¡Oh no!  Siento un angustiante y culposo deseo de hacer un detox. 

El año se acabó, y lo único que ocupa mi mente ahora es bajar la barriga que no paró de crecer en diciembre. No me voy a quejar con ustedes. No después de haber comido platillos deliciosos y bebido como cosaco con la excusa de las fiestas. Lo comido no me lo quita nadie.  Pero en mi feed de Instagram, las cuentas de “bienestar” que sigo empiezan a recomendar dietas detox, jugos detox, cuerpos detox, vidas detox.

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Poco a poco me van lavando el cerebro y, enseguida, la resolución para el 2020 es no ser tan golosa, controlar mi apetito y vivir comiendo apios y manzanas por veintiún días para limpiar mi organismo. 

Sí, sí puedo. Lo haré. Hoy comienzo. Abro Instagram y empiezo con el infame gesto de nuestros tiempos: el scroll. Bajo y bajo y veo y veo.

Detox para eliminar toxinas del cuerpo. 

Detox para limpiar tu hígado 

Detox para tu estómago.

Detox, una palabra nueva para una vieja práctica. Como no es muy difícil de adivinar, viene de  desintoxicación, y se supone que sirve para deshacernos de todos los residuos y toxinas de nuestro cuerpo causados por malos hábitos alimenticios. 

Pero esperen, no estoy intoxicada. 

Sigo bajando por el feed infame.

Detox posts fiestas para comenzar bien el año,
Jugos detox para limpiar el organismo después de navidad,
        Dieta detox para perder tres kilos en una semana.

¿Tres kilos? Admito, me detengo. A ver.

La estrategia detox para perderlos incluye una supuesta “sopa milagrosa”, y en estas épocas cualquier cosa que lleve ese adjetivo delante parece demasiado bueno para ser realidad. 

Detox de la sopa milagrosa: ingiera la cantidad de sopa que desee al día. Solo se permiten alimentos líquidos. ATENCIÓN: NO HACERLA POR MÁS DE UNA SEMANA.

Los gritos de las  mayúsculas son como la advertencia de los fantasmas de los devotos del detox de la sopa milagrosa de las navidades pasadas. Lo pienso un poco y me convenzo que, al segundo día, me desmayaría. Mejor no.

Unfollow, 

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unfollow.

Cierro Instagram y respiro. Ya no estoy tan convencida. Nada de esto suena real, ni saludable, mucho menos feliz. No estoy segura que comer infinita sopa de vegetales al día sea muy rentable ni a corto, ni a largo plazo.  

A lo largo de la historia, muchas cosas ridículas se han hecho para perder peso. De hecho, las primeras “dietas milagro” aparecieron en la década de 1950, cuando se popularizaron entre amas de casa que, a pesar de sufrir mareos y cansancio, lograban mantenerse de pie comiendo solamente sopa de col todo el día por siete días.  En los 70 del siglo pasado vinieron la dieta de la toronja, la del Drinking Man, en la que los únicos alimentos permitidos eran los “varoniles”, ricos en proteínas como cortes de carne o abundantes mariscos, acompañados de litros de alcohol para lograr perder peso. Después, el milagro era la dieta de las grasas, que pretendía convertir al cuerpo en una máquina quemagrasas, comiendo únicamente… grasas.

Todas estas dietas, que parecen sacadas de un libro de bromas, siguen circulando en Internet. Vienen en versiones actualizadas, en versiones de Beyoncé o de la celebridad de turno que las popularice de nuevo, desacreditando todos los avances médicos y nutricionales que, con tanto esfuerzo, se han logrado hasta hoy, como saber que una alimentación balanceada y saludable puede ayudar a prevenir enfermedades crónicas, demenciales y hasta revertir la prediabetes.

A pesar de su auge, los detox no tienen la suficiente evidencia científica que respalde su uso. Hasta donde se sabe, no se han realizado ensayos controlados para evaluar su efectividad en humanos. De hecho, según la investigación de Marcos Cogollos, en la web de la Librería Nacional de Medicina del Instituto de Salud de los Estados Unidos hay solamente un ensayo clínico acerca de las dietas detox. Uno solo.

Además, las comidas opíparas nunca pueden ser intoxicantes. Según la Harvard Medical School, la intoxicación es un concepto médico: nuestro cuerpo solamente puede intoxicarse con drogas o venenos. Si por error algún día ingerimos lejía, la única manera de desintoxicarnos sería ir corriendo a Emergencias, no tomar cien litros de jugo de apio. 

