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Fotografía cortesía de Yachay Tech

José Andrade, el rector interino de Yachay Tech, me ha concedido una entrevista a distancia, el jueves 13 de agosto y no puedo contener el comentario: “es curioso que tengamos esta entrevista por Skype”. Andrade se ríe, pero la Directora de Comunicaciones de Yachay Tech, Caridad Pérez, me aclara que no estamos sentados frente a frente porque yo no pude viajar a Quito. Le digo que es cierto, pero que, de todas maneras, me gusta que así sea: sirve como para sentirse en una sesión de la Comisión Gestora de la universidad asentada en el valle de Urcuqui. Andrade vuelve a reírse, distendido. El científico graduado en Stanford, que trabaja en Caltech y colabora en la misión NasaInsight a Marte conversará por más de una hora durante el mismo día en que una marcha de organizaciones indígenas llega a Quito para protestar contra el gobierno del presidente Rafael Correa. El clima enrarecido del país, sin embargo, parece no sentirse en Yachay Tech donde, me dice Andrade, ha terminado una jornada de innovación en la que se han presentado varios proyectos que buscan capital de inversión. Me abstraigo, también, de la coyuntura —en la medida de lo posible: la mitad de la entrevista se tratará del peso político de las polémicas en torno a Yachay, y la otra a intentar esclarecer ciertos detalles de estructura y funcionamiento. Estas son sus respuestas.

Después de la publicación de su artículo en GkillCity.com, se han discutido algunos aspectos de Yachay. Hay críticos de muchas credenciales académicas que han elevado reparos interesantes, especialmente sobre la inexistencia de las condiciones para que despeguen este tipo de proyectos en el Ecuador, donde no hay un ecosistema empresarial que les sea favorable. ¿Cómo podría funcionar Yachay en un país que carece de los demás elementos de una economía que se centra la innovación?

Es un dilema clásico: el huevo o la gallina. Porque para poder crear un nuevo producto que vaya al mercado, tienes que tener gente, talento humano, que se crea capaz de transformar el mundo. Eso es lo que hace Yachay Tech con  sus estudiantes. Nosotros les implantamos el chip de la innovación, la idea de que todo es posible. Esa es una misión importantísima de la universidad. Ahora, ¿a dónde van esos estudiantes? Porque a eso es lo que ataca el argumento de “para qué formas estos súper innovadores si al final —para poner un ejemplo extremo— van a manejar un taxi”. Yo no creo que en el Ecuador no hay innovación. Si tú vas a industrias ecuatorianas, que yo he visitado, como La Fabril, Plasticaucho, La Favorita o KFC, vas a encontrar no solo una gran innovación que está siempre empujando la frontera de la tecnología para llevar la delantera al menos cinco años frente a sus competidores. Esas empresas requieren talento humano. Estudiantes que los ayuden a desarrollar esas nuevas tecnologías. Entonces, Ecuador está viviendo hoy lo en la ciencia se conoce como un punto de quiebre: ese momento en que hay condiciones que no son aún las perfectas del mundo desarrollado (por ejemplo, tu producto interno bruto per cápita tiene que subir para poder llegar a ese nivel) pero estamos en ese threshold en que si empujamos un poquito podemos tener un crecimiento exponencial. A eso apunta Yachay Tech.

Los críticos no ven que están proyectando la excelencia a través de países que ya se han desarrollado. Entonces dicen que aquí no estamos en Europa o Estados Unidos. Es verdad, estamos en Ecuador. Y precisamente por eso necesitamos la inversión en las educación superior. Además, desconocen el ejercicio de la creación de otras universidades de excelencia en otras partes del mundo. Casi nadie —me arriesgo a decir que nadie en el Ecuador— ha pasado por esa experiencia de crear una universidad de excelencia en países que no sean europeos o Estados Unidos. Y hay ejemplos clarísimos: Singapur, Brasil, Corea, el Medio Oriente. Esas experiencias tienen prácticas muy similares con Yachay.

Muchas de las dudas sobre Yachay Tech tiene que ver con el desconocimiento del mundo de la excelencia académica internacional.

Pero los cuestionamientos vienen de gente que también conoce ese ecosistema académico internacional.

