[dropcap]L[/dropcap]a idea de que las Fuerzas Armadas ya no jugaban un rol determinante en la estabilidad política del Ecuador tambalea: En las setenta y dos horas que tardó el Consejo Nacional Electoral en dar los resultados de la primera vuelta electoral del Ecuador, circularon documentos atribuidos a militares de alto rango hablando o pidiendo explicaciones sobre las elecciones del domingo 19 de febrero de 2017. Uno de ellos era un comunicado, sin firmas, atribuido al Consejo de Generales de la Fuerza Terrestre, en el que se hacía un llamado “a los organismos competentes del Estado a velar por el respeto estricto a la voluntad de nuestros mandantes”. El 22 de febrero, el periodista Paúl Romero, de Ecuavisa tuiteó: “Ayer se reunió el Consejo de Generales de @EjercitoECU desde (17:30 hasta 22:00) para analizar la situación del país, tras las elecciones.” El Ministerio de Defensa emitió un comunicado al día siguiente desmintiendo lo afirmado por Romero. No hubo un pronunciamiento específico sobre el comunicado atribuido al Consejo de Generales de la Fuerza Terrestre. Tampoco hubo una mención sobre el pedido escrito del General de División Luis Castro Ávila al jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas (CCFFAA), Teniente General César Merizalde, para que el CC.FF.AA. se reúna y analice la situación del país. Esto revelaba una verdad más o menos incómoda: en este país seguimos tocando la puerta de los cuarteles cuando la democracia parece no alcanzarnos. Para entender cuán peligroso o benigno es esto, conversé con César Cedeño, uno de los pocos expertos en relaciones civiles-militares que tiene el Ecuador. Cedeño es estudiante doctoral de la Universidad de Pittsburgh, y tiene una maestría en operaciones militares de la Universidad de Georgetown.

 

¿Cómo lees el documento que ha circulado, sin que nadie haya salido a desmentir que sea falso, del Consejo de Generales?

Lo leo como un acto totalmente inapropiado. Hay que aclarar algo: el Consejo de generales no es lo mismo que el Comando Conjunto.

La ley de personal de las Fuerzas Armadas establece distintos consejos colegiados dentro de cada una de las tres fuerzas en dos niveles: tropa y oficiales. Generales es el nivel de oficiales. A su vez hay un consejo de generales y almirantes de las Fuerzas Armadas. Pero ninguno de esos es lo mismo que el Comando Conjunto. La tarea de estos consejos es deliberar sobre cuestiones trascendentales para la fuerza. Es una anomalía de la Ley de Personal de las Fuerzas Armadas debido a que los militares se supone que no son deliberantes. Sin embargo, la ley les permite a estos consejos deliberar sobre “cuestiones trascendentales”: un término legal muy ambiguo, que muchas veces se usa para incorporar asuntos que no son de naturaleza militar como las elecciones. Dicho eso, el comunicado es un acto totalmente inapropiado de desafío al control civil. No del gobierno presente, sino del control civil de la sociedad. Sería igual de inapropiado si las circunstancias se hubieran presentado durante un gobierno de CREO, por ejemplo. Si eso hubiera pasado, yo igual diría lo mismo: es un acto totalmente inapropiado, un desafío a la sociedad civil, al control civil de la sociedad que se ejerce por sus representantes electos.

Me parece muy anómalo que no tenga firmas de responsabilidades. Por lo general los documentos que se emiten de los consejos tienen alguna firma de responsabilidad o al menos nombres de los integrantes. Este documento no tiene nada de eso. Por lo cual, al mismo tiempo que lo veo como un desafío al control civil, también lo veo como un acto muy anómalo. Podría ser producto de una campaña de desinformación y manipulación dentro de las Fuerzas Armadas, concretamente dentro de la Fuerza Terrestre, porque el comunicado sale a nombre del consejo de generales de la Fuerza Terrestre.

En ambos casos la situación es muy preocupante. También dice mucho sobre el nivel de desinformación dentro del Ministerio de Defensa el hecho de que no hayan salido a desmentirlo inmediatamente.

¿Por qué?

Significa dos posibilidades: O el Ministerio temía que esto era un documento original del Consejo de Generales de la Fuerza Terrestre y le preocupaba mucho escalar el conflicto, lo que a su vez diría mucho sobre el estado real de las relaciones civiles-militares del Ecuador. O, en su defecto, el Ministerio no tiene un canal de comunicación e información suficiente para determinar si es que era un documento real. Entonces en ambos casos yo leo la situación de una manera muy preocupante.

«¿Hasta qué punto los militares deben obedecer órdenes de un gobierno? Esa es la pregunta de fondo», César Cedeño.

¿Estos consejos están subordinados al comando conjunto?

