Estimado Iván,

Agradezco tus comentarios al iniciar tu carta. Lo que tú mencionas sobre lo que significó trabajar en nuestra empresa, es lo que da significado para mí a la palabra “emprendedor”: que quienes hayan colaborado contigo para construir tu proyecto empresarial, tengan percepciones como las tuyas cuando decidan tomar otro rumbo en beneficio de su propio proyecto de vida. Son generosas tus expresiones.

Y es que han pasado 17 años desde que empecé mi primer emprendimiento y cuando me preguntan qué es “tener éxito”, contesto lo mismo: no tiene que ver con temas materiales. Puedo decir, con orgullo, que nunca he tenido un solo juicio, ni laboral, ni comercial, ni de ningún tipo. Nunca he tenido un solo problema de impuestos o patronal. De hecho, me siento orgulloso, a mi edad, tan criticada por cierto, de pagar más impuestos que todos los demás 17 candidatos juntos. Y eso que hay candidatos que tienen mucho más patrimonio que el mío. Tuve un principio sólido en mi vida empresarial que, por trabajar en nuestro grupo, lo conoces: nunca hacer un solo contrato con el Estado. Porque creo que la iniciativa privada no requiere del Estado para desarrollarse. Me siento, por eso, orgulloso de ser emprendedor.

Te voy a contar una anécdota: en inicios del año 2006, había fundado ya 10 emprendimientos. Tenía 23 años en ese momento. Era feliz emprendiendo, a pesar de que este país y su sistema, no te ayudaban. Todo lo que ganaba en algunos proyectos, lo invertía en nuevas ideas. En un viaje de avión, por coincidencia, me senté junto a un candidato joven a la presidencia. Se llamaba Rafael Correa. Sobre este viaje, conté algunas cosas en un artículo del medio digital 4P, hace 3 años, que se tituló: “Presidente: ¿de qué ética habla usted?”.

Pero lo que no cuento ahí, es que cuando él me preguntó qué hacía de mi vida, yo le dije con mucha ilusión que era “emprendedor”. Y me empezó a hablar muy mal de la empresa privada. Me dijo que no me denomine nunca “empresario”, que es negativo. “Que los empresarios han hecho mucho daño al país”. Entre otras cosas. Al bajarme del avión me sentía culpable por haber emprendido. Y este hombre, que nunca administró ni una tienda, llegó a ser presidente. No tengo que explicarte en la crisis en la que este tirano dejó a nuestro país, pero es evidente que nunca antes, al menos desde que yo vivo, hubo tanta persecución, tiranía, pero sobre todo corrupción.

El 15 de abril de 2007, día en que ganó la consulta popular de Rafael Correa, decidí renunciar a todo y volver a la universidad. Entendí que de nada sirve “ser empresario” y sentirse cómodo cumpliendo la responsabilidad cívica de “pagar mis impuestos” y “dar trabajo”, si desde la política se puede destruir un país. Los puestos que uno no ocupa, los ocupan políticos que viven de la política, y en varios casos, viven para robar y hacer daño a toda una sociedad.

Tomé la decisión, entonces, de que algún día iba a hacer política. Consideré dos cosas esenciales para cuando llegue el momento: había que prepararse bien; y, lo más importante, cuando entre a la política, lo quería hacer con mi propio patrimonio, sin deberle nada a nadie, porque la libertad es lo más preciado que tenemos los seres humanos. Por eso, hoy estoy aquí respondiéndote esta carta como candidato a la Alcaldía de Quito.  

Hace poco en un debate, pregunté a 15 candidatos (porque hay 2 o 3 que irresponsablemente no debaten): ¿quién de ustedes ha sacado una LUAE —Licencia Metropolitana Única para el Ejercicio de Actividades Económicas— en el último año? Fui el único que lo había hecho. Creo que no se puede pensar una ciudad, sin pensar en el desarrollo productivo. Quito necesita una administración eficiente, con una estructura más horizontal, con gobernantes que sepan gestionar sus ventajas comparativas.

Para mí, es una desgracia que el Municipio de Quito no se haya gestionado como una empresa en los últimos años. Y eso pasa, porque los 3 últimos alcaldes nunca administraron nada en el sector privado. Incluyendo quien ahora quiere regresar. Es cierto que él tiene una amplia experiencia en el sector público: como militar y héroe de guerra, pero también como político. Y precisamente creo que ese es el mayor riesgo de este momento: no entender el desarrollo desde la iniciativa privada, sino solo desde el monstruo estatal o desde la teoría.

En cualquier emprendimiento exitoso, el cliente siempre es la prioridad. Y, por eso, en la administración pública de una ciudad, se debe tener al ciudadano como centro de toda decisión. Pero hoy, no es así. Cuando miras la telaraña de organigrama que tenemos en el Municipio, te das cuenta que fue ideado por tecnócratas, que dieron más importancia a la complejidad de una administración y no a facilitar la vida del ciudadano. La administración del Municipio ha creído que puede darse el lujo de prescindir del servicio eficiente a los ciudadanos, lo que una empresa privada jamás podría hacer, porque entonces quebraría.