Pero definamos “conocer”. Todos conocemos Harvard o, incluso, hemos pasado por una institución de ese calibre. Eso te da un cierto nivel de experiencia y cercanía con esos modelos, pero ¿cuántas de las personas que critican el modelo Yachay Tech han gestionado universidades o creado algo nuevo como intentamos ahora en Ecuador?

¿Cuántos de la Comisión Gestora (o board of trustees) han tenido esa experiencia de crear nuevas universidades?

Nosotros hemos creado laboratorios, programas de investigación, y hemos ayudado incluso a implantar universidades en otras partes del mundo. Por esa experiencia fuimos escogidos. No vinimos de un aula de clase o de un laboratorio directo a crear una Universidad. Por ejemplo, en el Asia, Guruswami Ravichandran —otro de los miembros de la comisión— ha jugado un papel importante.

¿Cuál es su experiencia?

Me parece que trabajó en una universidad de Corea. Ares Rosakis trabajó mucho en Grecia, donde quería hacer este experimento también. Incluso fue parte de un board of trustees muy similar al de Yachay, porque ese país también quiso hacer un experimento parecido. Lo que nos pasa en el Ecuador es que nos creemos pioneros en esto, y no lo somos. Asia ha creado muchas universidades, el Medio Oriente está creando universidades. Yo trabajo mucho con los australianos en sus programas de investigación, donde he sido consultor. También tenemos cercanía con universidades francesas para potenciar programas de investigación. Esto es lo que queremos traer al Ecuador. Tenemos una persona como Dan Larson que también está en la comisión, con veinte años de experiencia como decano en Penn State. Ahí ha contratado a cientos de profesores, ha formado decenas de programas de investigación. Gente como él sabe cómo le entra el agua al coco en el mundo académico, pero sobre todo, no solo han sido parte de una solo universidad o país, y tienen una influencia global. Eso es trascendental. Porque no estamos creando una experiencia local, sino global.

Nuestro entorno nos condiciona con una falacia: estamos acostumbrados a universidades con influencia local. Entonces, si estoy en Guayaquil, el entorno laboral  —incluso político y de conexiones profesionales— al que se limita esa universidad es en esa ciudad y —en los casos de mayor éxito— a nivel nacional. La experiencia Yachay es totalmente diferente. Nuestros profesores vienen de todo el mundo. Estamos estableciendo programas de investigación con el planeta, nuestra búsqueda de talento es global, y nuestra influencia será así. Ayer y anteayer estuvo aquí  Björn O. Nilsson, el Presidente de la Academia de Ingeniería y Ciencia de Suecia. Los suecos son un ejemplo en innovación: su país que pasó de la agroindustria a vender tecnología. El motor de la economía sueca es la innovación. Y Nilsson lo dice: lo que se está haciendo en Yachay es lo que un país necesita para ese salto. Entonces, Yachay Tech es un experimento muy original, y las credenciales de quienes lo dirigen le dan una alta probabilidad de éxito.

Pero a propósito de Grecia, no es el mejor ejemplo de economía exitosa.

Es que hay que separar los esfuerzos que sean hecho históricamente por levantar la economía de los esfuerzos que se han hecho en inversión en educación. Los esfuerzos en levantar economía a través de la educación toman décadas. Si ves el caso de Singapur, la inversión fue de veinte años. Si ves el caso de Suecia, fue de veinte años también. En Brasil, el Medio Oriente, igual. Por ejemplo, en Arabia Saudita —donde yo colaboro con la empresa petrolera del país, la más grande del mundo—, han hecho una inversión enorme. Hicieron dos universidades: la de Petróleos, hace veinte años, porque claro, tenía una incidencia directa en su economía, pero luego se dieron cuenta que con el petróleo no era suficiente, que debían pasar a una economía postpetrolera y crearon la King Abudllah University of Science and Technology (KAUS), que es, básicamente, su Yachay Tech. Hay ejemplos en todo el mundo: la apuesta en innovación y educación es la apuesta a la nueva economía.

Eso tenemos que entender en el Ecuador.

Una de las críticas que más he encontrado mientras preparaba esta entrevista es que todas las universidades de excelencia están situadas en economías donde se privilegia el lucro, mientras en el Ecuador —dicen estos críticos— se castiga el éxito empresarial a través de las últimas medidas del gobierno. ¿Cómo reconciliar esta universidad que ustedes proponen con el país de las salvaguardias, la ausencia de tratados de libre comercio, el impuesto a la plusvalía, entre otras medidas?

