Esta no es una cátedra de economía. Pero hay algo de eso.

Gabriela Montalvo es economista y tiene un posgrado y una especialización superior en gestión cultural y una maestría en estudios de la cultura. Y si hay alguien en este país que pueda hablar sobre las conexiones —o desconexiones— entre arte y economía —se podría decir, al mismo tiempo, entre cultura y economía—, pues es ella.

Porque es uno de los campos que ha investigado, en el que ha podido encontrar cómo varias de las ideas y postulados de la economía feminista se manifiestan. Un espacio en el que todavía queda mucho por trabajar.

“El campo del arte debería ser un campo fascinante para los economistas. En el campo artístico se rompen casi todas las lógicas o casi todos los postulados de la economía, frente a otro sector que se analice”, dice ella en un momento de la conversación.

Cada cierto tiempo, como si fuese un hecho de la naturaleza condenado a repetirse con cierta regularidad, algo sucede en la opinión pública que trae de vuelta una discusión extraña sobre el acto artístico, sobre la gestión cultural en el país, sobre la gratuidad para favorecer el acceso y sobre los subsidios o mecenazgos que el arte debe recibir para suceder. Con comentarios a favor y en contra. 

Pero todos desde una perspectiva muy clara: el arte, el artista, quien hace cultura no importa o es lo que menos se considera. Lo que existe es la obra como objeto final y ¿lo demás? Bien, gracias.

“Vivimos en un momento histórico en el que la cuestión económica, vista desde cierta perspectiva, es imperante”, dice al empezar la charla. Su investigación, vinculada al lugar que ha ocupado el arte en el pensamiento económico, genera una exigencia: es necesario hablar sobre por qué socialmente lo artístico es visto como algo “lindo”, alejado de la vida real, producto de la inspiración y de algún regalo divino.

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Gabriela Montalvo conversa con Eduardo Varas. Fotografía de Vanessa Terán para GK.

¿Por qué esa distancia entre el arte, lo artístico, y la forma en que la sociedad lo entiende o lo excluye?

Creo que desde el principio del estudio económico, desde que empezaron los primeros pensadores económicos, ellos sí tuvieron una preocupación por el tema del arte. 

Las reflexiones del mismo Adam Smith, Marx, de varios liberales, de los marginalistas, varios de esos pensadores —a mí me gusta recalcar que eran filósofos, personas que estaban pensando, reflexionando— giraban en torno a cuestiones mucho más trascendentes que la ganancia, el valor y la riqueza. 

Ni siquiera hablan solo de bienestar, sino que hablan de “placer”. Sus reflexiones estaban a esas alturas.

Por ejemplo, Adam Smith hizo una categorización de lo él consideró productivo. Él empieza a hablar de esta nueva categoría y encontraba que la productividad estaba ligada a la producción de bienes, a lo que puedas intercambiar en el mercado. Pero para él, los servicios no eran productivos, porque se extinguen en el preciso momento en que se producen. 

Para Smith hay unas profesiones que son, por excelencia, improductivas. Para él, el culmen de la productividad sería el trabajo doméstico y él lo dice así. 

Y dice que hay otras profesiones muy nobles que también son improductivas, entre las cuales menciona al soberano, los militares, los médicos y también dice los poetas, los actores y los músicos. Porque estas personas no tienen nada que ofrecer en el mercado. Para él, estas actividades no tendrían este valor de cambio que él hablaba, serían improductivas.

¿Y qué pasa luego con Marx?

El arte ni siquiera adquiere valor con Marx. Llega él y dice que los artistas producen arte como los gusanos de seda producen seda; más o menos porque es su vocación, su naturaleza, es inevitable. 

No les queda más remedio porque está en su ADN. Para él ese es un trabajo liberado de alienación porque no estaba destinado para el intercambio. No es que el artista haga su trabajo y produzca su obra pensando en la retribución económica que va a tener. 

En el análisis de Marx, el artista no estaría poniendo su trabajo al servicio del capital o de la producción en el sentido capitalista. Eso ahora es discutible porque hay producciones culturales que están puestas explícitamente al servicio de las ganancias y al sentido capitalista.

Marx dice que el artista, lo máximo que puede ser, es comerciante, porque el rato que ya está lista la obra la puede llevar al mercado, pero no es un trabajador. Desde el principio, el artista queda fuera de la categoría del trabajador, no es trabajo lo suyo. Ahí tienes una primera exclusión.

