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Fotografía de Garry Knight bajo licencia CC BY 2.0

Odio viajar en el tiempo: es demasiado complicado.

Es decir, construir un compensador de flujo es la parte sencilla. Todo lo que se necesita es una lata de cerveza vacía, pasta dental, un poco de chicle y un alto espíritu mcgyveriano. Y un poco de plutonio. Pero solo un poco. La parte complicada es encontrar un DeLorean que aún funcione y a alguien dispuesto a acelerarlo a 85 millas —136 kilómetros— por hora. Dado que no soy el doctor Brown y que seré yo quien construya este aparato, es probable que haya que acelerarlo hasta 95 millas —152 kilómetros por hora—: ya saben, por si acaso. No hay que olvidar un elemento importante en toda esta empresa: es posible que nos matemos en ella.

El tiempo es una cuestión complicada. Tomemos al primo gordo del electrón, el muon. Se produce muy arriba en la atmósfera y vive por, aproximadamente, 2.2 microsegundos, antes de desintegrarse en otras partículas. Como viajan a casi la velocidad de la luz, es razonable pensar que nunca van a llegar al suelo. Sin embargo, pueden ser detectadas en el suelo (cómo eso sucede, es toda otra historia) ¿Entonces? ¿Se equivocó la Física? ¿Cerramos las universidades y nos convertimos al creacionismo y vivimos felices para siempre? No. Todo lo que hay que hacer es sacar del clóset al buen Albert Einstein y escuchar su teoría de la relatividad: hay que considerar que el tiempo avanza más o menos rápido dependiendo de qué tan rápido nos movemos. Sí, así como lo leen. Un reloj corre más lento cuando se mueve más rápido. No son habladurías: ha sido comprobado en varios experimentos.

En 1971 un físico y un astrónomo lo hicieron. Joseph C. Hafele y Richard. E Keating pusieron cuatro relojes atómicos —no se preocupen: no son peligrosos, solo muy, muy, muy precisos— en un avión y volaron primero hacia el Este y luego hacia el Oeste, hacia y contra la rotación de la Tierra. La relatividad especial diría que el reloj que viaja el Oeste correrá más rápido y que el que viaja al Este lo hará más lento. Hafele y Keating demostraron que era cierto.

Ahora, ¿viviríamos más si nos embarcáramos en un avión y voláramos hacia el Este por el resto de nuestra vida?  Sí. Pero antes de que nos gastemos todo nuestro dinero en boletos de avión: serían segundos, tal vez minutos. Y, además, ¿qué clase de vida sería esa, atrapados en una recipiente metálico gigante y comiendo comida de avión.

Entonces, si el tiempo va más lento cuando un reloj se acerca a la velocidad de la luz ¿qué pasa si viaja más rápido que ella? Es un poco difícil de contestar. Lo único que puedo prometer es que si alguien logra viajar más rápido que la velocidad de la luz, podrá ver  televisión de los años sesenta y setenta, porque las ondas electromagnéticas como las de TV y radio viajan a la velocidad de luz —que es, también, una onda electromagnética. Eso es todo lo que se puede decir porque aparentemente la velocidad de la luz es el límite que no podemos superar. Al menos no ahora. Aún falta algo de tiempo antes que Zefram Cochrane invente la velocidad Warp en 2063.

Nadie puede ir más rápido que la luz porque todas las partículas como electrones, seres humanos, chanchos —lo que sea— se vuelven más pesados a medida que se acercan a la velocidad de la luz. Eso quiere decir que se necesitaría cada vez más energía para acelerar esas partículas, así que hay que decir: Lo siento pero el límite de velocidad intergaláctico es 299 792 458 metros por segundo. Todo esto tiene que considerarse antes de empezar a planear un viaje en el tiempo.

Hay que tomar en cuenta, además, todas esas paradojas, trampas y huecos. Por ejemplo, qué pasa si hay Terminators ¿Se han puestoa pensar en eso? Por si no saben qué son los Terminators, hay un excelente documental protagonizado por un talentoso inmigrante austríaco que recomiendo. Si se llegan a encontrar con un Terminator, no lo inviten a su casa. Ah, no, eso es con los vampiros, pero ¿se dan cuenta a dónde va todo esto? Un pequeño error y explotaría la continuidad del espacio-tiempo.

Es como si una mariposa causara un huracán al otro lado de la Tierra. Sobre ese tema hay otro documental maravilloso llamado soprendentemente El efecto mariposa. Hay demasiadas cosas que tomar en cuenta. Importa a quién conozcas y quién te conozca. Biff Tannen podría robarse un almanaque deportivo y hasta ahí llegó tu futuro, al que —además— tendrías que regresa.

Si el viaje en el tiempo es tal dolor de cabeza, ¿por qué nos encantan estas películas? Por la misma razón que nos gustan La Guerra de las Galaxias y Viaje a las Estrellas y todo ese tipo de cosas de geeks: son entretenidas. La fuerza y los Nazgul no existen (vamos, estoy seguro que ya sabían esto). Aunque los Borgs sí. Además, en algunas de estas películas —no en todas pero sí en Regreso al futuro— el geek gana: derrota al bully, se lleva a la chica. Por supuesto, Marty McFly no es Sheldon Cooper. Es un geek a quien podríamos llegar a querer. Alguien a quien quisiéramos heredarle la Tierra. De nuevo: no es Sheldon Cooper.

Ahora, si me permiten, tengo que dejarlos: debo ir a darle la bienvenida a un tal Marty McFly, que va a aterrizar en Hill Valley a, exactamente, las 4:29 pm. Y ya es hora.


**Esta es la traducción del artículo original The [physical] drama of time travel.

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¿Por qué es poco probable que Marty McFly llegue hoy?