Esa es una pregunta de un debate más global, que va más allá de Yachay Tech. Es un debate de una política de Estado, una política económica y de comercio exterior que tiene que tener el Ecuador. Si tú me preguntas cuáles son las condiciones necesarias en un país para incentivar la innovación….

¿Cuáles son?

En un país primero tienes que tener una inversión agresiva en educación superior y ciencia y tecnología. El 2% de tu Producto Interno Bruto. Eso ya lo estamos haciendo. Sin esa inversión, no se va a ningún lado. De ahí, tienes que tener políticas de Estado que te permitan arriesgar. Tienes que tener la capacidad de fallar como empresario. Hay que tener acceso a capitales que sepan de entrada que ese  experimento podría funcionar o no. Porque una cosa es tener una idea y otra cosa es llevarla al mercado. Antes de tener Skype o Facebook, o Whatsapp, cientos de intentos similares fallaron. Y hay estadísticas que demuestran que de diez emprendimientos tecnológicos, ocho se mueren. Hay que tener una política que te permita fallar. Y eso se está trabajando, de lo que entiendo tenemos un fondo de inversión de capital semilla que el Estado ha puesto en marcha. Pero los esfuerzos tienen que ser más agresivos. Y tienen que venir del Estado porque si bien el privado tiene que invertir, en un inicio se ve en los ejemplos exitosos que el Estado invierte en el inicio de la innovación. Y un tercer elemento sumamente importante es crear la cultura de la innovación y el emprendimiento. Ese chip de querer arriesgar. Y ese es el impedimento más fuerte.

Lo otro se cambia con legislación, con política de Estado. Lo último es un cambio radical en la forma de ver la vida. La ecuatoriana es una sociedad lineal. No nos gusta el riesgo. Si soy agricultor, lo más probable es que mis hijos sean agricultores. Si soy ingeniero civil, lo más probable es que mis hijos sean ingenieros civiles. Hacer lo que hace tu padre, tu tío, insistir en el negocio familiar. Lo que hay que romper en el Ecuador es esa linealidad y permitirle a las nuevas generaciones para que den el salto cuantitativo para que sean lo que quieran ser. Cuando logremos hacer esa ruptura, nos habremos transformado como país. De eso hablaba mi artículo en GkillCity.com, de eso que te dice tu mamá, tu abuelito y tu tía: que te quedes nomás tranquilo porque la vida en Ecuador es complicada.

¿Cuál es el futuro de Yachay en un país en que la inversión ha disminuido por la coyuntura política?

Inversión existe. Nosotros estamos conversando para construir laboratorios con inversión privada. También con La Fabril para una colaboración específica de desarrollo tecnológico para su industria. Entonces yo no veo el entorno oscuro de que no hay inversión y de que en el país no se quiera arriesgar y hacer algo distinto. Está claro que el Ecuador necesita continuar su inversión en educación superior y ciencia y tecnología porque si no, te revierto la pregunta ¿cuál es la alternativa? ¿qué hace el país? ¿Se queda sentado y deja el sistema de educación superior como está cuando el mundo me muestra ejemplos de que la inversión da rédito y transforma economías? A mí me parece que cuando revertimos la pregunta, nos damos cuenta cuán iluso es ese argumento.

¿Por qué optar por crear una universidad nueva y no invertir esos mil millones de dólares en instituciones como la Escuela Politécnica del Litoral (ESPOL) que tenía la idea de una ciudad del conocimiento?

Esa es una excelente pregunta. Incluso, me la he hecho muchas veces. Es válida. Primero, el pastel no son mil millones. Si ves la inversión, si no recuerdo mal, está en once mil millones. Ese 2% que invertimos del PIB no se va, ni de lejos, solo a Yachay Tech. Está en todo el sistema nacional. Aclaremos eso porque se hace ver como si esos recursos se le hubiese quitado al resto del sistema y no es así. Todo el sistema ha recibido un fortalecimiento y una inversión importante. Si ves el presupuesto de Yachay, el año pasado fue la que menos recibió de todo el sistema de educación superior. Entonces no es cierto que le estemos quitando oxígeno al resto.

