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El gobierno del Ecuador pretende justificar el incremento del impuesto a las herencias con una frase de ínfulas bíblicas: “Durante la historia de la humanidad, el capital se ha concentrado en pocas manos”, dice en la exposición de motivos del proyecto de ley que ha enviado a la Asamblea. Es como si quisiera decirnos que — desde el génesis—  intentar concentrar el 100% de la riqueza era un pecado capital. Tal vez por eso fueron expulsados del Edén. Vistas estas ínfulas historicistas, vale recordar otro momento de la historia para explicar los prejuicios ideológicos que marcan esta reforma tributaria — llamada con ampulosidad Ley Orgánica para la Redistribución de la Riqueza— : el comunismo, ese esfuerzo intelectual orientado a destruir la propiedad privada y la familia.

El comunismo quiere destruir a la familia monogámica porque la considera una organización cerrada que aísla al ser humano de la sociedad a la que, como diría Virgilio Hernández, le pertenecen nuestros bienes —léase, nuestra propiedad privada. En la visión comunista, la sucesión hereditaria es un elemento que permite que esas dos instituciones se perpetúen por generaciones.

​Friedrich Engels — mecenas y mejor amigo de Karl Marx —  lo dejó muy claro en El​ origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. “Caminamos en estos momentos hacia una revolución social en que las bases económicas actuales de la monogamia desaparecerándice en el libro que publicó en 1884.La monogamia nació de la concentración de grandes riquezas en las mismas manos —las de un hombre— y del deseo de transmitir esas riquezas por herencia a los hijos de este hombre, excluyendo a los de cualquier otro.” escribió el cofundador del marxismo científico. “Pero la revolución social inminente, transformando por lo menos la inmensa mayoría de las riquezas duraderas hereditarias —los medios de producción— en propiedad social, reducirá al mínimum todas esas preocupaciones de transmisión hereditaria.” El proyecto de ley que el presidente Correa envió a la Asamblea Nacional en 2015 dice: “No cabe duda que las grandes fortunas heredadas fomentan la concentración de los medios de producción en manos de pocas familias adineradas, quienes en lugar de buscar la superación personal, esperan la repartición de la masa hereditaria para perpetrar su poder económico”. La similitud es evidente.  

Como hoy, Engels pedía a finales del siglo XIX no temer a este cambio. La sociedad, decía, se encargará de nuestros hijos “con el mismo esmero” que nosotros. La economía doméstica se convertirá en un asunto social; el cuidado y la educación de los hijos, también. La sociedad cuidará con el mismo esmero de todos los hijos, sean legítimos o naturales.” Por eso al Che Guevara no le costó abandonar a su familia en manos del colectivo para promover la revolución por el mundo. “No dejo a mis hijos y mi mujer nada material y no me apena; me alegro que así sea. Que no pido nada para ellos, pues el Estado les dará lo suficiente para vivir y educarse”, escribió en su carta de despedida a Fidel Castro.

El argumento de Engels en contra de la familia monogámica está atado a su aversión a la herencia. Según él, cuando los medios de producción pasen a ser de propiedad común, la familia individual dejará de ser la unidad económica de la sociedad. Entonces podrán las mujeres unirse al hombre que en verdad aman sin tener que casarse por conveniencia financiera. “Así desaparecerá el temor a ‘las consecuencias’, que es hoy el más importante motivo social —tanto desde el punto de vista moral como desde el punto de vista económico— que impide a una joven soltera entregarse libremente al hombre a quien ama”.

Vincular al proyecto de reforma al impuesto a la herencia con la palabra comunismo podría parecer macarthismo paranoico. No pretendo sugerir, de ninguna manera, que esta reforma nos convierte de inmediato en Corea del Norte. Pero es importante entender cuál es el prejuicio intelectual del origen del proyecto de “redistribución de la riqueza” presentado por el presidente Correa. Quizá pocos o ninguno de los promotores del proyecto de ley han leído ese libro de Engels. Quizá la mayoría no sepa ni quién es Engels, ni se considere contraria a la familia monogámica –el propio presidente Correa ha dicho ser su defensor–. Pero a menudo, como dijo sabiamente el economista inglés, John Maynard Keynes, “los hombres prácticos, que se creen exentos de cualquier influencia intelectual, suelen ser esclavos de algún economista difunto”. A veces estamos atados por ideas y prejuicios formulados hace siglos, por personas de las que tal vez ni siquiera hemos oído. Es probable que el proyecto de incrementar el impuesto a la herencia sea uno de esos casos.

Bajada

¿En qué se parece la ley de redistribución de la riqueza del gobierno del Ecuador y un libro de Engels?