Desde esas dos primeras perspectivas ya no hay mucho que hacer…

Los economistas vamos a pensar en las cosas que son productivas y los marxistas vamos a pensar en el trabajo alienado y la cultura y el arte van quedando fuera del análisis económico.

¿Luego cómo se va complicando más la relación entre arte y actividad económica?

Pues en algún momento de la modernidad se adopta a la cuestión económica como lo preponderante. Es un paradigma economicista. Y es lo económico lo que define lo político y lo social. 

Hay una preocupación económica que tiene que ver además con el hecho de producir, Porque hay esta idea de las escasez. 

Fíjate que la economía no surge necesariamente con esa preocupación, pero es una preocupación que va surgiendo luego y que se profundiza en un punto del estudio de la economía y es por esta economista mujer, Joan Robinson, que empieza a hablar de esto. 

Su definición de economía se adopta como concepto: la economía es la ciencia que estudia cómo distribuir los recursos escasos para satisfacer las necesidades ilimitadas.

Para mí hay algunas falacias y errores en esa definición, que se aceptó como si fuese exacta. Y con ese mismo concepto nos hemos seguido manejando. Tú partes de una idea de escasez, que es un problema que hay que solucionar. 

¿Cómo se soluciona ese problema? Produciendo, produzco más y siempre habrá esta escasez, siempre se dirá que no alcanza y eso te conduce a otra idea, a la de la disputa. Debemos disputar para conseguirlo.

Y luego está el concepto de las necesidades ilimitadas. En economía se enseña que el ser humano nunca se va a satisfacer y siempre va a querer más. 

Esa preocupación inicial de estos pensadores, que estaban preocupados por el placer, y que hablaban de cosas como el valor, pues en algún momento de la historia del pensamiento económico se perdió. Ya no se habla de valor, sino de utilidad.

Así llegamos a la actualidad…

Sí. Con la evolución del capitalismo, el capitalismo se va haciendo más liberal y el liberalismo también empieza a tener otras derivas, como la neoliberal. Y ellos se quedan en las escasez y en producir más, y nada del placer.

Esa es la idea dominante de la economía. La gente tiene en su imaginario eso al hablar de economía. Y cuando se imaginan a un economista, se imaginan a un señor que va a hablar de eso, de la escasez, de la utilidad, de la ganancia, del PIB. 

Eso es un economista. Y esa economía genera unas resistencias. Hay pensadores que hablan de cierta “arrogancia” de la economía frente a otras ciencias sociales. 

Así es como el sistema de pensamiento en el que vivimos adopta esta idea de economía. La escasez, productividad, consumo y ganancia, esas son las cosas que nos importan, eso reemplaza cómo nos denominamos como individuos. 

Cuando surge el paradigma del estado nación, entonces el individuo o la persona pasa a ser ciudadano, y luego ese ciudadano se convierte en su rol económico: eres productor, consumidor, cliente…

Y esto también debe tener su contraparte en el campo del arte.

El campo artístico se va desarrollando con la idea de que tiene que… Como lo que decía Marx, de que para que tú seas más fiel a tu naturaleza de productor de arte debes estar más alejado de la intención de ganancia. 

Pero esa intención no tiene que ser solamente de lucro, sino que incluso de remuneración. Entonces, yo produzco arte por producir arte. En esa libertad no busco ninguna recompensa económica, mucho menos monetaria. 

Así, el prestigio del artista se va relacionando con esa ausencia de recompensa económica. Por eso hay autores, como Bourdieu, que hablan de una relación inversa, de cómo el prestigio, el reconocimiento y la calidad del arte y del artista están en relación inversa de esa retribución que se haya buscado, en el sentido economicista.

Pero resulta que nadie puede vivir de la libertad de crear. Somos seres humanos, hechos de carne y hueso, y necesitamos comer, reproducirnos, necesitamos dormir, ingerir calorías. Tengo que sobrevivir, al menos. Ahí viene el tema de las necesidades.

Gabriela Montalvo Entrevista 3

Gabriela Montalvo en un punto de la conversación con Eduardo Varas. Fotografía de Vanessa Terán para GK.

El artista tiene necesidades, no vive en el aire, claro…

Por eso, una de las posturas heterodoxas más interesantes plantean una redefinición del mismo concepto de la economía, de redefinir las necesidades, en el sentido de que no necesariamente deben ser ilimitadas y que no se necesita una infinidad de cosas para satisfacerlas. 