Ahora, la pregunta del millón: ¿por qué una universidad nueva? ¿qué beneficios trae? Dos fundamentales: primero, te permite crear una cultura de investigación y desarrollo desde el principio. No es lo mismo enseñarle a un adulto de cincuenta años una nueva cultura, que a un niño que está en crecimiento. Segundo, es un tema de eficiencia: ¿cuántas generaciones tendríamos que esperar para tener el 100% de la planta docente con PhD en un país en el que apenas el 4% de docentes lo tiene? Haciendo números rápidos: cincuenta años. En Yachay Tech, lo tienes desde el año uno. Crear algo nuevo permite ese salto cuantitativo y cualitativo a una velocidad, a una tasa de efecto muchísimo más alta que con una universidad ya establecida.

Yo vengo de Caltech, una universidad que tiene cien años. Hacer un cambio en la malla curricular de una universidad como Caltech, toma años. Porque hay una inercia institucional extremadamente difícil de romper. Se dice como si fuera soplar y hacer botellas que se puede hacer en cualquier lado. Eso es irreal. La inercia institucional es enorme y lo sabemos quienes trabajamos en universidades establecidas: los cambios importantes toman décadas. Es un lujo que el Ecuador no puede darse. Necesitamos resultados en diez, quince años. Y ahí te hago una pregunta particular, ¿por qué hiciste GkillCity.com y no trataste de transformar El Universo o El Comercio?

¿Por qué, entonces, está Yachay en medio de esta discusión?

Esa es una excelente pregunta. Siempre cuando hay una tormenta es porque se combinan varios factores. Y aquí se juntaron. Primero, tienes un modelo distinto, y el desconocimiento genera dudas y escepticismo. Si algo me es extraño, siempre voy a dudar. Segundo, el factor de un ego herido. Una persona que se separa de la institución y que tiene como misión sacar los trapos al sol. Y es un ego herido porque el timing lo revela: ¿por qué no los sacó antes? Me parece que está súper claro. Y la tercera razón —obvio— es el clima político que vive el país. Es complicado, el Ecuador quiere entender hacia dónde va, cuál es el modelo de país que queremos. Si juntas esos tres elementos: desconocimiento, un ego herido y un ambiente político caldeado en medio de una economía débil (porque en una más fuerte, no teníamos este huracán) tienes una crisis mediática. Porque no es institucional. Hoy tenemos un maravilloso día de innovación. La crisis de Yachay es de relaciones públicas.

¿Por qué cayeron en el cliché del científico que no se puede comunicar?

Porque precisamente somos eso, científicos. En un primer momento no entendimos estos elementos de los que te hablaba. Estuvimos demasiado concentrados en crear una universidad de excelencia internacional, y el tema comunicacional no está muy atado a eso, porque creemos en la política de relaciones públicas por resultados.

Pero van a ser quince años de esperar los resultados…

No necesariamente. Ya hay resultados hoy. Hay acuerdos con compañías, estudiantes que están lanzando proyectos hoy en el día de la innovación, captando capital semilla. Tienes siete científicos de calibre mundial —uno de ellos graduado de Harvard— ya en suelo ecuatoriano, tienes laboratorios de docencia e investigación, una universidad que crece a paso vertiginoso que está encaminada a estar entre las veinte primeras de Latinoamérica en las próximas dos décadas. Tenemos sesenta publicaciones científicas. Si haces números rápidos, pones una inversión de quinientos mil dólares —que es lo que cuestan—, tienes ahí ya treinta millones de dólares en resultados concretos en publicaciones científicas para Yachay. Los resultados están ahí.

Ahora, volviendo a la crisis mediática: no hay que olvidar que este es un proyecto emblemático del gobierno. Entonces, la vinculación con la imagen del presidente Correa genera estos ataques. Porque mucha gente que critica Yachay no la conoce. Yo me pregunto si una persona como Lucio Gutiérrez la conoce, de verdad, me lo pregunto. Sin embargo, él opina. Hay un componente importante ahí.

Volviendo al tema político, ¿hay alguna injerencia? Se ha dicho que René Ramírez, titular de la Secretaría Nacional de Ciencia y Tecnología (Senescyt), puso a dedo a ciertos profesores, incluido su hermano.

