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En su informe de junio de 2016, la encuestadora Cedatos reveló algo que demuestra que, a pesar de la crisis económica y el desgaste que conlleva estar al frente del país durante casi una década, Correa aún es muy popular —al punto que encabeza las preferencias electorales para 2017 de quienes ya decidieron por quién votar. Una situación contradictoria: el propio Correa ha negado en reiteradas ocasiones que vaya a ser candidato, aunque también es cierto que en el camino han aparecido voces e iniciativas que hacen dudar de esa aseveración. Pero más allá de la discusión sobre si ha sido o no un buen gobernante, el hecho de que siga siendo la mejor opción para muchos, es síntoma de que, para buena parte del electorado, ni el oficialismo ni la oposición han generado un liderazgo que reemplace la figura del Presidente. ¿Por qué? 

Había espacio para un outsider. Para la gran mayoría de ecuatorianos, Rafael Correa era un desconocido cuando fue nombrado Ministro de Economía en 2005, en el gobierno de Alfredo Palacio, a quien sucedería en el poder. Se trataba de un joven profesor universitario que, aunque tenía un discurso social, daba clases en una de las universidades más exclusivas del país, la San Francisco de Quito. Sin embargo, en el pequeño círculo de analistas políticos de la capital, su nombre era respetado. Desde el 2004 se convirtió en invitado frecuente a las radios capitalinas, donde desmenuzaba las fallidas políticas del gobierno de Lucio Gutiérrez, usando un lenguaje que mezclaba lo técnico con lo coloquial. Por este motivo, muchos líderes de opinión y presentadores de televisión vieron con agrado su designación para esa Secretaría de Estado. Aunque su paso por el gobierno de Palacio fue fugaz, fue suficiente para llamar la atención de los medios, que decidieron darle buenos espacios para mostrarlo frente a un espectro mayoritario de electores que buscaba un líder distinto. Para Correa, tener a los medios de su lado significó una gran tribuna, que le ayudó a construir la imagen de outsider. El papel de los medios fue trascendental, sino ¿quién recuerda lo que decían Lenin Lara, Marco Proaño Maya o Carlos Sagñay? Posiblemente muy pocos, aunque ellos también fueron candidatos presidenciales en el 2006. Tal vez consciente de la inequidad de la que su líder se favoreció, el marco legal impulsado por el gobierno exige a los medios dar un tratamiento igualitario a los candidatos. 

La tendencia de buscar líderes diferentes es global. Por ejemplo, a finales del 2015 los canadienses dieron una victoria contundente al Partido Liberal, convirtiendo a Justin Trudeau en Primer Ministro a sus 43 años. Trudeau, un hombre casado y con tres hijos, con pinta de estrella pop, que ha sido boxeador y actor, es visto en algunos sectores como extravagante, por sus polémicas posturas y falta de convencionalismos. El mismo Barack Obama ha roto el molde de la política tradicional estadounidense, llena de formalidades. En Argentina, Mauricio Macri ha tratado de posicionar una imagen de cercanía a través de redes sociales y actitudes que buscan cambiar esquemas. En Ecuador, Correa impuso su propio estilo, usando, por ejemplo, un lenguaje que se acerca más al modo cotidiano en que se expresa la gente, llamando caretucos (es decir, caraduras) a sus críticos o coloraditas (un término despectivo para las rubias) a periodistas que lo cuestionan. Aunque es un trato machista, que evidencia su prepotencia, es útil para conectarse con un país que mayoritariamente también es machista y busca líderes de “mano dura”. Por supuesto, no se trata solo de eso, también son sus actitudes, vehemencia para defender sus postulados, discurso poco formal, entre otras cosas, que construyen sobre él la imagen de un político diferente. Salir de los esquemas tradicionales, apartarse de las actitudes de los políticos de siempre, son claves cada vez más importantes en países (entre ellos el Ecuador) donde la clase política en general goza de un descrédito acentuado. 

Saber leer el presente y marcar agenda. En varios aspectos, la campaña presidencial del 2006 fue muy parecida a la del 2002. En ambas contiendas, gran parte del electorado profesaba una honda decepción por la política tradicional, por lo que salió en busca de alguien diferente. En 2002, Lucio Gutiérrez se presentó como esa opción nueva. Se trataba de un militar en servicio pasivo, que participó decididamente en la caída de Jamil Mahuad y que luego fundó su propio partido, alejándose de los viejos partidos políticos, que ya cargaban con bastante desprestigio luego de la crisis de 1999. Algo muy parecido sucedió en el 2006. Correa se vendió como un ‘forajido’ más que estuvo en las calles pidiendo la salida de Gutiérrez, creó un movimiento para postularse en las elecciones y se alejó de las figuras tradicionales. Ambos tienen en común haber sido políticos relativamente nuevos, sin nexos con el pasado, estrecho vínculo con la izquierda (discurso social) y lejos de las formalidades. En sus respectivos momentos, ambos entendieron la coyuntura.

