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El artículo 111 del Código Ingenios ha puesto en alerta a la industria del software ecuatoriana. Al igual de la Ley de Herencias, que el Presidente ha prometido volver a mandar a la Asamblea, tiene el mismo fin: redistribuir la riqueza. De hecho, redistribuir la riqueza ha sido la piedra angular de la presidencia de Rafael Correa Delgado y su partido, Alianza País. Lo han hecho con éxito relativo: según el Instituto de Estadística y Censos (INEC), entre 2006 y 2014 la pobreza en Ecuador se redujo del 38.3% al 25.8%. Según la Comisión Económica para América Latina de las Naciones Unidas (CEPAL), Ecuador lidera los países en América Latina en ese ránking. Pero el Código Ingenios pretende una equivocada forma de redistribución de la riqueza porque va a a espantar a esa riqueza del Ecuador hacia países vecinos. Si se aprueba este proyecto de ley —que pretende reemplazar a la Ley de Propiedad Intelectual— muy pronto no habrán ingresos que redistribuir. 

El artículo 111 le da derecho irrenunciable al autor o autores a percibir al menos el diez por ciento de los beneficios económicos derivados de la explotación del software, de forma individual o a prorrata. Miembros de la comunidad emprendedora de Software reaccionaron en redes, organizando su oposición con #AlertaCodigoIngenios. El artículo 111 atenta contra la competitividad de la industria. Según AESOFT (La Asociación Ecuatoriana de Software), redistribuir el 10% de las ventas representaría la muerte de las empresas nacionales que se dedican al software: el margen de ganancia de sus miembros equivale entre el 8% y el 12% de las ventas. En adición, la industria de software compite con proveedores de todas partes del planeta: si el autor de una obra (la ley no define qué significa “autor”) no puede renunciar al 10% de los beneficios económicos, los creadores de software sólo pueden vender el 90% de sus productos. Es como si compraras 90% de una casa, pero tienes que seguir pagando un impuesto de 10% del valor a los constructores. No hay que ser un genio para darse cuenta de que es un mal negocio. Según los emprendedores del software ecuatorianos, el artículo 111 producirá el mismo efecto: si un comprador de software tiene la opción de comprar 100% de un producto en Colombia y sólo el 90% en Ecuador, comprará del país vecino. 

Para algunas personas los mecanismos de redistribución de riqueza son innatamente injustos. Sirven para perjudicar al éxito y regalar riqueza a personas que no han hecho nada para ganarlo. Para otros, redistribuir riqueza no es solamente necesario para la  justicia social, sino que también genera más prosperidad y más estabilidad. Los países con clases media vibrantes tienen economías más dinámicas y resilientes, ya que sus modelos de consumo son más diversas y generan más empleo que la concentración de riqueza en las manos de pocos. Algunos ven el vínculo entre desigualdad y populismo porque el caudillo populista suele proponer soluciones sencillas a problemas complejos de personas que han dejado de creer que pueden prosperar bajo las reglas que gobiernan una sociedad en un momento determinado

La estrategia de redistribuir riqueza del gobierno ecuatoriano ha dependido de su capacidad de recaudar altos ingresos gracias a la exportación de petróleo y reinvertir ese dinero en programas sociales que benefician a los más pobres. Ya que el precio de barril de petróleo ha caído de un promedio de $110 entre 2010 y 2014 (a $50 ahora), el gobierno ha perdido su principal motor de redistribución. Por ende, no sorprende que el Estado busque mecanismos tributarios para seguir con su objetivo de sembrar justicia social por tomar de los ricos y dar a los pobres. 

El problema con sobredepender de impuestos para redistribuir riqueza es que se desincentiva la creación de más riqueza. Como en el caso del artículo 111 del Código Ingenios —si los emprendedores que se oponen al artículo tienen razón—, la intención de redistribuir la riqueza de la industria de software matará su capacidad de generar riqueza porque atenta contra su capacidad de competir. Si aceptamos que ciertos mecanismos de redistribución de riqueza desincentivan la creación de actividad económica, ¿existe alguna alternativa para generar riqueza? La respuesta es sí. 

Resulta que estamos viviendo en una época de evolución acelerada gracias a lo que el Foro Económico Mundial denomina la cuarta revolución industrial. Gracias a la revolución tecnológica, impulsado por la ubicuidad de conectividad, el mundo se está democratizando: el acceso a información, comunicación, conocimiento, y los medios de producción está llegando a las masas. Tal democratización promote ofrecer nuevas rutas de salida a la pobreza, pero sólo podrán ser aprovechados si actualizamos nuestros sistemas regulatorios. 

El celebrado economista peruano Hernando De Soto ofreció una explicación de la desigualdad en su libro El Misterio del Capital: Porque el Capitalismo Triunfa en el Mundo Occidental y Fracasa en el Resto del Mundo. Según De Soto, la diferencia entre ricos y pobres es que los ricos pueden aprovechar de sus activos para generar más capital, pero los pobres no lo pueden hacer. El dueño de una hacienda puede hipotecar su propiedad y usar ese dinero para invertir en un negocio que le genera más ingresos durante el largo plazo. El pobre, en cambio, tal vez ni siquiera tiene título de su propiedad, y sólamente puede vivir de lo que aquella propiedad produce. Mientras el rico puede guardar su riqueza en un banco y acceder a varios servicios de inversión o simplemente generar intereses con sus depósitos, el pobre guarda su dinero en el colchón y poco a poco pierde su valor gracias a la inflación. El pobre, según De Soto, no tiene acceso a los mecanismos que permiten que el capital genera más capital y está excluído de los beneficios del capitalismo. 