Eso es totalmente falso. El señor René Ramírez tiene tanta injerencia en Yachay como la tienes tú o cualquier otro ciudadano. La universidad tiene autonomía académica y administrativa. Tomamos nuestras propias decisiones. Obviamente, somos parte de un sistema en el que no podemos ignorar la existencia de Senescyt, el Consejo de Educación Superior (CES), el Consejo Evaluación,  Acreditación y Aseguramiento de la Calidad de la Educación Superior (CEASES), y todos los organismos que conforman el sistema de educación superior.

Todos los docentes de Yachay aplican a través de un portal. Sus currículos van a Talento Humano y de ahí son llevados a la oficina del rector, donde son evaluados según los perfiles que se estén buscando. En esa selección no hay absolutamente ninguna injerencia del mundo exterior. Ni siquiera de la Comisión Gestora, es un proceso totalmente manejado por Talento Humano y el rectorado.

¿Nunca ha habido injerencia política en la universidad?

Nunca. Toda la vida he tenido una relación de carácter académico con la Senescyt. Hace unas semanas estuve en una reunión para evaluar el sistema nacional de admisiones, porque obviamente tiene una influencia en Yachay. Todas mis conversaciones con el sector político siempre han girado alrededor del mundo académico. Yo soy un académico, no un persona política. Lo mismo los miembros de la Comisión Gestora. Estamos en una misión, crear una universidad, y bueno interactuamos con el sector público, empresarial y político, en la medida que tengamos que tomar decisiones por el bien de la universidad.

No quiero entrar en esa pugna con Fernando Albericio, que ya ha sido ampliamente documentada por otros medios, pero ¿por qué resultó su salida en un evento tan duro, abrupto, al punto que él la llamó “un golpe de Estado”?

La Comisión hizo una evaluación interna —durante meses— de su gestión, y vino conversando con él, como conversan hoy conmigo como nuevo rector: cuando cuelgue contigo tengo una conversación con la comisión para definir los objetivos para el final de 2015. Ese es un ejercicio que se ha hecho siempre: evaluar el desempeño del rector. Eso es algo que hay que entender. La función de los académicos se evalúa por resultados: a mí no me evalúan por cuánto tiempo paso atrás de mi escritorio. Yo no marco tarjeta.

La Comisión siempre ha hecho esa valoración. Y se conversó con el exrector de la falta de cumplimiento de objetivos planteados en conjunto. Esa ruptura que tú calificas de abrupta se ve así desde afuera porque llega un momento en que hay que decidir “ya no es el rector”, y ese es un momento singular en el tiempo, no es una decisión transitoria, sino inmediata, pero es el resultado de un proceso de evaluación de meses de ver que los cambios que debían darse no se estaban haciendo. Por eso se decidió la separación del exrector. Es un mecanismo normal en la Comisión, así se lo eligió: la comisión se reúne, vota. De hecho, él estuvo presente y se abstuvo. Fue una decisión totalmente democrática.

¿Qué objetivos no se estaban cumpliendo?

Tenían que ver con la construcción de la infraestructura para ser una universidad de excelencia de investigación, laboratorios. Eso está engranado también a la contratación de autoridades académicas y profesores de planta y, obviamente, un vínculo muy íntimo con el tema de administración de recursos. Nuestra ejecución presupuestaria del 2015 al día de hoy es del 10%. Eso te da una idea sobre cuán eficaces éramos como universidad en cumplir nuestro plan anual de contratación e inversión.

O sea, un noventa, ochenta por ciento está…

¡Un noventa por ciento del billete seguía en caja!

Era un problema de administración, entonces.

Claro, un problema de gerencia, de liderazgo y ejecución. Esa es la razón por la cual hoy soy rector interino, para revertir eso. Antes de conversar contigo tuve una reunión con Planificación y la Coordinación Administrativo-Financiera para, precisamente, revertir esa tendencia y pasar del diez por ciento de ejecución al noventa por ciento de ejecución, que es donde deberíamos estar.

¿Cuáles han sido las primeras medidas que ha tomado?

