El 13 de enero se celebra el Día Mundial de Lucha contra la Depresión, un problema de salud mental que con los años se ha visibilizado más. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la depresión afecta al 3,8% de la población en el mundo.
En esta entrevista, Eduardo Granja, docente de la facultad de psicología de la Universidad de las Américas y terapeuta familiar sistémico, explica en qué consiste este trastorno, cómo identificarlo a tiempo. Habla también sobre cuáles podrían ser sus posibles causas y cómo podemos acompañar oportunamente a alguien cercano que esté atravesando esta situación.
Para comenzar, me gustaría preguntar sobre un concepto que podría parecer general pero que no está claro para toda la población. ¿Qué es la depresión?
Se considera una patología psiquiátrica y psicológica que esencialmente está dada por un estado de ánimo bajo que se vuelve recurrente, y después la persona de alguna manera no puede salir [de ese estado].
Por otro lado, tiene afectaciones en distintas esferas de la vida de la persona.
Por ejemplo, viene con una falta de motivación, un estado constante de tristeza y muchas veces con una pérdida del sentido o el deseo de estar vivo.
Muchas veces vemos la noticia de alguien que se veía súper feliz y se suicidó, porque tenía depresión. ¿Cuál es la relación entre la depresión y el suicidio?
Muchas veces no es una persona que expresa que está así. Por ejemplo, está el caso del [actor que suicidó] Robin Williams.
Hay que analizar cada caso. Una de las cosas que pasa, en general, con los temas de salud mental es que son complicados en términos de que tienen distintas capas de análisis y distintas dinámicas.
Entonces no es algo que podamos ver, como una verruga o como una hepatitis o como una gripe, que es súper visible. Porque la salud mental tiene distintos elementos que se cruzan. Por ejemplo, yo puedo pasar mucho tiempo triste pero para cuidar a las personas que me rodean decido no contarles nada.
¿Cuáles pueden ser las causas de la depresión? ¿Es algo con lo que naces, o que se puede ir desarrollando, o tu entorno te hace depresivo?
Las tres cosas.
O sea, en principio yo creo que nadie nace depresivo, si bien puedes ver algunos estudios que buscan ciertos niveles de agregación, es más frecuente que, una persona que tiene ancestro alcohólico, tenga más riesgo de presentar alcoholismo. Es una causalidad directa. Pero no puedo decir: como tu padre fue alcohólico, tú vas a ser alcohólico.
Pero por agregación se ve que en familias que son alcohólicas, es más probable que haya miembros alcohólicos a lo largo de las generaciones. A eso me refiero con la agregación desde lo genético.
Porque en temas de salud mental, si bien hay predisponentes genéticos, es difícil decir que hay causales genéticos. Es súper difícil definir si es hereditario por genética o por crianza.
Puedes tener familias que tienden a ser más melancólicas, familias que tienden a ser más pesimistas, incluso hay familias que le dan más valor a la melancolía que a la alegría, que cuando estás melancólico te ponen atención, y cuando estás alegre a veces también te censuran. [Dicen cosas como] “tú feliz como si el mundo fuera tan simple”. Entonces a veces también pueden invalidarte en esos estados emocionales desde ciertas narrativas y discursos.
Entonces, el entorno es un factor de riesgo.
Pero en salud mental, poder establecer estas causalidades directas o decir “esto causa esto” a veces causa que caigamos en distorsiones más que en buena información, porque después la gente comienza a decir “ah, es que fulano va a tener depresión por eso”. Es un campo en el cual tenemos demasiados prejuicios que lidiar.
Parte del por qué las personas no piden ayuda es porque hay demasiados [prejuicios] alrededor. Entonces creo que a la larga hay que tener cuidado de volver a reforzar los prejuicios que ya existen. Y uno de los prejuicios es que la causalidad es así, lineal. O que es cuestión de poner de parte, o de que es un problema de autoestima.