Como recordarás, creo en los equipos y no en las individualidades como otro de mis principios empresariales. Y eso me enseñó el fútbol, así como me enseñó a tener calle. Por eso, hace 23 meses, con un grupo de quiteños nos sentamos en una mesa con la idea de recuperar la ciudad. Construimos una visión para Quito que fue trabajada desde los barrios y la discusión técnica de cada uno de los temas que proponemos. Como consecuencia, logramos un plan de gobierno que te invito a revisar con mayor detenimiento, puesto que me da la idea, por tus reflexiones, que no lo leíste completo. En el manifiesto de nuestra propuesta encontrarás que ponemos al ciudadano —a todos los ciudadanos, sin importar su situación económica o social— como el principio y fin de las decisiones y de los planteamientos en torno al desarrollo de Quito.

La ciudad debe garantizar las condiciones para que cada uno de sus habitantes pueda explotar su potencial y alcanzar su desarrollo integral. En la última década, las administraciones municipales privilegiaron la construcción de un sistema burocrático obeso, dejando de lado la atención a las necesidades, problemas y anhelos de los ciudadanos. Frente a esta coyuntura, Quito necesita de un liderazgo capaz de tomar decisiones que proyecten a nuestra capital y a sus habitantes hacia el futuro. El Municipio de Quito necesita un cambio en su modelo de gestión, que le permita innovar en sus prácticas y procesos, transparentar su información, servir a sus ciudadanos y hacerlos partícipes de sus decisiones. Hoy tenemos la responsabilidad de asumir que el mundo está cambiando, y que Quito debe ser parte de aquello. Tenemos la responsabilidad de innovar para cambiar.

Dices que la ineptitud de Rodas se debió a su falta de experiencia en la administración pública. Discrepo contigo: yo creo que se debió a su falta de experiencia en administración en general, y también a que careció de una visión para Quito, con respuestas inmediatas y sin una propuesta que apunte al futuro. Yo lo conocí por dentro, pues sabes que acepté su propuesta de ser Secretario de Desarrollo Productivo y Competitividad, por algo más de un año. Y salí precisamente porque teníamos visiones y prácticas muy distintas. Aunque esa corta experiencia me sirvió para conocer perfectamente cómo funciona el aparataje municipal.

Creo que las alcaldías de Suma y de Alianza País nos llevaron a la peor versión de la ciudad. Un municipio con una gestión pública deficiente, que aceptó y recicló los modos corruptos de hacer politiquería, pactando con grupos de poder antes de llegar y repartiendo la administración, una vez en el cargo, para pagar las “inversiones” hechas. ¿Tener administraciones zonales, que deberían ser el ejemplo de eficiencia y descentralización, entregadas a concejales? Bueno, eso nos dejan.

Terminas tu carta indicando que los políticos deben curtirse meses o años para entender la “calle” y así hacer viable sus candidaturas. Yo creo que necesitamos gente nueva, que no esté dispuesta a gobernar con acomodos y negociaciones tras bastidores. Necesitamos personas que tengan libertad para tomar las decisiones difíciles, esas que le tocará tomar a Quito. Lo he dicho en varias ocasiones durante la campaña: uno gobierna como llega. Cuando sea Alcalde, lo seré sin los tradicionales “amarres”, porque sé que la libertad para hacer lo correcto no tiene precio. Considero que mis estudios y la experiencia que he tenido en el sector privado, hablando local e internacionalmente, como administrador y negociador, me facultan para buscar la alcaldía. No creo que “ser político” es una cualidad por sí sola, por lo tanto “no tener una carrera política” no es una debilidad. De hecho, es mi mejor ventaja.

Considero que tu crítica hacia un “Quito moderno, de vanguardia, de innovación”, no es correcta. No por ser crítica, sino porque parte de la premisa errónea de que las personas más vulnerables de la ciudad no pueden innovar o ser parte de la innovación. Te invito a conocer el caso del Colegio Técnico Pichincha, donde jóvenes de muy bajos recursos, en pleno centro de Quito, están generando proyectos en robótica, como drones, prótesis, entre otros. Ellos tienen las capacidades y ganas, y es ahí donde el Municipio tiene que brindar las facilidades para que las personas puedan hacerlo. ¿Te imaginas si esta ciudad tuviese una buena política para disminuir la brecha digital, dotar con tecnología a los grupos más vulnerables, educarlos en línea, acceder a telemedicina? Tendríamos más empleos adecuados y más emprendedores.

Concuerdo que no se trata de innovar por innovar o modernizar por modernizar, se trata de innovar para sacar más provecho de las oportunidades que se presentan. Una ciudad innovadora busca cambiar procesos y prácticas sin limitarse a la incorporación de tecnología. Tenemos que cambiar todo el diseño de procesos del Municipio y de atención a los ciudadanos. El de Quito, es un problema de diseño. De algo que hoy se conoce como “UX”, es decir, experiencia del usuario. Tú sabes de lo que hablo. Para eso no se necesita tener una carrera política. Se necesita saber administrar, sin tener una visión estatista.