La primera fue pedir un examen especial de la Contraloría porque una universidad como Yachay Tech debe ser transparente. La segunda, el reordenamiento administrativo de la universidad. No podemos tener una ejecución presupuestaria del diez por ciento. Eso requiere un líder que se siente con su equipo y les dé las directrices para llegar a esa ejecución. El responsable legal de la ejecución administrativa y académica es el rector. Y la última medida es redoblar nuestros esfuerzos para el fortalecimiento académico de la universidad. Eso significa construcción de los laboratorios hasta finales de año y reclutamiento agresivo de personal académico, tanto profesores como autoridades.

Esa va a ser mi misión y mi legado: dejarle al nuevo rector un reloj suizo que corra a la velocidad que este país y este proyecto se merecen.

¿Cuándo habrá nuevo rector?

Espero que sea lo antes posible pero, siendo realista, mínimo en un mes.

Lo que dicen quienes cuestionan el proyecto Yachay es que ni siquiera usted cree en el proyecto, porque no está dispuesto a perder la seguridad del empleo en Caltech o la NASA. ¿Cómo responde a esas críticas?

Imagínate este escenario: cortar todas tus relaciones con el mundo. Es lo peor que se podría hacer. Va en contra del principio básico académico que es la movilidad para tener una influencia mundial. Yachay no quiere que estemos aislados y encadenados en Urcuqui, porque nuestra actividad no está solo en Ecuador, sino en el mundo. Como profesor universitario yo tengo roles de docencia e investigación, estoy en boards de las mejores revistas del mundo. Soy consultor mundial por mi conocimiento en geomecánica. Estoy en board de universidades como Yachay. De mi laboratorio han salido empresas para llevar un producto al mercado. Esa es la actividad de un científico de renombre mundial.

Entonces, ¿cuál es la idea de los críticos? ¿Que todas esas actividades se dejen de lado para demostrar convencimiento en un proyecto académico? Ese argumento es desconocer la academia mundial. Si ves los boards  de otras universidades —o empresas— ninguno tienen miembros que estén ahí, todos vienen de otros lados, porque traen una perspectiva distinta, llevándole a la universidad tres elementos. Primero, la credibilidad: si yo rompo con Caltech o la NASA, pierdo credibilidad. Segundo, hay que tener el efecto atracción, es decir, traer otras personas, de otros lados, y eso requiere una conexión con el mundo. Traer a un graduado de Harvard a una universidad en el Ecuador no es sencillo, se necesita conectividad y credibilidad. Y por último, tener una labor mundial te ayuda a traer recursos, para eso sirven las conexiones mundiales. Por ejemplo, cuando lancemos nuestra propuesta a la More Foundation para atraer cien millones a Yachay Tech estaremos utilizando nuestra conexión mundial. No solo con esa fundación, sino con nuestra red de aliados estratégicos y colaboradores académicos. Entonces, querer limitar una función a un espacio territorial —sea Guayaquil, Urcuqui, o cualquier otro— es iluso.

Para terminar de responderte, te pondré el ejemplo de la La misión Insight de la NASA (con la que colaboro). Su equipo de trabajo está regado por el mundo. El dinero de los contribuyentes norteamericanos financia gente que está en Alemania, Australia, incluso en Asia. Y esa gente se encarga de ensamblar un robot, lanzarlo y llevarlo a Marte, en una forma interdisciplinaria y con este modelo de movilidad.

Si aplicamos el modelo que nuestros críticos quieren imponer, toda esa gente debería vivir en Cabo Cañaveral, pues. Y solo ahí se podría ensamblar el robot y lanzarlo a Marte.

Para algunos, Yachay es un enigma. Mucha gente no sabe cuántas carreras hay, cuántos alumnos. Se ha criticado, además, el nivel de sus estudiantes —al punto que alguien dijo que era el “curso de nivelación más caro de la historia”—. ¿Cómo está estructurado Yachay?

Hay una comisión gestora, un rector, un canciller, cuatro decanos, tendrá seis escuelas de conocimiento, cinco de ellas ya están aprobadas por el CES. Tenemos nueve carreras de grado y seiscientos estudiantes ya enrolados. Pronto serán mil. Y en los próximos dos o tres años serán tres mil. Es pequeña, sí. Pero hay universidades que con ese tamaño han revolucionado el mundo. Caltech tiene treinta premios Nobel y dos mil quinientos estudiantes. Hay que poner los números en perspectiva. No hay que tener cincuenta mil estudiantes para ser excelente.