Esa es una muy buena pregunta. Puedes encontrar la base legal de lo que te voy a decir en la Ley Orgánica de la Defensa Nacional con su reglamento y en la Ley de Personal de las Fuerzas Armadas (que está supeditada a la Ley orgánica de la Defensa Nacional) y su reglamento. El Comando Conjunto es la entidad creada mediante la ley orgánica para la conducción estratégica operacional de las campañas militares del Ecuador y las decisiones mayores respecto a inversión y presupuesto militar. Es el ente autorizado por la ley para asesorar al Presidente de la República como Comandante en Jefe respecto a asuntos de seguridad nacional, aunque ya no utilizamos ese término: ahora usamos seguridad pública del Estado. Ese es un problema de la ley orgánica que no se ha reformado para compatibilizarla con la Ley de Seguridad Pública del Estado, pero eso es otro asunto. Los consejos están en la Ley Orgánica pero sus tareas son asesorar al Jefe del Comando Conjunto de las FF.AA. y a los Comandantes Generales de Fuerza en asuntos de personal de la institución. Pero vale la pena recalcar que la Ley no los ve como instancias de deliberación estratégica operacional ni de las FF.AA. ni de las tres fuerzas.  

Este es el andamiaje que aparentemente es el otro documento, el  memo del general Luis Castro, comandante general del ejército, al teniente general César Merizalde, jefe del Comando conjunto, que se usa para convocar un consejo refiriéndose al consejo de Generales y Almirantes de las Fuerzas Armadas para deliberar sobre la situación actual de las elecciones. Entonces lo que legalmente está pasando es que el general Castro, con sus abogados en la Fuerza Terrestre, está diciendo: «Mira, si es que hay un escenario de conflicto (están refiriéndose a un conflicto civil, a una potencial cosa que puede escalar a una guerra civil, corta o larga pero a eso es a lo que se están refiriendo), tenemos que saber de qué lado vamos a estar. Vamos a obedecer las órdenes del Gobierno o vamos a decidir que no es apropiado levantar armas contra la sociedad ecuatoriana y decidiremos nuestra postura según los resultados electorales y lo que veamos que es más legítimo”. El general Castro está usando el andamiaje legal establecido para analizar cuestiones del personal en las FF.AA. para deliberar el cálculo político de lo que más le conviene a las Fuerzas Armadas en caso de que haya una confrontación civil. Ahí viene el problema.

¿Pero cuál es el subtexto de estos mensajes: que podía haber habido fraude o que, producto de los resultados, podría haber una confrontación entre civiles?’

Lo leo de una manera muy honesta, admitiendo que me puedo equivocar y deseando estar equivocado. Yo lo leo como las dos. Lo leo como que hay una suposición muy fuerte dentro de las Fuerzas Armadas de que hubo procesos anómalos en la elección. No sabría decir en este momento si responsabilizan a la oposición o al Gobierno. No tengo suficiente elementos de información y datos como para llegar a una inferencia. Y al mismo tiempo le están diciendo al General Merizalde: “En caso de que esto sea resuelto por la violencia, en caso de que la política tome otros rumbos —porque como dice Clausewitz «La guerra es la continuación de la política por otros medios”—, en caso de que continúe por esos otros medios, por medios violentos, tenemos que decidir de qué lado vamos a estar. A los dos lo veo como actos que no les compete a las Fuerzas Armadas. Y aquí viene un problema muy duro en la teoría de relaciones civiles-militares que distintos autores han tratado de resolver y no hay una sola respuesta: ¿hasta qué punto los militares deben obedecer órdenes de un gobierno?

Esa es la pregunta de fondo y está detrás del problema planteado en el subtexto al general Castro.

«La sociedad no ha estado dispuesta a restringir y a su vez penalizar ese comportamiento oportunista de las Fuerzas Armadas, el gobierno en los últimos diez años no ha sido más que una réplica de esa tendencia», César Cedeño.

¿Cómo esto que está pasando refleja las relaciones entre el Gobierno y las Fuerzas Armadas, las Fuerzas Armadas y la sociedad civil, no sólo en los últimos diez años, ni en la coyuntura, sino incluso desde el regreso a la democracia?

Dejame abordar primero la sociedad civil porque es más importante aún que el Gobierno. Desde el retorno a la democracia, hay un patrón muy consistente dentro de las Fuerzas Armadas. Ese patrón es: las Fuerzas Armadas más que preocuparse de cómo obedecer las órdenes civiles, se preocupan de qué órdenes civiles le convienen para su popularidad y legitimidad.

¿A qué me refiero con esto?