Este concepto es de un economista chileno, Manfred Max Neef. Él dice que las necesidades humanas son pocas, lo que es infinito es la forma de satisfacer esas necesidades. Hay necesidades de subsistencia, necesitas alimentarte, oxígeno, etcétera. Y también tenemos necesidad de existencia, de relacionamientos, de crecimiento personal, pero es así. 

La gente se puede morir de hambre, pero se puede morir de soledad y de tristeza. Ninguna necesidad es más importante que otra. Las de subsistencia son más inmediatas, pero no más importantes. 

Lo importante de esto es que, desde esta perspectiva, el arte recobra otro tipo de importancia. El arte y la cultura serían tan importantes como comer, porque te permiten ser parte de algo, crecer, expresarte y satisfacer varias necesidades a través de un mismo satisfactor, además. Los seres humanos necesitamos el arte y la cultura. No es solo para países que hayan solucionado el hambre.

Porque tenemos esta idea desde el privilegio, que además me parece violenta, de que cuando pasamos por un barrio de pobreza o extrema pobreza, y vemos cómo viven, decimos: ¿cómo es posible que en esas casas tengan ese televisor?, o ¿se mueren de hambre y tienen antena de cable? 

Pues, ¿con qué derecho tú juzgas eso a lo que un ser humano decide asignarle o no sus recursos? ¿Por qué para esa persona no sería importante ver esa tele? ¿Por qué para un grupo no estaría permitida la fiesta, la embriaguez, el disfrute, el exceso? ¿A quién se le permite el exceso? ¿Qué es lo que hay detrás de eso? 

Un criterio productivista: Tú destina sus recursos a comer mejor, come mejor, duerme mejor para que produzcas más. 

No te corresponde el arte y la cultura, no te toca, no pienses en eso. Piensa en comer mejor, en educar a tus hijos. 

Lo mismo pasa con los países, ¿cómo un país del tercer mundo va a pensar en arte, cómo le va a asignar presupuesto al arte o a la cultura, en qué descabellada cabeza puede entrar asignarles una prioridad a esto? No te toca, no es para ti.

Es súper violento.

Entonces, los artistas o la gente dedicada al arte tienen que enfrentarse a esa perspectiva, también…

Desde esa perspectiva económica, es evidente que los artistas se van a sentir, por lo menos, intimidados, si no es violentados. 

Entonces, entiendes cuando dicen que la economía está lejos de mí, no quiero un análisis económico, no quiero saber cuánto soy del PIB, no me cuentes el cuento de la economía. 

El mismo artista se queda afuera.

Desde el feminismo no podía comprender cómo los artistas se rehusaban, por ejemplo, a no tener información sobre la producción artística. 

A las feministas no solo que les importa la economía, sino que han desarrollado todo un campo de conocimiento con la economía feminista y desde ahí se propone otro concepto de economía: 

El punto central de la economía no es la ganancia, no es la generación de riqueza. El punto central es el sostenimiento de la vida. Eso es lo que nos importa. Queremos producir y repartir los recursos para sostener la vida.

Bajo esa mirada de la economía feminista se podría decir que el arte es otra práctica que se ha feminizado.

Como pasa con el tema de los cuidados. Esos cuidados tienen su punto central en lo doméstico en sectores de salud y educación, sectores relacionados con mujeres. La feminización tiene que ver con la precarización y la subvaloración, desvalorización o desprecio de la educación, de la salud.

Y ahí es cuando me surge la pregunta: ¿habrá pasado esto también con el sector cultural? ¿Hasta qué medida es un sector feminizado? ¿Hasta qué punto puedo encontrar esta relación? No es exactamente igual que la salud y educación, pero sí hay puntos en común que explican la precarización que hay en el sector del arte. 

Eso no significa que no se haga arte o que no exista un mercado para el arte, aunque sea pequeño…

Es verdad que hay una producción que se da, no sé si por naturaleza, independientemente de cuánto se pueda obtener a cambio. 

Siempre va a haber artistas que hagan arte porque sí. Más o menos como los gusanos de seda, se va a seguir produciendo. Y por eso, en algún punto, este paradigma productivista se dio cuenta de que sí había algo que le interesaba en el arte: las obras.

Esa es la manera en que funciona el mercado.

