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En nueve años y medio, la oposición no ha producido un liderazgo que realmente haga peligrar la continuidad de la Revolución Ciudadana. Es el reflejo de la incapacidad, indecisión o falta de sintonía de los grupos políticos tradicionales con la gente común. La posibilidad de que este proceso tecnocrático-populista se termine, se abre solo gracias al deterioro progresivo de la economía ecuatoriana, que se ha acentuado en 2016.Pero Alianza País también tiene graves problemas: no ha conseguido que emerja ninguna figura aparte de Rafael Correa. Sus integrantes han preferido resguardarse bajo su sombra. Es un movimiento que pregona sobre el valor de la democracia interna, pero que nunca la aplica. A nadie le cabe duda que todas las decisiones importantes del movimiento son tomadas por su líder, el Presidente de la República. Y la próxima que debe tomar es para definir quién será el candidato presidencial para el 2017. La baraja no es muy amplia, aunque Correa diga que existen numerosos cuadros presidenciables. Son tan pocos nombres que podrían ocupar la papeleta electoral, que él mismo es uno de ellos (y quizás el más probable). 

LENIN MORENO: El exvicepresidente del Ecuador es el que mejor aparece en las encuestas. Sus atributos son claros: simpatía, mesura, preparación, inteligencia, fortaleza. Su gestión vicepresidencial entre 2007 y 2013 le da ventaja, al haber cumplido un excelente papel a favor de las personas con discapacidad, un sector históricamente olvidado. Sin embargo, tiene una falencia insubsanable: no goza de la confianza del Presidente de la República. ¿Cómo comprobar aquello? En octubre de 2015, diario La Hora publicó que Marcelo Larrea veía en Moreno un potencial candidato presidencial, pero de oposición. En ciertos sectores políticos, la idea no sonaba tan descabellada. Gustavo Larrea, hermano de Marcelo y otrora hombre fuerte del Gobierno de Rafael Correa, es íntimo amigo de Moreno. Se dice que su relación comenzó en el Movimiento de Izquierda Radical (MIR), organización creada por Larrea, de tinte marxista, que tuvo su apogeo en los años 80. Luego, en la administración de Abdalá Bucaram, Larrea fue subsecretario de Gobierno, siendo acompañado por Moreno como director administrativo. Y finalmente ambos fueron parte del grupo que fundó Alianza País en 2006, para participar en las elecciones de ese año.

Una candidatura del exvicepresidente como carta de la oposición, habría un desastre electoral  para el oficialismo. Moreno personifica el sentir de muchos desencantados de la Revolución Ciudadana, gente que en algún momento creyó en este proceso político, pero que poco a poco se alejó. Capitalizar a su favor este segmento de electores hubiese puesto realmente en peligro la continuidad del correísmo. Por eso, cuando se supo de las intenciones de los hermanos Larrea, se desató la histeria dentro del Palacio de Carondelet. Veinte días después, el canciller Ricardo Patiño hizo pública una carta en que Moreno negaba cualquier acercamiento con la oposición y reafirmaba su compromiso con Alianza País. Y por si las moscas, el Tribunal Contencioso Electoral se encargó de desbaratar las pretensiones de los Larrea, al invalidar más de 187.000 firmas presentadas para calificar a Democracia Sí, una organización liderada por ellos, que pretendía convertirse en partido político para ser parte de la próxima contienda electoral. 

Sin embargo, aunque Moreno reiteró su lealtad hacia Alianza País, el daño ya estaba hecho. Difícilmente Correa pudiera confiar en el íntimo amigo de Gustavo Larrea, quien se convirtió en uno de sus mayores adversarios políticos a partir de su salida de la Revolución Ciudadana.  

JORGE GLAS: Visto lo anterior, no es coincidencia que durante su intervención en el Informe a la Nación de mayo de 2015, el actual Vicepresidente haya subrayado la palabra lealtad. Y posiblemente Glas sea quien más confianza genere en el Presidente de la República. Ha sido un funcionario eficiente, ocupando puestos claves dentro de la administración. Fue presidente del Fondo de Solidaridad, que coordinaba el manejo de las telefónicas y las empresas eléctricas del país, ministro de Telecomunicaciones; y ministro Coordinador de Sectores Estratégicos, donde estuvo a cargo de 12 proyectos hidroeléctricos. La amistad entre ambos viene desde su adolescencia, cuando estudiaron en el colegio Cristóbal Colón y fueron parte del mismo grupo de boy scouts

Pero la debilidad de Glas también es grande: no atrae electores. Según Cedatos, cuando en una simulación de papeleta se ubica a Correa, Moreno y Glas juntos, el actual Vicepresidente apenas tiene el 1% de intención de votos. Ponerlo como candidato presidencial sería algo así como caminar sobre una cuerda floja sin red debajo. Posiblemente, Glas conservaría el voto duro del correísmo, pero tendría muchas dificultades para llegar a otros niveles. El riesgo se incrementa con la creciente crisis económica.

