En un estudio realizado por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos se determinó que existía una relación inversa entre los viajes en automóvil y la productividad: los Estados donde las personas conducen una mayor distancia tienen un peor desempeño económico. Las ciudades donde se conduce menos se benefician de mayor dinamismo económico, pues el dinero que no se usa en automóviles, se puede destinar a gastos en vivienda y consumo local en la ciudad, por ejemplo restaurantes, cafés, actividades culturales.
El otro enorme beneficio es que el ser una ciudad caminable es una de las características principales que cada vez más gente busca. Volviendo a Estados Unidos, las ciudades que más han visto crecer su población joven y bien educada son caminables: Nueva York, San Francisco, Portland. Un 64% de los estudiantes universitarios en dicho país mencionan que primero van a decidir dónde vivir y luego buscarán un trabajo.
Hay motivos de salud, también. La Organización Mundial de la Salud ha hecho estudios sobre cómo el uso del vehículo privado está relacionado a una mayor probabilidad de sobrepeso y obesidad y todas las dolencias que se relacionan con ella; adicionalmente caminar contribuye a reducir la ansiedad y depresión. No es una coincidencia que Estados Unidos aparezca entre los países con más autos per cápita (797 por cada 1000 personas) y también entre los de mayor índice de obesidad (35% de la población adulta). Este impacto positivo se traduce en una reducción del gasto en salud para los gobiernos.
Las ciudades europeas han sido desde hace tiempo las urbes más caminables del mundo. En buena parte porque fueron construidas antes de la existencia del automóvil, y fue este el que tuvo que adaptarse a la ciudad y no al revés. Sin embargo es en Estados Unidos donde se están dando los cambios más interesantes: el país donde el automóvil es rey está viendo cómo un creciente número de sus ciudadanos, especialmente jóvenes, le dan la espalda a los carros. Desde los años noventa ha habido un incremento notable de jóvenes que deciden no optar por sacar una licencia de conducir: desde un 8% a un 23%, de acuerdo al urbanista Jeff Speck. El 77% de los estudiantes universitarios estadounidenses dicen que prefieren vivir en centros urbanos, donde se puede caminar y no en las afueras de las ciudades, donde son esclavos del automóvil.
El impacto de esta tendencia está cambiando el mercado de bienes raíces. Es así que Christopher Leinberger de la Universidad de Michigan dice que en la década de 1990, las zonas suburbanas contenían a las propiedades más caras por metro cuadrado de los Estados Unidos, mientras que hoy se encuentran en zonas de alta densidad poblacional y amigable para la bicicleta y el peatón. Un cambio dramático con respecto a la huida norteamericana hacia los suburbios desde 1950.
Si en el país que más ama a los automóviles, donde la cultura popular está fuertemente ligada a la idea de estatus e independencia que se supone dan, vemos este lento pero profundo cambio, entonces podemos suponer que hacia allá va buena parte del mundo. Los países en vías de desarrollo tienen un par de ventajas con respecto a Estados Unidos a la hora de construir ciudades más caminables: la primera es que el porcentaje de ciudadanos que utilizan el automóvil es considerablemente menor, la segunda es que nuestras ciudades no han invertido las enormes cantidades de dinero en construir infraestructura vial que debe ser amortizada y que quizás en el futuro deba ser reducida o eliminada.
Si tenemos claro que las ciudades más caminables son mejores y que la tendencia mundial, como se vio en la reciente conferencia Habitat III realizada en Quito, es ir hacia ellas, la clave está cómo ser más caminables. En un estudio realizado por la International Physical Activity and Environment Network (IPEN) en 17 ciudades de 12 países, se llegó a la conclusión que las variables que ayudan a fomentar el caminar o usar bicicleta como forma de transporte son la densidad poblacional, el imponer límites u obstáculos al crecimiento desmedido de la mancha urbana contribuye a hacerla más caminable. Dicho de otro modo, si las ciudades se siguen expandiendo indiscriminadamente con un modelo de baja densidad, entonces es difícil desarrollar ciudades caminables, pues las distancias se vuelven excesivas. El siguiente aspecto es la existencia de barrios mixtos, es decir varios tipo de usos y usuarios —si un ciudadano tiene cerca de su casa gran parte de lo que puede necesitar: tiendas, restaurantes, oferta recreativa y cultural, es más probable que realice parte de sus viajes a pie o en bicicleta. Si esto se combina con buen transporte público para cubrir las distancias más largas, entonces tenemos un fuerte incentivo para no utilizar —o utilizar menos— el automóvil.
La siguiente variable es la conectividad de las calles. Aquí es donde vemos que la existencia de pasos a desnivel e intercambiadores de tránsito se convierten en obstáculos que complican la posibilidad de caminar de un lugar a otro. Otro aspecto es la seguridad, tanto en lo referente a criminalidad, como a la posibilidad de ser atropellado o golpeado por un automóvil si vas en bicicleta. El último elemento que contribuye a hacer una ciudad más caminable se refiere a las características estéticas y a la calidad de la infraestructura, es más fácil y placentero caminar por aceras con árboles y en buen estado que hacerlo por una que esté llena de huecos, así mismo es más fácil circular en bicicleta si hay un carril segregado que si tienes que compartir la calle con los autos.
Cada ciudad tiene características distintas, variables como el clima, la topografía o aspectos culturales, lo que hace que sea más fácil o difícil incrementar el nivel de caminabilidad. Sin embargo todas pueden dar pasos en esa dirección. Incrementar la densidad, fomentar barrios mixtos, invertir en espacios agradables, iluminados y seguros para caminar y andar en bici, la presencia de espacios públicos como parques o plazas, olvidarse de “soluciones” viales arcaicas que se convierten en obstáculos que fragmentan a las ciudades, invertir en campañas educativas para motivar y proteger a quienes caminan y andan en bicicleta podrían ayudar a que demos el paso del auto a la bicicleta, como lo está haciendo buena parte del mundo.