Las Fuerzas Armadas por lo general han sido la organización estatal mejor preparada y equipada dentro de toda la historia republicana del Ecuador. El Estado ecuatoriano ha sido históricamente débil. Las Fuerzas Armadas eran un outlier en esa debilidad y lo siguen siendo. Pero las Fuerzas Armadas, a su vez, siempre se preocuparon de que esa mejor preparación se sujete a lo que ellas suponían que era de su mayor conveniencia, pero no necesariamente de la conveniencia del Estado —o de la sociedad ecuatoriana.

Dos ejemplos puntuales para respaldar mi lectura: el primero viene después de la crisis que llevó a la muerte de Eloy Alfaro. Eso abrió un periodo de confrontación civil, donde la crisis dentro del liberalismo y los conservadores se imbuyó en el ejército y lo debilitó a tal punto que las reformas militares que se hicieron en el periodo de Alfaro se fueron al piso. Eso los llevó a la derrota militar medio siglo después, en 1941. Esto lo puedes ver en textos de Bertha García Gallegos y Pablo Celi, académicos ecuatorianos que han tratado el tema de relaciones civiles-militares. Creo que Pablo Celi es el que llega a la conclusión que fue la derrota del 1941 la que le hizo entender a las Fuerzas Armadas que se tienen que preocupar de los que les conviene como organización más que de obedecer órdenes civiles: obedecer órdenes civiles después de la muerte de Alfaro las llevó a la debilidad organizacional. Después del 41, las Fuerzas Armadas se aseguran de tener suficiente influencia política para ejercer el control de lo que mejor les conviene como organización: tenían senadores funcionales dentro del senado, tenían instancias de representación en cuerpos de colegiados estatales donde no habían asuntos militares trascendentales. Ese es un ejemplo: después de la guerra del 41, las Fuerzas Armadas deciden que obedecer a los civiles las debilita y que mejor les conviene preocuparse de qué órdenes obedecer, cuándo obedecerlas y para qué obedecerlas.

El segundo ejemplo que te tengo es precisamente la situación del Instituto de Seguridad Social de las Fuerzas Armadas (ISFFA). La situación para cualquier persona que sepa los números del ISSFA sabe que al final del día, militarmente al Ecuador le conviene cortar el subsidio, unificar el ISSFA y el ISSPOL (el Instituto de Seguridad Social de la Policía) con el Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS), que maneja la seguridad social en general en el Ecuador, para generar economías de escala que signifiquen seguros más baratos. Los regímenes especiales se mantienen, pero las instituciones se unifican para generar economía de escala. Sin embargo las Fuerzas Armadas saben que si están dispuestos a renunciar el ISSFA, ellas mismas van a crear una debilidad dentro de su organización muy grande, no tanto en capacidades, sino en beneficios que se le asignan a sus integrantes. Y a su vez sus integrantes van a sentir que las Fuerzas Armadas tienen un standing mucho menor dentro del Estado ecuatoriano. Entonces, aunque tiene sentido militarmente hacer eso —porque generaría ahorros de los cuales una parte se podría destinar al presupuesto militar para una modernización del armamento que es muy urgente—, saben que no les conviene como organización. Podrá convenirle al país militarmente, pero no les conviene como organización.

 

¿Y respecto del Gobierno?

Esta tendencia entre sociedad y Fuerzas Armadas imbuye el subconjunto, que es la tendencia entre relaciones gobierno y Fuerzas Armadas. Gobierno y Fuerzas Armadas son a su vez productos de la sociedad ecuatoriana. Desde una perspectiva de constructivismo social, las dos reflejan construcciones que la sociedad ecuatoriana ha hecho respecto a lo que estas dos instituciones deberían hacer. Entonces, si la sociedad no ha estado dispuesta a restringir y a su vez penalizar ese comportamiento oportunista de las Fuerzas Armadas, el gobierno en los últimos diez años no ha sido más que una réplica de esa tendencia. El gobierno de Alianza País sí ha tenido algunas instancias en las cuales no diría que han penalizado esta actitud oportunista, pero le han puesto ciertos límites para mantener una figura de una autoridad civil funcional y fuerte. Sin embargo, instancias como los discursos que se dieron el año pasado respecto a las reformas al ISSFA, como la actuación de las Fuerzas Armadas después del 30S, como el empleo de la Armada Nacional en Petroecuador y del Cuerpo de Ingenieros del Ejército en obras de emergencia de vial reflejan que ese oportunismo militar sigue estando allí, y que el gobierno Ecuatoriano durante los últimos diez años lo único que hizo fue ponerle ciertos límites, pero no lo eliminó. Tenía que haberlo eliminado para la salud de la democracia ecuatoriana y para la salud de las relaciones civiles y militares en nuestro país.

 

¿Si tuvieras que dar un diagnóstico conciso de salud de las relaciones civiles y militares, en este momento, cuál sería?

