Apreciado Lenín,

[dropcap]S[/dropcap]oy un ciudadano más de los miles que esperan y han esperado un cambio para nuestro país, que está consciente de la desigualdad que existe, al que le desesperan las inaceptables condiciones de desnutrición crónica y mortalidad infantil, y que ve con ira los últimos escándalos de corrupción.

Usted me ha parecido un buen hombre. He admirado su labor a favor de las personas con discapacidad, una población invisible y doliente y también he apreciado, en algún momento, su valentía para criticar al gobierno.

Sin embargo —déjeme decirle de forma frontal y directa— usted representa ya todo lo que ha hecho este gobierno. No se atreverá a hacer los cambios que necesita este país. No me convence la diferencia que usted ha hecho de continuidad y continuismo. Si eso significa que va a hacer lo mismo pero con otro estilo, entonces las dos palabras tienen un solo significado.

De lo que usted ha dicho sería su gestión como Presidente, tengo algunas preocupaciones: su debilidad para mantener su criterio, sus propuestas ambiguas y tibias, y sus silencios.

Sobre su criterio cambiante: alguna vez usted reconoció que el control en la comunicación ha sido excesivo y al poco rato se desdijo. Igual sucedió con su posición en contra de la reelección presidencial, de la sanción al caricaturista Bonil, del irrespeto a la oposición. De las escuelas del milenio dijo que eran elefantes blancos. Una llamada de atención y al poco rato usted avaló el control comunicacional, defendió la reelección, aceptó la sanción a Bonil, ha permitido el insulto y humillación a las personas opuestas al gobierno y ahora considera que las escuelas del milenio son un avance sustancial en educación.

Por otro lado, sus propuestas son como las de la mayoría de los demás candidatos: pura retórica. Ofrece sin decir cómo se materializarían sus promesas. Por ejemplo, para usted la deuda con la naturaleza se soluciona con reforestación. O sea: cortemos los árboles del Yasuní y esto se resuelve poniendo otros. A propósito del Yasuní, vuelve con el discurso de siempre: la responsabilidad es de otros, y el dinero vale más que la vidas de los Tagaeri y que la biodiversidad. Como no tiene compromiso con los derechos de la naturaleza, acaba usted pidiendo la solución a los Yasunidos —con quienes parece usted no querer dialogar—, y  acaba defendiendo el extractivismo. Es decir, continuismo y continuidad. Otro ejemplo: Dice que para solucionar el desempleo hay que generar riqueza invirtiendo en proyectos de emprendimiento para los jóvenes. ¿Qué proyectos? ¿Cuántos jóvenes? ¿Qué riqueza?

Finalmente, sus silencios son muy decidores. Nunca le he oído pronunciarse sobre la inmensa cantidad de personas que han sido procesadas (muchas condenadas) por haber defendido sus derechos y sus tierras. Nunca ha mencionado nada sobre los pueblos indígenas en aislamiento, los Tagaeri y los Taromenani, cuyo territorio ancestral está siendo explotado por empresas petroleras. No ha dicho nada sobre la explosión demográfica carcelaria. A nivel de garantías —que son las herramientas que tenemos frente al poder cuando abusa— no sabemos qué opina de la independencia judicial y sobre el rol de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. No ha dicho nada sobre la deuda al Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) que desconoció el gobierno, ni sobre la deuda con China.

Usted me dirá —imagino su contestación en base a lo que ya ha dicho— que este gobierno ha hecho cambios históricos, que la revolución ciudadana ha invertido en Educación, en Salud, en carreteras, que estamos frente al cambio de matriz productiva, que ha modernizado el país, que las oficinas públicas ahora son dignas, que ha habido estabilidad democrática, que vivimos una década ganada. Sobre la Educación, un misionero de la Amazonía afirmaba en estos días que las escuelas y ciudades del milenio no sirven para nada porque no reflejan ni respetan la cultura indígena que vive de y con la selva. En Salud, después de diez años de gobierno de Alianza País, todavía el 20.8% de nuestros niños y niñas sufren de desnutrición crónica. En el cambio de matriz productiva se ha dicho, con razones y datos, que es una estafa. Reconocer solo lo que usted considera virtudes y no señalar defectos confirma que usted es continuista aunque quiera disfrazarlo debajo de un velo de continuidad.

Cuando lo escucho, me vienen muchas preguntas. ¿Estará dispuesto usted a rectificar? ¿Podría usted gobernar con la línea más dura del correísmo en la Vicepresidencia y en la Asamblea? ¿Podría usted contradecir al señor Rafael Correa, que seguro seguirá teniendo una presencia fuerte en su movimiento?¿Se atrevería a auditar la deuda con China? ¿Desmantelaría todo el aparato de espionaje a la ciudadanía y a los opositores políticos? ¿Promovería amnistías e indultos a favor de los defensores de la naturaleza y de sus tierras, y de todos los perseguidos por este gobierno? ¿Reconocería usted que estamos en crisis y que pudo ser diferente si hubiese habido otro manejo económico? ¿Volvería a distribuir condones en centros de salud y a promover programas con enfoque de derechos sobre la salud sexual y reproductiva?

La gente necesita políticos que puedan identificar los problemas de las personas más vulnerables de este país: las que sufren desempleo, que no tienen viviendas dignas, que no se les ofrece una educación de calidad, que tienen angustias, y que se les dé respuestas claras. El humor no sirve de mucho para tomar en serio los problemas que tiene el Ecuador profundo. Tampoco resaltar un pasado que ya todos sabemos fue de derroche. Peor aún subirse sobre los hombros de un Presidente que es a todas luces intolerante y autoritario. ¿Tendrá el valor de ser usted mismo, de rectificar y afrontar decididamente los problemas generados por el gobierno de Alianza País?

Una pregunta más. Usted ha dicho que en diez años no se puede cambiar lo que no se ha hecho en doscientos años. ¿Esto quiere decir que en los próximos cuatro años tampoco lo logrará?