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Si nos guiásemos por la cobertura general de las elecciones en Estados Unidos, parecería que el senador Bernie Sanders perdió la batalla por la nominación del partido Demócrata hace rato. Del lado republicano ya no se menciona al “comunista”—como lo llama Donald Trump— en los debates. De igual manera, los discursos de Hillary Clinton —demócrata— empezaban a dirigirse directamente a Trump, como si Sanders no fuera ya amenaza alguna. A pesar de sus triunfos en estados clave del norte, hace una semana la mayoría de  encuestadoras nacionales vaticinaban que el fin de la campaña de Sanders era inminente. Hasta que ganó en Michigan, donde se proyectaba un triunfo para Clinton de hasta 21.3 %.  ¿Qué pasó? Un upset así no se había visto en elecciones primarias desde 1984, y aunque la obsesión ahora parece ser la de averiguar la razón de una de las equivocaciones más grandes en la historia de las encuestas electorales, otros prefieren cuestionar los beneficios periodísticos de nuestra obsesión con encuestar.

La sorpresa se dió después del debate del partido en Flint, Michigan donde la crisis de agua por envenenamiento por plomo ha convertido a la ciudad en un ejemplo protagónico de políticas discriminatorias institucionalizadas. Sanders ganó por un porcentaje mínimo —de 1,5 puntos porcentuales— pero ganó. Nadie lo creía, porque se proyectaba una derrota muy significativa (la probabilidad de que él ganara era de menos del 1 %)  y un triunfo para las encuestadoras: hasta la fecha FiveThirtyEight, por ejemplo, había acertado en la mayoría de proyecciones para cada estado, con márgenes de error muy reducidos. Así, los  resultados de Sanders y Clinton se iban anunciando con bastante certeza. Hasta Michigan, las elecciones por la nominación del partido cumplían con lo programado: la predominancia de Clinton en el sur, así como con votantes negros y latinos a pesar de los esfuerzos de la campaña de Sanders. Esa misma noche Clinton ganó Mississippi con un 83 % de los votos.

Antes de la sorpresa, la periodista Amy Goodman, de Democracy Now ya criticaba lo que describió como una obsesión mediática con las encuestas. “¿Quiero votar de acuerdo a lo que decidirá mi vecino o quiero votar de acuerdo al record de cada candidato?”, preguntaba Goodman en una entrevista en CNN, explicando por qué la cobertura de las elecciones de Democracy Now no enfatiza en encuestas. Tiene un punto: aunque es innegable que son importantes como mapeos del impacto demográfico de cada campaña,  su prevalencia mediática parece distraer con frecuencia de otras consideraciones electorales importantes.

Ya de por si, la cobertura de las elecciones en Estados Unidos es indistinguible de la del fútbol americano. El formato de los debates parece diseñado para un audiencia sedienta de lucha libre y Hunger Games. Yo también caigo en la trampa: consumo los debates enteros cuando salen al aire y me trago las horas de comentarios que los siguen.

 

¿Quién ganó? Es la pregunta a la que apuntan analistas políticos, periodistas e invitados especiales dedicados a analizar en detalle los puños verbales de lado y lado, el lenguaje corporal y los gestos de cada candidato— es el análisis minucioso de un performance en el que las propuestas de gobierno de cada uno pierden importancia ante el ruido del espectáculo.

El manejo electoral de las encuestas en ese sentido corresponde al tipo de mercantilización de la información que inunda los medios estadounidenses. Cabe preguntarse hasta qué punto informan sobre la trayectoria de cada campaña y hasta qué punto simplemente perpetúan patrones de consumo mediático. Como en Estados Unidos el voto no es obligatorio, por ejemplo, proyecciones negativas pueden impactar directamente en la disposición a votar de la gente, especialmente con candidatos marginales. Las encuestas pueden convertirse en juez y parte: En su medición de la inclinación popular, la afectan y la cambian. En el caso de Sanders la objeción desde el lanzamiento de su campaña era su electability —su capacidad para ser elegido— primero ante Clinton, y luego, contra quién sea nominado por el partido republicano. En otras palabras: más que su historial o que su plataforma política, el temor de los votantes era, paradójicamente, cuán atractiva podía ser su campaña para los votantes..

Quizás Amy Goodman pide demasiado. Las encuestas son importantes para establecer estrategias de campaña y entender mejor tendencias electorales. Su utilidad no se puede negar. Sin embargo, se han convertido en una obsesión distractora. Michigan fue una pérdida para Clinton, pero también fue una especie de cachetada a las encuestadoras que ahora explican su error de muchas formas, pero sin hacer el mea culpa más global: Ese estado tiene primarias abiertas, lo que significa que no se necesita estar registrado como demócrata para votar por la nominación del partido. Aunque Clinton ganó entre los demócratas (con un 58 %), a Sanders lo dispararon los votos independientes —que le dieron un 71 %. Otro factor es el limitado alcance de Sanders con votantes negros y latinos en el sur del país, a pesar del enfoque racial de gran parte de su discurso. Como en el sur Clinton ha sido prácticamente invicta, las proyecciones del voto negro en ciudades como Detroit y Flint le daban una victoria parecida.

Citando al primer ministro británico de su época, el escritor Mark Twain escribió que hay tres tipos de mentiras: mentiras, mentiras malditas, y estadísticas. En temas electorales, las encuestas han pasado de ser un instrumento de análisis a convertirse en el fin mismo de la política. Por eso el triunfo de Sanders en Michigan es tan importante como desafío a todo el aparataje de lo que él mismo llamó el “establishment”. El senador ganó a pesar de que las cadenas de medios principales siguen repitiendo que es imposible que lo haga. Es una suerte de “paradoja de la cobertura”, que por el lado conservador explicaría a la inversa el fenómeno de Trump, quien sin mayor esfuerzo disfruta de gran parte de la atención mediática electoral.

Después de Michigan, la atención volvió a Sanders este viernes, cuando algunos de los  manifestantes que en Chicago forzaron a Trump a cancelar su mitin fueron acusados de pertenecer a la campaña del senador socialdemócrata. Con tanta efervescencia mediática, las encuestas para las primarias del martes probablemente serán menos tacañas con sus posibilidades. De todas maneras, si no lo son, ya sabemos que para cambiar las encuestas hay que desconfiar de ellas.

Bajada

¿Por qué siguen sorprendiendo los triunfos de Bernie Sanders para la nominación del partido Demócrata?

 

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Ilustración de DonkeyHotey bajo licencia CC BY 2.0.