Seis y cuarto de la tarde, seis y cuarto de la tarde en la ciudad, la temperatura es de treinta grados, sesenta y cinco por ciento la humedad, y en nuestra sección de cada miércoles, la clásica sección de los miércoles, Selecciones con historia, vamos a recordar… ¿a qué equipo vamos a recordar, Max? ¿Qué equipo nos traes hoy?

—La Argentina de Lionel Messi.

—¡La Argentina de Lionel Messi! ¿Se acuerdan ustedes de la Argentina de Lionel Messi? Estamos hablando de… de qué año estamos hablando… dos mil, dos mil veinti…

(interrumpe) Dos mil quince. Dos mil quince, Ismael. Copa América de Chile. Argentina había perdido un año antes la final de la Copa del Mundo contra Alemania y desde entonces fue el mejor equipo de todos.

—¡Un ballet!

(se ríe) Un tap furioso, más que un ballet. Hacían todo a toda velocidad. Una selección anacrónica, digamos, porque entonces nadie jugaba con cuatro delanteros, y aquella Argentina tenía a Messi, Pastore, Di María y Agüero. ¡La última gran delantera gaucha!

—¿Pastore era uno morochito, morrudito, que jugaba en Portugal?

—No, no… (se ríe) Ése era Enzo Pérez, que había jugado el Mundial. Éste era el 10 del Paris Saint Germain, el otro 10 que tenía aquella Argentina de mediados de la década del diez. Era muy gracioso, muy gracioso, porque entonces se decía que los wines, que ahora están tan de moda, habían desaparecido, y Argentina tenía a Di María. Y también se decía que los 10 ya no existían, y Argentina tenía a Pastore. Un equipo…

—¡Un equipo inexistente!

(se ríe) Un equipo inexistente, sí, sí.

—Cuéntanos de Messi. Cuéntale a los chicos de hoy, a los que no pudieron verlo jugar. ¿Qué tal era Messi?

—Una bala. Era chiquitito, como casi todos los jugadores de hoy. En la semifinal del torneo, Argentina goleó seis a uno a Paraguay y él hizo una jugada que…

—¿Seis a uno a Paraguay?

—Seis a uno, sí señor. La última Copa América que jugó Paraguay, antes de la desafiliación. Y entonces Messi hizo una jugada con la que después se hizo una publicidad, no me acuerdo de qué pero había sido muy graciosa; hablaba de la dureza, Revestimientos Asunción, creo, algo así. Messi se gambeteó a un paraguayo, llegó otro, Messi le tiró un caño y el segundo paraguayo se chocó con el primero, que justo se quería levantar para seguir corriéndolo.

—Bueno, no sólo se hizo una publicidad…

—Un grupo de fanáticos la recrea cada año, es verdad. Viajan a Concepción, todo, todo completito. Pobre Messi, la última vez la tuvo que hacer con su bastón… Pero fue increíble.

—¿Qué más puedes contarnos de aquella Selección, Max?

—Que fue un equipo que quedó en la memoria de todos porque jugaba un fútbol que no jugaba ninguna selección. Entonces se hablaba de la posesión de España, campeón del mundo en 2010, y de Alemania, que era más decidida y contundente, campeón del Mundial 2014, y aquella Argentina se hizo de España, de Alemania y le agregó gambetas y velocidad. Entonces la criticaron mucho, mucho, porque jugaba a jugar. Porque intentó la excelencia, ser dos o tres equipos a la vez.

—¿Contra quién había jugado la final?

—Contra Chile, el local.

—¡Chile! Lo recuerdo, sí, sí. Lo que no habría que acordarse es lo que le pasó a la Argentina en aquella final, ¿no?

(se ríe) ¡Una final histórica! Pero no, no, mejor no recordarlo.

—Pobre Argentina. Y aún la recordamos.

—Porque fue la Selección que nos devolvió el primer fútbol que nos habían enseñado, el fútbol que se jugaba en el patio de nuestro colegio, Ismael: tres o cuatro habilidosos que se pasan la pelota entre ellos y atacan todo el tiempo y gambetean y lo único que quieren es ganarte y golearte e ir a tomar una gaseosa mientras se cuentan el caño que le hicieron al que jugaba de tres. El primer fútbol que nos enseñaron, imagínate, hecho profesional.

—La Selección del patio del colegio.

—Pero entonces no se vivió así. Y está bien. Ninguna persona que vivió la Belle Époque sabía que estaba viviendo la Belle Époque. Todo presente, siempre, es atroz.

—Salvo que seas campeón.

(se ríe) Salvo que seas campeón, sí, sí. Pero bueno, ya todos sabemos lo que sucedió.

Bajada

Argentina nos enseña que el fútbol que aprendimos en la escuela nunca pasará de moda.