En el ránking de asuntos internacionales trascendentes de los últimos días, hay un tema que se impone a las discusiones sobre la austeridad en Europa o la simpatía que despierta Donald Trump: Si The Revenant se llevará la más esperada de sus doce nominaciones, y si Leonardo DiCaprio podrá pasar la noche abrazado a su postergada estatuilla. La película que dirige el mexicano Alejandro González Iñárritu tiene todo para ganar. Pero en sus excesos también puede ser perjudicada. A continuación, un panorama bipolar: las razones por las que  The Revenant y DiCaprio podrían llevarse un hombrecito dorado. Y también las razones por las que eso quizás jamás sucederá.

Por qué The Revenant puede ser la mejor película

Hay que dejar de lado sentimentalismos y gustos para entender qué vota la Academia. Sabemos que Hollywood prefiere los dramas, la gesta de héroes o mártires, los relatos de sacrificio, las reivindicaciones históricas, todo envuelto en un halo de autosuperación. El discurso del rey, Argo, 12 años de esclavitud y Birdman, las ganadoras de esta década, aprobaron todos los ítems del examen. El artista fue la excepción.

The Revenant es como un alumno aplicado: aprueba todas las materias. La historia que dirige Alejandro González Iñárritu es el empleado del mes de Mc Donald’s. Pero quedarnos sólo con esa idea sería una necedad porque la película logra lo que ambiciona (lo supera, incluso, lo cual es un problema por momentos): la historia tiene cadencia narrativa, el guión nos envuelve y nos lleva casi sin usar la palabra a la experimentación más cruda de la supervivencia, la fotografía de Emmanuel Lubezki es un prodigio tan apabullante como la naturaleza hostil que desafía a los personajes. Sería sano dejar de comparar al film de Iñárritu con los de Terrence Malick o Werner Herzog, no para despojarlo de antecedentes, sino para mirarlo en su singularidad.

Por qué The Revenant puede perder

Quedarse sólo con el consuelo de los rubros técnicos en la entrega del Oscar sería lo mismo que irse con las manos vacías. Y aunque las casas de apuestas la den ya como ganadora, hay miradas de reojo que son seducidas por Spotlight, la austera y sólida película sobre los periodistas de Boston que investigan casos de pedofilia en la Iglesia Católica. The Revenant puede quedarse sin nada como lo hizo hace unos años Avatar.

Porque también es una historia que desborda sus límites, porque se desliza en el morbo, porque la sucesión de eventos desafortunados del protagonista, cuando ya pasaron más de 100 minutos, deja de conmover y causa gracia (lo atacan los indios, los franceses, los norteamericanos, un oso, hasta el clima y los árboles parecen conjurar contra él). Porque el guión se tuerce en giros ramplones (el buen salvaje Leo DiCaprio versus el mal salvaje Tom Hardy). Porque Iñárritu insiste en esas escenas fantasmales que tan mal le salieron en Biutiful.

Por qué DiCaprio puede cantar victoria

El momento en el que entreguen el premio a Mejor Actor, las cámaras estarán clavadas en la expresión de DiCaprio. No es el primero al que le retacean el Oscar, pero es el que más bullying sufrió en las redes sociales porque, se nota, es el que más duro trabajó para ser reconocido. Quienes creen que no haberle dado el Oscar por El lobo de Wall Street fue un desaire consideran que entregárselo ahora sería resarcir un daño, permitir que Leo abandone las sesiones de terapia. Otros dicen que se trata de pura cábala y si esta vez no va con su mamá a la ceremonia, quizás gane.

Hay que estar de acuerdo en algo: este papel sí es un verdadero desafío para el actor. Y no porque el rodaje haya sido una oprobiosa experiencia digna de La pasión de Cristo en la que estuvo al borde de la hipotermia, durmió en cadáveres de animales y masticó carne cruda (él, que es vegano) llevando a lo irrisorio el método de interpretación comprometida de Lee Strasberg. Sino porque le quitaron su gran herramienta: la palabra. Cada vez que lo nominan a los premios de la Academia, vemos exasperados monólogos en los que el actor condensa sus deseos de llevarse el gran premio. Aquí sólo tiene 15 líneas de diálogo. El rey está desnudo. Sin embargo, DiCaprio transmuta sus derroches febriles y los distribuye por su anatomía, como si mandara energía a sus chacras. Su mirada, su ceño, sus manos, su manera de caminar. Todo en su corporalidad sufre y padece, se alimenta de venganza y recuerdos. No es DiCaprio. Es un hombre solo.

Por qué DiCaprio puede volver a casa de su mamá sin nada

Hablemos de lo mal que le hizo Martin Scorsese a este chico. Desde Pandillas de Nueva York, pasando por El aviador, La isla siniestra y Los infiltrados, el director llevó al límite al actor: más alto, más fuerte, más enérgico, más oscarizable. Sólo en El lobo de Wall Street ese registro excesivo tenía razón de ser, y fue perfecto. Y si bien Leo trabajó con otros directores (Steven Spielberg, Clint Eastwood, Quentin Tarantino, Christopher Nolan) su tono hiperbólico no lo abandonó nunca.

¿Puede perder? Sí, si lo que se busca en una interpretación son sutilezas. Aunque no sería justo. Eso implicaría  que los votantes decidieran que Eddie Redmayne debe volver a ganar por su interpretación de un artista trans de principios del siglo 20 en The Danish Girl o que Michael Fassbender es un justo retrato de Steve Jobs. Pero sería casi una maldad. La misma mala racha de DiCaprio en los Oscar se venía repitiendo con los Premios del Sindicato de Actores (fue nominado en cuatro ocasiones) y los premios BAFTA (fue candidato tres veces). En ambos el hechizo se rompió con The Revenant. Este domingo, en la alfombra roja, se puede repetir. Será casi como un Oscar honorífico.