Guayaquil es una ciudad privilegiada geográficamente por sus cerros, ríos, esteros e islas. Lamentablemente, el urbanismo de mercado que impera ha hecho que sus recursos naturales no sean puntales en el desarrollo de la ciudad, el mito de la inseguridad (se la ha catalogado como “extremadamente peligrosa” cuando en 2015 tuvo un tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes de 9.17, baja comparada con las ciudades con mayor inseguridad de América Latina), y el modelo de administración de Guayaquil evitan lograr una madurez turística, lo que impide la llegada de divisas que dinamicen la economía urbana local: para los extranjeros, Guayaquil es una ciudad de paso. El turismo de elite va a las Galápagos, y el turismo de bajo presupuesto va a Montañita.
Las autoridades locales no usan evidencia empírica sobre turismo en Guayaquil. La imprecisa información no es coherente con la realidad. En el Primer Foro Internacional de Terminales Terrestres —en septiembre de 2017— en el hotel Hilton Colon, autoridades locales dijeron, sin ningún informe técnico de respaldo, que Guayaquil es la ciudad más visitada del país. Esto es posible porque la empresa de turismo municipal hace cifras a su antojo, incluyendo incluso sitios de otros cantones como propios y excluyendo a la isla Santay, lo que hace que carezcan de total credibilidad. Era la segunda vez que se repetía este dato falso: la primera había sido en un texto de diario El Universo. Este engaño es fácilmente desmentido con las estadísticas de la Dirección de Migración del Ministerio de Interior.
En el mismo foro de terminales terrestres también se llegó a decir que la de Guayaquil es solo superada en movilidad de viajeros por la de Nueva York. Esta comparación con New York carece de veracidad ya que Guayaquil mueve según este artículo en diario el Universo 65 mil personas al día y la de New York, 232 mil. Además, la terminal terrestre de Guayaquil al exponer sus cifras contabiliza a la gente que va a los locales e islas comerciales, que son 90 mil personas (más que los pasajeros diarios), afirmando que son 155 mil los usuarios (sumadas ambas), lo cual es tramposo: la Terminal de Ómnibus Tietê en São Paulo, Brasil, mueve a 90 mil pasajeros. La manipulación de las cifras es clara.
En otro reporte de prensa se llegó a decir que Guayaquil comparte un listado sobre excelencia turística con Medellín (ciudad más innovadora del mundo en el 2013), Curitiba (ciudad exitosamente planificada referente de calidad de vida urbana a nivel mundial). Según la nota, estaría, sorprendentemente, por encima de Cuenca, cuyo centro histórico es patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Este listado se basó en la empresa Tripadvisor, conocida por definir la calidad de servicios en la experiencia del viajero en servicios específicos durante el viaje. Sin embargo, no es un sitio técnico que mida el nivel de infraestructura y oferta urbana de una ciudad turística. Por ejemplo, si comparamos espacios públicos por accesibilidad y movilidad urbana como las escaleras eléctricas del barrio San Javier-comuna 13 en Medellín con la Plaza Mayor (conocida como Parque de las iguanas) actualmente enrejada y con restricciones de acceso en Guayaquil, es claro que Tripadvisor no tiene cómo evaluar este parámetro. Fundamentalmente por dos razones: no es un servicio y porque a esto no se dedica. Guayaquil en la actualidad es superada urbanísticamente (un urbanismo técnico se traduce en altamente beneficioso para el turista) con creces por Medellín, Curitiba, y Cuenca.
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El turismo es fundamental para las economías urbanas porque capta divisas e inyecta capital circulante. Si una ciudad se ha planificado correctamente para satisfacer las necesidades locales, también asegura que sus visitantes desarrollen actividades de manera cómoda, y la recomienden como destino.
Según el estudio Global Destination Cities Index que publica cada año ‘Mastercard’ Londres recibió 20 millones de visitas que le dejaron más de 16 mil millones de dólares. Los 16 millones de turistas que pisaron París gastaron más de 12 mil millones de dólares en la capital francesa. Del otro lado del mundo, Guayaquil pierde dinero por insistir en el engaño de que el turismo llega por cientos de miles, cuando en realidad, los turistas solo llegan para irse a otras partes.
