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Ecuador está en crisis. Ya sé que usted preferiría no saberlo, que usted preferiría que no fuese así, que usted quisiera negarlo. Pero negar la realidad solo nos lleva a peores realidades. La responsabilidad es eso: aceptar los hechos y actuar en consecuencia.

¿Qué quiere decir que Ecuador está en crisis? Pues que su economía en lugar de mejorar, empeora. Esta definición es bastante evidente, pero algo ambigua. Por eso, los economistas intentan utilizar medidas económicas para evaluar si una economía está en crisis o no.

La definición más comúnmente utilizada es “cuando una economía decrece por dos trimestres consecutivos” Obsérvese que es una definición consensuada, comúnmente aceptada, no exacta, ni pacífica.

De hecho son otras muchas las definiciones de “crisis” que se pueden encontrar, así desde que la economía esté por debajo de su producción potencial (lo que muestra el Índice de actividad económica registrada del INEC que está por debajo de 100 -media histórica- desde enero de 2015); o que esté en un periodo de caída del crecimiento de la actividad (desaceleración); o sufra un deterioro generalizado de las variables macroeconómicas, o considerar la crisis como: la fase descendiente del ciclo económico (en cuyo caso sí estaríamos en crisis en Ecuador). Y dentro de la definición de crisis hay distintos niveles, “desaceleración”, “recesión” o “depresión”.

Centrémonos en la definición “crisis es cuando el PIB de la economía decrece por dos trimestres consecutivos” pues es en la que el presidente Correa se escuda para repetir y repetir que no hay crisis. En octubre de 2014 decía “no habrá crisis por la caída del precio del petróleo” (curioso como era capaz de predecir el futuro). Lo dijo, también, el 5 de abril del 2015. El 20 de mayo en un reportaje de TeleSur sorprendentemente se afirmaba que “el mundo está en crisis” (no se sabe bajo qué definición) pero Ecuador no. El 30 de junio de 2015, dijo que no había crisis “en el primer trimestre del 2015”, explicando que para que exista tendría que haber al menos “dos trimestres consecutivos de decrecimiento”. Según él, se la había evitado gracias “al buen manejo de la economía”. En esta declaración de Correa del 20 de noviembre, sin embargo, contradecía su declaración de abril al afirmar que “crisis es mucho más grave que recesión” y que era recesión lo que se debía entender como esos dos trimestres consecutivos de decrecimiento. Muchas veces más se ha negado la existencia de la crisis, hasta el último enlace ciudadano (vulgo: sabatina)  del 6 de febrero de 2016 en las que se afirma que hay que medir el desenvolvimiento del modelo en un periodo de 10 años, lo que anularía las definiciones coyunturales de crisis. Si todo esto, amable lector,  le suena a un enredo argumental es porque lo es, ya que se van cambiando los conceptos según se avanza, pero siempre con una constante: negar la existencia de la crisis.

Pero esta definición de crisis que usa el presidente Correa y tan admitida entre economistas esconde un engaño para su uso presente: los datos de PIB trimestral los presenta el Banco Central con hasta cuatro meses de retraso: los últimos datos trimestrales disponibles a 6 de febrero del 2016 son los del tercer trimestre del año 2015, esto es, septiembre de ese año. En la lógica del Presidente, la economía debería estar técnicamente durante diez meses en crisis para poder afirmar “estábamos en crisis desde hace diez meses”. No parece que sea esta una medida ni muy inteligente ni muy útil para analizar la economía de un país. Si esperásemos diez meses para reconocer la crisis dentro de la economía, la capacidad de actuación del gobierno sería nula ante la coyuntura, y toda medida que tome, que siempre tardaría en surtir efectos -gap- estaría fuera de ciclo.

Pero los propios datos del Banco Central de Ecuador, leídos de otras maneras, ya dicen que estamos en crisis. El tercer trimestre del 2015 ha tenido una variación negativa del -0,8%, si los datos del cuarto trimestre fuesen negativos, ¿se disculpará el presidente Correa por su error y reconocerá que sí estamos en crisis -según la definición que él mismo usa-?

Además que hay muchas mediciones posibles de los datos macroeconómicos. ¿Cuál es esa lectura acertada? ¿El PIB o el Índice de actividad económica? ¿Ver la variación porcentual  trimestre a trimestre del año anterior o desde inicio de año? ¿analizar los datos per cápita (es decir, tomar en cuenta el crecimiento de la población) o en valores absolutos? ¿descontando con qué medida de inflación? Esta podría ser una discusión bizantina que en nada aporta al ciudadano común a quien lo que le interesa es la situación de sus finanzas y la de los suyos.

Por eso es mucho mejor utilizar una definición de crisis más útil y que todos podamos entender: crisis es cuando la mayor parte de los ciudadanos de un país viven un empeoramiento de su situación económica, o temen que se pueda producir ese empeoramiento. Esta definición sí que casi todos la podemos comprender y comprobar: ¿está usted mejor económicamente en este 2016 de lo que estaba el año anterior? y ¿cree usted que este 2016 le irá mejor de lo que le fue en el 2015?

La respuesta la tendremos cada uno de nosotros basados en nuestra propia experiencia, y la podremos tener analizando o pensando en  nuestros familiares, colegas, amigos. Pero para un análisis algo más generalizado podemos usar el “índice de confianza del consumidor”.  Este índice es una encuesta que se realiza a los hogares y puntúa (más alto el número, más “fonfianza del consumidor muestra) las respuestas sobre tres preguntas relacionadas. Una de ellas es:

— En relación al mes anterior, ¿la situación económica del país es….?

