El partido que empezó con un centro de rabona de Marcos Rojo y un zurdazo de Pablo Zabaleta, que la agarró de aire y de primera treinta metros más allá, terminó con los hinchas chilenos gritando ole mientras los jamaiquinos se la pasaban, terminó con un taco del lateral Lawrence en una salida y terminó con Ezequiel Garay reventándola en el área chica en el segundo final. La Argentina de Martino tiene la autoestima de su entrenador: arranca creyéndose Cruyff y termina sintiéndose Roura, disculpándose porque no le dio, porque los evangelistas del fútbol cerrado siempre triunfan y él está cada vez más canoso y atrapado e indefenso en este mundo letal.

El líder del Grupo B se homenajeó a sí mismo. Como en el 2-2 ante Paraguay y en la mayoría del 1-0 a Uruguay, barceloneó en el primer tiempo, goleó 1-0, le concedió al arquero rival un paseo heroico en el camión de bomberos de su ciudad natal y después se cansó, se distrajo o simplemente se aburrió, y la victoria pareció temblar frente a una Jamaica cuyos jugadores no tenían ni los cortes de pelo que están de moda en Europa. “Siento que hay una merma física en el equipo”, dijo Martino en la conferencia, mientras Di María le dijo a un cronista que ningún jugador se cansó. Así empiezan las renuncias de los vicepresidentes, que después fundan su propio partido. El técnico y el zurdo se cruzaron como se cruzarán los consumidores de fútbol de la Argentina. Anticipo de Gkillcity: esta charla ocurrirá en el 83,4% de los bares de la República. “Información exclusiva”, grita a cámara el conductor.

—Lo que jugó Argentina en el primer tiempo, por favor.

—Pateó cuatro veces al arco contra Jamaica. Ja, may, ca. Sí, bárbaro jugó.

—¿Viste el primer tiempo? La tuvimos siempre, cada tipo que recibía tenía uno o dos pases internos y un compañero que le pasaba o se le abría, Di María volvió a jugar bien, Rojo y Zabaleta eran wines, Higuaín anduvo bárbaro. Pateamos mil veces al arco. No sé qué fútbol te gusta a vos.

—Lo único divertido fue el jamaiquino que se sacó la selfie con Messi.

—Cierto que a vos te gustaba el equipo de Sabella, que paraba a Messi donde ahora se paran Demichelis y Garay.

Y la charla continuará y los bares retumbarán pero habrá un párrafo, uno solo, que no podrá negarse, y es éste: Higuaín tuvo un cabezazo, un derechazo peligroso al primer palo y un mano a mano que se le fue por arriba, Messi intentó un zurdazo al segundo palo de los que siempre clava en el Barcelona y le sacaron un sombrerito que no entró por dos centímetros, Di María metió un tiro en el travesaño, una bolea que fue la atajada del partido y le sacaron en la línea un mano a mano igual al de su gol en la final de los Juegos Olímpicos de Beijing, Tevez entró y metió un derechazo que pasó a menos de un metro del primer palo. Nueve jugadas, nueve, y todas porque el equipo las imaginó y las intentó, mientras nueve rivales se apretaban en 30 metros por el frío que brinda el mar. Las nuevas pretensiones argentinas parecen desdeñar las aventuras personales y el azar.

Quizá no tenga relación, pero el subcampeón del mundo dejó de jugar cuando Martino sacó a Pastore. Fue a la hora, y el partido se terminó. No sólo la Selección se homenajeó a sí misma: Martino, con ese cambio, también. Tal vez imaginó que Pereyra podía acelerar, romper la última línea y aparecer en el área, sin marca, mientras Messi era el nuevo titiritero, el nuevo diez. A propósito del diez, la Argentina de Martino igualó un récord de la Argentina de Maradona en las Eliminatorias: que Messi sea uno más. Pastore condujo ante Uruguay, Di María pareció hacerlo en Viña del Mar, y entre ellos y los movimientos de todos lo licenciaron a Lionel, que ahora puede permitirse una caminata mientras bosteza y mira el mar. En el anochecer de Viña, la africana Jamaica la necesitó más que su Argentina. Mc Anuff le pidió la camiseta apenas terminó el primer tiempo y Deshorn Brown colgó el servidor de Twitter con la selfie de su celular.