A veces utilizamos un montón de conceptos que ni siquiera comprendemos bien, pero que desde el sentido común nos suena a que parece que estamos diciendo algo, y en vez de decir algo estamos reproduciendo un prejuicio que, en vez de ayudar, dificulta la comprensión de los problemas.
En salud mental, tú puedes tener una persona con una historia horrible que no tiene depresión y puedes tener una persona con una historia que parece que no es horrible y que tiene una depresión.
Entonces por eso hay que leer entre líneas, hay que ver un poco algunos elementos que pueden converger.
¿Cuáles son algunos de estos elementos que pueden converger?
Por ejemplo, si analizamos las tasas de depresión, estas han aumentado en el país, en el mundo.
Ojo, la pandemia del covid-19 habrá jugado su papel. Nos pasó factura porque nos encerraron, porque se complicaron las posiciones económicas, estamos viviendo momentos complicados de tensión social, económica.
En general, hay un contexto global que es complicado que está haciendo que, en términos sociales, quizás las personas tengan menos esperanza en el futuro, en que pueden tener una buena calidad de vida.
Y eso es algo que no necesariamente se resuelve desde la intervención psicológica individual. También tenemos que analizar cómo creamos sociedades que tienden a poner en riesgo la salud mental de los habitantes. Y eso probablemente se tiene que gestionar desde decisiones político sociales.
Por ejemplo, llevamos algunos años en los que podemos ver que, desde lo político, la gestión de los conflictos es poniéndonos a odiarnos unos a otros. O estás conmigo o estás en mi contra. Y polarizas la opinión, y nos venden miedo: yo soy un bacán, el otro es una amenaza, y entonces comenzamos a pelearnos unos con otros, y empezamos a sentir desprecio unos por otros. Así comienzas a pelearte con tus amigos, y comienzas a actuar con desconfianza. Eso evidentemente incide en tu salud mental.
¿Hay elementos más externos?
También está la desconfianza en las instituciones. ¿Cómo puedes vivir con una relativa calidad de vida, tranquilo, cuando sientes que la policía no te protege? Entonces vives con miedo. Eso es un factor de riesgo.
Vivir con miedo, con el tiempo, te puede poner ansioso, te puede poner depresivo o te puede poner violento.
Y después hay factores propios de la cultura.
Por ejemplo, los discursos que validan el sacrificio. “Esta persona ha sufrido y se mantiene”, entonces empiezo a sentir que si no he sufrido, mi vida, no vale la pena y entonces comienzo a buscar cómo sufrir para sentirme alguien que vale la pena. Y comienzo a darle más valor a lo que me pone triste que a lo que me pone bien. Y eso se convierte en un factor de riesgo también.
Y de ahí, situaciones concretas, como de desempleo, de angustia, de estrés laboral, evidentemente me quitan el sueño, me hacen sentir que no logro salir adelante y evidentemente me va quitando esperanza y motivación y voy entrando en cuadros depresivos.
Y si además de eso he sufrido un trauma, una situación concreta, un duelo, perdiste familiares, te sientes solo. La soledad es uno de los factores de riesgo de la contemporaneidad más importantes para la depresión.
Y es porque en esta dinámica de competencia mutua y de desconfianza, como ese criterio de que tienes que ser súper exitoso, y para ser exitoso tienes que ganarle a los demás, hace que no tenga redes de apoyo, porque constantemente estás estableciendo relaciones de competencia.
Y en las relaciones de competencia no confías en nadie, y después te preguntas por qué te sientes solo. Entonces, un discurso que parece buena onda y que parece que te ayuda, en el fondo te enferma.
O el discurso de que “si no has logrado tus metas es porque no te has esforzado lo suficiente”. No es tan fácil.
O sea, de pronto, si eres un europeo o un norteamericano clase media que nació en ese contexto, probablemente sí. Pero yo no le puedo decir a una persona que creció en una situación súper desfavorecida en la sierra ecuatoriana de siete generaciones de pobreza, que si no ha logrado sus metas es porque no esfuerzo suficiente.