Mi diagnóstico es, honestamente, similar al de una metástasis de cáncer. La metástasis de un cáncer es cuando ha avanzado tanto que el cuerpo ya no puede luchar contra los patógenos externos con sus anticuerpos. En este caso, el daño de las relaciones civiles-militares en Ecuador es tan profunda que se ha vuelto un nuevo normal. Los anticuerpos contra esa enfermedad deberían ser la sociedad civil y nuestros propios partidos políticos, no hacen más que fortalecerla. Mira lo que Lasso y Viteri les ofrecían a las Fuerzas Armadas. Viteri prometió volver a los Ministros de Defensa militares. O sea que literalmente estamos volviendo a 1979-2006. Estamos dando un paso atrás de más de veinte años. Lasso ha dicho que las Fuerzas Armadas han sido abusadas y que quiere dialogar con los militares. Las veces que Lasso ha dicho eso, yo he pensado: «Loco, tú no tienes que dialogar con militares, tú tienes que dialogar con políticos. Los militares tienen que obedecerte les guste o no, hayan votado por ti o no. Los militares deben obedecer tus órdenes.» Y sí, debe haber políticos que tengan la capacidad contrapesos a ciertas órdenes que pueden ser abusivas. Ahí está la Asamblea Nacional. Ahí está inclusive un Ministerio de Defensa equipado con profesionales civiles de la Defensa: Pero tu no tienes que dialogar con militares. Tienes que decirle a los militares así son las cosas, y así serán las cosas. Inclusive: no hay que darle explicación a los militares de otras cosas que no sean asuntos de índole militar. Ese diría que es mi diagnóstico: metástasis profunda.

 

¿Cómo haces para dialogar con alguien que de una sutil manera o de a veces maneras más literales —como cuando fueron de uniforme a la audiencia de un juicio por delitos de lesa humanidad— te demuestra que ellos tienen, al final de la discusión, lo que tú no tienes que son las armas?

Esa es una excelente pregunta y la verdad que no creo que tengamos un espacio para una discusión profunda de un cómo detallado. Pero dentro del espacio que tenemos, diría que resolver eso pasa por las tres Rs. Yo le llamo mis tres Rs: Reforma, Reestructuración y Regeneración. Aún hoy día no sé cuál debería venir primero, eso es parte de mi PhD. ¿Debería venir primero la regeneración? Con eso me refiero a relevos generacionales en las Fuerzas Armadas. ¿Debería venir primero la reforma? Me refiero a políticas militares que hagan cambios estructurales: estructura de combate, cadena de comando y control, cadena de comunicación, y atribuciones legales de la defensa nacional. ¿O debería venir primero la reestructuración? Estamos hablando de una realineación de las misiones que realizan las Fuerzas Armadas.

 

¿Por qué esas tres Rs que mencionas podrían llevar a una mejora a las relaciones civiles-militares?

Déjame empezar con regeneración. Por relevo generacional, nos referimos a generar una purga de personal dentro de las Fuerzas Armadas en base a tres criterios: profesionalismo, obediencia a principios democráticos y nueva cultura organizacional. Queremos reemplazar el personal de las Fuerzas Armadas, quedarnos con los mejores soldados y a su vez que sean soldados que entiendan que su rol en democracia no es deliberar, no es interpretar, no es negociar ni dialogar con su gobierno civil: es cumplir. Las órdenes que ellos reciban, esas sí son sujetas de diálogo y negociación, pero no de ellos, de los políticos. Y ellos tienen que confiar en el proceso político.

Ahí lo duro es sacar de ellos la memoria horrenda de 1941. Pero no hay lugar para el futuro si el pasado sigue en el presente. El pasado tiene que salir del presente. Hay que recordarlo para no cometer las mismas equivocaciones, pero tiene que salir del presente para que haya lugar para el futuro. Luego el tercer criterio era precisamente soldados que tengan una nueva cultura organizacional. Salir de esta cultura organizacional que imbuye a las Fuerzas Armadas a creerse las guardianas de la democracia del Ecuador. Y pasar a una cultura organizacional donde sean las profesionales de las tácticas y operaciones de combate convencional. Y esto me hace pasar a la segunda R que es reestructuración. Para mejorar las relaciones civiles, hay que reducir las misiones militares. ¿Por qué? Actualmente las Fuerzas Armadas tienen veinte y dos misiones oficiales. Adivina cuáles de esas veinte y dos misiones, son misiones exclusivamente militares. Trata de adivinar.

 

Me imagino que la mayoría no son misiones exclusivamente militares…

Exacto. Específicamente hay sólo dos misiones militares.

 

¿Cuáles son?