Ya en el ejercicio de sus funciones, Correa se ha esmerado por ser quien marca la agenda política del país, lo que le ha permitido estar vigente durante todos estos años, poniendo a discutir al país sobre los temas que a él le favorecen. Una de las herramientas claves para lograrlo han sido sus sabatinas, donde emite comentarios fuertes contra sus críticos o hace públicas las decisiones trascendentales de su gobierno, todo lo cual es noticia obligada en los medios a partir del día siguiente. Otro elemento son los conversatorios con medios, donde hace exactamente lo mismo que en las sabatinas, solo que con menos tiempo. Incluso las redes sociales le han servido para este fin. 

Cumplir su oferta de campaña. Apenas inició sus funciones, Correa firmó el Decreto Ejecutivo 002 para solicitar se inicien los trámites para una consulta popular e instalar una nueva Asamblea Constituyente. El primer Decreto había sido para asumir el cargo, así que el segundo fue realmente su primer acto de gobierno. De esta manera, Correa cumplió con su principal oferta de campaña: llamar a una Asamblea Constituyente que redactara una nueva Constitución. Lo hizo a pesar de las trabas que quisieron poner los partidos tradicionales e incluso estirando la normativa vigente al máximo, poniendo de su lado a un Tribunal Supremo Electoral de siete integrantes, que hizo una interpretación de la ley para destituir a 57 legisladores que trababan la iniciativa presidencial. Convocar a una Asamblea Constituyente fue una jugada arriesgada, que incluyó no presentar candidatos para el Congreso Nacional en las elecciones de 2006: era un presidente que iniciaba un gobierno sin un solo representante en el Legislativo. Gobernar así habría sido muy difícil,  pero la movida le dio algo mucho más beneficioso, políticamente hablando: credibilidad. El 81,7% de los ecuatorianos le dio la razón a Correa y votaron a favor de su propuesta de llamar a una Asamblea Constituyente.

Pero no solo se trataba de elaborar una nueva Constitución. Se trataba de construir un relato sólido, creíble, cercano con la gente, que le permitiera a Correa establecer una conexión con sus simpatizantes. Lo logró. Correa construyó un relato en que él mismo se ubica como el protagonista que enfrenta a un enemigo poderoso: la partidocracia, como llamó a las organizaciones políticas tradicionales dentro de su característica forma de expresarse. Correa nunca ofreció seguir los lineamientos de la democracia tradicional. Su oferta fue refundar el país y sepultar a los causantes de la grave crisis en que estaba inmerso el Ecuador. Para sus simpatizantes, lo logró. Y todavía hay muchos de ellos que se lo agradecen. Cumplir su principal oferta de campaña, a pesar de las serias dificultades que tuvo a su paso, creó sobre él una imagen de líder fuerte, decidido, pero sobre todo fiel a su palabra. Se puede discutir sobre si realmente la Asamblea Constituyente fue el mecanismo que usó Alianza País para dotar de súper poderes a su líder  y blindarlo políticamente para los años venideros, pero para efectos de este análisis, lo que se observa son las implicaciones de carácter electoral y no político que esto tuvo.

Saber comunicar. El relato que Correa creó en la campaña del 2006, fue acoplado acertadamente a la forma de comunicar su gestión. Ya como Presidente, él sigue siendo el protagonista que lucha contra la partidocracia, aunque gradualmente fue sumando nuevos enemigos: los medios de comunicación (“prensa corrupta”) y la sociedad civil (“poderes fácticos”). Este relato sintetiza la lucha entre el pueblo y los grandes grupos de poder que se resisten al cambio. A esto le añadió un elemento épico, a través de las comparaciones con Eloy Alfaro. Una vez que la Asamblea Constituyente cumplió su rol como herramienta para refundar el país, la cambió –comunicacionalmente hablando–  por una entelequia a la que denominó Revolución Ciudadana, proyecto político que promueve la transformación nacional, basándose en los lineamientos que supuestamente dictó Alfaro un siglo atrás: justicia social y desarrollo a través de grandes inversiones en infraestructura. Dentro de la narrativa que construyó, Correa es el gran hacedor de carreteras e hidroeléctricas que llevarán al Ecuador al desarrollo, así como Alfaro fue el gestor de la unión entre costa y sierra a través del tren y su lucha por las libertades. Un relato sólido que se ha sintonizado con la mayoría de los electores, lo cual se traduce en popularidad. Correa ha seguido uno de los planteamientos que hace más de 500 años dictó Maquiavelo, en el sentido de que un líder debe ingeniarse para que en sus actos se advierta “grandeza, valor, gravedad y fortaleza”. A base de una repetición constante durante toda su gestión, este relato se ha posicionado adecuadamente. Si esta construcción narrativa realmente tiene asidero en los hechos, es motivo de otro análisis. Pudiera ser una manipulación, una serie de inventos, pero lo cierto es que ha sido comunicada con eficacia. 