Entonces ese discurso que supuestamente es motivador lo que termina haciendo te hace sentir fracasado, culpable y te hace odiarte a ti mismo.
Incluso a veces el discurso de que tienes que ser la mejor versión de ti, en el fondo, constantemente, está haciendo que te mires a ti mismo con censura: “no soy lo que debería ser”.
¿Cuál es la diferencia entre estar triste y tener depresión?
Yo te diría dos cosas.
La primera tiene que ver con el tiempo, y tiene que ver con la ausencia de causas.
Es decir, llevo triste seis semanas y terminé con mi pareja de cinco años hace ocho semanas, entonces probablemente lo que pasa es que estoy triste porque estoy viviendo el duelo de esa relación. Y esa tristeza de alguna forma es un proceso normal en un ser humano.
Un aspecto de la depresión es una tristeza que ya no tiene una causa directa que explique esa tristeza.
Cuando hablamos de un estado depresivo, hablamos de que ese es el estado de ánimo de base predominante. Es decir, a ratos trato de estar bien, pero mi estado primordial es de tristeza, constantemente vuelvo a la tristeza.
Pero además es una tristeza como de vacío emocional, de desesperanza. No es solamente estar triste. Es una tristeza como de: ¿para qué? ¿qué hago aquí? nada va a estar bien.
Y además, el diagnóstico se acompaña de sintomatología que puede incluir falta o exceso de sueño, falta de apetito, falta de motivación, falta de placer: hago cosas que han sido placenteras y ya no me generan placer, hago las cosas porque me toca.
Y eso, sostenido en mucho tiempo.
Pero en general, entender la depresión tiene que ver con la dificultad para identificar algo con lo que te puedas conectar.
Por eso te decía que la soledad, por ejemplo, es un factor de riesgo súper importante y quizás hay cuadros que no son tan graves o que no se notan tanto porque están sostenidos por los mecanismos de defensa, como:
Estoy depresivo y lo que hago es salir de fiesta todo el rato para tratar de, ese rato, estar bien. Pero llego a casa y vuelvo a sentirme hecho pedazos, pero para no quedarme ahí anclado, quiero salir. Entonces también interviene la forma en la que nosotros procesamos los sentimientos de culpa, las ideas sobre invalidación, sobre incapacidad, pero sobre todo también creo que un factor de riesgo contemporáneo es la ausencia de redes de apoyo.
Usualmente cuando estás deprimido está bueno tener redes de apoyo. Y las redes de apoyo no son las que te dicen “ponte bien”, son las que te dicen “estoy contigo”.
¿Y cómo se puede “estar” para alguien más que podría estar sufriendo depresión?
Acompañando, preguntando, estando presente.
Por ejemplo, algo que me llama la atención es que cada vez escucho más en las consultas que las personas tienen dificultad para tener relaciones íntimas de pareja, de amistades. O sea, [yo les pregunto] cuando tú te sientes mal, ¿con quién hablas? [Y me responden] no tengo a quién decirle, porque si les digo que estoy mal, entonces ya no van a querer estar conmigo. O te miran con condescendencia, o te tratan con desprecio, como que te alejan.
Entonces, desde esa lógica de estar compitiendo siempre nos estamos sintiendo juzgados o estamos juzgando a los demás.
En esa dinámica de juzgarnos mutuamente es difícil tener esa confianza que me permite sentirme acompañado, descargar, tramitar mis emociones y sentir que tengo tengo gente que me quiere pase lo que pase, que es parte de la construcción de intimidad y que me da también la libertad y por último sentir que yo puedo ser yo mismo.
¿Por qué es importante identificar la depresión a tiempo?
Porque, de nuevo, si estamos hablando de la soledad, el aislamiento, las dificultades concretas, la historia, etcétera, realmente va a ser difícil que uno pueda salir de ahí solo, porque no te dan las fuerzas.
¿Cómo puedes pedir ayuda?
Vas a tu red de apoyo y les dices “me estoy sintiendo mal”, “quiero entender lo que me pasa”, y por último, si ves que con eso no se sostiene, busca ayuda profesional.
