Cuando se piensa en los bosques y su relación con el cambio climático, lo primero que se toma en cuenta es su función para absorber o eliminar carbono, pero cada vez se suman nuevos estudios científicos que ponen sobre la mesa más argumentos que abonan a la urgencia de conservar estos ecosistemas. Una reciente investigación, por ejemplo, muestra cómo los bosques tropicales además de ser vitales para lograr el equilibrio del clima, también son un eslabón importante para los ciclos de lluvia y, por lo tanto, para la agricultura.
Este reportaje fue publicado originalmente en Mongabay Latam
El estudio No solo carbono, capturando todos los beneficios de los bosques para estabilizar el clima desde la escala local a la global (Not just carbon, capturing all the benefits of forests for stabilizing the climate from local to global scales), publicado en octubre de 2022 por World Resources Institute (WRI) y Climate Focus concluye que, además del carbono, se debe tomar en cuenta otras funciones que tienen los bosques tropicales que contribuyen a mantener el equilibrio climático.
Los científicos Frances Seymour, Michael Wolosin y Erin Gray, autores de la investigación, analizan cuatro formas de interacción entre los bosques tropicales y la atmósfera que aportarían al enfriamiento global hasta 50% más de lo que ofrece solo el ciclo del carbono.
¿Por qué importan los bosques?
“Durante mucho tiempo se ha reconocido ampliamente que los bosques tienen muchos valores y beneficios además del carbono, como los productos forestales no maderables o la regulación de las aguas superficiales; pero nuestro enfoque está particularmente en las interacciones con la atmósfera y, por lo tanto, los impactos en la estabilidad climática”, señala Frances Seymour, coautora del estudio, investigadora principal del Programa de Bosques de WRI y una de las principales autoridades mundiales en desarrollo sostenible.
Seymor destaca el aporte de los bosques tropicales al enfriamiento global y asegura que la conclusión principal de su estudio es que “los bosques tropicales son mucho más importantes de lo que pensábamos para el enfriamiento global”.
Una de las cuatro interacciones entre los bosques y la atmósfera que se abordan en el estudio es el efecto albedo, es decir, la cantidad de luz solar que se refleja en la atmósfera desde una superficie en particular. De acuerdo con este efecto, las superficies de colores claros devuelven una gran parte de la energía del sol a la atmósfera y pueden tener un efecto refrescante; mientras que las oscuras absorben los rayos del sol y mantienen el calor.
En el caso de los bosques tropicales, el dosel de árboles de color verde oscuro generalmente absorbe más energía que, por ejemplo, una zona cubierta de nieve, de tal forma que el aire se calienta a medida que las hojas liberan ese calor. Ante esto, la pregunta es: ¿por qué el efecto albedo en los bosques tropicales puede contribuir al enfriamiento del planeta si lo que origina es más calor? La respuesta se encuentra cuando se analizan otras funciones del bosque como la evapotranspiración, la rugosidad de la superficie de los árboles y los aerosoles que liberan estos ecosistemas.
La evapotranspiración —se explica en el estudio— se refiere a la liberación de humedad en el aire que generan los árboles a través de sus hojas y que produce un efecto refrescante, “como aire acondicionado natural, enfriando la superficie de la Tierra y el aire cercano a esta superficie”.
En cuanto a la rugosidad o irregularidad del dosel de un bosque, la investigación precisa que esta función afecta la velocidad del viento y la turbulencia, de tal forma que ayuda a alejar el calor y la humedad de la superficie de la Tierra, proporcionando un efecto refrescante.
Por último, los aerosoles, es decir, esas partículas diminutas liberadas por los bosques —como el polen o compuestos químicos que le dan a los árboles su aroma característico— interactúan con la atmósfera de formas complejas al punto que pueden cambiar las concentraciones de ozono y nitrato y afectar el color de las nubes.
“La comprensión de que estos procesos están ocurriendo y que son importantes no es nueva. De hecho, el efecto del albedo en la reflectividad de los bosques se mencionó en el primer informe del IPCC [Panel Intergubernamental del Cambio Climático] antes de que se mencionara el efecto del carbono de los bosques, pero nuestra capacidad para reducir la incertidumbre en torno a cada uno de estos efectos ha mejorado lo suficiente como para poder sumarlos, y también ha mejorado la capacidad para compararlos con el efecto del carbono”, explica Michael Wolosin, coautor del estudio, experto en políticas sobre la reducción de emisiones de la deforestación global y director general de la Hoja de Ruta para las Soluciones Climáticas Naturales de Conservación Internacional (CI).
“La estimación del 50% es esencialmente un enfriamiento ‘bonificado’ por encima de cualquier cantidad de emisiones de CO2 que hayan sido evitadas por la deforestación. Entonces, para cualquier cantidad de enfriamiento que se obtenga por evitar las emisiones de CO2 en los bosques, se agregaría otro 50% de enfriamiento adicional como resultado de las otras funciones de los bosques más allá del ciclo del carbono”, explica Wolosin.
Wolosin da un ejemplo: “Si conseguimos 2.8 gigatoneladas por año de emisiones de CO2 evitadas por deforestación tropical, obtendríamos otro 50% extra de bonificación por efectos no relacionados con el CO2 equivalente al enfriamiento de otros 1.4 Gt CO2 de emisiones evitadas”.
