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En una columna reciente, el politólogo español Roger Senserrich dividió a los políticos en dos “tipos ideales”: los pragmáticos y los ideólogos. Los pragmáticos, según Senserrich, son aquellos que anteponen ganar elecciones a tener convicciones inamovibles. A lo Groucho Marx, estos políticos “tienen unos principios, pero si no os gustan tienen otros; siempre actuarán intentando maximizar las posibilidades de victoria”. Los ideólogos son la “gente de ideas claras y valores profundos, que prefieren perder unas elecciones defendiendo sus ideas antes que gobernar”. Salvando las distancias con el análisis de Senserrich, que trata sobre la configuración del nuevo gobierno español, la clasificación entre políticos pragmáticos e ideólogos es totalmente aplicable a la realidad ecuatoriana. Esto tiene consecuencias de suma relevancia para las elecciones de 2017 en nuestro país.

Uno de los legados más nefastos del correísmo es la total aniquilación del sistema de partidos y de los mecanismos válidos de representación política. Los partidos cumplen un rol fundamental dentro de cualquier democracia: son los encargados de alimentar las demandas y preferencias ciudadanas a las élites que nos gobiernan. Sin los partidos, crece la brecha entre representantes y representados, disminuyen las posibilidades reales de los ciudadanos de influir en el sistema. En definitiva, empeora la calidad de una democracia.

Al principio Correa, se benefició de la decadencia de los partidos políticos ecuatorianos, cuyos primeros síntomas se empezaron a sentir a mediados de los 90 con la elección de Abdalá Bucaram. Esa enfermedad se acentuó a inicios del nuevo siglo, pero fue el correísmo quien exterminó al sistema por completo (como prueba está la total desaparición —a partir de la llegada de Correa al poder— de los partidos “tradicionales” que habían gobernado el país desde el retorno a la democracia). Es verdad: la “vieja partidocracia” hizo mucho para autodestruirse en las dos últimas décadas, pero Correa, con el fin de afianzarse en el poder, se aseguró de darle la estocada final.

La existencia de políticos pragmáticos no es de por sí negativa para una democracia: un balance entre ambos tipos podría ser beneficioso. Lo que sí es negativo es una sobrepoblación de políticos pragmáticos con respecto a los ideólogos. Un Ecuador sin un sistema de partidos políticos ha sido terreno fértil para la aparición de un sinnúmero de políticos pragmáticos de toda índole. Esto ha ocurrido tanto dentro del oficialismo como de la oposición. Un ejemplo visible fue el famoso encuentro por la “Unidad” que se dio en Cuenca en enero de 2017: se sentaron en la misma mesa personas que —en teoría— provienen de muy distintas vertientes ideológicas. ¿Qué tienen en común Jaime Nebot, Ramiro González y Paúl Carrasco? Que quieren derrotar a Alianza País en las próximas elecciones y terminar con el correísmo. Ésa es, al mismo tiempo, la razón que los une y su objetivo último. Son puramente pragmáticos.

¿Cómo piensan derrotar a Alianza País? Todavía no lo tienen claro. 

Pero ésta no es la pregunta más importante para nosotros. Lo que debería preocuparnos a los ecuatorianos es qué pasaría si llegase al poder un movimiento de “Unidad” de varios políticos pragmáticos provenientes de distintas ideologías. Ya conocemos los efectos del poder: de no haber unos acuerdos mínimos que se respeten de manera absoluta, cada uno tirará para su lado. Correríamos el riesgo de que nuestra democracia termine aún más desgarrada de lo que hoy está.

Aún tenemos algunos meses antes de las próximas elecciones. Los políticos que empiezan a mover sus fichas para la próxima contienda electoral —tanto en la oposición como en el oficialismo— pueden todavía ofrecernos más que la opción burda y polarizada de estar a favor o en contra del actual régimen. La democracia es una cuestión de matices: más allá de nuestras posiciones ideológicas, tenemos derecho a escoger alternativas reales. Si lo que queremos es una democracia plena, donde los ciudadanos tengamos poder real de decisión, necesitamos opciones con verdaderos contenidos. Si finalmente a lo que tendremos que atenernos es a escoger entre distintos bandos de pragmáticos, el panorama político del país seguirá siendo igual de nublado.

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** La versión original de este texto apareció en Carta Económica de Cordes

Bajada

O cuando lo que se quiere es ganar elecciones a como dé lugar

 
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Fotografía de Agencia de Noticias ANDES bajo licencia CC BY-SA 2.0. Sin cambios.