GABRIELA RIVADENEIRA: Luego de que el paquete de enmiendas constitucionales aprobadas a finales del año pasado incluyera una reducción de la edad para postular a la Presidencia de la República, pasando de 35 a 30 años de edad, su nombre comenzó a sonar como probable aspirante a esa dignidad. Sin embargo, no se han difundido encuestas midiendo su potencial electoral. Pero es evidente que sus errores le cuestan. Durante su gestión como Presidenta de la Asamblea Nacional, ha tenido duros tropiezos. Quizás el más fuerte cuando dijo “que los pobres coman pan y los ricos mierda”. Esa frase sería usada con vehemencia en su contra en una eventual contienda presidencial, algo similar a lo que el propio Gobierno o sus seguidores han hecho al repetir en campañas frases como ven para mearte, enano mamarracho, insecto hijueputa” de Jaime Nebot, o el no menos recordado o cambiamos al Ecuador o morimos en el intento de Lucio Gutiérrez.

Además, Rivadeneira no ha creado una identidad propia. Su papel se ha centrado en repetir el discurso oficialista y defender las decisiones políticas del Gobierno. No en vano, la medición de la encuestadora Cedatos de abril de 2016 revela que apenas el 23% de ecuatorianos cree en su palabra.

RAFAEL CORREA: Con estos antecedentes, el propio Presidente de la República advirtió que podría optar por una nueva reelección. Seguramente siempre estuvo entre sus planes volver a postularse, al final y al cabo es la máxima –o única– figura de Alianza País. El Mandatario explicó que la llave de su eventual nueva candidatura está en manos de la Corte Constitucional, que debiera declarar inconstitucional la transitoria que se incluyó a último momento para impedir que aquellos funcionarios que ya hubieran sido reelectos en la elección anterior, pudiesen optar por una nueva postulación en el 2017. Y a estas alturas, está claro que son muy pocas las instituciones del Estado que no actúan en concordancia con los deseos presidenciales. A eso hay que agregar el proceso de recolección de firmas del colectivo Rafael Contigo Siempre, el cual pudiera servir nada más que para legitimar sus posibles intenciones, con uno o dos millones de rúbricas, ya que el camino a una nueva reelección sería allanado por el más alto tribunal de justicia del país y no existiría la necesidad de ir a una consulta, como es su planteamiento.

Pero si Correa optara por una nueva elección presidencial, ¿tiene chance de ganar? Sin dudas. En buena parte, la contienda del 2017 pareciera ser hecha en función de las necesidades del actual Jefe de Estado, porque sigue basada en las mismas premisas de su campaña de 2006. En ese entonces, Rafael Correa creó un discurso sólido, que llegó eficientemente a la mayoría de los ecuatorianos. En esta estructura narrativa, Correa se ubicó como el protagonista que lucha contra la partidocracia, prometiendo salvar al país a través de una nueva Asamblea Constituyente, que sembraría nuevas bases para el desarrollo. Ya en funciones, el Presidente de la República solo hizo ligeros cambios a este discurso. Es decir, su enemigo no ha variado: sigue siendo la partidocracia, el pasado. Los adversarios a los que eventualmente enfrentaría en 2017 son, precisamente, representantes de ese pasado, al que según la narrativa correísta hay que rechazar: Guillermo Lasso y Cynthia Viteri, un exfuncionario del Gobierno de Jamil Mahuad y una líder del socialcristianismo, el partido más desacreditado en los últimos años.

En el discurso correísta, el feriado bancario de 1999 ocupa un lugar preponderante. La quiebra del país a finales del siglo 20, que desapareció 17 bancos, cientos de millones de depósitos y causó la emigración de más de un millón de ecuatorianos es un hecho histórico del que el Gobierno ha sacado bastante provecho en términos comunicacionales, repitiéndolo constantemente, posicionando a los banqueros como los causantes de aquella tragedia. Frente a ello, Lasso, precisamente un banquero, no ha posicionado ningún argumento sólido para responder. Algo similar ocurre con el socialcristianismo: durante estos últimos nueve años y medio ha sido atacado a través de la figura de León Febres Cordero. Por eso Viteri jamás se refiere al antiguo jefe de su partido, tratando de evitar que se la vincule con los cuestionamientos que rondan su imagen, sin reparar en que deja abierta la iniciativa al Gobierno para que posicione con mayor facilidad su versión. 

Para el correísmo, el escenario podría haber sido ideal. Al frente tendrá dos personajes que se adaptan perfectamente a su retórica. El problema surge por el lado económico. Si la crisis se agudiza, Correa seguirá perdiendo credibilidad y su discurso irá perdiendo eficacia. Esa es la única oportunidad de la oposición: que la economía derrote al correísmo. 

Bajada

¿Quién se apunta a ser el candidato de Alianza País en 2017?

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