Tenemos ya todo un sistema de proyectos y evaluación de proyectos de investigación. Recordemos que una diferencia grande en Yachay Tech es su énfasis en la investigación. Yo sospecho que muchas de las críticas vienen, una vez más, porque se está proyectando el modelo de universidad de docencia. Nosotros somos una universidad de investigación. Eso implica crear laboratorios de primer nivel que ya tenemos aquí en Yachay y que son uno de los grandes logros de la Comisión Gestora porque, para poder traer científicos de nivel mundial, tenemos que darles herramientas de nivel mundial. Eso implica construcción de infraestructura y atracción de talento humano altamente especializado. Al mismo tiempo, para poder lanzar toda la iniciativa de investigación y que sea relevante, hay que tener una conexión con el sector productivo que hemos desarrollado en nuestros quince meses de existencia.

En efecto, podemos comunicarnos mejor. Y esta crisis comunicacional nos ha enseñado eso, que tenemos que comunicar más lo que hacemos y lo que somos. No es lo que uno hace tradicionalmente en un proyecto académico, uno espera que sus resultados hablen por sí solos pero —en el lugar en que estamos— debemos hacer más por transmitir. Al mismo tiempo, hay que entender que este proyecto tiene apenas quince meses. En la escala académica es un bebé, y parece que le piden resultados de un adulto de cuarenta años. Eso no es posible. La ESPOL tiene cincuenta años de vida. El país seguirá invirtiendo en Yachay y los resultados se verán en los próximos años pero eso es un proceso. Habrá que esperar cinco o diez para ver retornos muy altos de la inversión.

¿Quiénes son los decanos que ya están en Yachay Tech?

El de Geociencias, Paul Baker. El de Matemáticas y Tecnologías de Información y Comunicación, Andreas Griewank. La de Física y Nanotecnología, Paola Ayala; y, finalmente, Spiros Agathos que es el decano de Biología.

¿Cuáles son las escuelas que ya están aprobadas?

Las cinco aprobadas son las de Geociencias y Geotecnología, la de Física y Nanotecnología, la de Química y Petroquímica, la Biología y Biotecnología y la escuela de Matemáticas y Ciencias de la Información. La única que nos falta por formar y por aprobar en el CES es una escuela muy especial para nosotros: la de Ciencias Sociales y Emprendimiento.

¿Hay algún motivo particular por el cuál esa está demorada?

Sí, es un tema estratégico. No se puede hacer todo a la vez, y decidimos enfocarnos en las de conocimiento básico en una primera etapa, y en una  segunda fase pasar a las de innovación, porque sin conocimientos básicos no hay innovación posible.

¿Ya tienen estudiantes extranjeros?

No, todavía no. Es uno de los objetivos para inicios de 2016: tener un mecanismo claro de atracción de estudiantes extranjeros.

¿Cómo responde a la crítica de que los estudiantes de Yachay tienen un nivel muy bajo y que sería “el curso de nivelación más caro de la historia”?

Eso es mentira. Siempre hay hablar con datos. Esto es lo que la evidencia muestra: somos la segunda universidad con mayor puntaje en el Examen Nacional para la Educación Superior (ENES). La única que está delante nuestra es la Universidad Central de Quito con su famosa escuela de Medicina que atrae a los mejores puntuados del país porque obviamente todo el mundo quiere estudiar medicina en la Central. Estamos empatados con la Escuela Politécnica Nacional (EPN). Su programa de ingeniería civil atrae a los mejores puntuados del país. ¿Cuántos años tiene la EPN? ¿Cuántos tenemos nosotros? Y ya atraemos a un calibre similar a los de la Central en Medicina y a los de ingeniería civil en la EPN.

Lo que sí es verdad es que el ENES es un examen de aptitudes, no de conocimiento. Entonces, el fenómeno que se ve en Yachay —y en todas las universidades del país— es un heterogeneidad: eso quiere decir que tengo estudiantes que son muy, muy buenos en Física y otros que no tienen el mismo nivel. Para eso está el curso de nivelación, y para eso estamos diseñando políticas que nos permita nivelar al estudiante y tener una camada más homogénea. Pero no es un problema de Yachay, sino del país.

¿Cuál es el presupuesto de Yachay Tech?

