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Porque jugar por decreto no es igual

a tener las reglas bien claras

Llevamos menos de un siglo tratando a las Galápagos como algo más que una simple y distante colonia ecuatoriana, y lamentablemente aún nos es difícil poder entender sus tan especiales características. Y eso ha llevado, entre otras cosas, a los inconvenientes semanas atrás –como las huelgas–, por la nueva Ley de Régimen Especial de las Islas Galápagos.

Galápagos tiene su propio ritmo, su propia dinámica. El archipiélago es un ejemplo perfecto de cómo el contexto influye sobre las personas. Esta situación es plasmada –de manera algo exagerada– por el escritor Kurt Vonnegut, en su obra “Galápagos”. Es una sátira de ciencia-ficción, donde los sobrevivientes al naufragio de un buque turístico en las islas se convierten además en los únicos sobrevivientes de la humanidad, diezmada por una pandemia que produce esterilidad entre sus víctimas. Los descendientes de estos náufragos evolucionan convirtiéndose en una suerte de pinnípedos, de comportamiento e inteligencia inferiores al de las focas de hoy. Su adaptación al entorno ha afectado también sus valores básicos. Por ello, la voz narrativa se refiere de manera despectiva cuando habla sobre nuestro cerebro contemporáneo catalogándolo como un objeto demasiado inteligente y complejo que nos induce inútilmente a pensar demasiado. La moraleja de la historia es simple: adaptarse y mejorar no significan lo mismo. Es en definitiva una invitación a cuestionar lo que entendemos por progreso.

El Ecuador continental, en cambio, tiene una visión diferente de la diversidad. Dependiendo de las circunstancias, puede ser un puente de integración o una barrera. Así podemos explicarnos esta tendencia constante de querer establecer normas generales.

No pretendo hacer un análisis profundo o forense de la nueva Ley. Antes de eso, considero necesario realizar una aproximación conjunta y certera a los problemas de la región insular del país. Quizás así nos encaminemos a tratar a su gente y a su naturaleza con la dignidad que se merecen, poniéndolos por encima de intereses particulares.

Definiciones

En el ámbito de la sustentabilidad existen muchos parámetros que son entendidos por muchos como ley escrita en piedra. Sin embargo, muchas de estas normas preestablecidas resultan insuficientes o inadecuadas, según su relación con los factores involucrados en los contextos analizados. Medir los daños al ambiente no es algo comparable con medir la longitud o el volumen, pues hay varios factores que pueden ser usados: gasto de energía, emisión de CO2 en la producción y transporte de productos y personas, flujo de capital invertido, áreas afectadas, tiempo de recuperación de áreas intervenidas, etc. Por ende, lo que puede ser beneficioso según una norma, puede ser perjudicial de acuerdo con otra. Para demostrar dichas ambigüedades tomaré como ejemplo el Jardín Solar que fue inaugurado hace pocos meses en Puerto Ayora. Por una parte, se trata de un proyecto de energía limpia que aporta con la tercera parte de la electricidad requerida en la ciudad. En contraparte, quien quisiera desprestigiarlo, puede hacer referencia a los metros cuadrados consumidos por sus paneles solares relacionándolos con deforestación, o con una degradación del espacio público.

Por ello, urge una aproximación efectiva y multidisciplinar al problema galapaguense, con participantes de todos los frentes sociales involucrados: residentes permanentes (tanto residentes urbanos como de las zonas agrícolas), representantes de los agentes turísticos y hoteleros, y la comunidad científica.  De dicho acuerdo debería salir una suerte de “glosario” que sirve para la legislación y futuras regulaciones del archipiélago.

Una vez entendida la situación a modo de consenso, se puede tomar en cuenta las condiciones únicas que están en juego en el archipiélago, y se puede elaborar leyes y regulaciones que beneficien de manera equilibrada a la preservación de la naturaleza, al tiempo que permitan el desarrollo de una comunidad que se beneficie de mantener y preservar los ecosistemas que le rodean. Revisemos entonces algunos aspectos, más allá de las leyes, que deben estar claros para todas las partes involucradas.

Mapas y Territorio: reglas de juego bien claras

Uno de los aspectos que más polémica está generando es el posible incremento del territorio insular que ha sido excluido del Parque Nacional Galápagos. Quienes apoyan las reformas sostienen que el incremento es mínimo: de apenas un 2%. Quienes opinan en contra explican que eso casi duplica el área urbana, que en la actualidad recibe a más de doscientos veinte mil turistas al año. En algunos casos, dicha ampliación podría significar hasta la duplicación del área colonizada en algunas islas, si es que dicha ampliación se llevara a cabo en un solo lugar.

Por ello deben establecerse en las leyes los motivos y los aspectos por los cuales dicho porcentaje pueda ser modificado, mucho antes que reajustar el territorio bajo protección del Parque Nacional. El manejo territorial no debe darse como un capricho numérico. Debe ser el resultado de la consideración de las condicionantes involucradas el contexto insular.

