Este reportaje es parte de la alianza entre GK y Mongabay Latam


Entre 2010 y 2017 en el mundo se exportaron más de 87 mil metros cúbicos de madera. Más del 99 % fueron de cedro americano (Cedrela odorata), lo cual muestra la gran importancia internacional de esta madera pero también el riesgo al que se enfrentan debido a su fuerte explotación. Para ampliar la protección de las especies de cedro, el 28 de agosto de 2019, Ecuador propuso incluir todas las especies en el Apéndice II de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES). La iniciativa fue aprobada y el apéndice actualizado entró en vigencia el 28 de agosto de este año. 

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Los Apéndices I, II y III de la CITES son listas de especies con diferentes niveles y tipos de protección debido a una comercialización excesiva. En el I está la fauna y flora con el mayor grado de peligro de extinción. El apéndice II contiene a las que no tienen necesariamente amenaza de extinción, pero que podrían llegar a estarlo si no se controla estrictamente su comercio. En el III, por su parte,  se incluyen las especies que necesitan de la cooperación internacional para ser protegidas. 

Lo que ocurrió con los cedros ecuatorianos, tal como ocurre con todas las especies incluidas en el Apéndice II, es que su comercialización solo puede darse con un permiso especial de exportación. Las autoridades locales lo concederán solo si han determinado que ese comercio no es perjudicial para la supervivencia de las especies. 

La noticia es positiva y los cedros quedaron protegidos internacionalmente; sin embargo, esta convención no regula la tala y el comercio dentro del territorio ecuatoriano y en ese ámbito hay grandes falencias. Según Walter Palacios, investigador asociado del Instituto Nacional de Biodiversidad (Inabio), la pérdida de un árbol tan importante para el ecosistema tiene un impacto difícil de predecir para la riqueza de especies de flora y fauna de Ecuador y aún faltan controles más estrictos para su comercialización dentro del país.

Un árbol muy codiciado que se va agotando

El cedro (Cedrela) es un género de árboles de los cuales se han identificado 19 especies en la región y al menos siete están en Ecuador: odorata, angustifolia, fissilis, montana, nebulosa, kuelapensis y domatifolia. Palacios dice que la inclusión de todas las especies de cedros en el Apéndice II de la CITES es importante pero en Ecuador, donde la tala de estos árboles abastece más al mercado interno, esta decisión carece de relevancia. El investigador asegura que el apéndice de la CITES es valioso en los países que exportan grandes cantidades de este árbol. El punto crucial es que, en Ecuador, el “agotamiento de las especies” fue provocado por el consumo interno.

Hay cedros distribuidos por todo el Ecuador pero su amplia distribución no es sinónimo de que sus poblaciones estén libres de peligro. Claudia Segovia, investigadora experta en biología vegetal, dice que hay especies en la Amazonía, en la Costa, en los Andes e, incluso, una introducida en las Islas Galápagos. Walter Palacios añade que son un género de árbol que puede crecer desde los cero metros sobre el nivel del mar hasta los  3.200, dependiendo de la especie. Hay algunas, dice el investigador de Inabio, como la domatifolia que solo crece en unas áreas muy pequeñas de la Amazonía y en las faldas de los Andes. Según comenta, cada especie tiene sus particularidades pero, la mayoría, tiene una distribución reducida. Ese es un problema porque al concentrarse en espacios pequeños corren mayor riesgo de desaparecer. 

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El cedro, también conocido como oro rojo, es una de las maderas más codiciadas del mundo. Fotografía de Walter Palacios.den

En 2011, según la FAO, el país tenía la tasa más alta de pérdida de bosque en América del Sur. Actualmente lo superan Brasil, Colombia, Bolivia y Perú. Sin embargo, solo entre 2001 y 2019, Ecuador ha perdido 822 mil hectáreas de bosques. La intensa deforestación ha obligado al  gobierno a tomar medidas de control extremas como vedas o disposiciones administrativas para proteger a las maderas más codiciadas como la caoba o el cedro.

Un documento de 2017 del Ministerio de Ambiente, sobre la deforestación en el país, indicaba que los ecosistemas con mayor superficie de bosque perdido en Ecuador son los bosques de la Amazonía norte, del Chocó y los deciduos de la Costa, ecosistemas donde se encuentran varias especies de cedro. Sin embargo, en respuesta a un pedido de información sobre las retenciones de esta madera, el Ministerio de Ambiente y Agua (MAAE) dijo que entre 2014 y 2019 decomisó solo 274 metros cúbicos de madera de cedro obtenidos de forma ilegal.  El MAAE no respondió el pedido de información de Mongabay Latam sobre las zonas en las que se hicieron los decomisos y qué se hizo con la madera incautada. 

