Francisco* es un bróker de seguros que opera en Quito, nunca pensó en recurrir a la lectura de cartas, hasta que, en 2016, rompió con su novia con quien llevaba 3 años. Con el tiempo empezó a sufrir fuertes migrañas y su rendimiento en el trabajo empezó a disminuir, hasta recibir una llamada de atención de sus socios. Aunque asistió a terapia psicológica y psiquiátrica donde se le diagnosticó distimia —una forma leve pero prolongada de depresión—, Francisco no lograba superar la ausencia de su exnovia.
Él cuenta que leyó un anuncio colgado en uno los postes de luz de una universidad de Quito, en donde estudió su postgrado en finanzas. El anuncio decía que una bruja podía decirle en dónde estaba su amada y, además, la traería de regreso. Tras pensarlo algunos días, Francisco decidió llamar a la bruja. Esa llamada le haría gastar, en varias sesiones, 500 dólares, sin ver ningún resultado.
El «consultorio» de las brujas
Francisco dice que la casa antigua que visitó estaba llena de artículos esotéricos. Había cartas del tarot, talismanes y amuletos, pero también de santos, vírgenes y cristos. Cuenta que bajo una cuesta empinada en un exclusivo sector de la ciudad de Quito, se ubica la antigua casa. En el pasillo había al menos 10 personas —algunas acompañadas de niños— que esperaban atravesar un patio donde esperaba la famosa vidente.
El clima en el lugar —dice Francisco— era de incertidumbre en algunos y de desesperación en otros. Francisco tendría «poco que perder» porque su salario le permitía pagar unas decenas de dólares para, en su desesperación, tratar de encontrar respuestas.
Le pregunté: ¿Por qué alguien como tú, de clase media acomodada con estudios universitarios y una carrera próspera creería en estas cosas? Él contestó sin problema: “porque no tendría nada que perder”.
La lectura de cartas
En Ecuador un “consulta” —que puede ser una lectura de cartas o que te pasen una vela o un huevo— puede costar entre 12 y 45 dólares, dependiendo de la bruja a la que acudas. Luego de la primera visita y después del “diagnóstico” que consiste en decir que la persona tiene un “amarre” o “embrujo”, la bruja cobra más dinero para “quitar las malas energías” o “curar” a su “paciente”.
Francisco relata que en el interior de la habitación encontró a una extraña mujer que le pidió algunos datos sobre el día, mes y año de su nacimiento, y lo mismo sobre su exnovia. La mujer anotó los nombres de ambos en una pequeña hoja de papel.
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Francisco dice que primero la bruja le habló sobre “su aura lastimada por alguien importante para él”, lo que lo tomó por asombro. Además, a Francisco le impresionó la extraña habitación. Él cuenta que era “poco ventilada, sahumada por los inciensos” y que había alcoholes alcanforados, libros viejos en algunas repisas, unos collares de colores, unos rosarios y “algún cráneo humano que parecía real”.
Las técnicas para leer las cartas
Las personas que se hacen llamar brujos, hechiceros o psíquicos, tienen dos técnicas para hablar a sus clientes, principalmente, a través de la lectura de cartas. La primera es la lectura fría —cold reading— esta consiste en decir “conjeturas de altas probabilidad”, es decir que utilizan generalidades para obtener información del cliente.
Por ejemplo, según el INEC hay más de 980 mil mujeres en Ecuador que se llaman María —es decir 9 de cada 10. Entonces, la lectura fría consistiría en decirle a un hombre si hay una mujer en su vida que tenga como inicial la letra M. Cuanto más amplia sea la generalidad, mayor será la posibilidad de que esté relacionada con alguien.
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Cuando el cliente ya está enganchado llega la segunda técnica que se conoce como lectura caliente —hot reading— que consiste en investigar sobre su cliente —por ejemplo, una búsqueda rápida en google— y en utilizar las respuestas que él cliente le da para “adivinar” su situación.
Acudir a una bruja —o convertirse en una— no es el único acercamiento que las personas tienen con el esoterismo. Algunos pueden ir a una librería y comprar libros de “magia blanca” cuyos precios varían entre los 6 y 25 dólares. En estos libros se enseña cómo interpretar el tarot (lectura de cartas) y cómo hacer hechizos.