Si las cifras del municipio de Guayaquil fueran ciertas, como se promociona, Guayaquil estaría en el índice MasterCard de las ciudades más visitadas del mundo. Y no está. Quito sí está, y según Mastercard recibe 600 millones de dólares anuales en turismo. Si fuese cierto que Guayaquil superó a Quito en turistas extranjeros el año pasado como lo mencionó el Municipio guayaquileño, recibiría muchísimo más que esos 600 millones. Claramente, la información está mal.
Si Guayaquil se planificara en serio, tendría un plan que gradualmente ponga al turismo como mayor fuente de ingresos, superando al comercio. Pero el Municipio no tiene la voluntad política para convertir a la ciudad en un destino turístico verdaderamente líder en Sudamérica. Se ha conformado con autoreconocerse como un destino de turismo de negocios, apenas un segmento del turismo integral, cuando gracias a los ríos, cerros, esteros y otros privilegios naturales se tiene un potencial turístico incomparable con otras ciudades. Quito, por otra parte, lo ha logrado por cinco años consecutivos.
La presencia de Guayaquil per se (sin considerarla como tránsito a Galápagos o Montanita) en el mercado turístico mundial es irrisoria. En gran parte es porque la campaña Guayaquil es mi destino está pensada para convencer a los mismos guayaquileños de que su ciudad si es turística, lo cual es penoso.
Por ejemplo, Ecuador en el anterior gobierno tenía estrategia de internacionalización y logró resultados como que The New York Times declare a Ecuador como un paraíso por descubrir en el 2014. Según la nota, “Ecuador es uno de los principales destinos que el turista mundial debe visitar para el 2014, y lo posicionó como el primero de América Latina y séptimo más importante del mundo”.
Guayaquil por su inexistente plan de posicionamiento global es más desconocida, lo que jamás sucedería con una ciudad como Río de Janeiro. Como evidencia de lo mencionado, Guayaquil no dio a conocer su desarrollo urbano como ciudad al ausentarse en el encuentro ONU Hábitat III 2016 (45 mil personas de diferentes partes del mundo participaron de este evento en Quito). La Alcaldía justificó su inasistencia diciendo que estaban preparando las fiestas octubrinas.
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Otro problema en Guayaquil, es que sus barrios carecen de espacios culturales para integrarse a la agenda turística local. Mucha arquitectura con fines culturales se ha convertido en marcas turísticas de sus ciudades: la torre Eiffel de París ( construida en la gran expo universal de 1889), la ópera de Sidney en Australia( declarada patrimonio de la Humanidad en el 2007), el parque Explora y los parques bibliotecas en Medellín( que llevan cultura a los barrios marginales pero que también insertan a estos barrios al circuito turístico de la ciudad), el museo Oscar Niemeyer en Curitiba, entre muchos otros.
Pero en Guayaquil prima la arquitectura genérica de intereses económicos. el Malecón 2000, Puerto Santa Ana, Ciudad del Río, o el Centro de Innovación y Emprendimiento sobre el Parque Lineal dejan claro que las autoridades locales no tienen la menor idea sobre como el diseño arquitectónico es fundamental para hacer una ciudad atractiva para los turistas. Además, los técnicos municipales desconocen cómo diseñar parques como se evidencia en la fotografía de esta nota de diario El Universo.
Es impensable que todavía se entreguen parques en los barrios periféricos de Guayaquil con características anacrónicas: piedra chispa en vez de césped como área verde, palmeras en vez de árboles nativos para mayor sombra, y juegos infantiles anticuados, sin diseño e innovación. Los parques infantiles entregados por el Municipio de Guayaquil son la antítesis de buenos ejemplos como el parque de la Madre en Cuenca o el parque La Rotonda en Portoviejo.