Walter Palacios dice que los volúmenes de madera de cedro decomisados no son documentados de forma completa. En Ecuador, dice el investigador, se aprovechan casi 600 tipos de árboles para madera y al ser tantas las especies que circulan en el país, es muy difícil saber de dónde provienen. Según Palacios, muchas veces los puestos de control son manejados por personas que no tienen la experiencia o las herramientas necesarias para identificar la madera transportada. 

Para el investigador, esta es una consecuencia de la falta de inversión del Estado en la protección de la biodiversidad nacional pues los encargados deben ser capacitados, contar con manuales y tener muestras de madera para hacer las comparaciones. “Sin esos recursos no podrán reconocer cuando se transporta madera no autorizada”, dice y agrega que ese es uno de los principales motivos por los que la madera de cedro sigue pasando la inspección y hay subregistro en las cantidades incautadas. 

Además de ser un negocio ilegal altamente lucrativo, el comercio ilícito de madera de cedro tiene efectos negativos en el ambiente pues estos grandes árboles cumplen una función importante en el equilibrio de los ecosistemas. La bióloga Claudia Segovia dice que son árboles de dosel, es decir, actúan como una especie de paraguas que protege a otras especies vegetales y animales y evita que el suelo se contamine. Segovia explica que cuando se tala un cedro no solo se pierde un árbol sino insectos, monos, arácnidos, flores y hasta aves. Por eso, asegura que es importante que se regule de mejor manera su comercio interno.

Y es que los cedros no solo enfrentan presión por tala ilegal. Por ejemplo, en Imbabura, una provincia al norte de Ecuador, está el Bosque Protector Los Cedros. No solo es una zona reconocida por la presencia de estos árboles sino por ser el hogar de más de 216 especies de pájaros, 180 de orquídeas y 600 de polillas. Además, allí viven 179 especies con alto riesgo de extinción. A pesar de esto, en marzo de 2017, el Estado ecuatoriano concesionó el 68 %  del bosque para fase de exploración inicial en mediana y gran minería. 

Como si esto fuera poco, Segovia dice que ya no se encuentran bosques naturales de cedros. Según comenta, es frecuente encontrar árboles separados por dos o tres kilómetros y esas condiciones han facilitado que las especies de este género se estén agotando. 

Falta de inversión y falta de investigación 

A este panorama se suma la falta de información sobre el género Cedrela. En Ecuador todavía no se han identificado todas las especies que hay en el país y, sobre las que se tiene algún tipo de información, faltan datos clave para desarrollar métodos de protección efectivos.  Por ejemplo, la Cedrela odorata, la nebulosa y la fissilis ecuatorianas están clasificadas en la lista roja de la UICN como especies vulnerables. Es decir,  si las condiciones que amenazan su supervivencia y reproducción no mejoran, podrían extinguirse. Pero eso no es todo: cinco de las siete especies de cedro en Ecuador aún no han sido evaluadas por la UICN. 

El investigador Walter Palacios dice que todas son especies vulnerables, pero reconoce que “no hay inventarios que indiquen el tamaño de las poblaciones”. Palacios cree que, probablemente, la más abundante sea la cedrela odorata, también conocida como cedro rojo, pero no existe información científica suficiente que compruebe su hipótesis. Tampoco se sabe cuáles son las especies más afectadas y cuál es el impacto de su deforestación. Lo que sí sabe Palacios es que aún hace falta mucha investigación.

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En Ecuador todavía no se han identificado todas las especies de cedro que hay en el país. Por eso faltan datos clave para desarrollar métodos de protección efectivos. Fotografía de Walter Palacios.

El principal problema es que no existen los recursos económicos necesarios para estudiar la biodiversidad. Los estudios, dice el investigador de Inabio, en su mayoría han sido financiados por agencias internacionales y no por el Estado ecuatoriano. “En este momento ya no hay gente que esté en el campo estudiando las plantas, los botánicos son la primera especie en peligro de extinción”, destaca. 