Dar resultados. Sin duda, la gran cantidad de recursos económicos, suma de altos ingresos por exportaciones petroleras y grandes recaudaciones tributarias,  ha servido para que Correa no solo haga grandes inversiones, sino también para que las comunique masivamente. Canciones, campañas publicitarias, grandes cantidades de propaganda en medios nacionales y locales, sabatinas en radio y televisión, un aparato mediático propio, todo ha servido para mostrar los resultados de su gobierno. Se puede discutir si con tantos recursos se pudo hacer mejores cosas. Posiblemente hay altas dosis de corrupción, donde han sobresalido figuras como Pedro Delgado o el exgerente de Petroecuador, Álex Bravo. Sin duda ha habido un manejo irresponsable de las cuentas fiscales, que se evidencia cuando la única solución para el país frente a la baja de los precios del petróleo y la apreciación del dólar, es el endeudamiento a tasas del 10,75%. Pero la gente puede mirar las obras: carreteras, puentes, escuelas, hospitales, medicinas y educación gratuitas… Si la factura la pagarán los próximos gobiernos, es tema para otro estudio. Para sus electores, que le han dado la victoria en tres elecciones presidenciales consecutivas, la gestión de Correa ha dado resultados.

La oposición se habla a sí misma. Desde el 2007, los partidos de oposición se han estancado en una diatriba permanente sobre la calidad de democracia implementada por el correísmo y las numerosas denuncias de corrupción. Sus temas de debate se han centrado en la acumulación de poder del Presidente. Sin embargo, probablemente los opositores jamás se han cuestionado si estos temas realmente llegan a los grupos mayoritarios de electores. Es decir, cuando se debate sobre la calidad de la democracia y la acumulación de poderes, se está hablando de temas concernientes a una élite informada, que es la que tiene la capacidad de discernir adecuadamente la magnitud e implicaciones de que una sola persona controle todas las funciones del Estado o quite libertades, como la de expresión, que no afecta de manera tangible a las mayorías. Prueba de esto es que a pesar de que el país ha vivido durante nueve años bajo este régimen de acumulación de poder y restricción de libertades, la imagen de Correa tuvo altos niveles de popularidad. El descenso vino con la crisis económica, es decir, cuando la gente empezó a sentir la falta de dinero en el bolsillo. 

Durante nueve años, la oposición se centró en el debate de temas que no generaron conexión con la gente, sino que más bien eran de importancia para los propios opositores. De esta manera, fue construyéndose una especie de muralla que permitió que únicamente el mensaje de Correa sea adecuadamente escuchado por los electores. Posiblemente ahora, con la crisis económica encima y un gobierno cuyo discurso ya se vuelve repetitivo y menos eficaz con el paso del tiempo, la oposición tenga mejores oportunidades de llegar con su mensaje. Aunque si quienes quieren derrotar al correísmo persisten en su intención de comunicar lo que ellos quieren decir y no lo que la gente quiere escuchar, el resultado pudiera seguir siendo adverso. 

El hecho de que Correa siga siendo la primera opción electoral para un significativo porcentaje de electores, principalmente refleja un eficiente manejo de su comunicación, pero también los reiterados errores de sus adversarios. La oposición se ha caracterizado por sus constantes pugnas internas (como cuando la izquierda ataca a los grupos de centro derecha o cuando Guillermo Lasso busca congraciarse con los empresarios conservadores atacando a la Alcaldía de Guayaquil) y deficiente discurso, sin una estructura  narrativa sólida, es decir, sin una historia creíble e inspiradora para posicionar en la mente y el corazón del electorado. Pero hay visos de cambios. En sus últimas intervenciones, Cynthia Viteri ha dado énfasis en contar su historia personal a los electores, buscando inspirar a través de sus propias experiencias. Lasso quiere hacer algo similar, aunque tal vez le pesa su poca credibilidad… Con un Correa desgastado y sin un claro sucesor, más una oposición que pudiera empezar a corregir ciertas fallas, la campaña hacia el 2017 está abierta. 

Bajada

¿Por qué sigue siendo la primera opción de voto para muchos ecuatorianos?

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Fotografía de Agencia de Noticias ANDES bajo licencia CC BY-NC-ND 2.0