Sus resultados no pueden ser más esclarecedores. De la serie histórica desde enero del 2010, el índice ha venido aumentando constantemente desde los 37 puntos hasta los 49 que marcan el máximo en diciembre de 2013 . Desde entonces ha disminuido drásticamente hasta 36 a diciembre de 2015  (con un repunte en el último mes probablemente debido a que todos los diciembres se genera una cierta “euforia navideña”). Parece claro que los ecuatorianos no creen que la economía del Ecuador mejore. Esto me parece que es la mejor evidencia que podemos presentar de que sí que hay crisis en el país pues no es una bizantina discusión académica, sino la percepción del común de la gente.

La negación

Todos los políticos tienen incentivos para negar la crisis económica. Dado que ellos se auto-erigen en “responsables” de la situación económica del país, y tanta energía y verborrea dedican a hacernos creer que la bonanza económica es debida a sus políticas que cuando llega la crisis no pueden aceptar que existe: en lógica correspondencia ellos serían responsables de la mala situación económica (bueno, salvo que tomen “buenas decisiones con mala suerte”). Ya ha sucedido cientos de veces antes en el mundo: por ejemplo el gobierno de Zapatero negó la crisis en España hasta 50 veces. Lo hicieron, también, los políticos franceses, y el presidente chino Xi Jinping recientemente.

Además, los políticos tienen incentivos para negar las crisis económicas, por muy evidentes que sea (y en caso de no poder negar la existencia de la crisis negar su gravedad) ya que la economía se basa en expectativas. Si se reconociese la existencia de una crisis, eso transmitiría una mala señal a inversores y consumidores, de tal manera que se retraerían en su consumo e inversión, por lo que se retroalimentaría la crisis, haciéndose una profecía autocumplida. Claro, que esta teoría tendría validez si ciudadanos, consumidores e inversores tuviesen confianza en la palabra de los que diseñan e implementan las políticas económicas. Algo que, en muchos casos, es dudoso.

El duelo

Los políticos tienden a negar las crisis porque están muy apegados a su idea de que ellos solucionan o hacen crecer la economía. Por eso cuando vienen las crisis para ellos es un shock tal que les suele hacer pasar por las cinco fases del duelo que describe la psicóloga Kübler-Ross: 1) negación, 2) ira, 3) negociación, 4) dolor y 5) aceptación.

En el Ecuador, llevamos más de un año presenciando (de manera bastante patética y enfática), la fase de la negación (se nos repite una y otra vez que el modelo económico de la Revolución Ciuddana es ejemplar para toda América Latina). Por los últimos síntomas, y las acusaciones a medios o los analistas que certificamos la existencia de la crisis, se parece atisbar que estamos entrando en la fase de la ira (que mucho me temo será aún más histriónica). Tan sólo nos cabe esperar que llegue pronto la de la negociación para que así empecemos ya —más de un año después de haber entrado en crisis y más de dos años y medio después de percibirse los primeros síntomas alarmantes como fue la caída del precio de petróleo— a buscar las soluciones. Luego pasaremos por el dolor que causa una crisis económica (y mucho dolor causará una crisis como la que estamos viviendo) para por fin poder aceptarla y superarla. Pero aún quedan años para eso, me temo, pues ni tan siquiera hemos pasado la fase de la ira aún.

“Académicamente”

El presidente Correa ha dicho que «técnicamente, pues académicamente sabemos que no estamos en crisis». Mucha polémica ha causado esta frase, y no es para menos. Se percibe en ella el engreimiento propio de un mal académico, que parece decir que hay dos realidades:la académica y la otra. Le está diciendo a todos los ecuatorianos que están pasando (o temen llegar a pasar) por problemas económicos, que no, que su realidad no es lo relevante, sino la realidad académica. Esto es la perversión absoluta de lo que la Academia es (o debería ser): el estudio de la realidad para comprenderla. No podemos los académicos escudarnos en nuestras almidonadas definiciones para decirle a los ciudadanos cuál es su realidad, sino más bien escucharles, para luego intentar comprender y explicar por lo que están pasando.

Discusión estéril

A mí me sorprende y entristece que estemos discutiendo si Ecuador está en crisis. Todo el esfuerzo que dedica el Presidente a negar lo evidente —que estamos en crisis— no lo dedica a lo importante: buscar las medidas que puedan ayudarnos a paliar, solventar o sobrellevarla. Todas los esfuerzos que dedica a descalificar a los analistas que llevamos meses diciendo que estamos en crisis, los podría haber dedicado a tener un diálogo constructivo para pensar en soluciones a esta situación tan problemática.

Querido lector —lamento decirle, ahora que tan amablemente termina de leer este artículo— que tanto el tiempo que yo he invertido escribiendo estas líneas como el que usted ha invertido leyéndolas es tiempo desperdiciado. Seguir intentando certificar que el Ecuador está en crisis es querer seguir demostrando una obviedad tan grande como dedicarnos a demostrar que en el Ecuador el Sol sale cada mañana por el Oriente y se oculta por Occidente, o que dos más dos son cuatro. Ojalá dejemos de discutir lo obvio y podamos tener un debate serio y sosegado sobre lo que a todos nos interesa: qué medidas deberíamos tomar para paliar y solucionar esta crisis en la que estamos. Eso nos permitirá avanzar, seguir rebatiendo definiciones de lo evidente solo nos hace estancarnos.

Bajada

¿Por qué seguimos discutiendo lo evidente?

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