Defensa externa y operaciones de defensa interna contra actores sub-estatales, FARC, una potencial guerrilla en Ecuador.’

¿Y las otras veinte?

Todas son misiones de apoyo al gobierno civil. Manuela Espejo, cobro de impuestos, control penitenciario, apoyo a la Policía, gestión de riesgos, seguridad hidrocarburífera, controles de armamento, controles de precursores químicos. Todas esas que las puede hacer la Policía Nacional. Pero lo importante de reducir estas acciones es que si quieres mejorar las relaciones civiles y militares en Ecuador tienes que hacerte menos dependiente de los militares. Cuando tienes a los militares metidos de la boca al ano, no puedes romper esa dependencia. Porque los necesitas para todo. Eso fortalece la imagen de que eres un gobierno civil débil y de que las Fuerzas Armadas tienen el control de tu destino. Hablo de misiones como la seguridad presidencial, la seguridad de los dignatarios nacionales. Eso no es una misión militar, eso puede ser una misión, quizás, de la Policía. Pero no es misión militar. Entonces eso es parte del cambio de cultura organizacional. Y así está inclusive en la fórmula de Sam Huntington para relaciones civiles-militares sanas: mientras más los militares están enfocados en tareas de combate, menos políticos se sienten, y menos influencia política y autoridad política les das. El momento en el que les incrementas el espectro de misiones, a este tipo de misiones, les incrementas la influencia política, y les incrementas su autoridad también.

Eso me lleva a la última R que es reforma. Además de reducir las misiones militares, unas reformas militaras son sumamente urgentes para afianzar la nueva cultura organizacional. Explotar la reducción de misiones y esa reforma lo que hace es contar estas dos cosas para incrementar no sólo el profesionalismo de las Fuerzas Armadas, sino su dedicación a sus habilidades tácticas y operacionales. Entonces con esta reforma das el golpe de gracia que necesitas para mejorar las relaciones civiles-militares: reduciendo tu dependencia de los militares, reduciendo la autoridad política que tienen, y cambiando la cultura organizacional que fomenta sus actitudes casi de sublevación.

 

En la historia de América Latina hay una serie de golpes militares y una época de golpes militares financiados específicamente por Estados Unidos(la CIA, el Plan Cóndor y demás). En este gobierno se expulsaron a ciertos agentes extranjeros que operaban en el Ecuador —la base Manta, incluso la inteligencia policial que tenía apoyo y financiamiento de la embajada estadounidense— ¿Cómo ha cambiado la posición geopolítica de los militares en América Latina y específicamente en Ecuador en los últimos cuarenta, treinta y cinco años de relativa democracia formal. 

Veo ahí dos tendencias. Una de apertura al cambio, que no necesariamente significa cambio, y una tendencia estática. A qué me refiero con la primera: Hay un movimiento generalizado en las Fuerzas Armadas latinoamericanas de oficiales, inclusive a veces decisores políticos civiles de la defensa, que están abiertos a la posibilidad de que la cooperación militar y la dependencia militar con Estados Unidos tenga beneficios que no necesariamente compensan los perjuicios. A qué me refiero con esto: Estados Unidos —dependiendo de tu importancia estratégica en la región— te puede dar dinero, sistemas de combate, asistencia de entrenamiento, pero Estados Unidos no siempre comprende las peculiaridades de tus misiones militares. Y muchas veces, más bien, quiere alinear tus prioridades militares a sus prioridades militares. Digamos que eres Perú, y como Perú tu tienes quizás una prioridad militar que es estar preparado ante un eventual conflicto con Chile. Los peruanos y los chilenos tienen un conflicto que viene de los resultados de la Guerra del Pacífico en 1869-1872 que aún forman mucho de su cultura y su política. Pero tu necesitas cooperación militar y los gringos te dicen: «No, olvídate de guerras, eso no es tan importante, piensa en el futuro, la cooperación y el comercio. La prioridad realmente es que te preocupes tu movimiento terrorista en el VRAEM.» Entonces como peruano dices: «Chuta. Necesito el dinero de los gringos, necesito sus armas, pero los manes me quieren reorientar mis misiones.» Entonces muchos oficiales y decisores civiles de la defensa en Latinoamérica, o ya se han dado cuenta de esa disyuntiva, o están abiertos a pensar en ese tipo de cosas. En el caso concreto del Ecuador, de lo que conozco, nuestros militares sí están más abiertos a esos cálculos de costos y oportunidad. Lo irónico es que los civiles no lo están. Los civiles que expulsaron a los representantes del gobierno estadounidense son los que caen en las prioridades del gobierno estadounidense. En Ecuador, nuestros civiles no tienen la capacidad de pensar con cabeza fría, sin taras y sin estereotipos, cuáles deben ser nuestra prioridades militares. Y tienes situaciones en las cuales supuestamente somos soberanos, altivos y autónomos en política de defensa, pero las misiones que priorizamos son misiones que los estadounidenses quieren priorizar. No necesariamente las que el Ecuador necesita. Ahí estamos hablando de un montón de misiones que le están haciendo daño a las relaciones civiles-militares del Ecuador. ¿Por qué tienen los militares que ocuparse de la seguridad fronteriza? La policía quizás lo podría hacer con mejor preparación, cambios en su equipo, que hasta inclusive se puede compartir con las Fuerzas Armadas. Muchos países lo hacen. Pero no: como no estás dispuesto a pensar de manera crítica y sin estereotipos respecto a este tipo de problemas, caes en las prioridades militares de los gringos. Esas son las ironías en Ecuador.

