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Período Especial. Alguien, algún día, inventó el término para hablar de la crisis: nada extraño en Cuba, tierra de eufemismos donde prostitución se dice sexo transaccional y desempleo es proceso de disponibilidad. El Período Especial cubano empezó en los noventa y no se sabe con certeza si terminó, significó resistencia, escasez, hambre, lavar con maguey —una planta parecida a la sábila que tiene un efecto blanqueador y puede causar dermatitis a los alérgicos—, usar alpargatas —zapatillas hechas a mano con goma de camión, sogas y retazos de telas—, una mayor apertura al turismo no socialista, y la creación de los hoteles de grandes cadenas internacionales como la española Meliá. Fue también sinónimo de ahorro, larguísimas colas para comprar arroz, hamburguesas, harina, croquetas (básicamente cualquier alimento), de racionalización, de fábricas paralizadas con sus empleados en casa percibiendo solo el 60% de sus salarios. Fue una época de apagones, de jineterismo, esa horrible forma de llamar a la prostitución con extranjeros comparando a los jinetes sobre sus caballos con las muchachas sobre los turistas. Fue aguante. Ahora, en 2016, el presidente Raúl Castro ha hablado de tiempos difíciles pero no dice “periodo especial”: es como si él (y todos los habitantes de la isla) evitásemos pronunciar esa palabra, quizás por temor a aceptar que estamos empezando a vivir días muy parecidos.

El Periodo Especial es un mal recuerdo: aparecieron aquellas modas extrañas con predominio de bolsillos y parches porque las ropas estaban tan desgastadas que se le abrían agujeros y para que no se viesen se las remendaba con partes y etiquetas de otras prendas. La polineuritis o neuropatía periférica también se puso de moda: a partir de 1995 hubo entre la población un brote masivo de dificultades para caminar y de pérdida de la sensibilidad; la enfermedad está estrechamente relacionada a la deficiencia del nivel de vitaminas del complejo B (presentes en las carnes, que había poca). Por fortuna nunca llegamos a las cocinas colectivas, concebidas dentro de la Operación Cero, donde —según los medios de comunicación— si la crisis tocaba fondo y había que vivir sin electricidad, combustible y menos alimentos, se crearían cocinas colectivas en cuadras y barrios, donde cada vecino daría su aporte a la preparación de una caldosa.

Fue una época de intrincadas explicaciones. ¿Qué era el período especial en tiempos de paz? “Que los problemas fueran tan serios en el orden económico por las relaciones con los países de Europa Oriental o pudieran por determinados factores o procesos en la Unión Soviética, ser tan graves” —explicó Fidel Castro en enero de 1990 en un congreso sindical— “que nuestro país tuviera que enfrentar una situación de abastecimiento sumamente difícil.” Todo el combustible cubano, dijo Castro, llegaba de la Unión Soviética y podría reducirse, según Castro, en una tercera parte o a la mitad. “O incluso se redujera a cero, lo cual sería equivalente a una situación como la que llamamos el período especial en tiempo de guerra”. Meses después, el 29 de agosto, la prensa cubana publicó una nota del gobierno anunciando severas restricciones en el consumo de combustible y otros productos esenciales, y la paralización de inversiones. Quedó establecido el Período Especial como una política económica de guerra en tiempos de paz, una manera de enfrentar la crisis y promover los ajustes pertinentes sin renunciar a las conquistas sociales y al curso socialista de la historia cubana.

Hasta hoy, 2016, nadie ha anunciado oficial ni públicamente su fin. Sin embargo, desde 1997 se empezaron a sentir cambios positivos: la economía comenzó a repuntar de la mano del turismo internacional, y desde 1999 se estabilizó aún más por la alianza política y económica con el presidente venezolano Hugo Chávez. Hubo mejoras que hacían pensar que el Período Especial estaba, al menos, contenido. Incluso el transporte público mejoró con la entrada paulatina de nuevos omnibuses —en Cuba llamados guaguas— y el acceso a más combustible. Los apagones disminuyeron y en la segunda década del siglo veintiuno, el fluido eléctrico solo se cortaba por accidentes, poda de árboles o desastres naturales. Los mercados volvieron a estar surtidos de productos que antes escaseaban como jabón y detergente, ahora con precios más altos y también asequibles en CUC (la moneda que circula de manera oficial junto al peso cubano, pero que es utilizada principalmente por turistas). También la migración hacia otros países, en especial Estados Unidos, Italia, España y Ecuador trajo remesas que han permitido la solvencia económica de muchas familias. Con secuelas en el alma y los huesos, sobrevivimos.

Pisicorre Transporte Privado O Particular

Las palabras Período Especial parecían haberse quedado flotando en la memoria como una mala experiencia que queríamos olvidar. Pero ahora ha vuelto a nuestras bocas, y tememos que sea una terrible promesa que va a cumplirse. En julio de 2016, el Ministro de Economía, Marino Murillo, anunció que en los últimos seis meses del año habrá un ajuste en el consumo energético. Otros eufemismos para decir que habrá cortes de hasta un 25% del suministro. El viernes 8 de julio, el presidente Raúl Castro Ruz lo admitió: la economía cubana atraviesa circunstancias adversas, que obligarán a la reducción de gastos y al fomento del ahorro” —dijo el sucesor de Fidel en el discurso de clausura de la Asamblea Nacional del Poder Popular— “En el primer semestre del año, el Producto Interno Bruto (PIB) creció un 1%, la mitad de lo previsto”. Castro explicó que ese resultado es producto del incumplimiento de los ingresos por exportaciones, sumado a una contracción en los suministros de combustible pactados con Venezuela. 