Mientras más capital acumulamos, más oportunidad tenemos para acumular más capital. Si invierto mi dinero en un negocio y me genera más riqueza, puedo volver a invertir ese dinero en un departamento de lujo en una zona afluente de la ciudad. Ese departamento guarda el valor de mi inversión y, en épocas prósperas, lo aumenta. Si no tengo inversiones mi capacidad de acumular depende de la alza de mi salario. Aquí encontramos un obstáculo para disminuir la desigualdad: el rico tiene una variedad de opciones para generar más riqueza con su capital, mientras el pobre está limitado en sus opciones. Aunque tenga ahorros, el pobre difícilmente compra un inmueble en una zona próspera o un negocio, mientras el rico tiene aquellas y otras opciones. 

¿Qué podemos hacer para ofrecer al pobre las mismas oportunidades para hacer crecer su patrimonio? La tecnología de la cuarta revolución tecnológica ofrece algunas alternativas. El llamado Sharing Economy (economía de compartir) es una opción. Si tienes un auto es probable que ese auto te genera costos pero no ingresos. Con Uber, la empresa de transporte más creciente en el mundo, en cambio, cualquier persona que tenga un auto en buenas condiciones, una licencia y no cuenta con record policial puede volverse chofer pagado. Al ser aprobado, el chofer prende la aplicación cuando quiera trabajar y inmediatamente empieza a recoger pasajeros. Algo parecido pasa con AirBnB: cualquier persona que tenga un inmueble puede convertir su inmueble en hotel o alquiler un cuarto y generar ingresos. La oportunidad no es solamente para inmuebles de lujo: en la Copa Mundial de 2014 muchos departamentos en favelas en Brasil se convirtieron en hoteles para turistas extranjeros. En Cuba, hasta hace poco era ilegal tener un negocio privado: con la apertura del país y la mejora en su relación con los Estados Unidos, cada vez más cubanos usan AirBnB para crear nuevas fuentes de ingresos. En 2014 el sharing economy generó 15 mil millones en ingresos que se quedaron, en su mayoría, en los dueños de los activos. Para el año 2025 los ingresos podrían llegar a $335 mil millones. Una gran concentración de capital monopolizada por las industrias de transporte y hotelería ahora son accesibles para ciudadanos comunes. 

Para comprar un departamento en la Gonzalez Suarez en Quito, una zona con alta plusvalía, un comprador tendría que tener acceso alrededor de 150 mil dólares como mínimo para poder beneficiarse de la alza de plusvalía, lo cuál es otro ejemplo de cómo tener capital facilita la acumulación de más capital. En Bogotá existe una alternativa que democratiza el acceso a la oportunidad de participar en el mercado de bienes raíces. El rompecielos BD Bacatá fue financiado a través de crowdfunding: cualquiera podría comprar participación en el edificio con una inversión de 20 mil dólares. Los constructores lograron recaudar $170 millones en financiamiento y el valor de cada acción ha subido 40% en el tiempo de construcción. 

Finalmente, para financiar negocios muchos emprendedores tienen que buscar inversionistas ángeles o individuos dispuestos a invertir en un negocio joven, tomando alto riesgo a cambio de la promesa de altos retornos. En 2012 el congreso estadounidense aprobó la ley JOBS (Jumpstart Our Business Startups) que permite que las empresas vendan sus acciones a través de plataformas en línea para recaudar fondos. En lugar de concentrar la oportunidad de inversión en un grupo pequeño de inversionistas, la ley JOBS permite que cualquier individuo, sin importar la pequeñez de su inversión, pueda acceder a oportunidades de negocio, a cambio de participación. 

En Ecuador no solamente  no  aprovechamos aquellos nuevos mecanismos que democratizan el acceso al capital, estamos mucho más atrasado. La ley ecuatoriana, por ejemplo, no contempla acuerdos entre accionistas (shareholders agreement en inglés) y aquella prohibición genera un desincentivo para la distribución de acciones entre empleados. Si pensamos en la oposición al artículo 111 del Código Ingenios, una alternativa a la propuesta del gobierno sería que los dueños de las empresas de software brinden acciones a sus empleados para que todos se beneficien del crecimiento de la empresa. De esta manera, el empleado acumula patrimonio cuyo crecimiento puede superar el incremento de su salario. Debido a las restricciones de la ley ecuatoriana, el fundador y el empleado no pueden crear un acuerdo previo que dicta qué pasa con las acciones si el empleado sale de la empresa. Para evitar el escenario en que un accionista suyo trabaja con la competencia, el fundador evita compartir su patrimonio, y limita las oportunidades de participación del empleado. 

Si tu única fuente de ingreso es tu salario 100% de su destino está atado al destino del mercado. Para el trabajador estadounidense, por ejemplo, los salarios reales han estado estancado desde los años 1970s creciendo apenas 15%, mientras la riqueza del 1% de la población más influyente ha subido 138%.  Los ricos simplemente tienen más oportunidades y mayor variedad de opciones para hacer crecer su riqueza. Si deseamos redistribuir más riqueza en el Ecuador posbonanza petrolera, necesitamos ser más creativos y crear más vías de salida de la pobreza. En lugar de estancarnos en el debate binario entre generación de riqueza y distribución de riqueza, deberíamos actualizar nuestro sistema regulatorio para ofrecer a los pobres y la nueva clase media las mismas oportunidades de enriquecimiento que tienen los ricos, incluyendo la oportunidad de acumular patrimonio. Obviamente tiene que haber regulación para evitar que estos sistemas sean engañosos (aunque nadie puede eliminar el riesgo de que una inversión fracase), pero aquella regulación debe buscar facilitar —y no prohibir— el desarrollo de nuevos mecanismos de inversión que pueden democratizar el acceso a la oportunidad. 

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La tecnología nos ofrece oportunidades más allá de aumentar la carga tributaria

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Fotografía de Fabio Pani bajo licencia CC BY SA 2.0