No podemos añorar que se recoja la basura y se pavimenten las calles; no podemos seguir a la merced del tráfico de influencias o de la corrupción para recibir un servicio. Los más vulnerables de la ciudad son los más afectados por estos procesos, que en el Municipio de Quito se han mantenido por 20 años. Si queremos alcanzar un Quito viable en el futuro debemos cambiar las prácticas que nos condenan a un municipio lento, que le da la espalda al sector privado y a la sociedad civil.

Propones como ejemplo las constantes intervenciones del Centro Histórico, que solo han logrado expulsar a la población que lo habitaba, alegando que es inhumano sobreponer el monumento sobre las vidas de los ciudadanos. Tienes toda la razón, aunque te equivocas en la cifra de expulsión, pues es mayor a la que anotas. Y si lees atentamente nuestro plan de trabajo, en particular el programa “Patrimonio vivo”, encontrarás que coincidimos.  

No debemos refundar el Centro Histórico con cafés de diez dólares y hoteles boutiques. Este espacio debe ser entendido desde la realidad de sus habitantes, pero al mismo tiempo tenemos que pensar en el futuro del patrimonio edificado, que no ha sido entendido como parte de la vida del siglo XXI. Esto quiere decir que debemos modificar la gestión del municipio, para que los habitantes no tengan que pasar por secretarías, institutos e incluso por el Concejo Metropolitano, para poder intervenir en sus casas. Cuidar y preservar el Patrimonio, sí, pero tenemos que facilitar la vida de las personas que viven en el Centro Histórico y, que, en muchos casos, no tienen los recursos para modificar las casonas y eso conduce a la pérdida de su población.

Es cierto que la llegada del Metro va a modificar las dinámicas actuales, pero es justamente el trabajo del municipio evitar que las personas más vulnerables sean desplazadas, y que el Centro Histórico se nutra de población que pueda disfrutar de su belleza y sus servicios. Es impensable que sigamos creciendo en la periferia cuando nuestro Centro Histórico pierde población. La mejor forma de conservar el patrimonio es incentivar su habitabilidad, con una visión general de ciudad que atraiga a los habitantes al hipercentro.

Tal vez no conoces suficiente mi historia, pero yo crecí en ese Centro Histórico, pues mi abuela, que vivía con nosotros, tuvo su almacén de telas por más de 65 años en la Venezuela y Sucre. Después del colegio, por muchos años, pasaba mis tardes ahí, pues mi madre, trabaja con ella. Por eso, me indigno al constatar que nada cambia. Que pasadas las 17h30 los vecinos del Centro sigan denunciando los casos de inseguridad que mencionas. Creo que la manera más eficiente de enfrentarla es activando estos espacios deprimidos, no solo potenciando la habitabilidad, sino también permitiendo actividades nocturnas, que atraigan a los quiteños y que generen desarrollo económico local en los barrios. Necesitamos modificar al IMP y convertirlo en una Empresa del Centro Histórico.

Para eso, necesitas innovar los trámites engorrosos del municipio. Que con mayor celeridad se permita abrir un negocio, sin tener que ser esclavo de las arbitrarias exigencias de burócratas que cambian las reglas para cualquier trámite o para la instancia de control. Hay que generar un ambiente que permita a los dueños de inmuebles invertir o atraer inversión privada para poblar un territorio, que tiene la capacidad para soportar nuevos desarrollos, como una universidad en San Lázaro, como vivienda de interés público y social. El sector privado es necesario para el desarrollo equitativo de una ciudad, no es una fuente de ingresos para el gasto corriente de un municipio obeso.

Me preguntas qué criterios de planificación dictarán las intervenciones en la Mariscal, la Floresta y el Centro Histórico, y repito lo que ya manifesté: el ciudadano siempre tiene la razón. Son los habitantes de estas zonas, que viven realidades específicas, los que deberán decidir su futuro, a través de las asambleas y cabildos barriales, pero también a través de nuevos canales digitales de participación, que permiten a los ciudadanos manifestarse sin tener que acudir a intermediarios que se han acomodado a la política tradicional. Es fundamental crear nuevos espacios y fortalecer los existentes para que los ciudadanos puedan aportar desde cada uno de sus barrios en la construcción de la ciudad. Este cambio es fundamental y necesario para el futuro de Quito. No podemos continuar con politiquería, pactos y secretismo que afectan negativamente la vida de los quiteños.  

Con orgullo llevo las lecciones aprendidas en el sector privado para tomar las difíciles decisiones que nos esperan en la Alcaldía. Me he hecho solo como emprendedor. Empecé en el garaje de mi casa. Empecé a trabajar a los 15 años y siempre la crítica es la misma: no tienes experiencia, “no tienes calle”. A esas respuestas ya estoy acostumbrado y siempre las he superado, demostrando que el trabajo apasionado y transparente, con una hoja de ruta clara, siempre trae resultados. Por eso, ahora quiero poner toda mi pasión y mi contingente a disposición de mi ciudad, junto a un gran equipo. Porque los partidos se ganan juntos.

GK publica de forma íntegra y textual la respuesta que envió Juan Carlos Holguín a la carta abierta escrita por Iván Ulchur Rota.