Poco a poco, empiezan a suceder cosas que nos remontan a los primeros instantes de un pasado doloroso: otra vez escasea la gasolina, y el ahorro de electricidad en las instituciones estatales redujo los horarios laborales. Ya ni siquiera se encienden los aires acondicionados, en un país caribeño donde las temperaturas pueden superar los 32 grados. El sector residencial no se ha visto seriamente afectado aún, pero el alumbrado público sufre cortes de energía eléctrica sustanciales. 

Los ciudadanos ya sienten el golpe. Hay mucha incertidumbre. Celia Ruano Hechavarría es una joven logopeda y madre de dos niños pequeños. Dice que desde hace un mes el transporte público ha empeorado, que los ómnibuses se demoran más de la cuenta, que el otro día esperó una hora en la parada. “Muchos nos vemos obligados a tomar el transporte particular o no estatal, un pisicorre (camioneta tipo pickup) cuesta cinco pesos y un motor diez. Imagínense moverme a diario con dos niños y un salario mensual de 565 pesos. ¡A saber qué nos espera!”.

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En esta aparente nueva crisis, los ciudadanos reflexionan sobre la caducidad de la Revolución. El profesor de secundaria Adrián Rubio Pozo recuerda a José Martí cuando dijo que las circunstancias difíciles, extremas, definirán el valor de las personas, para hablar de la Cuba de antes y de ahora. “En los 90 dimos lo mejor de nosotros, aguantamos todo lo que pudimos. Ahora la cosa es diferente, los jóvenes no creen en la Revolución como hacían otrora, los pinos nuevos no piensan como los pinos viejos. Hambre, penurias, necesidades y escasez pueden reaparecer en septiembre o dentro de un año, pero no encontrarán al mismo pueblo para resistir”. Antes de que el presidente Castro hablara de circunstancias económicas adversas a inicios de julio,  Karina Marrón, subdirectora del periódico Granma, lo reconoció. “Mientras el Partido y la prensa sigamos mirando para un lado y no para donde tenemos los problemas reales, sigamos viendo las cosas por separado y no como un todo, no vamos a resolver jamás los problemas que llevamos años discutiendo” —dijo en el sexto Pleno Nacional de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC)—. “Se está armando una tormenta tan perfecta, este fenómeno de la reducción del combustible, de la reducción de la energía. Señores, este país no aguanta otro 93´, otro 94´”. Marrón se refirió a la protesta masiva en 1994 contra el gobierno en el malecón de la Habana, El Maleconazo, que fue sucedida por la crisis de los balseros en la que cerca de 36mil cubanos se lanzaron al mar en precarias embarcaciones rumbo a Estados Unidos. “Si no queremos ver protestas en la calle, y no hay un Fidel para salir al Malecón, o por lo menos hasta ahora no ha habido una figura en este país que le dé la cara a este pueblo para explicarle las cosas como están sucediendo hoy” —dijo— “Esta situación va a ser muy difícil de enfrentar, y con la situación en la que tenemos hoy a la prensa nos vamos a quedar dados”. La subdirectora del periódico oficialista lo reconoce pero no lo dice, Raúl lo reconoce pero no lo dice, los ciudadanos lo reconocen pero no lo dicen. Es como si todos tuvieran miedo de decir “esas palabras”, pero también porque intuyen, como Marrón y Pozo, que el país no resistiría un segundo periodo especial. 

A diferencia del primero, ahora es difícil entender por qué habría un nuevo periodo especial. La explicación de Fidel de los 90s no encaja del todo. Si bien, de cierto modo y en mucha menor escala, Venezuela ocupó el lugar de la Unión Soviética, Cuba se ha abierto a actividades económicas impensables a fines del siglo veinte: en 2016 la casa Francesa de Modas Chanel desfiló en el capitalino Paseo del Prado, las calles habaneras se cerraron para filmar la película hollywoodense “Rápido y Furioso 8”, el crucero norteamericano Adonia visita tres importantes puertos del país. Las inversiones extranjeras de más de 46 países como España, Canadá, Italia, Inglaterra y Francia crecen en Cuba, y cientos de médicos cubanos cumplen misión internacionalista en tantas y tantas naciones sin percibir sus salarios reales completos. Nadie prometió que no volveríamos a los tristes años 90, pero nadie dijo, tampoco, que el periodo especial terminó. Ahora, nadie ha dicho que las condiciones económicas actuales evitarán que se repita —o que recordemos que jamás se fue. Muchos cubanos piensan que si los ingresos de las nuevas actividades económicas internacionales son correcta y seriamente manejados por el gobierno, deberían bastar para mantenernos a flote un buen tiempo. Sin embargo, no puedo asegurar hoy que la palabra temida forma parte de un pasado incómodo o si es un presente inmediato y preocupante. Solo el tiempo lo confirmará.

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La economía cubana empeora pero sus líderes y habitantes no quieren hablar de ello por miedo a volver a esa oscura etapa de escasez

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