Imaginarnos que la sopa de vegetales recorre nuestro cuerpo y va limpiándolo es caricaturesco. Es como dar por hecho que  las ratas y las palomas se comportan en la vida real como en los musicales de dibujos animados donde ayudan a barrer, coser y hasta terminan convertidos en cocheros humanos. Según la nutricionista Sara Mafla nuestro cuerpo se limpia solo, todos los días. Ese es el trabajo diario del hígado, el riñón y los pulmones. “No es recomendable hacer dietas extremas o intentar nada que prometa limpiar nuestro organismo”, dice Mafla. En su lugar, recomienda, tener una dieta balanceada, “y no estresarnos por haber comido tanto en diciembre”. En enero, dice, la gente suele regresar a su rutina diaria dejando de lado los excesos de las fiestas.

El verdadero detox que necesito es darle a mi estómago y alimentos el respeto que se merecen. ¿Qué tal si mejor soy agradecida con todo lo comido en diciembre y hago las paces con mi barriga? A fin de cuenta, no todos tiene la misma suerte de tener tal abundancia.

No necesito varios galones del jugo detox del momento, sino entender qué es lo que como, cuándo lo hago y por qué. Tengo —tenemos— que saber que existe un límite, que cenar pan con mantequilla y una copa de vino por más de tres días nunca es buena idea, y que Uber Eats jamás reemplazará a mi cocina, por más ocupada que esté entre semana. Hay que escuchar al cuerpo cuando dice ya no más y cuando dice ¡otra ronda! 

¿Qué tal si nuestros detox son prácticas diarias para, de verdad, mejorar nuestra alimentación? Dejar de ordenar tanta comida a domicilio no estaría mal, para comenzar. Cocinar más en casa, enamorarnos de un vegetal y probarlo de mil maneras distintas, rescatar una receta familiar y prepararla con el mismo cariño y empeño que nuestros padres y abuelos. 

Es hora de dejar de escuchar a todos los gurús del bienestar y darnos el tiempo de pensar qué alimentos nuevos nos gustaría probar este año. O quizá sea tiempo de darle nuevas oportunidades a lo que —pensamos— no nos gusta.

No está mal alejarse de los malos hábitos y de aquellas comidas que nos dejan literalmente sin aliento. Lo que está mal es querer tapar el sol de los malos hábitos con un detox. Sí, dejemos por un tiempo las carnes rojas, los carbohidratos, los tragos y los dulces, pero comencemos el año abrazando a la comida en su manera más simple y rica, nunca restrictiva. 

Habrá que cerrar Instagram. El tiempo que nos ahorremos de pasar en la red social podríamos utilizarlo en averiguar qué nos hace bien. Les aseguro que muy pronto llegarán las ganas de cocinar. Les dejo una receta para comenzar bien su año, más ligeritos sí, pero sanos y felices.

¡Feliz año y buen provecho!

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Ensalada de kale asado, tomates y coco

EnsaladaKaleTomate

Ingredientes:
14 oz de tomates cherry
1 cabeza de kale (o col rizada), sin tallos y sus hojas cortadas en trozos pequeños
Un puñado de trocitos de coco seco
2 limones
Aceite de oliva
1 cda de salsa de soya
Sal marina y pimienta negra recién molida


Para el aderezo:
1 cda de tahini (opcional)
¼ de jengibre pelado y finamente picado
1 cda de miel
1 cda de aceite de coco o aceite de oliva

4  PORCIONES / 30 MIN

Precalienta el horno a 200 °C.

Coloca a los tomates en una bandeja para hornear con un chorro de aceite de oliva, la ralladura de ambos limones,  el jugo de uno y un poco de sal y pimienta,. Déjalos asar por 20 minutos hasta que estén dorados y ligeramente reventados.

Mezcla el kale con el coco, vierte la salsa de soya y revuelve bien hasta que todo esté cubierto.

Mételos en el horno, junto a los tomates, durante los últimos 5 a 10 minutos del tiempo de cocción, hasta que estén crujientes.

Mientras tanto, mezcla todos los ingredientes del aderezo en un tazón con el jugo de la segunda lima. Pruébalo hasta que esté a tu gusto.

Saca el kale y los tomates del horno. Transfiérelos a un tazón grande y mézclalos con el aderezo. Sirve la ensalada tibia.