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La letra de Borges habló de sus pensamientos binarios. La de Dickinson, de su sensualidad premeditada, y la de Hemingway, de procesos creativos catalizados por el alcohol. ¿Qué dice la caligrafía de  Vladimir Nabokov, J.K. Rowling y Franz Kafka?

En el portal Graphology World, la especialista Sandra Fisher sugiere pensar en un manuscrito como si fuera una cardiografía. Por supuesto que no se trata de una comparación precisa, reconoce Fisher, pero “sirve para ilustrar cómo el rastro del movimiento escrito puede verse como un reflejo de la psique del autor”. Así, todo manuscrito es un registro físico de los desplazamientos que realizó la mano —y sus connotaciones— mientras transfirió ideas al papel.

El gran maestro Nabokov*

Yuri Leving, profesor de literatura rusa, busca descifrar la última novela que Nabokov escribió en su lengua materna en el libro Keys to ‘The Gift’, a guide to Vladimir Nabokov’s novel y en el Nabokov Online Journal, portal del cual es editor fundador. “La exploración de los acertijos textológicos de The Gift (…), revela, si no sus secretos, al menos ciertos principios artísticos que condujeron al autor a sus elecciones estilísticas únicas”. El manuscrito de The Gift —a diferencia de novelas concebidas en tarjetas como The Original of Laura, que Nabokov dejó sin terminar y fue publicada después de su muerte, en contra de sus deseos— se asienta sobre hojas de papel de arroz y la numeración ocupa las esquinas superiores derechas. “La letra, como regla, es bastante legible”, dice Leving. La dificultad está en que, en los borradores más crudos, Nabokov traza líneas sobre el texto original e inserta correcciones sobre el escrito principal y entre renglones. Las capas de palimpsesto se acumulan como sedimentos arqueológicos y oscurecen la narración, pero simultáneamente hacen una incisión transversal profunda en el proceso creativo. No se trata de un autor con pensamientos atropellados, sino de uno que escribe, reescribe, corrige y aumenta en un solo movimiento de mano. Y detrás de esas acciones no puede sino haber una mente que tiene claro el gran diseño que confecciona página a página. Esa sangre fría y minuciosidad se refleja en su caligrafía en inglés —”pequeña, fluida y precisa”— como observa Ian Frazier en The New Yorker. También, en la marginalia de los libros que usaba para enseñar, como la versión en inglés de Madame Bovary (traducida por Eleanor Marx Aveling), la cual “trepa sobre los párrafos como los zarcillos de una higuera estranguladora”. Frazier cita una anécdota que involucra la faceta de profesor de literatura de Nabokov. En su copia de la antología New Yorker, el autor anotó la calificación que había otorgado a los cuentos. “La forma en que escribió cada nota en el índice, junto al título de la historia —dice Frazier— lleva la autoridad de alguien que espera que los corazones se eleven o se precipiten ante la vista de su osada letra capital”. Solo dos cuentos de la antología recibieron la calificación más alta (A+): A Perfect Day for Bananafish, de J. D. Salinger, y Colette, de Vladimir Nabokov.

La letra que escribió una franquicia

A medida que los libros sobre “el niño que vivió” (como se conoce a Harry Potter en su universo diegético) se publicaban, críticos literarios y periodistas interpelaban a J.K. Rowling con preguntas como si ya había pensado en los horrocruxes cuando escribió La piedra filosofal. Al ver una de las hojas que la escritora británica usó para bocetar varios capítulos de Harry Potter y La orden del fénix, Germain Lussier de Slash Film dice que “es bastante obvio que Rowling sabía exactamente qué pasaba con cada cosa en sus libros”. Para construir una saga de siete entregas, que arrancó con un volumen modesto —de 223 páginas en su edición británica— en comparación a los que vendrían —como La orden del fénix, de 766—, J.K. Rowling empleó un recurso popular entre autores de grandes obras corales como Joseph Heller (Catch 22) y Norman Mailer’s (Harlot’s Ghost). El boceto o plano escrito a mano es el esqueleto de la historia, el GPS narrativo del autor. También contiene pistas acerca de la capacidad de síntesis del autor y de sus mecanismos para organizar ideas. “Ella sigue la pista de todas las subtramas del libro en cada capítulo y de cómo se desarrollan en el mundo del libro, aún si no se lo menciona en la página —dice Lussier—. Entonces, hay toda una columna sobre ‘La profecía’, que es la subtrama principal que preocupa a Harry durante todo el libro”. No se puede esperar un menor escrutinio por parte de la artífice de una franquicia que, solo en venta de sus libros, recaudó más de USD 400 millones alrededor del planeta. Pero, ¿qué revela su caligrafía con respecto a estos aspectos de su personalidad?