Ahora la otra tendencia, que es una tendencia estática —una tendencia que no sé en qué países puede ser la mayoría y en qué países puede ser la minoría. Esa tendencia es una que aún ve a nuestros países como países pobres, subdesarrollados (estoy hablando de militares), que sin la cooperación del hegemón regional están sujetos al exterminio, ya sea desde adentro o desde afuera. Diría que esta es una tendencia mayoritaria en los países centroamericanos. En Colombia hasta cierto punto, definitivamente no son la mayoría en Brasil, en Chile, en Argentina, peor en Venezuela. En Ecuador, diría que sin ser la mayoría, tenemos una cantidad significativa de oficiales de alta graduación, generales y coroneles, que piensan de esa manera. El otro día, no te digo con quién, hablé con un coronel de alta graduación activo de la Fuerza Terrestre. Y me dijo: «Usted sabe que nuestro país es pobre y necesitamos la asistencia de otros países». Yo me quedé anonadado porque para empezar Ecuador no es pobre, es mal administrado, pero no es pobre. Y segundo, cómo sabes que la asistencia de esos países realmente se alinea a nuestras necesidades tácticas y operacionales. Entonces, diría que en Ecuador, sin ser ellos la mayoría, sí hay una cantidad significativa de oficiales que aún siguen pensando de esa manera.

 

Siempre que pienso en estos procesos políticos latinoamericanos y tomando en cuenta exactamente lo que acabas de decir —esta como mirada o enfoque de los ejércitos hacia las sociedades civiles— siempre pienso en dos países: Chile y Venezuela. Me parece fascinante que un país que estuvo profundamente militarizado como Chile, haya logrado desarrollar una democracia, con sus problemas y todo, pero a la larga una democracia institucional. Y en cambio Venezuela que fue durante tanto tiempo tal vez la democracia más sólida de América Latina en los sesenta, setenta, donde los perseguidos de la dictadura del cono sur se refugiaban, se ha convertido en una sociedad militarizada en la que el rol del ejército es sostener un sistema político. Cómo logró Chile convertirse en este país desmilitarizado en la relación con la sociedad civil, y cómo se degeneró tanto el ejército venezolano que ha llegado a convertirse casi en una rama armada del Partido Socialista Unido.