Porque el capital descubrió que había una posibilidad de ganancia en el arte. Y que está en la obra. ¿Cómo me apropio de la obra, cómo es posible explotar la creación? Marx decía que era un campo favorecido que no podía ser explotado… Pero el capital todo lo resuelve, nunca hay que subvalorar el poder del capital. 

Esta capacidad creadora que circula ahí se resuelve a través del derecho. Todo el derecho de autor gira alrededor de la propiedad intelectual, quién es el dueño de esta nada que no puedo agarrar, cómo hago para convertirlos en mercancía, pues con la propiedad intelectual.

Las obras así tuvieron un precio, un valor.

Pero eso no pasó con el trabajo. Por ejemplo, la persona que vende el cuadro en millones de dólares, no es quién lo creó. El valor no le llega al autor.

No es un valor que se corresponde con el valor del trabajo.

Solo van a ser pocos los que lo consigan, el resto de la producción de los artistas se va a quedar en un submundo. Esto tiene que ver con la feminización, con la forma en la que trabajan los artistas. Los artistas trabajan, al igual que quienes hacen trabajo doméstico, lo que en economía feminista se llama: tiempo donado. El arte es destemporalizado. 

Aquí vuelvo a hacer una analogía con el trabajo doméstico. Porque el arte es un trabajo en el que el cuerpo está implicado, es algo que se hace con el cuerpo —como pasa en las artes escénicas—. Hay una desvalorización progresiva que se fue tejiendo en el arte. 

El arte se fue desplazando del lugar donde se hacían estas actividades y cada vez hay pocos lugares para producir el arte. Ahora se los hace en la casa, en la casa de la abuelita, en el garaje, donde se pueda. 

Y sabemos que los trabajos que se realizan dentro de una casa, desaparecen. Dentro de las casas no se produce nada

¿Entonces, hay alguna alternativa para que el artista pueda ser visto o considerado?

Mi teoría es que el valor se genera en el circuito independiente. El artista se forma, forma su prestigio, su capacidad, se hace quién es en el circuito independiente.

Cuando tiene nombre, cuando su arte o escritura es reconocida, puede entrar en otros circuitos. Pero los otros circuitos no van a remunerar nunca, ni a reconocer la producción anterior.

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Eduardo Varas conversa con Gabriela Montalvo, en una cafetería al norte de Quito. Fotografía de Vanessa Terán para GK.

Esa producción y ese proceso de preparación que lo llevó a convertirse en artista…

No nadie le va a dar el valor que le tomó llegar hasta ahí. Ahora hablamos de trabajo doméstico, por ejemplo, pero no del artístico. 

No hablamos de cuánto genera la cultura ni de cuánto trabajo hay.

¿Y desde el lado de los artistas? Sabiendo que deben enfrentarse a perspectivas que los ignoran…

El mismo sector cultural sigue con una resistencia de hablar y de relacionarse con la economía. Si me preguntan a mí, los economistas estamos un poco más abiertos a comprender el arte y el valor de lo simbólico. Pero para los artistas, esto sería “querer prostituir el arte”. 

Todos quieren platita, pero no quieren ser parte de la economía.

Querer platita para poder hacer arte…

Porque el arte no puede existir sin un tipo de financiamiento, auspicio o mecenazgo. Necesita que alguien de afuera dé el dinero para que suceda. 

Así sea del Estado o privada la fuente de ese dinero…

Mira, por ejemplo, la Secretaría de Estado de Estados Unidos, después de la Primera Guerra Mundial, se dio cuenta de que había un interés para apropiarse del espacio simbólico. 

Así que los gringos dijeron: “Esto es nuestro”. Así nació Hollywood. No solo fueron las fortunas privadas las que generaron esa industria.

Mientras tanto, seguimos enfocados en la obra como lo único tangible de la experiencia artística. Ya sea como público, sociedad o Estado que entrega fondos o empresa privada que financia algún proyecto…

Cuando hay toda una cadena de producción que empieza con la preparación del artista y que termina en la obra. Hoy, todas las medidas se dirigen a la obra.

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Eduardo Varas
Periodista y escritor. Autor de dos libros de cuentos y de dos novelas. Uno de los 25 secretos mejor guardados de América Latina según la FIL de Guadalajara. En 2021 ganó el premio de novela corta Miguel Donoso Pareja, que entrega la FIL de Guayaquil.
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