El Manual de Aborto Seguro se difundió el 28 de mayo del 2015 para conmemorar el Día Internacional por la Salud de las Mujeres. Este documento  –que fue publicado por el colectivo ecuatoriano Salud Mujeres y se puede descargar en la página web– enseña de forma científica y segura cómo interrumpir un embarazo tomando Misoprostol y siguiendo las indicaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Cuando se difundió esta información, los sectores más retardatarios del país advirtieron que este medicamento podría causar graves complicaciones e incluso la muerte a las mujeres que lo tomaran. Esas advertencias son falsas: lo comprobé en México, hace dos años, en un centro de salud que usa esta medicina y asiste a mujeres que quieren abortar sin riesgo.

Este viaje de descubrimiento fue en octubre del año 2013 cuando asistí al III Congreso Latinoamericano Jurídico sobre derechos reproductivos, en Cuernavaca –México– y junto a una delegación de legisladoras y operadoras de salud del Ecuador nos invitaron a visitar una clínica Integral de Salud Reproductiva en el D.F. La Clínica “Marta Lamas” está en el primer piso del Centro de Salud México España, en la Colonia Anáhuac. Cuando llegué, el contraste entre las otras áreas del centro de salud fue evidente: de corredores y escaleras antiguas, oscuras y baldosas desgastadas, pasé a instalaciones de paredes blancas con varias ventanas y mucha luz, era el espacio donde funciona la Clínica de la Mujer. Cruzamos unas puertas dobles de vidrio catedral para entrar a una recepción limpia y llena de luz. Los pisos de porcelanato color crema estaban tan pulidos que reflejaban como un espejo. Después de la entrada había un escritorio y en él, una muchacha –alta, con uniforme blanco, de pelo corto negro– que nos recibió muy amable, casi alegre. Nos pidió esperar un poco a que llegue el Coordinador de Salud Reproductiva y Secretario Técnico del Comité de Mortalidad Materna y Perinatal. Mientras lo hacíamos, nos mostró las sillas transparentes de plástico verde claro, detrás de un panel de cristal. Del otro lado solo había una chica muy joven –blue jeans, camiseta, mascando chicle–, viendo algo en su celular. En este ambiente, hasta ahora tan amigable, había dos pantallas gigantes con información sobre el uso de unas pastillas –Misoprostol– y un par de mesas. Sobre ellas, folletos con información de los servicios de la clínica y grandes peceras de cristal llenas de condones. Más allá, otra mesita de café. Los condones, folletos y café eran gratis. Pregunté a la muchacha de la recepción por qué estaba tan vacía la sala y contestó que era medio día y que el tráfico más alto de pacientes era más en la mañana y en la tarde. La clínica atiende cerca de cien mujeres cada día, dos mil al mes.

Cuando llegó el funcionario encargado de atendernos –unos cincuenta años, mediana estatura, delgado, pelo muy lacio castaño con algunas canas especialmente en el copete– se presentó como Patricio y dijo que estaba para aclarar nuestras dudas. Vestía camisa blanca y corbata verde brillante y no llevaba mandil: parecía más abogado que médico. Era ginecólogo obstetra y llevaba muchos años trabajando en este tema. En su oficina nos contó sobre la legislación mexicana y los detalles más relevantes de lo que ellos llaman ILE: Interrupción Legal del Embarazo.

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En Ciudad de México, el 27 de abril de 2007 se reformó el Código Penal y se despenalizó el aborto hasta las doce semanas de embarazo. Se estableció que las instituciones de salud pública atenderían gratuitamente las solicitudes de interrupción de embarazo, proporcionando información para cerciorarse de que haya consentimiento informado de la mujer. La reforma tuvo una acción de inconstitucionalidad que llegó a la Suprema Corte de Justicia de la Nación y generó un complicado debate público. Mientras la jerarquía de la Iglesia católica lanzaba amenazas de excomunión y salía a las calles con estandartes con imágenes de la Virgen de Guadalupe cargando fetos en sus brazos, en otros espacios públicos sacerdotes jesuitas y dominicos hablaban a favor de la despenalización del aborto. Mientras los abogados católicos amenazaban con la debacle moral, Jesús Zamora Pierce –ex Presidente de la Academia Mexicana de derecho Penal– argumentaba en sus intervenciones en los medios de comunicación que el aborto no podía ser considerado un delito. La comunidad conservadora hacía procesiones contra las reformas, la comunidad científica y algunos intelectuales mandaban sus cartas de apoyo a las reformas a los principales diarios de la ciudad. Mientras las mujeres conservadoras rezaban en las capillas, las feministas gritaban en las marchas “quiten sus rosarios de mis ovarios”. Las organizaciones de mujeres fueron quienes más lucharon por la despenalización del aborto. Por eso, esta clínica lleva el nombre de una de las activistas feministas más destacada de México: Marta Lamas. El 28 de Agosto de 2008, la Suprema Corte de Justicia determinó que la reforma que despenalizó el aborto hasta las doce semanas en Ciudad de México –la ciudad que concentra el 7,8% de la población– era constitucional. Ese fue el relato que Patricio –con un colorido vocabulario muy mexicano y un desconcertante acento chileno por sus muchos años de estudio en ese país– nos contó.