Según Pablo Francescutti, sociólogo e investigador en el Grupo de Estudios Avanzados de Comunicación de la Universidad Rey Juan Carlos de España, las personas acuden a las brujas para las famosas «lecturas de cartas» y creen en el esoterismo porque el discurso que tienen ofrecen un “empoderamiento ficticio al habitante del siglo XXI”
El negocio y el dinero
Aunque no existe un registro de cuánto dinero ingresa a las “arcas” de las brujas, se podría estimar, según los testimonios recogidos para la investigación, el siguiente promedio: Si la lectura de cartas del tarot cuesta 15 dólares —como cobra la bruja de Guápulo— y atiende a 10 personas diario —de lunes a sábado—, a la semana la bruja ganaría 900 dólares. Eso quiere decir que al mes una bruja podría obtener 3600 dólares. Todo esto sin contar los valores adicionales por reflorecimientos, amarres (cualquier tipo de maldición o hechizo para hacerte daño, obstaculizar un proyecto o atarte a una persona) o desamarres, limpias, etc. Sin embargo, el valor podría variar de acuerdo a la temporada.
En Estados Unidos, la industria de los “servicios psíquicos”, hasta septiembre de 2018, reportó 2,2 mil millones de dólares en ganancias.
Los amarres y hechizos
Francisco cuenta que su primera visita a la bruja consistió en tirar las cartas de un viejo tarot gitano. Con cada carta, la vidente daba su diagnóstico: “Me dijo que era una persona bendecida por las mentes iluminadas del universo, que tenía un ángel maravilloso cuidándome y que ese ángel me trajo hacia ella que solo facilitaría mi camino hacia la comprensión de mi situación y hacia la felicidad”, cuenta Francisco, a la vez que recuerda que esas palabras lo hicieron sentir “aliviado, seguro, acompañado y con suerte”. Luego de lanzar otras cartas, la vidente le dijo que hay personas que lo envidian en el trabajo, en la familia y en la vida sentimental.
La bruja le preguntó a Francisco si ¿alguien le ha hecho daño? “Yo le respondí que mi novia me había abandonado”, cuenta él. “Ella me respondió con una exclamación de acierto: ¡Ajá, tenía razón! ¡Tu novia se fue porque estás amarrado por las envidias que te tienen tus propios amigos! Te hicieron un trabajo de magia negra y tú necesitas un trabajo de desamarre”, dice Francisco. La bruja le ofreció una solución, más allá de la lectura de cartas, en la que Francisco invertiría cientos de dólares.
El desamarre y otras curas
Para el “desamarre”, la bruja le dijo a Francisco que llevara una foto de él y su novia, además de una prenda de él. El ritual era un reflorecimiento, un proceso que prometía “limpiarlo” de las malas energías, maldiciones y envidias. Además de sus objetos personales, Francisco llevó —por pedido de la bruja— 200 dólares para comprar unos amuletos que tendría que poner en su departamento. Durante el ritual, cuenta Francisco, un hombre le sahumó el cuerpo con un habano, mientras recitaba “algunas cosas inentendibles”.
El siguiente paso fue darle unas aguas de hierbas “que servirían para bañarme”, dice Francisco. Al final, Francisco dejó el dinero y se fue sin recibir ningún amuleto. La vidente le habría dicho que los objetos estaban en camino de Bolivia de un mercado de las brujas en la Paz y de lo mismo en Chiclayo, en Perú. La bruja y Francisco agendaron una cita para la siguiente semana.
En la segunda cita también la bruja le pidió a Francisco que llevara 200 dólares más para repetir el proceso que estaba inconcluso. El ritual fue idéntico al primer día. Al finalizar, la bruja lo volvió a citar una vez más después de tres días y 100 dólares más.
Francisco pagó 500 dólares, a cambio, de “unos llaveros de Buda de bambalina, unos caballos del mismo material, unas pirámides de la Virgen del Quinche y una loción” y alguna que otra lectura de cartas, cuenta.
Finalmente, aunque Francisco hizo todo lo que la bruja le solicitó —usar la fragancia y los llaveros— “mi vida laboral no cambió, no hubo ningún ascenso, ni mi exnovia regresó”, cuenta.
Las estafas
Historias de amor contadas con el tarot, como la de Francisco, son frecuentes. Algunas incluso han terminado en casos legales. Por ejemplo, en 2009, en Ambato, la Policía Judicial detuvo a un “hechicero” por estafa. También en 2017, los comuneros de Maca Grande, investigaron y aplicaron justicia indígena a dos curanderos que habrían obtenido entre 1 mil 800 y 3 mil dólares de sus clientes. En el Ecuador, la estafa está tipificada en el Código Integral Penal (Art. 186) y tiene una pena que va entre 5 y 7 años de cárcel.
Lo mismo ha sucedido alrededor del mundo. En Barcelona, España, en 2016, un “brujo” africano fue detenido por estafar a una cliente jubilada con más de 32 mil euros. El “brujo” la convenció a la mujer de que podía curar la diabetes de su hija a través de rituales. En Huelva, otra ciudad de España, un “brujo” también estafó a una mujer con más de 9 mil euros, la estafada pagó esa cantidad para recuperar a su novio que había terminado con ella. Al brujo lo condenaron a dos años de prisión.
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