Un caso ejemplar de combinar arquitectura, turismo y cultura es el Guggenheim de Bilbao. Construido en 1997 con un costo de 133 millones de euros, y no exento de polémica, ha demostrado que se puede generar riqueza en una ciudad (sobre todo una riqueza distributiva y colectiva) a través una inversión en infraestructura cultural. El museo recibió más de un millón de visitantes en 2016. Según un informe de impacto económico, sus visitantes dejaron 453 millones de euros al año a la ciudad. En 2017, aumentó sus visitantes a más 1 millón 300 mil. Bilbao fue premiada con el segundo lugar al mejor destino turístico europeo 2018, detrás de Breslavia, conocida como la Venecia de Polonia.
En Guayaquil, en cambio, la Casa del Cacao se cae. Es el testimonio físico de la historia del cacao con la ciudad, la ruta del cacao y de la tradicional costumbre de tendalear (secar el cacao en las veredas) practicada hasta el siglo pasado, pero las autoridades locales insisten en que debe derrumbarse y reutilizar las chapas de las puertas.
Otros bienes culturales patrimoniales tienen igual o peor suerte. La Plaza de Centenario (entregada en 1920 por los cien años de independencia de Guayaquil) se encuentra enrejada y aun con candados dos de sus accesos, afectando al libre uso de los ciudadanos. Lo mismo sucede en la Plaza Mayor conocida como el parque de las Iguanas. La piscina pública municipal (declarada patrimonio cultural de la Nación en 2011) fue demolida para colocar una estación de la Aerovía. La estación debió ser colocada en el malecón Simón Bolívar sobre el patio de comidas frente al cine IMAX, pero no será posible por la privatización del espacio público frente a las orillas del río Guayas.
El turismo cultural no está presente en el plan de gobierno local. Para saberlo, basta leer el comunicado del Municipio de agosto de 2017 titulado La verdad sobre el cuidado de los bienes patrimoniales en Guayaquil. “En el caso del inmueble en la calle panamá (una casa vetusta, que jamás debió haber sido declarada patrimonio cultural) se la expropió para construir el Teatrino.”, dice el comunicado, cuando años atrás el Municipio había ofrecido que ahí sería el Museo del Cacao.
Guayaquil no puede perder más patrimonio arquitectónico: no se puede caer en los errores del siglo pasado que hicieron que mucha arquitectura patrimonial ya no exista, o se la reubique a lugares como el parque Histórico de Samborondón. Esto solo empobrece las posibilidades de consolidar un turismo cultural sustentado en un patrimonio material que fortalezca la memoria social e identidad ciudadana.
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Siempre existirán mejores ciudades para hacer negocios que no solo oferten eso sino todas las bondades de un turismo integral y responsable con sus visitantes como por ejemplo Buenos Aires, Bogotá, Santiago, Rio de Janeiro, Madrid, Oporto, Barcelona, Punta del Este, etc. Es por esta fuerte competencia en el mercado turístico mundial que Guayaquil debe superarse y alcanzar una madurez turística como ciudad con un correcto desarrollo urbano hacia este fin.
Mientras como visión de desarrollo turístico se siga canalizando la inversión pública y privada al malecón Simón Bolívar —como La Perla o próximamente Mercado del Río—, Guayaquil seguirá en la retaguardia turística.
Otros sectores de la ciudad (sobre todo la periferia) necesitan que se invierta en infraestructura turística para que mejoren sus economías. Hay que dejar, también, el discurso político de identidad basado en la independencia y los símbolos cívicos como la bandera o el escudo y especialmente la iconografía de Juan Pueblo (una caricatura de un indigente creada en 1918 como crítica a una sociedad de explotados y explotadores), para empezar a construir un verdadero empoderamiento ciudadano identitario sustentado en el patrimonio arquitectónico, cultural y natural de Guayaquil.
Y si quienes administran la ciudad sigan creyéndose las cifras maquilladas, insistan en que todo está bien (cuando los datos dicen lo contrario), nada va a cambiar: Guayaquil seguirá siendo una triste ciudad de paso.