En 2015 vamos a cerrar con un presupuesto treinta millones de dólares.

¿Se mantendrá ese presupuesto en los años subsiguientes?

No. En los años venideros se incrementará en una tasa del cincuenta por ciento por año, porque la universidad está creciendo.

¿Hasta llegar a qué número?

Es una buena pregunta. En los primeros años la mayoría del gasto será de inversión y luego decrecerá, y el presupuesto corriente será el que financia la operación. Es difícil estimar pero pienso que una universidad como Yachay tendrá un presupuesto de ochenta, cien millones por año. Claro, la idea es la autogestión y romper con la dependencia de la asignación presupuestaria.

Para ir cerrando, dos preguntas. Muchas de las grandes universidades estadounidenses viven de la capacidad de que grandes contribuyentes fiscales puedan redirigir sus impuestos hacia sus proyectos. ¿No han pensando en presentar un proyecto de ley en ese sentido?

No. Nosotros nos hemos enfocado en la autogestión. Los grandes modelos tienen dos grandes vertientes: la atracción de los grandes proyectos de inversión y desarrollo —que ya lo tenemos— y la atracción de inversión o donaciones. Tenemos que trabajar en lo segundo porque nunca se ha hecho en el país, y creemos que es la clave del éxito. Por una universidad como el Massachusetts Institute of Technology (MIT) tiene diez, quince mil millones en reservas, todas levantadas a través de donaciones. Ese es el modelo que tenemos que implantar aquí. Te podrás dar cuenta que si es así, y logramos levantar, digamos, mil millones para Yachay Tech, habremos más que pagado la inversión. Y ya tenemos claro cómo lo haremos.

¿Cómo?

No te voy a contar, pues, toda la historia. Algo hay que dejar para la próxima entrevista, porque ya tenemos que cerrar.

La última: ese modelo de donaciones se basa en la confianza que generan los proyectos, ¿cree que el Ecuador genera esa confianza?

Para eso, precisamente, se contrató a la Comisión Gestora. Has dado en el clavo con tu pregunta. Ese es, tal vez, el valor más grande que tienen los miembros de la Comisión Gestora: su credibilidad, su trayectoria académica y las relaciones que tienen con el mundo. Por ejemplo, Ares Rosakis ha levantado más de ciento cincuenta millones de dólares en autogestión. Yo —un académico relativamente joven— he levantado más de diez. Ravichandran, más de cien. Tenemos una estrategia que lanzaremos pronto que nos permitirá traer mil millones de dólares en inversión, obviamente a través del tiempo. Todo esto basado en la imagen y la credibilidad. Para eso está la Comisión Gestora, y esa es una de las cosas más injustas de esta campaña mediática de desprestigio a Yachay porque sí nos afecta en cómo nos ven en el mundo.

¿Les ha costado plata esta crisis?

Solo la semana pasada dejamos de concretar una donación de diez millones de dólares por la crisis.

Se puede saber de quién venía.

No, pues. Solo te puedo decir que es una persona con raíces ecuatorianas pero que hizo su carrera en Estados Unidos. Esta crisis nos ha hecho “aguar los helados” en una donación como esa, e incluso en el tema de concretar nuestras inversiones con el sector productivo.

Caridad Pérez, la Directora de Comunicaciones, insiste en que tenemos que cerrar: los demás miembros de la Comisión Gestora esperan a José Andrade para su segunda reunión por Skype del día. Le agradezco las respuestas y el tiempo: ha sido una conversación de más de una hora. En un día en que el Ecuador repetía un paro, en la enésima crisis política de su historia, nos hemos dedicado a hablar de una incógnita que debe ser despejada en la ecuación sin resolver que es este país. Si Andrade es un visionario que encontrará el valor de equis y nos llevará a una economía basada en el conocimiento —o un ingenuo en medio de una coyuntura política que un científico no alcanza a dimensionar— es algo que solo sabremos cuando pasen los cinco o diez años que, con franqueza, pide. Hasta entonces, a los ecuatorianos nos toca elegir si —después de oírlo y leerlo— confiamos o no en su proyecto. Es una decisión que, tal vez, revele más sobre nosotros mismos y no tanto sobre el experimento Yachay Tech.   

Bajada

Una entrevista con el rector interino de Yachay Tech