Las macabras imágenes que salían desde Guayaquil dejaban claro que la cuenta oficial de muertes por covid-19 no cuadraba con la realidad. Con su credibilidad en juego, el Gobierno empezó a contar también —desde el 30 de marzo— a los fallecidos “probables”. Abril terminó con un saldo triste de de 1.063 muertes confirmadas y 1.606 probables, lo que sumaría 2669. Pero incluso esa cifra se queda corta. Así lo reconoció el Secretario General de Gabinete de la Presidencia de la República del Ecuador, Juan Sebastián Roldán. En una entrevista en CNN dijo que al menos 6.700 personas en la provincia del Guayas habrían fallecido por coronavirus hasta el 15 de abril sin haberse hecho una prueba. Determinar cuánta gente murió es imperioso para dimensionar cuán grave fue la pandemia en nuestro país.
¿Cómo hacerlo?
Establecimos una proyección usando una tasa de mortalidad anual proyectada y un promedio diario de cuánta gente habría muerto en cada provincia en 2020 sin pandemia —es decir, cuánta gente habría fallecido en condiciones que podríamos llamar “normales”.
Tomamos las estadísticas de defunciones provinciales de 2018 y 2019 del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) y las cruzamos con la población proyectada de estos años, obteniendo las respectivas tasas de mortalidad para cada provincia. Seleccionamos la tasa más alta de ambos años y la cruzamos con la proyección poblacional de 2020.
Esto nos permitió tener alrededor de un 98,45% de precisión. Aplicamos el proceso a los primeros dos meses del 2020, y la proyección difirió con los datos reales en apenas -3,47% (enero) y +0,6% (febrero).
Respecto a la cifra real de defunciones de 2020, tomamos en cuenta los reportes diarios del Registro Civil. Los datos presentados son preliminares, ya que la base de datos del Registro Civil de Ecuador se actualiza de manera permanente por las inscripciones de defunciones que se hacen a diario.
Si bien el incremento en las muertes no debe ser atribuida únicamente al covid-19, es importante que posteriores análisis revisen el nivel de defunción real por “influenza y neumonía” que, al cierre de 2019, era la tercera causas de muerte general —un 5,6% de todas las defunciones registradas en el 2019.
Variación de defunciones a nivel nacional
En cincuenta días de emergencia se registraron 21.799 defunciones frente a un normal proyectado de 10.380 —un incremento de 11.419 muertes. Entre el 31 de marzo y el 7 de abril de 2020 hubo al menos 500 casos diarios de defunciones más de las esperadas. Los picos ocurrieron el 1 y 4 de abril. A partir del 22 de abril, por primera vez desde el 27 de marzo, los incrementos no superaron las 200 defunciones por sobre las que se habrían esperado sin pandemia.
El 29 y 30 de abril son las primeras fecha que registran incrementos menores a la centena, contando desde el 25 de marzo de 2020. La última fecha con valores cercanos a la mortalidad que habría sido la normal esperada fue el 22 de marzo.
Variación de defunciones por provincia
Durante estos cincuenta días, el incremento de muertes sucedió en siete de las veinticuatro provincias del país: Guayas, Santa Elena, Manabí, El Oro, Santo Domingo de los Tsáchilas, Pichincha y Los Ríos. En total hubo 12.371 más defunciones de lo normal proyectado —el 94% de esos fallecimientos sucedió en Guayas y Santa Elena.
En el resto de provincias no hubo crecimiento. En algunas hubo una notable disminución de defunciones reales frente a la mortalidad normal. A la fecha de corte del reporte del Registro Civil (3 de mayo de 2020), en estas diecisiete provincias hubo 952 defunciones menos respecto del normal proyectado. Hay que tener cuidado al observar el fenómeno a nivel nacional, pues la curva de Guayas eclipsa lo que podría estar pasando en otras provincias.
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El sinceramiento del nivel de fallecidos es una de los primeros pasos para dimensionar el iceberg de contagiados y de ciclos de contagio. Si bien no tendremos conocimiento certero de si el excedente de fallecidos murieron por el covid-19, es claro que no hay cómo seguir perdiendo el tiempo contando las muertes en cifras de 4 dígitos, y en 5 dígitos los casos de contagios.
Los datos del Ministerio de Salud (que se reflejan en los reportes del Servicio de Riesgos) prácticamente son una muestra, no un censo de la población ecuatoriana de contagiados. Un censo engloba la totalidad, una muestra solo una parte de la misma (y dependiendo de su metodología podría ser representativa).
Dar como ciertas las cifras oficiales de Ecuador al cierre de abril (1.073 fallecidos oficiales) implicaría asumir una tasa de letalidad de 4% respecto a la muestra de contagiados confirmados. Es una cifra que no tendría mucho sentido si se la compara con la de otros países que han tenido mayor letalidad pero superlativa capacidad de detección de casos y esfuerzos de exámenes de diagnóstico per cápita—entre 4 y 10 veces más de lo que ha podido hacer el Ecuador.
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El nivel de letalidad es un variable creíble en países con gran capacidad de testeo e identificación de defunciones por causa de covid-19. Incluso los que cumplan estas condiciones podrían adolecer de subestimación de contagios, pero al menos los reportes del sistema sanitario englobarían la realidad de fallecidos por covid-19.
Las condiciones del Ecuador no son muy alentadoras. Nuestro país tiene una aparente baja letalidad, lo que carece de sentido para un país con bajo testeo y defunciones muy por encima del rango de lo normal. No hay cómo valerse exclusivamente de las cifras sanitarias oficiales para dimensionar el contagio y hay que recurrir a contabilidades paralelas a las del sistema de salud, como en su momento las de los cementerios y, desde que se hicieron públicas , las del Registro Civil.
Hay que buscar luces dentro de lo disponible. Está claro que la estadística emanada del sistema de salud no es suficiente para dimensionar la extensión del contagio de covid-19, pero sí permite perfilar descriptivamente respecto a la “muestra oficial” identificada.
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Fue un acierto el abrir las cifras de defunciones reales Registro Civil y lo es también la divulgación de casos confirmados según inicio de síntomas en los reportes del COE Nacional porque son variables que se refieren a períodos reales en la relación de las personas con el contagio, y que son menos sensibles a sesgos por registro administrativo.