De acuerdo al blog What does your handwriting says about you?, Rowling usa rasgos redondos (como los de sus “r”, “s” y “a”), lo que indica una personalidad complaciente, que prefiere el compromiso a la confrontación. Sin embargo, la firma de la billonaria autora sería la pieza de caligrafía que encripta su código creativo. “Lo más impactante de su firma es la enorme cantidad de imaginación que muestra” —dice Sandra Fisher, quizás sin darse cuenta de en qué medida su profesión podría ser comparada con la de la profesora Trelawney— “Los arcos tipo lazo se extienden al mundo fantástico, pero los fuertes trazos hacia abajo mantienen todo anclado firmemente a la realidad”. En su totalidad, la firma expresa independencia y fortaleza, así como un espíritu luchador (que se vierte con fuerza en su “k”), según Fisher. Bueno, si no revela fortaleza de espíritu el hecho de escribir el inicio de una saga multimillonaria de libros en alguna cafetería de Escocia —después de un divorcio, una orden de restricción para su exesposo, una depresión que le hizo considerar el suicidio (de ahí vendría la idea de los dementores), mientras no tenía empleo y cuidaba de su pequeña hija y durante el periodo de duelo por la muerte de su madre—, todos necesitan grafólogos para encontrarse la nariz.

Cuando Kakfa entró al Aleph

En grafología, la inclinación o ángulo de la letra puede ser hacia la izquierda, hacia la derecha o vertical. En el libro Handwriting Psychology: Personality Reflected in Handwriting, Helmut Ploog describe inclinación a la izquierda y falta de fuerza en la letra manuscrita de Franz Kafka. Según Ploog, ese tipo de ángulo expresa ”restricción, posiblemente temporal, fuerza de voluntad, temor a la vida, fuerte autocontrol actitud protectora y negación con respecto a los sentimientos de inseguridad” y es común en la escritura de adolescentes, quienes generalmente luego desarrollarán una inclinación diestra. Pero en la caligrafía de Kafka, no todas las letras son girasoles que se voltean en la misma dirección. En el manuscrito de The Trial, los caracteres —generalmente asimétricos— parecen insectos aplastados a renglón seguido. Sus trágicas poses se estiran hacia arriba, hacia muy abajo y a la izquierda, echan tímidamente una patita hacia la derecha o permanecen impávidas, en congelamiento vertical. “Algunos caracteres se proyectan tanto hacia arriba, que se inclinan ligeramente hacia la izquierda —dice Emily Temple, de FlavorWire, sobre el manuscrito en un análisis que aventura para el portal—, esto indica una personalidad reservada, fría y retirada”. La base desigual de las palabras indica un autor de humor cambiante e inquieto. “Su uso de ‘arcadas’, conectores de puntas redondeadas, en lugar de bucles suaves, sugiere una personalidad creativa  —dice Temple—, un pensador constructivo, alguien que delibera antes de hacerse un parecer”. Por supuesto, los manuscritos de Kakfa que Max Brod salvó al desobedecer las instrucciones de su amigo de quemarlos luego de su muerte son piezas altamente deseables para museos y coleccionistas.

Según relata Elif Batuman en The New York Times, Brod los sacó de Praga, en 1939, cinco minutos antes de que los nazis cerraran la frontera checa. Desde entonces han sido considerados como uno de los monumentos de la literatura del siglo XX, al mismo tiempo que han encendido disputas legales por más de cincuenta años. Hoy, la Librería Nacional de Israel está en posesión del cuaderno de notas de hebreo de Kafka, que es una rareza porque el autor judío nacido en Praga escribía en alemán. Aviad Stollman, director de la librería, reconoce en Haaretz que su importancia en el campo de investigación “no es tan grande”, pero que es invaluable en términos museológicos y “nacionales». La cultura pop también se moja por Kafka. Diseñadores como la finlandesa Julia Sysmäläinen y la alemana Julia Bausenhardt tomaron todos los rasgos de la caligrafía de Kafka para crear una tipografía insectil. Una tipografía que busca, como el Aleph de Borges, abarcar todo, proyectándose en todas las direcciones y, simultáneamente, confluir en el mismo punto.

Sí, la grafología es un poco como predecir el contenido del océano mediante la composición química de una de sus gotas. “A fool’s errand”, como todo acto de escritura o lectura. Uno irresistible.

 

 

 


* Grand Master Nabokov es el título que le puso John Updike, escritor y crítico estadounidense, a su reseña de la versión en inglés de The Defense (novela de Nabokov, 1930). Además, en una carta al crítico Edmund Wilson de 1946, Vladimir Nabokov le cuenta su “credo”: “Con cada año que vivo más me convenzo de que la única cosa que importa en la literatura es el (más o menos irracional) shamantsvo de un libro; es decir, que todo buen escritor es ante todo un encantador.” (Letras Libres)

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