En la barbería Paz y Miño de Quito confluyen la tradición del oficio —las tijeras, las navajas, los cepillos entre conversaciones masculinas— con los tatuajes y el punk. Las barberías son espacios que a través del tiempo han mutado de función.
En la edad media, los barberos también eran cirujanos. En la primavera de esos años era muy común que las personas fueran a un barbero para hacerse un sangrado mediante sanguijuelas o sumergiendo el brazo del paciente en agua caliente para localizar las venas y luego se hacer un torniquete para practicar una incisión.—sacarse exceso de sangre para equilibrar el humor del cuerpo. Era un lugar frecuentado también para extraerse muelas o blanquearse los dientes.
Las barberías se fueron convirtiendo en espacios para conversar: en la antigua Grecia se discutían temas filosóficos y políticos.
Óscar Paz y Miño es el único barbero en su familia. Dice que los barberos y los bartenders son los psicólogos de siglo XXI “porque la gente viene aquí, nos cuenta sus penas, a veces son alegrías, tristezas”.
Estas pequeñas confesiones ocurren mientras Óscar les corta la barba de diferentes estilos. La modas varían todo el tiempo, y él dice que desde que existe Netflix los hombres llegan a su para pedir que les haga los estilos de las series o películas que ven.
La barbería es un espacio masculino. Los temas más frecuentes son esos que encajan con el estereotipo como fútbol, música, peleas y autos. Para él, ser barbero es dar un servicio completo no solo cortar el cabello o la barba sino también fijarse en las cejas, orejas y nariz. Lo que más le gusta de serlo es interactuar con la gente y que encuentren en su barbería un lugar con “buena energía”.