Palacios está trabajando para clasificar botánica y genéticamente a tres nuevas especies para Ecuador—dos están en la Costa, y la otra, entre la Costa y la Sierra, en la provincia de Santo Domingo de los Tsáchilas—. El investigador espera publicar un libro con los resultados de su investigación el próximo año, pero también está limitado por la falta de recursos y aclara que sus estudios son financiados por su propia cuenta. Actualmente, uno de sus colegas de la Universidad San Francisco de Quito se está encargando del análisis genético de las nuevas especies, “entonces la universidad aportó con un poco de capital”. Sin embargo, la falta de apoyo impide que se avance con celeridad. 

¿Cómo se protege al cedro dentro de Ecuador?

En febrero de 2011, el Ministerio de Ambiente de Ecuador (MAE) emitió una disposición administrativa sobre la caoba y el cedro que impide que se corte y se aproveche su madera. Según un documento firmado por la entonces ministra Marcela Aguiñaga, la disposición regirá “hasta cuando se disponga de la información de los resultados de las investigaciones para evaluar las poblaciones naturales de estas dos especies”.  Aunque el mismo documento establece que la veda del género Cedrela sería por dos años, Silvana Chulde, de la dirección de bosques del Ministerio, confirmó que la prohibición de aprovechar la madera de cedro se mantiene. En otras palabras, todavía no se dispone de resultados que permitan evaluar las poblaciones de estos árboles. 

 En 2018 el MAE recibió alrededor de 50 millones de Noruega y Alemania para reducir la deforestación en un acuerdo con el Programa REED Early Movers (REM). Una de las iniciativas del proyecto REM es desarrollar la metodología para hacer un inventario de maderas en peligro como el cedro y la caoba en la parte baja de la Amazonía. Walter Palacios aclara que esa investigación podría tomar hasta 2021 y que el inventario de especies y los estudios de deforestación en el resto del país, quedarían pendientes. 

Milton Sosa, comerciante de madera en Ecuador, dice que él no ha vendido cedro desde hace más de 10 años y aunque es posible adquirirla de plantaciones forestales —áreas en las que se sembraron los árboles con el propósito de ser comercializados— él prefiere no hacerlo. Sosa dice que al “ser una madera fina” era muy deseada principalmente para la elaboración de muebles y por eso hubo una “explotación irracional”. 

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Entre 2001 y 2019, Ecuador ha perdido 822 mil hectáreas de bosques. Fotografía tomada de la cuenta de Twitter de las Fuerzas Armadas del Ecuador.

El cedro ha sido reemplazado con otras maderas como la Cedrelinga cateniformis, conocida comunmente como chuncho o seique, que no tiene las mismas propiedades, pero que funciona para la elaboración de muebles. Sin embargo, las regulaciones del Estado y los esfuerzos de ciertas empresas privadas no han sido suficientes para acabar con la tala ilegal. 

Un reportaje de Mongabay Latam, publicado en 2018, reveló que se extraía cedro ilegalmente de una zona intangible del Parque Nacional Yasuní, área en la que están prohibidas las operaciones extractivas. Claudia Segovia dice que dentro del Yasuní hay Cedrela fissilis, una de las especies de cedro clasificadas en la lista roja de la UICN como vulnerable. Las denuncias comenzaron al menos 11 años antes en el libro ¡A quién le importan esas vidas! de la periodista Milagros Aguirre Andrade. Según Aguirre, aunque en ese tiempo se instaló un puesto de control oficial en la provincia amazónica de Orellana, no se apresó a ningún maderero. Para las autoridades ecuatorianas, dice el reportaje, es difícil controlar el borde del Parque Nacional Yasuní, una de las zonas en las que continúa la tala de cedro y otras especies en peligro. 

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Biólogos como Walter Palacios y Claudia Segovia creen que si no se inyectan más recursos para la investigación, el control y la protección de la biodiversidad ecuatoriana; los reglamentos, vedas, disposiciones administrativas y hasta el Apéndice del CITES no pasarán de la teoría a la práctica. Segovia asegura que, para que exista una regulación real, es necesario conocer más de la especie y sin bases científicas es difícil plantear políticas sólidas de conservación. Según dice, se debe empezar a hacer estudios genéticos y botánicos para entender la distribución, reproducción y crecimiento de los cedros, y así plantear soluciones sostenibles para evitar su extinción. Aunque el cedro se ha usado en Ecuador desde hace más de 300 años, la investigación de estos árboles todavía es una tarea pendiente en el país.