Movilización

Parece que se busca promover la movilización entre las islas. En un principio, esto puede explicarse como una forma de facilitarle a la comunidad galapaguense el acceso a los servicios públicos, que hoy se encuentran concentrados en Puerto Baquerizo Moreno. Quien requiera atención médica especial o necesite realizar cualquier trámite burocrático debe dirigirse a la capital provincial.

La movilización es un factor contaminante en cualquier parte del mundo. Este es uno de los pocos aspectos relacionados con la sostenibilidad que cuenta con parámetros de medición bien establecidos, pues la tecnología usada es universal, basada en la combustión interna de hidrocarburos. En las Galápagos, este factor contaminante se incrementa al ser de tipo marítimo, pues se emiten gases contaminantes a la atmósfera,  mientras se emanan residuos de hidrocarburos al mar. Evitar la concentración de servicios sería entonces una acción más conveniente que promover la movilización. Se contamina menos, al tiempo que distribuye de mejor manera la oferta laboral en todas las poblaciones de las islas.

Turismo: cuál y por qué

Es hora de ampliar nuestro entendimiento sobre lo que es el turismo: puede diversificarse, según los atractivos disponibles y el tipo de turista interesado. Las islas Galápagos cuentan ya con las tres tipos de turismo a su disposición: el turismo de mochila, el turismo científico y el turismo de élites. De estos tres, el que más ocupa el mercado actual es el primero. Miles de personas visitan las islas, sin tener un plan de viaje determinado. Se hospedan en hoteles y realizan viajes a los alrededores, dependiendo de la oferta disponible y de su presupuesto. Este turismo es visto por muchos como una actividad depredadora, pues su volumen tiene secuelas en las zonas protegidas. Sin embargo, su huella de contaminación es menor, si se compara con la huella producida por cada turista de élite.

Por razones aún fuera de mi entendimiento, gran parte del turismo de élite aspira a posicionarse en la isla San Cristóbal. Por otro lado, el turismo mochilero suele hacer cuartel en Santa Cruz. Resulta interesante ver cómo el mercado va acomodando los diferentes tipos de servicios turísticos en el archipiélago, según las fortalezas de cada sitio. Aparentemente, San Cristóbal es idónea para el turismo de alta categoría pues cuenta con suficientes atractivos y servicios, al tiempo que no está metida en la efervescencia de Puerto Ayora. La capital del cantón Santa Cruz cuenta con un gran número de atractivos a su alrededor. Por ello, es preferida por el turista que hace sus vacaciones al andar. Ambos tipos de turismo deben ser regulados, sin que la promoción de uno afecte al desarrollo del otro. Y por encima de dicha premisa debe estar el buen manejo de las áreas naturales, evitando su afectación al mínimo. Los parámetros que regulen el turismo deberían ser los mismos que determinen el crecimiento –o la reducción– de las áreas colonizadas. Con ese mecanismo se lograría que todos en las Galápagos jueguen con las reglas claras. Después de todo, la relación entre ocupación territorial y desarrollo de mercados es directamente proporcional, en ambos sentidos. El crecimiento de uno conlleva al crecimiento del otro.

El gran olvidado en este cuadro es el turismo de investigación científica. Es una pena que no se piense en la promoción de instalaciones dedicadas al estudio de las islas. Lo que ha sido manejado hasta ahora por la Fundación Charles Darwin podría ser promocionado ante organismos científicos internacionales, como universidades y organizaciones sin fines de lucro. No olvidemos que el turismo científico es el más amigable con el entorno y genera diversos canales de ingresos. Las áreas destinadas a estaciones de investigación pueden ser concesionadas, y la estadía de sus ocupantes suele ser mayor a la del turista común generando ingresos en la comunidad por sus consumos.

Postergando el fin

Los ecosistemas de las Galápagos no son simples estructuras estáticas e inamovibles. Existen estudios que los explican como sistemas dinámicos en constante evolución. A medida que el azar o el ser humano han introducido especies en los distintos escenarios insulares, la ecuación evolutiva no se ha visto “afectada” sino más bien “alterada”. Los humanos somos también parte de dicha ecuación. Preservar las islas de manera intacta es una quimera. Más bien, a lo que debemos apuntar es a la mayor prolongación de los ecosistemas existentes, y a permitir su evolución gradual.

El problema de las Galápagos debe dejar de ser visto como algo meramente socioeconómico. Eso nos reduce a un lapso temporal relativamente inmediatista, frente a un proceso natural que comenzó milenios antes de nuestra llegada, y del cual  –lo queramos o no– ya somos parte. Eso es algo que nuestras leyes y reformas aún no logran comprender o reflejar.

Foto: Nessa Terán

Bajada

Hay que repensar ciertos puntos de la nueva Ley que rige las islas