derechos se extienden no sólo a los resultados dinerarios sino que son soberanos sobre qué se hace o se deja de hacer con la obra, cuya propiedad la ley les garantiza”.

María Kodama en los exteriores del Museo Borges.

María Kodama en los exteriores del Museo Borges. Fragmento de fotografía de Amanda Ortega, tomada de la web de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges.

Cuando la justicia estuvo de su lado

Durante la primera década del siglo XXI, varios casos se hicieron conocidos en el ambiente literario, que involucraron la defensa de Kodama a la imagen de Borges, a la propia y a la obra de su esposo. 

En 2007 demandó por difamación al crítico francés Pierre Assoulin, por un artículo que publicó en Le Nouvel Observateur, en el que reclamaba la decisión de Kodama de no reeditar la obra completa de Borges en la editorial Gallimard. Assoulin criticó lo hecho por la argentina y hasta cuestionó la validez del matrimonio entre ella y Borges. La justicia le dio la razón a la viuda.

Cuatro años después, Kodama le ganó un juicio a la editorial Alfaguara, lo que obligó el retiro de todos los ejemplares de El Hacedor (de Borges). Remake, del español Agustín Fernández Mallo. Un libro descontinuado —que se puede encontrar en Internet— que, en un juego similar al de Katchadjian, tomaba elementos propios de Borges y los sometía a las mismas acciones que él sometió a otros textos.

Algo que la propia editorial dejó en claro en un comunicado de prensa en el que explicaba que iba a cumplir con la decisión judicial, pero que “una de las muchas innovaciones que Borges trajo a la literatura fue la de usar procedimientos paródicos sobre sus propias influencias, sobre los autores que admiraba y se sentía influido. Si Borges no hubiera existido, Agustín Fernández Mallo jamás hubiera podido escribir un libro como su Remake”.

Hay otras decisiones de Kodama que han sido muy criticadas, como cuando en 1998 permitió que se reeditara El tamaño de mi esperanza —el segundo libro de ensayos que publicó Borges, en 1926—, un acto que, de acuerdo a los conocedores, contrariaba los deseos de Borges, que odiaba ese libro y jamás lo volvió a imprimir.

A veces, también se le criticaron acciones legítimas, desde luego. Como cuando en 2010, una vez que había designado como su representante a Andrew “El Chacal” Wylie —conocido como el más intenso y duro de los agentes literarios—, cambió de editorial y se llevó los libros de Borges de Planeta a Random House. Ese movimiento le consiguió 2 millones de euros.

Pero lo cierto es que este repaso por unas cuantas de sus acciones judiciales o manifestaciones de poder, dejan en claro que María Kodama —a pesar del aura de agrado que podía evidenciar cuando se conversaba con ella— estaba en una misión que cumplió como pocas veces se ha visto. 

La obra, la imagen y la vida de Borges es una sola y concreta, gracias a ella. Incluso cuando la justicia no le dio gusto. En el intento de callar voces que no siguieran el relato que ella había construido y defendido, Kodama hizo cosas durísimas, crueles, como cuando demandó a Epifanía Uveda, la ama de llaves de Borges que trabajó con él más de 40 años. Y lo hizo por injurias.

Uveda reclamaba el cambio del testamento de Borges en 1985, porque decía que en 1979 hubo otra versión que la hacía recibir parte de la herencia del escritor. Perdió. Kodama era la heredera.

Amarla u odiarla, no hay punto medio con ella. A veces ese odio tuvo que ver con el hecho de verla como una mujer fuerte que quiso hacer valer su punto de vista. Y eso, en un terreno como el literario —plagado de machos—, a veces no se perdona.

Hoy se sabe que en agosto de 2022, cuando se le consultó sobre el destino de los derechos de la obra de Borges cuando ella falleciera, Kodama fue directa y cauta: los derechos de la obra se repartirían entre una universidad estadounidense —en la que Borges había dado conferencias y que puede ser la Universidad de Texas— y una japonesa —que podría ser la Universidad de Tokio—. Pero ella nunca dejó nada escrito.

Para el 4 de abril de 2023, la situación de los derechos de la obra de Borges está en el aire. El abogado de Kodama, Fernando Soto, ha pedido a la Justicia argentina que designe a un curador que cuide la obra y a un administrador que se encargue de la parte económica, hasta que un sucesor pueda ser definido.

Esto porque María Kodama tenía todo a nombre suyo, y no dejó heredero. Eso quiere decir que no habría testamento.

Soto pide que se haga un inventario de todos los bienes de la pareja, así como de los objetos artísticos. 

Kodama tenía un hermano con quien, de acuerdo a su abogado, no era cercana. Jorge Kodama murió en 2017 y el 4 de abril, los 5 sobrinos de la viuda de Borges se presentaron ante la justicia para pedir los derechos del escritor. De acuerdo a la norma, deberán probar el vínculo familiar y que los jueces decidan sobre esto.

Además, deberán cruzar los dedos para que no aparezca ningún testamento.

Toda la obra de Jorge Luis Borges entrará en dominio público en 2056.

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Eduardo Varas
Periodista y escritor. Autor de dos libros de cuentos y de dos novelas. Uno de los 25 secretos mejor guardados de América Latina según la FIL de Guadalajara. En 2021 ganó el premio de novela corta Miguel Donoso Pareja, que entrega la FIL de Guayaquil.
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