Un año antes de las elecciones presidenciales y legislativas ecuatorianas, con las encuestadoras haciendo sondeos de opinión sobre las posibilidades de eventuales candidatos, son preocupantes los resultados de la investigación del Barómetro de las Américas sobre la democracia. 

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En su concepto más simple, la democracia es una forma de gobernar que le otorga el poder a los ciudadanos. Una de las características irrenunciables para que exista es que las elecciones sean libres y los individuos puedan participar de las decisiones que se toman en el poder. En democracia, además, hay respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales (de expresión, de culto, de asociación, de prensa, de asociación, entre otras). Estas quizás son las nociones más elementales para la convivencia lejos de la concentración de poderes, los abusos del gobierno y la desprotección para los ciudadanos. Por eso, es sumamente preocupante que apenas la mitad de los ecuatorianos considere que es el mejor sistema de gobierno.  A la otra mitad, un gobierno antidemocrático no le preocuparía. Es un peligroso caldo de cultivo.

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La encuesta se hizo en 18 países de la región, entre 2018 y 2019. Uruguay, la encabeza en aceptación de la  democracia. Siete de cada diez uruguayos creen que es el mejor sistema. En Honduras, último en la lista, solamente el 45% de la población la apoya. Ecuador está en la mitad, mostrando uno de los niveles de más bajos de los últimos 15 años. El más alto fue en 2014: 66,7%.

Qué tan débil es la democracia en Ecuador

En dos años, cayó más de 13 puntos: 2016 fue el peor desde 2004. Apenas 53% de los ecuatorianos creíamos en ella. Tres años más tarde, se recuperó apenas un punto, llegando al 54,4%. Apenas el 38% de los ecuatorianos están satisfechos con ella. Es el nivel más bajo desde 2008. Las señales de alerta son claras.

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Ecuador ha sido una excepción en la región. Mientras países como Chile o Argentina vivían cruentas dictaduras, que dejaron miles de asesinados y desaparecidos, en nuestro país, aunque hubo autocracias militares por casi una década —entre 1970 y 1979—, el nivel de represión y violencia era incomparable. La transición a la democracia fue, además pacífica. 

En 2019 se cumplieron cuarenta años del regreso a la democracia, que se instauró con la presidencia de Jaime Roldós Aguilera. Desde su posesión, han pasado quince presidentes más y aunque la democracia ha vuelto a tambalearse en varias ocasiones —tres presidentes fueron derrocados antes de terminar sus mandatos— el sistema ha prevalecido, y los militares no han vuelto a intentar tomarse Carondelet. 

Sin embargo, parece que la memoria no es antídoto suficiente para poner en duda a la democracia. La investigación del Barómetro de las Américas, dice también que quienes tienen entre 16 y 25 años de edad (y, por ende, no vivieron en dictadura) apoyan más la democracia que quienes se encuentran en el grupo de 46 a 55 años —que vivieron o nacieron en dictadura.

Qué tan débil es la democracia en Ecuador

Y aunque el Ecuador del 2019 es bastante menos tolerante a la posibilidad de un golpe de estado militar que en 2004, las cifras son aún desalentadoras. Hoy, cinco de cada diez ecuatorianos estaría dispuesto a tolerar un golpe desde los cuarteles en un contexto de alta delincuencia y cuatro de cada diez en un contexto de corrupción. 

En ambos casos, la disminución con respecto a 2004 es de más de catorce puntos. Seis de cada diez jóvenes entre 16 y 25 años dijeron estar dispuestos a tolerar un golpe de estado militar en esos contextos. También lo dijeron cinco de cada diez personas entre 26 y 35 años y cuatro de cada diez entre 36 y 65 años. Entre quienes tienen más de 66, solo dos de cada diez lo tolerarían. A menor educación, la tolerancia a un golpe militar aumenta: seis de cada diez personas sin ningún nivel de educación lo apoyarían comparado con cuatro de cada diez con educación superior.

No es algo menor, tomando en cuenta que la investigación revela que, aunque ha bajado desde 2013, las Fuerzas Armadas son la institución de mayor credibilidad en el país. Ese año, el 

73,9% de los ecuatorianos decía confiar en ellas; cinco años más tarde, ha bajado a 71,2%. La Policía, en cambio, goza apenas de un 55%. 

En los últimos nueve años los bajos niveles de confianza en la Asamblea Nacional se han mantenido: solo cuatro de cada diez ecuatorianos confían en el legislativo. El nivel más bajo, desde 2004, fue en 2006 —sólo uno de cada diez ecuatorianos confiaba en lo que aún era el Congreso Nacional—. Ese año Rafael Correa ganó las elecciones en segunda vuelta, ofreciendo una Asamblea Constituyente y la cifra repuntó un poco en 2008: 21.7% de ecuatorianos confiaba en ese parlamento constitucional. 

La confianza en las instituciones en Ecuador entre 2004 y 2019.

A los partidos políticos les va peor: la confianza de entre 31 a 32% se ha mantenido entre 2012 y 2019. La confianza en el Presidente no es mucho mejor: solo cuatro de cada diez ecuatorianos confían en Lenín Moreno. Es la cifra de confianza en el Presidente más baja de la década. La más alta fue en 2014, cuando Rafael Correa era Presidente: 69,4% de ecuatorianos confiaban en él. 

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Durante las últimas semanas, Diana Atamaint, la Presidenta del Consejo Nacional Electoral ( CNE)  estuvo en la cuerda floja por un juicio político. Finalmente se salvó y será la encargada de llevar adelante el proceso electoral de 2019. Lleva en su bagaje serios cuestionamientos sobre su gestión y la transparencia dentro del CNE, una institución golpeada y con acusaciones de politización desde hace décadas. 

Qué tan débil es la democracia en Ecuador

En las últimas elecciones presidenciales, la victoria de Lenín Moreno frente a Guillermo Lasso fue duramente cuestionada y provocó incluso manifestaciones ciudadanas para exigir transparencia en los resultados. Esas dudas son, quizás, una de las razones por las que los ecuatorianos no creen en las elecciones. Esa cifra se ha ido deteriorando: en 2004, 63,1 % de ecuatorianos confiaban en las elecciones, catorce años después, solo 49%. Un pronunciado descenso.

Quizás por eso se explica que, cada vez que hay elecciones, el malestar por los resultados es generalizado. Las organizaciones políticas tienden a reclamar y los ciudadanos a desconfiar. Además, hay poca tolerancia política, en general, en la región. Ecuador está por debajo de la media: sacamos 50/100 en tolerancia política, ubicándonos así entre los cinco primeros países con menor tolerancia, detrás de Colombia, Bolivia, Argentina y Guatemala. 

Sin embargo, en nuestro país hay más tolerancia en algunos aspectos. Hay más tolerancia para que, quienes discrepan con los gobernantes salgan a manifestarse pacíficamente, que para que esas mismas personas sean candidatos.

Con ese escenario empieza el año preelectoral en el que algunos líderes políticos ya se perfilan como posibles candidatos presidenciales o para la Asamblea Nacional. Los datos de este estudio dejan, sin embargo, abierta esa oscura rendija por la que puede colarse un candidato capaz de usar un discurso que apele a lo peor de una sociedad políticamente intolerante y cuya democracia está herida. Ese sería el peor de los errores. La historia nos ha demostrado que, como Winston Churchill dijo, por lo menos hasta ahora, la democracia es el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás que se han inventado.