Luego de su explicación, nos dijo cómo se realizan los abortos en el Ciudad de México. De los ciento diez mil casos de interrupción legal del embarazo que hay al año en la ciudad de México –todos en mujeres que tienen hasta 12 semanas de gestación– el 86% son tratados con Misoprostol. Este fármaco provoca contracciones en el útero que hacen que una mujer expulse el producto de su embarazo. La seguridad y eficacia de los abortos con Misoprostol es muy alta y su uso es tan seguro que aparece en la lista de medicamentos esenciales de la OMS. Esta pastilla se administra por la vía sublingual y tiene un 98,2% de efectividad. En medicina, cualquier cosa que tenga una eficacia de más del 80% es altamente recomendable, nos dijo el médico. Por eso, en el 2015 en México, la mayoría de las interrupciones legales del embarazo ya no se hacen en el quirófano. El doctor dijo que era menos invasivo y mejor para la salud de cualquier paciente: “es una pinche maldad meter a una mujer a un quirófano si se le puede recetar medicamentos y mandarla a su casa a que tenga un aborto en paz, rodeada de su familia». En veinticuatro horas el aborto se completa.

Le pregunté cómo manejan el tema religioso porque México es un país mayoritariamente católico y Patricio me contestó –mirándome directamente con sus ojos azules muy claros, detrás de sus lentes–: “En México somos 85% católicos y 100% guadalupanos”. Dijo que es ateo pero abrió su billetera y nos mostró su estampita de la virgen. Nos dijo que a la clínica van las pacientes con sus madres, con sus hijas, hermanas y hasta abuelas, y cuando –por alguna complicación o condición médica– deben ingresar al quirófano, todas se ponen a rezar, incluso a veces de rodillas. Dijo que aunque son un país religioso, le parece una monstruosidad no darle ayuda a una mujer que ha decidido abortar, y que si no fuera legal, ellas se irían a mataderos a exponer su salud y su vida. “A mucha de esa gente autodenominada pro vida, les vale madres que niñas y mujeres se mueran en abortos clandestinos”. Es un tema ético, acá salvamos las vidas de nuestras pacientes.

Después de sus detallados relatos, nos llevó a conocer el resto de la clínica. Más allá de  la recepción y la sala de espera, hay dos consultorios con cama ginecológica y ultrasonido, dos baños, una sala de consejería, una de recuperación, y un quirófano al que no lo llaman así sino sala de procedimientos. Según Patricio, las mujeres que llegan de todas partes del país reciben en la clínica un trato amigable, más que eso, cariñoso, “acá tenemos prohibido usar lenguajes cabrones”. Los médicos y enfermeras atienden a las pacientes en todas sus necesidades ginecológicas: les explican cómo usar Misoprostol y cuáles son los síntomas que pueden sentir, les dicen cómo tratar sangrado, fiebre, náuseas y posible dolor, qué hacer en caso de complicaciones. Las consejeras están para explicarles a las pacientes el uso correcto de los métodos anticonceptivos y ayudarles a decidir cuál es el mejor sistema para cada una. También dan acompañamiento y apoyo a las mujeres que han sido víctimas de violencia de género. Todos los muebles de la clínica son de cristal o plástico transparente y diseño moderno: un ambiente elegante y cuidado. Patricio nos dijo que el diseño del sitio es también parte de la buena atención. Cuando pregunté por el síndrome de depresión post-aborto, Patricio –con un tono vehemente– dijo no existe la depresión o estrés post-aborto. Que es un mito sin ningún tipo de evidencia científica y que para muchas mujeres la decisión de practicarse un aborto suele ser muy difícil, pero que en su experiencia, la mayoría de las que él ha tratado sienten un enorme alivio una vez que sucede.

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Luego de que se legalizó la interrupción del embarazo hasta las doce semanas en Ciudad de México, bajaron las tasas de muerte materna por aborto: pasó del 9.9% en 2007 a 3.8% en 2009, según la Agenda Estadística 2009 de la Secretaría de Salud del Distrito Federal. Y esto es resultado de una interrupción del embarazo en condiciones seguras e higiénicas en los hospitales y no con métodos clandestinos. En el 2009, también disminuyó considerablemente el número de mujeres que recibieron atención hospitalaria por aborto. Según Patricio, este es el efecto más positivo del Misoprostol. El doctor dice que sus pacientes son agentes de información sobre el medicamento, que salen de ahí con todo lo que tienen que saber sobre cómo obtener un aborto con pastillas. Se lo cuentan a sus amigas, a la comadre, a la hermana, a cualquier mujer que esté en esa circunstancia. Y abortan en sus casas, solo van a la clínica en caso de que se dé alguna complicación que es poco probable si siguen las instrucciones perfectamente. “El poder ha pasado directamente a las mujeres y esto está salvando sus vidas”.

Este medicamento y procedimiento exitoso en Ciudad de México es precisamente el que promueve Salud Mujeres mediante su Manual del Aborto Seguro con Misoprostol. El colectivo lo único que quiere es conseguir que esta asesoría llegue a las manos de las mujeres que más lo necesitan.


Este texto fue enmendado para reflejar el cambio de denominación administrativa de ‘México, Distrito Federal’ a ‘Ciudad de México’