Durante años, sin importar qué pasaba en otras partes, las empresas globales apostaron miles de millones de dólares a que los consumidores de China seguirían gastando dinero.

Justo ahora, cuando la economía mundial necesita su potencial financiero, se están conteniendo. Les preocupa el lento crecimiento del país, una guerra comercial con Estados Unidos y sus crecientes deudas personales.

Zhao Zheng, de 26 años, es uno de los consumidores que están conscientes de los costos.

El 3 de enero, Zhao, agente inmobiliario, veía teléfonos Xiaomi, rival chino de Apple que vende sus modelos a una fracción de lo que cobra el gigante tecnológico estadounidense por sus iPhones. Zhao dijo que el éxito que tienen en China Xiaomi y Miniso (una cadena de tiendas de bajo costo) sugiere que los consumidores chinos buscan recibir más por dinero.

“En definitiva, la economía está muy mal”, dijo Zhao.

Una desaceleración significativa podría tener un impacto enorme para un mundo que busca motores de crecimiento, para las empresas que contaban con la continua expansión de China, y para los inversionistas globales que —desde hace tiempo— veían a los consumidores chinos como una fuente de ganancias constantes.

Los mercados bursátiles se tambalearon de nuevo el jueves. En parte, por las preocupaciones de que las empresas y los fabricantes estadounidenses estén comenzando a sentir los efectos de la desaceleración en China y de la guerra comercial. El índice bursátil S&P 500 bajó un 2,5%. Las acciones de Apple se desplomaron casi un 10% después de que la empresa redujo inesperadamente su pronóstico financiero por las decepcionantes ventas del iPhone en China.

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Un complejo de viviendas en Jurong. China tiene demasiados apartamentos que los compradores no quieren. Fotografía de Lam Yik Fei para The New York Times

El ascenso de los consumidores chinos aún no se ha acabado, y las decepcionantes cifras de Apple son, en parte, resultado de sus propias decisiones. Sin embargo, a la debilidad de Apple le siguieron muchos otros datos que apuntan a que los consumidores chinos podrían estar perdiendo una confianza que alguna vez fue firme. Hay un descenso en las ventas de autos, vacilantes ventas minoristas, el mercado inmobiliario en crisis, y un mercado laboral cada vez más complicado.

El desplome de la confianza podría socavar los esfuerzos de China para redirigir su economía y estimular el crecimiento.

El gobierno chino espera que los consumidores se vuelvan una fuente más sólida de crecimiento económico. La larga dependencia china en los proyectos de infraestructura promovidos por el gobierno, así como en industrias de la vieja guardia, como la acerera y la cementera, paga cada vez menos dividendos. En años recientes, Pekín ha implementado una gigantesca red de seguridad social, exenciones tributarias y otros incentivos para que la gente gaste más de su dinero en las trampas propias de la vida de clase media.

La desaceleración del gasto en China también podría ser un síntoma preocupante para muchas de las empresas más grandes de Estados Unidos en una época en la que sus ganancias y los precios de sus acciones están bajo presión.

La gran China —una región que incluye a la China continental, Hong Kong y Taiwán— es el tercer mercado más grande para Apple después de Estados Unidos y Europa. Ahí vendió, en su año fiscal más reciente, 52 mil millones de dólares. Por medio de alianzas con empresas locales, General Motors vende más autos en China que en Estados Unidos. El ocho por ciento de las ventas totales de Procter & Gamble en 2017 provino de la gran China.

Otras empresas también están sintiendo el pinchazo. El mercado automotriz chino, el más grande del mundo, vio sus ventas caer en los primeros once meses del 2018. Las ventas de todos los teléfonos inteligentes cayeron un 13 por ciento en el tercer trimestre de ese año.

Los consumidores chinos siguieron gastando con relativo entusiasmo durante otras desaceleraciones recientes. Y aún podrían ayudar a que la economía del país retomara su camino. Sin embargo, ahora tienen razones para ser reticentes.

Según muchas mediciones, el crecimiento del país se ha lentificado por los esfuerzos gubernamentales para que su economía deje de depender de los préstamos. Otras políticas también han sacudido la confianza de los emprendedores del país.

“China está en un punto de inflexión en su economía” dijo Andrew Collier, fundador de la firma de investigación Orient Capital Research. “Durante una década, en esencia, ha estado en un atracón impulsado por la deuda”. Collier agregó: “Cuando el mar está picado, es difícil alejar el barco de la industria para llevarlo hacia el consumidor”.

Para muchos, las circunstancias han cambiado. China tiene demasiados apartamentos que los compradores no quieren. Esto debilita el mercado inmobiliario, que es la principal fuente de riqueza de las familias chinas. En 2018, el mercado bursátil perdió alrededor de una cuarta parte de su valor.