Esa es una excelente pregunta. Y voy a empezar con Venezuela porque a mi manera de verlo muchas veces los ejemplos en negativo son más útiles didácticamente que los ejemplos en positivo. Venezuela es un ejemplo de lo que no se debe hacer. Para empezar la cosa más relevante del proceso de militarización de la sociedad y política venezolana es que la ideologización de los militares crea más problemas que soluciones. Yo te voy a decir, no nombres, pero sí te voy a decir de personas que alguna vez fueron parte del gobierno de Revolución Ciudadana que pensaron de la misma manera que los venezolanos: “A más se ideologiza a los militares respecto a la Revolución Ciudadana, a más se los alinea al proyecto, mayor seguridad para las relaciones civiles-militares hay”. Mentira, eso es un espejismo. Un espejismo traído por una vagancia para pensar realmente qué son militares y qué son procesos políticos. Ideologizar a los militares te crea una ficción de que los tienes en tus bolsillos, que son tus socios políticos. Pero lo que en realidad está pasando es que pierdes legitimidad social del proyecto a cambio de tener protección armada del proyecto. Eso te puede llevar a dos tipos de escenarios. Un escenario en el cual el proyecto deja de ser lo que fue, y se convierte en un animal autoritario:Como es el caso de las dictaduras árabes o de los gobiernos autoritarios árabes, que hoy día Venezuela está muy cercano a eso, si ya no es eso, o en su defecto te lleva a una confrontación armada. En ambos casos, los resultados son igualmente horrendos. El segundo ejemplo de lo que no se debe hacer que puedes ver en Venezuela, es el incremento de las misiones militares. Como los veían como sus socios políticos de confianza, los decisores políticos venezolanos quisieron meter a los militares en todas las instancias de la sociedad. Eso los llevó a pervertir el rol de los militares. Hoy día los militares son doctores, son constructores de caminos, son activistas sociales, son policías, limpian basura, protegen comida, alimentan gente, pero el nivel de preparación táctica de las Fuerzas Armadas Venezolanas es tan pobre hoy en día si un batallón blindado venezolano —que tiene tanques de última generación, creo que tienen tanques T90 Rusos con blindaje explosivo reactivo que es un blindaje super avanzado— se enfrentase a un batallón de infantería colombiano sin tanques, con armas de infantería ligera y armas antitanques, en algunos casos misiles antitanques ópticamente dirigidos. Adivina quien es el que ganaría. Desde una perspectiva superficial tu dirías el batallón blindado venezolano. Tienen más personal, más poder de fuego. Mentira, ganan los colombianos. Porque los Colombianos en los últimos años se han dedicado a ser soldados. Eso es lo que han tenido que hacer por su propio conflicto interno. Entonces ese es un descriptor muy bueno de la pobreza táctica de los militares venezolanos. Otro ejemplo muy bueno de lo que no se debe hacer en el caso de Venezuela es que las Fuerzas Armadas venezolanas aunque en teoría están alineadas al proyecto del socialismo del siglo XVI, en realidad están divididas en función de ese proyecto. Hay una porción de las Fuerzas Armadas que le pertenece a Diosdado Cabello, otra porción que está más cercana a Nicolás Maduro y otra porción que está más cercana a la familia de Chávez. Eso lo que crea es un control patrimonial de las Fuerzas Armadas. Y tienes casos donde Diosdado controla a la fuerza activa, Maduro influye más en la Guardia Nacional y ¿sabes qué pasa ahí? Encima que todos estos se ponen en contra de la sociedad venezolana, no confían entre ellos. Eso significa que aún en caso de que la sociedad venezolana no quiera incurrir en una guerra civil, entre ellos va a tener que haber en algún momento una solución armada a quien controla el proyecto finalmente. Todos esos son ejemplos de lo que no se debe de hacer.

Algo que sí quisiera resaltar en el caso venezolano es que el pensar en cosas como una Guardia Nacional en Ecuador, el pensar en cosas como porciones de las Fuerzas Armadas ecuatorianas que se puedan descentralizar para su empleo en provincias por las autoridades provinciales electas no son necesariamente malas ideas sólo porque eso esté pasando en Venezuela. Guardia nacional la tienen países como Estados Unidos y Francia. Entonces también tienes ejemplos con democracias muy sólidas que tienen guardias nacionales. En el caso de Venezuela el último ejemplo que yo daría es que no todos los atributos que están las Fuerzas Armadas Venezolanas son malos solo porque están ahí. Son malos por el uso que le dieron los venezolanos, no son malos por sí mismos.

En el caso de Chile hay buenos ejemplos pero hay malos ejemplos. Un mal ejemplo es el costo. Chile llegó a donde está por un costo muy alto. La pregunta que haría ahí a cualquier ciudadano ecuatoriano: ¿Están dispuestos ustedes a pagar ese costo? ¿No hay alguna manera más humana de tener una democracia funcional en lugar de masacrar a tu propia población?

 

No hablo del ascenso de la dictadura, sino, precisamente cómo salir de esa profunda militarización… que en cierta forma es como lo que hay en Venezuela sólo que del otro lado.

Eso me lleva al segundo ejemplo. El segundo ejemplo de ese cómo. El ejemplo negativo es que fue una salida negociada. Hay un autora, Wendy Hunter, que compara el caso argentino y chileno con la teoría principal. Hace un poquito de teoría de juego para explicar los dos procesos de reforma civil-militar. En el caso de Chile ella puntualiza que el país ha tenido una mejora sostenida a su relaciones civiles-militares anclada a su vez a una mejora sostenida de la democracia chilena. Pero que la mejora sostenida de estas relaciones se ha dado en función de una negociación progresiva entre civiles y militares chilenos. La negociación funciona algo así: Los civiles llegan a cierto nivel de preparación para asumir cierta porción de las políticas de defensa. De alguna manera que involucra procesos institucionales y políticos, le demuestran a los militares que ya están en capacidad de hacerse cargo de esa parte. Y los militares se hacen a un lado. Y lo mismo sigue pasando en un lapso de quince años después del retorno de la democracia en Chile. El ejemplo negativo que veo allí es que estás negociando con militares y quizás lo mismo se puede hacer de una manera sostenida, progresiva, metódica, pero sin negociar con militares. ¿Por qué?  Porque los militares no son deliberantes. Allí estás violando ciertos preceptos de relaciones civiles-militares que defienden Sam Huntington, defiende hasta cierto punto Michael Desch, autores de relaciones civiles y militares. Estás violando preceptos de Clausewitz también. Carl von Clausewitz, el padre de la guerra,  pone las cosas bien claras: «El trabajo del soldado no es negociar con su gobierno, es tomar la guía de su gobierno para traducirla en resultados tácticos y estratégicos claros.» Ese es un ejemplo negativo en el proceso chileno.

