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La crisis que encara el Ecuador nos ha devuelto a ese viejo debate: cuánto depende el país del petróleo. Nuestra sumisión petrolera se sostiene sobre tres pilares: el energético, el de balanza de pagos y el fiscal. Según el último balance energético, el 51% de la energía eléctrica producida en nuestro país provino de combustibles fósiles. A esto hay que sumarle que prácticamente el 100% del transporte —privado y público— funciona con derivados del petróleo. La segunda dependencia está en la balanza comercial: es el principal producto de exportación aún en años de precios bajos, lo que significa que en momentos de caída de los ingresos petroleros, el país tiene problemas para cubrir sus importaciones, entre ellas los derivados de petróleo, como gasolina y gas que no somos capaces de producir por falta de capacidad de refinación, que quemamos para producir energía o transportarnos. Finalmente el tercer componente es fiscal: el gasto del gobierno en subsidios a los derivados del petróleo. En resumen, tenemos déficit fiscales y comerciales para producir y transportarnos de la manera más contaminante posible ¡Un modelo de negocios de locos!

La pregunta es ¿cómo reducimos esta dependencia? El proceso de despetrolizar al Ecuador es un camino largo, complejo y costoso. Por eso ningún gobierno lo ha hecho. Sin embargo es absolutamente necesario: el mundo va hacia la descarbonización —la paulatina reducción del uso de combustible fósiles— al punto que con el reciente acuerdo de la COP21 en París, el mundo parece finalmente haber entendido que el calentamiento global es una amenaza real e inminente. Pero además de las razones ambientales, el Ecuador debe reducir su dependencia petrolera para evitar la peligrosa volatilidad que el crudo imprime a nuestra economía. Por eso muchos otros país buscan, también despetrolizarse —por ejemplo el más grande exportador de petróleo, Arabia Saudita, tiene un plan para en convertirse en un gran exportador de energía solar. 

Es claro que no hay otro camino. Lo que toca es decidir cómo empezar el recorrido. Lo primero que habría que hacer es sustituir el petróleo en nuestra generación eléctrica y en nuestra movilidad: optar por generación renovable de electricidad y por transporte público que utilice electricidad en lugar de derivados de petróleo. La reducción del peso del petróleo en las exportaciones es un proceso en el que debe intervenir el sector público y el privado, pues la creación de industrias competitivas a nivel internacional es un proceso lento en el que intervienen la política comercial, las oficinas de promoción de exportaciones, la calidad del producto, y el talento y visión de los empresarios. En el aspecto fiscal, va a depender mucho de lo que hagamos en los dos componentes anteriores: los subsidios a los combustibles son una consecuencia de la necesidad de importar derivados, para transportarnos y para generar electricidad. Es un ciclo vicioso más propio de un adicto que de un Estado.

Para entender cómo dejar la adicción es importante mirar qué ha sucedido en el Ecuador en la última década y qué va a cambiar en el corto plazo. Quizás lo más importante sea la inversión en hidroeléctricas que está haciendo el actual gobierno: pasaremos de  electricidad cara, contaminante e importada a tener electricidad barata, renovable y producida cien por ciento localmente. Además, a nivel de transporte hay algunos aspectos destacables: la construcción del metro de Quito, del tranvía de Cuenca o el impulso a los autos eléctricos. Son todos pasos en la dirección correcta, pero solo tendrán un impacto significativo en el mediano y largo plazo si los ciudadanos estamos dispuestos a aportar en reducir el consumo de combustibles y transportarnos de manera más amigable con el medio ambiente. 

En la balanza comercial hay buenas y malas noticias. Lo positivo es el crecimiento de las exportaciones no petroleras que cerraron cercanas a $12.000 millones en 2015, casi el doble que en 2009. Lo negativo es que la mayoría siguen siendo commodities con poco valor agregado, lo que las hace vulnerables a cambios en los precios internacionales —o sea, que podríamos sufrir lo mismo con otras materias primas que lo que estamos padeciendo con el petróleo. A eso debe sumársele que los resultados de política comercial son mixtos: el trabajo de las oficinas comerciales en el exterior ha mejorado y la firma del acuerdo con la Unión Europea es un logro, pero es mucho más lo que se puede hacer para abrir mercados, y el gobierno ha mostrado hasta ahora poco interés en hacerlo. A nivel fiscal, el país ha dado pasos importantes como fortalecer la recaudación tributaria —que ya es la principal fuente de ingresos para el sector público—, sin embargo hay una decisión pendiente que el país lleva arrastrando por décadas: quitar el subsidio a los combustibles. El gobierno actual —intentando reducir el impacto político de dicha decisión— ha elaborado un plan complejo de sustitución de cocinas a gas por eléctricas, pero poco ha dicho sobre el subsidio a la gasolina, el más caro, contaminante y socialmente regresivo que existe. Con la reciente caída del petróleo, países como Indonesia, Egipto e inclusive Venezuela han decidido eliminar o reducir estas subvenciones. Eso es una lección: es posible vivir sin combustibles subsidiados.

 

Fuente: https://www.bce.fin.ec/index.php/component/k2/item/755

La aparición del petróleo en la vida del Ecuador cambió drásticamente nuestra historia para bien —incrementando los ingresos— y para mal —evitando que el país tomara decisiones que son difíciles pero necesarias—. De no haber tenido petróleo quizás habríamos invertido antes en hidroeléctricas, o habríamos apostado por transporte público que no use combustibles fósiles. Seguramente habríamos evitado los costosos subsidios que se convirtieron en la gran cruz de ser un país petrolero. En lugar de invertir en educación, salud o infraestructura decidimos que la mejor forma de repartir la bonanza petrolera era dar gasolina barata.

El gobierno de Rafael Correa acierta cuando dice que reducir la dependencia petrolera no pasa por dejar de explotar el petróleo de la noche a la mañana, sino por utilizar correctamente esos recursos para fomentar otros sectores de la economía. Sin embargo, se equivoca al mantener unos subsidios costosos solo para evitar el riesgo político que significaría su eliminación. El viejo temor de que gobierno que quita subsidios se cae, aun subsiste en el Ecuador. Independizarnos del petróleo es una de las tareas más importantes que tiene el país. Va a ser difícil, va a ser complejo y va a requerir de la colaboración de todos, pero todavía estamos a tiempo de utilizar lo que nos queda de este recurso no renovable para construir una economía capaz de sostenerse cuando se agote el crudo debajo de nuestro suelo, o cuando el mundo haya decidido que usar combustible fósiles es demasiado caro para el planeta.

Bajada

Es posible, pero solo si el gobierno que lo haga está dispuesto a soportar el costo político

fuente

Fotografía de Rainforest Action Network bajo licencia CC BY-SA 2.0. Sin cambios.