Y aunque les falta mucho para alcanzar a las estadounidenses, las familias chinas trabajan con cantidades de deuda cada vez mayores. Los prestamistas poco ortodoxos de China —como las redes de banca paralela en línea conocidas como “prestamistas entre pares”— están tambaleando. Esto hace que los consumidores tengan menos lugares donde pedir más préstamos.

La disminución de la confianza en los negocios, el aumento de costos de mano de obra y la guerra comercial con Estados Unidos también están parecerían perjudicar el mercado laboral.

China no divulga datos confiables de desempleo. Sin embargo, un sondeo reciente hecho por Collier sobre anuncios de empleo, de reclutamiento, la cantidad de solicitantes en sitios web de contratación y las entrevistas con gerentes corporativos sugirió que la demanda laboral se ha debilitado significativamente. La demanda de trabajos en las industrias de la importación y la exportación ha recibido un golpe especialmente duro: la encuesta reveló que cayó un 53% en el tercer trimestre en comparación con el año anterior.

Con ese escenario de fondo, no sorprende a nadie que muchos consumidores busquen cómo gastar menos.

Wang Xiaochuan, quien ganaba unos 145 mil dólares anuales en 2015 como representante de ventas farmacéuticas en Yantai, ahora gana menos de la tercera parte por el endurecimiento de las regulaciones a la industria farmacéutica. Xiaochuan ha reducido sus gastos. Ahora compra zapatos Clarks en vez de los más caros Ecco, o productos Coach y no Louis Vuitton.

“Las noticias que escucho sobre la economía son más malas que buenas” dijo.

En un país con una cultura aspiracional que por décadas ha animado a la gente a enriquecerse, Apple ha tenido un lugar especial. Tener un nuevo iPhone significaba que su dueño había triunfado. Hace siete años, el lanzamiento de un nuevo modelo provocó riñas enfrente de una tienda de Apple en Beijing.

Sin embargo, los iPhones están cada vez más fuera del alcance de los compradores chinos por el aumento de sus precios. Un iPhone XR tiene un precio base de 6499 renminbis (unos 950 dólares). Es poco más de dos meses y medio del ingreso disponible de una persona china promedio.

Alguna vez circularon rumores de que algunos jóvenes vendían un riñón para tener un iPhone. Hoy la broma circula en línea modificada: costaría dos riñones.

El último día de 2018, William Tan, un profesor universitario de 30 años en la ciudad de Nanning, al sur del país, reemplazó su iPhone 7 con un teléfono fabricado por Huawei, el gigante de las telecomunicaciones de China. Aunque el teléfono Huawei costó más de 700 dólares —un salario de aproximadamente un mes para él— aún era más de 200 dólares más barato que el iPhone XR básico. Tan tuvo un iPhone 5, 6 y 7. Pero cuando se dañó su iPhone 7 descubrió que ya no podía permitirse el último iPhone. El teléfono Huawei, dijo, funciona bastante bien y toma mejores fotos que el iPhone. «No volveré a elegir a Apple en este rango de precios» dijo.

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Una Apple Store en el centro comercial de Sanlitun, Beijing. Fotografía de Giulia Marchi para The New York Times

Los consumidores chinos, de ninguna manera, han dejado de hacer ciertas compras discrecionales. Los economistas dicen que el gasto en boletos de cine y en servicios sigue sólido.

Sin embargo, la desaceleración de los consumidores podría empeorar si Beijing no soluciona sus problemas económicos. “La interrogante es si China puede estabilizar el crecimiento económico cuando se enfrenta a vientos económicos en contra” dijo Wei Li, economista sénior de Standard Chartered en China. “Si, en efecto, el mercado laboral empeora en 2019, si las condiciones financieras no mejoran, si el mercado bursátil sigue a la baja, todo esto podría influir en la confianza del consumidor”.

Con esa incertidumbre, lo más probable es que muchos gastadores chinos sigan evitando gastar.

Wu Yan, un trabajador de una empresa de tecnología que estaba viendo teléfonos Xiaomi el jueves por la tarde, dijo que también había probado los teléfonos de Apple y Huawei y había decidido que no eran muy diferentes entre sí. Lo que importa, dijo, son las aplicaciones, y funcionan igual de un teléfono a otro.

Pero Wu, de 40 años, también dijo que muchos chinos de clase media como él habían llegado a una etapa en la que su trabajo era estable, sus ingresos eran seguros y ya no necesitaban mostrar su poder adquisitivo. ¿Su computadora en casa? Ahora tiene cuatro o cinco años, pero todavía funciona bien.

«Ahora gastamos solo para satisfacer nuestras necesidades» dijo.


©The New York Times 2019