Ahora ejemplos positivos del mismo proceso. El ejemplo positivo en el caso de Chile es que no fue un control repentino que subieron los civiles chilenos de las políticas de defensa y militares de su país. Se prepararon. El Ministerio de Defensa chileno está formado por un cuerpo profesional de civiles, de carrera. También un cuerpo de profesionales civiles que no son de carrera sino que son usados de acuerdo a sus expertises en el ministerio. Pero la rotación de su personal estoy seguro que no es tan brutal como la rotación de personal del ministerio ecuatoriano. En el Ministerio de Defensa del Ecuador tú tienes civiles que no entran con preparación profesional. Quizás trabaja en Senplades antes y fue subsecretario de planificación, quizás trabajaba, qué se yo, en el Ministerio de Seguridad, o en el Ministerio de Justicia y su amigo estaba ahí. Entran sin preparación. Al paso se preparan por seis, siete meses, cometiendo errores. Y luego les cambian de ministro. Cómo cambia la cabeza cambia el cuerpo, y lo mismo vuelve a empezar con otras personas. Una rotación brutal que no te permite acumular conocimiento y esto es un campo muy serio, muy sensible. Y el Ecuador no tiene mucha gente preparada en esto. Entonces eso es el primer ejemplo positivo. Tienes que reducir la rotación de personal y más bien, tienes que asumir porciones de la política de defensa para las cuales ya estés preparada profesionalmente. No me refiero a hacer un curso en el IAEN. Van a hacer esa Maestría de Seguridad, de Defensa ahí. ¿Has visto el pensum curricular de esa maestría? Esa es una maestría de Ciencia Política con ciertos componentes de teorías críticas de seguridad. No es una maestría de Seguridad, en Defensa. Si le preguntas a un graduado de la maestría de Seguridad y Defensa Civil del IAEN, cuál es la diferencia entre una división ligera de caballería, una división blindada y una división de infantería motorizada, no te van a saber responder. Si tu les preguntas cual es la diferencia entre un misil aire-aire y un misil aire-aire de rango intermedio en términos de rangos aproximados en millas o en kilómetros de distancia, no te van a saber responder. Si les preguntas cuál es la diferencia en términos de tonelaje, en términos de equipamiento, entre una fragata y una corbeta, no te van a saber responder. Y estas son las preguntas con las que tienen que lidiar los civiles en defensa en Ecuador, porque esas son las preguntas que se plantean cuando se está hablando del presupuesto anual, cuando se está hablando de los montos de ejecución, cuando se está hablando de los indicadores de gestión de los proyectos. Y todo eso lo hace el Ministerio de Defensa. A eso me refiero con reducir la rotación de personal y mejorar la preparación.

Un segundo ejemplo positivo del caso Chileno es estructurar el Ministerio de defensa de una manera mucho más clara y funcional. Si ves el orgánico del Ministerio de Defensa ecuatoriano tienes una subsecretaría de políticas de defensa, tienes una subsecretaría de planificación y economía de defensa, una subsecretaría de apoyo del desarrollo del sector defensa. Y no está claro en realidad qué hacen las tres últimas. No está claro si es que planificación y economía de la defensa son lo mismo —que deberían ser lo mismo. No está claro por qué tienes una subsecretaría de apoyo al desarrollo del sector defensa. Para empezar, ¿qué rayos dice ese nombre? Lo que hace esa subsecretaría es, en teoría, las misiones subsidiarias. La pregunta es: ¿No lo podría hacer eso la subsecretaría de política de defensa?

Entonces la estructuración y organización del Ministerio de Defensa tiene que ser más clara. En el caso chileno tú tienes una subsecretaría del Ejército, tienes una subsecretaría de la Marina, y una subsecretaría de la Fuerza Aérea. Las tres, con el viceministro de defensa forman las políticas de defensa. Por lo menos de lo orgánico hay una impresión más clara de lo que hace el Ministerio. El Ministerio conduce política administrativa y estratégicamente a sus tres fuerzas. Porque los chilenos no tiene un comando conjunto. Entonces esas serían las lecciones positivas del caso chileno de cómo salieron. Eso fue lo que permitió que salieran de donde estaban y que estén donde estén hoy día, entre otras cosas.