El experto de Conservación Internacional considera que es momento de llevar este tema a la mesa de negociaciones sobre el cambio climático y el calentamiento global que actualmente se discute en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático 2022 (COP 27), que se realiza en Sharm El Sheikh, Egipto. “Estaremos allí y hablaremos sobre este informe. Creo que es una oportunidad ahora que el mundo se centra en el clima y en sus impactos. Esperamos llamar realmente la atención sobre los servicios que los bosques brindan a las personas”.
El impacto en la agricultura
El estudio también aborda los efectos de la deforestación en los patrones de la lluvia y en la temperatura de una determinada localidad. Por ejemplo, las grandes extensiones de bosques, como la Amazonía, reciclan la humedad de la atmósfera para luego transformarla en lluvia que los árboles liberan a través de la evapotranspiración.
Sin embargo —explica el documento— cuando ocurre deforestación a gran escala este ciclo se interrumpe, incrementando las sequías incluso a cientos de kilómetros de distancia del lugar en donde se ha perdido el bosque.
“Los investigadores estiman que los bosques de Brasil proporcionan entre el 13% y el 32% de la precipitación anual en Bolivia, Paraguay, Uruguay y Argentina. Por tanto, la deforestación en Brasil puede ser uno de los principales contribuyentes a la sequía en los otros países”, se indica en la investigación.
Seymour señala que si se continúa destruyendo la selva amazónica, el riesgo de interrupción de las lluvias será mayor, no solo dentro de la región, sino en las áreas distantes a ella. Además, la experta señala que se debe tener en cuenta cómo esto afectará a la agricultura.
La investigadora menciona que uno de los cambios que ocurren en las precipitaciones, como consecuencia de la deforestación, es el acortamiento de la temporada de lluvias. “Una de las grandes razones por las que Brasil, por ejemplo, ha sido una potencia agrícola es que tiene una temporada de lluvias larga, lo que ha permitido una doble cosecha por año. Sin embargo, si se acorta esa temporada de lluvias ya no habrá doble cultivo y eso tendría un gran impacto en el sector agrícola”.
La deforestación tiene otros efectos en el clima.
En la investigación se advierte que los efectos más preocupantes se encuentran en los trópicos, “donde las altas temperaturas hacen que cualquier calentamiento adicional sea especialmente riesgoso”. Así, el documento precisa —basándose en estudios previos— que cuando los bosques tropicales se convierten en tierras de cultivo, las temperaturas máximas durante el día pueden aumentar en más de 7 grados centígrados.
“Estos aumentos están afectando la productividad de los cultivos y exponiendo a las personas a una mayor morbilidad y mortalidad debido al estrés por calor”, dice el documento.
Seymour menciona un estudio que mostró cómo el incremento de la temperatura afectó los cultivos de soya en Brasil. “Lo que se detectó fue un efecto de la temperatura hasta a 50 kilómetros de distancia, entonces, con el aumento de la deforestación, las temperaturas extremas aumentan y afectan el rendimiento de los cultivos, así que definitivamente es una amenaza para la agricultura en la región”, agrega.
Estos cambios no solo provocan cambios en el medio ambiente, también en la seguridad alimentaria y en la salud de las personas, advierte la experta de WRI. “Cuando se trata de la salud humana o los cultivos, son los extremos los que son importantes. La pérdida de los cultivos o la imposibilidad de trabajar bajo el sol por el calor extremo son algunas de las implicaciones para las personas que presentamos en nuestro informe”.
Los trabajadores rurales en los trópicos son algunas de las personas más pobres y vulnerables en el planeta —agrega Seymour— y ellos estarán directa e inmediatamente afectados por los aumentos de temperatura, debido a la pérdida de bosques. “Estamos exacerbando sistemáticamente las desigualdades existentes. No es justo. Para tener una política climática más justa, debemos tener en cuenta estos impactos”, precisa.
Michael Wolosin menciona que se puede suponer que habrá impactos incluso en áreas tropicales secas, porque en esos lugares ya hace mucho calor, por tanto, si se da un ligero aumento en las temperaturas, los riesgos a sobrepasar los límites de calor son mayores.
“Podemos decir que las comunidades alrededor de la deforestación en los trópicos van a enfrentar estos impactos, pero se necesita más investigación para estimar la magnitud de los efectos y comprender cómo afectará a los diferentes cultivos en todo el mundo”.
Por eso, Wolosin considera que se debe incluir a la agricultura en la conversación sobre la protección de los bosques. “Creo que la idea es que esto podría cambiar la política de la conversación sobre el uso óptimo de la tierra, y en lugar de pensar en agricultura versus bosques debemos hablar de agricultura y bosques, porque la agricultura depende de mantener la cubierta forestal”.
Para Seymour, además, es injusto si no se toman en cuenta todas las funciones de los bosques en la política climática global. “Estamos recompensando a los países por su acción climática basados solo en la contabilidad del carbono, pero los países tropicales se quedan cortos porque subestimamos sistemáticamente el valor de su esfuerzos para proteger los bosques. En realidad deberíamos pagar más por proteger los bosques tropicales”.
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