Pero la ayuda profesional va a ayudarte a entender esos elementos, pero también nosotros como colectivo tenemos una responsabilidad de favorecer formas de relacionamiento como sociedad que nos permitan fortalecer los lazos sociales y que las personas puedan tener grupos de apoyo que no dependan solamente de la atención profesional.
Porque si solo dependieramos de la atención profesional tendríamos que tener un ejército de profesionales en salud mental. Tendríamos que tener un ejército de medicamentos.
No puede ser que la respuesta, en vez de ver cómo nos reconectamos y cuidamos de la gente que queremos y nos quiere, sea “qué pereza, anda a que te vea un profesional”. En vez de ayudarte, te estoy hundiendo.
También es importante reconocer que en los problemas de salud mental, todos tenemos una responsabilidad. Todos somos parte de la solución y somos parte del problema, con nuestras actitudes cotidianas hacia quienes nos rodean. Si yo soy una persona que reacciona de manera hostil constantemente hacia los demás, estoy siendo parte del problema, estoy siendo parte de la violencia de la que después me quejo. ¿O estoy siendo más comprensivo, trato de conectar? Entonces es ver cómo puedo ser una persona que es más un recurso, antes que un juez.
¿Cuáles pueden ser las consecuencias de vivir con depresión y no tratarla?
Evidentemente una es llegar al suicidio. Ojo que no todas las personas que se suicidan tienen depresión. La depresión es uno de los principales factores de riesgo para el suicidio, pero no es la única causa.
Otra consecuencia es una muy mala calidad de vida. Al vivir con depresión no disfrutas de tu vida. Te enfrentas a un problema, te quedas en el problema, y a su vez reproduces los problemas que están a tu alrededor.
¿Cómo puedo identificar oportunamente los signos de la depresión en mí cuando ya los he tenido durante mucho tiempo y se convierte en mi normalidad?
Es un ejercicio de reconocer que no la estás pasando bien, reaccionas feo con las personas que me rodean, constantemente te sientes culpable, no encuentras motivación para hacer cosas, tiendes a estar irritable, tiendes a reaccionar de forma violenta, evitas salir de casa, sientes mucho miedo, sientes mucha desesperanza o mucha soledad.
Un montón de cosas que reconoces que tienden a ser desadaptativas, que no te están haciendo bien, pero que al mismo tiempo te da miedo hacer las cosas de forma distinta.
Si no la estás pasando bien, está bueno preguntarte qué puedes hacer para pasarla mejor, qué puedes hacer para que tu vida se pueda vivir de la mejor forma posible. Y creo que todos tenemos derecho de hacernos esa pregunta y aspirar a eso.
¿Cómo puedo identificar estas señales en los demás, para poder ser un buen sistema de apoyo?
Escuchar y preguntar qué es lo que la persona necesita, en vez de dar consejos que no te han pedido o juzgar a las personas por lo que están viviendo.
Por ejemplo, un mal ejemplo es cuando a una mujer que vive maltrato le digan “es que tú que te dejas”. Cuando veo una persona que esté en una situación de vulnerabilidad y le cierro la puerta, hago que aumente su nivel de vulnerabilidad.
Entonces ahí yo estoy juzgándola desde su vanidad. Le haces sentir culpable y le haces sentir sola y le dejas sin recursos, cuando podrías decir “qué pena que le tengas miedo, si algún día quieres hablar de eso, aquí estoy”. Eso te da otro lugar.
¿Cómo puedo hablar con mi entorno de que tengo depresión si es un tema con el que no me siento cómoda?
Quizás estamos haciendo una generalización en la que estamos mirando a mucha gente como si fuera una sola cosa.
Pero si en vez de pensar “cómo digo a la gente” pienso “a ver, ¿a qué persona sí le diría y a qué personas no le diría?”, desde esa pregunta, ya puedo reconocer en qué personas confío más. No tengo porqué hacer de eso un acto público, puedo hacerlo de un acto íntimo porque es un acto de confianza.
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